Qué está buscando Macron en Putin y qué puede encontrarse

Haga lo que haga el presidente francés con el teléfono, 2025 está siendo el año en el que el fin de la guerra en Ucrania se ha alejado en el tiempo Leer Haga lo que haga el presidente francés con el teléfono, 2025 está siendo el año en el que el fin de la guerra en Ucrania se ha alejado en el tiempo Leer  

Poco después de que Donald Trump volviese a la Casa Blanca, el presidente Emmanuel Macron advirtió de que Francia debe prepararse para la posibilidad de que Estados Unidos se desvincule de Europa: que es hora de aumentar el gasto en Defensa y repensando cómo el país utiliza su capacidad de disuasión nuclear. Fue entonces cuando anunció que se reuniría con oficiales militares de aquellos países dispuestos a enviar fuerzas de paz, que solo se desplegarían una vez que cesaran los combates. Moscú contestó de manera airada, igual que cuando a principios de 2022 era acusada de estar preparando una invasión. En el fondo, el Kremlin constataba satisfecho que Europa no es capaz de desplegar tropas ante Rusia en una guerra, sobre todo cada vez que Macron lo desafía con la idea de enviar a un ejército cuando llegue la paz. Putin no empezó una guerra para acabar teniendo las tropas de la OTAN todavía más cerca.

Igual que sucedió con la guerra soviética en Afganistán o con la implicación del Imperio ruso en la Primera Guerra Mundial, el Kremlin pondrá fin a su guerra en Ucrania solo cuando algo convenza a Vladimir Putin de que la victoria es imposible. Haga lo que haga Macron con el teléfono, 2025 está siendo el año en el que el fin de la guerra en Ucrania se ha alejado en el tiempo. Por culpa de ese subidón de expectativas rusas -pese a los apuros en el frente y en la economía- causado por la actitud de Trump. Ya no se trata sólo de palabras, son hechos.

Tras un enfrentamiento público con el presidente ucraniano en la Casa Blanca en febrero, Trump suspendió temporalmente el suministro de asistencia técnico-militar e inteligencia a Ucrania. Esa mera interrupción en la ayuda permitió a Moscú plantearse, con tres años y medio de trumpismo acelerado por delante, un escenario donde la ayuda occidental se seque definitivamente, Kiev caiga en su poder y Europa se vea obligada a aceptar una negociación más allá de las fronteras de Ucrania para evitar que el incendio se extienda.

Ahora el abandono de Ucrania por parte de EEUU se ensancha, y Kiev tuvo que citar al responsable de la embajada estadounidense para avisarle de que los retrasos en la ayuda militar «alentarán a Rusia a continuar la guerra». El Kremlin ha recibido con satisfacción la noticia de que Estados Unidos ha detenido algunos envíos de armas a Ucrania. Dice Moscú que cuantas menos armas se envíen a Kiev, más pronto terminará el conflicto.

En 2022 Macron fue el último gran líder en viajar a Moscú para parar la guerra, y después el último en dejar de comunicarse con Putin cuando la invasión a gran escala ya había empezado. Jack Watling, analista de RUSI, fue uno de los primeros avisar de que no existen atajos para lograr que Moscú pase escoja negociar en lugar de intentar seguir avanzando. «Hay cuatro problemas fundamentales con quienes abogan públicamente por un acuerdo negociado con Putin», recuerda Watling. En primer lugar, demasiados partidarios de hablar han revelado su desesperación por un proceso negociador, «al tiempo que manifiestan su indiferencia ante sus resultados». En segundo lugar, al descartarse repetidamente algunos asuntos (Ucrania en la OTAN o recuperando sus fronteras) sin que haya concesiones por parte de Moscú, están cediendo influencia incluso antes de iniciar conversaciones serias. En tercer lugar, al proyectar su propia visión de lo que es mejor para Ucrania y sus aliados de Europa del Este, «están socavando su credibilidad como mediadores«. En cuarto lugar, al sugerir repetidamente a Putin que la defensa de los valores occidentales sólo durará un tiempo, «alientan la prolongación de la invasión rusa».

Una de las principales exigencias de Moscú es que Ucrania entregue el territorio que Rusia no logró tomar por la fuerza. No es que esas franjas de territorio sean indispensables para Moscú, sino que Putin aspira a que la derrota de Ucrania sea militar y política: perdiendo unos territorios ocupados por una fuerza rusa superior y cediendo otros que controla por su incapacidad como estado para luchar.

El maximalismo ruso permite una pose negociadora interminable, mientras que la necesidad diaria de defenderse del exterminio ruso propicia que Kiev sea injustamente retratada como adicta a la guerra. Macron quiere asegurar la paz cuando la guerra ya haya terminado. Pero sí Francia quiere ser un gendarme al otro lado de sus fronteras, Putin se encargará de que ese desenlace no llegue.

Las guerras mal concebidas se enquistan y con los procesos de paz mal enfocados pasa lo mismo. Putin irrumpió en Ucrania pensando que podrían obtener una victoria súbita. Trump descarriló la postura de EEUU pensando que podría obtener una paz rápida. Macron pensó en 2022 que podría parar la guerra y ahora parece imaginar un escenario en el que Putin, viéndose reivindicado como interlocutor ante la crisis de Irán, puede prestarse a un proceso negociador Minsk III que vuelva a congelar el conflicto. A Putin lo condenan sus errores, pero siempre lo salvan los errores de los demás.

A Macron lo perseguirán siempre sus palabras de 2022, cuando dijo que había que buscar una salida que evitase la invasión rusa. Como recuerda Watling, la «humillación rusa» es peligrosa en manos de Putin. Si Occidente no puede humillar a Putin en ninguna negociación, entonces todo lo que Putin debe hacer para lograr más concesiones es declarar que considera «humillantes» las propuestas occidentales.

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