Reino Unido y Francia ponen en marcha el envío de tropas a Ucrania para presionar a Vladimir Putin: «Hay que debilitar su maquinaria bélica»

La ‘coalición de voluntarios’ celebrará una reunión de altos mandos militares. Leer La ‘coalición de voluntarios’ celebrará una reunión de altos mandos militares. Leer  

La coalición de voluntarios echará a andar el próximo jueves con una reunión en Londres de altos mandos de las Fuerzas Armadas de los países que van a formarla para empezar a coordinar los aspectos técnicos del despliegue de las fuerzas de paz en Ucrania.

En teoría, la misión de esas fuerzas será salvaguardar el alto al fuego que, supuestamente, deberá alcanzarse en el futuro entre Rusia y Ucrania. En la práctica, su misión será la protección de Ucrania. Será un papel similar al de los 24.000 soldados estadounidenses que están estacionados en Corea del Sur desde que en 1953 se alcanzó el alto al fuego que aún está en vigor entre ese país y Corea del Norte.

Así pues, existirá, al menos sobre el papel un riesgo de que la coalición de voluntarios -un término no exento de cierta ironía, dado que fue acuñado en 2003 por EEUU para referirse a los países que le acompañaron en su invasión de Irak- sufra ataques o deba defender a Ucrania.

Planificar todo eso no va a ser sencillo. Y mucho menos porque ésta parece destinada a ser la primera misión militar exclusivamente europea, sin ningún respaldo de EEUU desde la Segunda Guerra Mundial. Salvo que el Gobierno de Donald Trump cambie de postura, Washington no va a ofrecer cobertura aérea, apoyo logístico, ni Inteligencia a los europeos, entre los que también podría haber soldados australianos y neozelandeses, aunque la lista de países está en el aire.

La reunión de los militares del jueves que viene es el acuerdo más sustancial de la cumbre virtual celebrada ayer a instancias del primer ministro británico, Keir Starmer, en el que participaron 28 países, un número mayor al de los asistentes al encuentro del 2 de marzo en Londres. En esta ocasión, Starmer intentó sin éxito que Japón se sumara.

Las palabras pronunciadas ayer por Starmer querían ejercer presión sobre Vladimir Putin e instar a la coalición a entrar en acción. El premier arrancó la cumbre afirmando que «mi impresión es que más pronto o más tarde [Putin] va a venir a la mesa de negociación, pero -y éste es un pero importante en esta reunión- no podemos esperar sentados a que eso pase». Añadió que ahora es el momento de «ejercer la máxima presión sobre Rusia» y que hay que continuar con las sanciones para «debilitar la maquinaria bélica de Putin y llevarlo a la mesa».

En la misma línea, el presidente francés, Emmanuel Macron, declaró anoche en una entrevista que Europa y Estados Unidos deben ejercer una clara «presión» sobre Rusia para que acepte un alto el fuego, porque «no da la impresión de querer sinceramente la paz».

Starmer vendió ayer la cumbre del jueves como el paso de ese plan para preservar la existencia de Ucrania -algo que Donald Trump puso en cuestión esta semana- a su «fase operativa», en la que «se progresará en el desarrollo de planes prácticos acerca de cómo nuestras Fuerzas Armadas pueden ayudar a la seguridad futura de Ucrania». Pero la realidad es que los aspectos clave de la operación están sin definirse.

El más obvio es quién va a participar. Por el momento, solo hay dos países que han confirmado explícitamente el envío de soldados a Ucrania, Reino Unido y Francia. De hecho, esta semana el ministro de Defensa y el jefe del Estado Mayor británicos, John Healey y Tony Radakin, respectivamente, estuvieron en Francia para empezar a planificar la operación. También Australia se mostró ayer abierta a contribuir con militares. Que Australia, un país situado exactamente en las antípodas de Europa, contribuyera al esfuerzo bélico mientras los países de la OTAN se abstienen sería un duro golpe para la imagen de unidad europea que se está tratando de forjar.

Emmanuel Macron durante el encuentro organizado por Keir Starmer.
Emmanuel Macron durante el encuentro organizado por Keir Starmer.KIRAN RIDLEYAFP

Pero ésa es la realidad. En un comunicado difundido, la oficina de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, «reitera que no está prevista la participación nacional en una posible fuerza militar» en Ucrania. Italia se opone a mandar soldados si no es con una resolución de la ONU. Roma, así, podría ser la primera deserción de la coalición, aunque el comunicado de Meloni es lo suficientemente vago como para dejar la puerta abierta a un cambio de parecer en el futuro. De hecho, la jefa del Gobierno de Italia juega a la ambigüedad, combinando atlantismo mientras trata de salvaguardar su estrecha relación con Donald Trump y Elon Musk.

En realidad, la ambigüedad no es exclusiva de Meloni. No se sabe qué países van a enviar a sus mandos militares a Londres el jueves, ni, evidentemente, el reparto de funciones, la cadena de mando, o la red logística de la fuerza de paz. No es lo mismo entrenar a soldados ucranianos en, por ejemplo, Leópolis, a 1.000 kilómetros del frente, que en la posible línea de separación del Donbás.

En principio, se supone que Reino Unido y Francia ejercerán en la práctica la posición de liderazgo, no solo por la posición política de sus respectivos Gobiernos sino porque sus Fuerzas Armadas son, con una enorme diferencia, las más capaces de Europa, y tienen experiencia de combate reciente. Y todo esto a la espera de qué hace Alemania.

La reunión virtual de ayer encalló en una cuestión clave: el uso de los 300.000 millones de euros del Estado ruso congelados en los países que tomaron parte en la cumbre para financiar la compra de armas por Ucrania. Hasta la fecha solo se han usado en dos ocasiones -una por la UE; otra por Reino Unido- los intereses generados por ese capital. Londres quiere que el principal pueda ser empleado, pero París y Berlín se oponen. La «fase operacional» de Starmer, así pues, aún tiene mucho por delante.

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