El excepcionalismo culé

El Barcelona puede jugar partidos ligueros en el estadio «Johan Cruyff» , el futbolista que estaba fichado por el Real Madrid y que dejó de estarlo cuando sus representantes le pidieron a don Santiago Bernabéu, que pernoctaba en un hotel de La Coruña, otra comisión mayor, y don Santiago Bernabéu les contestó que para ellos las comisiones y, de paso, el futbolista: –No me gusta su jeta -fue su explicación. El estadio «Johan Cruyff» tiene la mitad del aforo que exige la Liga, cuyos barandas, que parecen salidos de un cómic de Ivà, han decidido, sin embargo, que tratándose del Barcelona, bien se puede hacer otra excepción. Es el proverbial excepcionalismo culé. –La excepción en jurisprudencia es análoga al milagro en teología -dejó dicho Carl Schmitt, creador de la ciencia constitucional. El propio Schmitt definió, según es fama, la soberanía como el poder que decide en una excepción. En el fútbol español (y en el europeo, cuando lo ha dejado), el poder que decide en una excepción (inscripciones, palancas, aforos) es el Barcelona (esto ya era así con Franco); luego el Barcelona es nuestro soberano, y el soberano, si lo es, no puede estar sujeto a la ley. El «excepcionalismo culé» es el «excepcionalismo americano» de los pobres. En «American Providence», Stephen H. Webb hace la defensa teológica del «excepcionalismo americano», mientras que de la defensa teológica (tampoco sería posible otra) del «excepcionalismo culé» se ocupan en España los revistosos del puchero, que no pasan de ser frailones de misa y olla. Según Cavanauh, teólogo finísimo, el «excepcionalismo americano» es una distorsión fundamental de las doctrinas cristianas de la elección y la providencia. Dios eligió a los Estados Unidos y la Federación de Villar y Sucesores, con sus dioseciollos habituales, habría elegido al Barcelona. De ahí la unción con que el seleccionador del Combinado Autonómico, que parece tener algo de eso que antiguamente se llamaba «meapilas», despacha las cosas del Barcelona, que mires donde mires, a La Masía o al Campo Nuevo, éste con todos los adelantos del urbanismo otomano, tiene como «una ciudad sobre una colina» (Mateo 5, 14.) El «excepcionalismo americano» fue primero cosa del puritanismo, y luego, del progreso. Como el «excepcionalismo culé». –Nosotros los americanos somos el pueblo elegido -dijo Melville, a quien intentó imitar nuestro Montalbán con su «más que un club», con lo que algún Quevedo castizo podría parafrasear la tremenda redondilla contra el doctor Don Juan Pérez de Montalbán («Doctor, Don tú te le pones, / el Montalbán no lo tienes, / con que quitado uno y otro / sólo te queda Juan Pérez»). Todo es Relato, en cuyos medios La Fontaine, como supo ver Muray, ha sido superado: en el zoo cordícola actual (¡la gran bufonería cordícola de masas!), las ranas se limitan a hacerse más gordas que las ranas (alusión a la rana que quiso hincharse como un buey), y como ya hace tiempo que no hay pavos reales, los arrendajos pueden hacerse notar adornándose con las plumas de otros arrendajos (alusión al arrendajo adornado con plumas de pavo real). Nos movemos, pues, en un estado de excepción permanente, y el avestruz político prefiere meter la cabeza en nata montada. Dos décadas de propinas al «ceteá» y el escándalo es el «salary cap» en la NBA. Bueno, eso, y que el Real Madrid no asistirá a la kermese del Balón de Oro (magnífica decisión), después de que el Balón de Oro tratara de montar una cena de los idiotas donde al Real Madrid le tenían reservado el papel de idiota. «Voilà!» «L’exception culturelle française», en defensa de las artes (o mejor, de sus «macronettes») contra la industria americana (o mejor, florentiniana), peligro a combatir mediante el establecimiento de cuotas, que ya sabemos cuáles son. ¿Es posible ganar el Balón de Oro sin haber ganado la Champions? Sí. Como excepción. Quien domina la excepción, domina la norma. Un aficionado: –El Barcelona recibe permiso para jugar en el «Johan Cruyff», haciendo una excepción con el aforo. El Real Madrid, con quince días de preparación, pidió aplazar la primera jornada por la salud de los jugadores, y se rechazó. El Barcelona puede jugar partidos ligueros en el estadio «Johan Cruyff» , el futbolista que estaba fichado por el Real Madrid y que dejó de estarlo cuando sus representantes le pidieron a don Santiago Bernabéu, que pernoctaba en un hotel de La Coruña, otra comisión mayor, y don Santiago Bernabéu les contestó que para ellos las comisiones y, de paso, el futbolista: –No me gusta su jeta -fue su explicación. El estadio «Johan Cruyff» tiene la mitad del aforo que exige la Liga, cuyos barandas, que parecen salidos de un cómic de Ivà, han decidido, sin embargo, que tratándose del Barcelona, bien se puede hacer otra excepción. Es el proverbial excepcionalismo culé. –La excepción en jurisprudencia es análoga al milagro en teología -dejó dicho Carl Schmitt, creador de la ciencia constitucional. El propio Schmitt definió, según es fama, la soberanía como el poder que decide en una excepción. En el fútbol español (y en el europeo, cuando lo ha dejado), el poder que decide en una excepción (inscripciones, palancas, aforos) es el Barcelona (esto ya era así con Franco); luego el Barcelona es nuestro soberano, y el soberano, si lo es, no puede estar sujeto a la ley. El «excepcionalismo culé» es el «excepcionalismo americano» de los pobres. En «American Providence», Stephen H. Webb hace la defensa teológica del «excepcionalismo americano», mientras que de la defensa teológica (tampoco sería posible otra) del «excepcionalismo culé» se ocupan en España los revistosos del puchero, que no pasan de ser frailones de misa y olla. Según Cavanauh, teólogo finísimo, el «excepcionalismo americano» es una distorsión fundamental de las doctrinas cristianas de la elección y la providencia. Dios eligió a los Estados Unidos y la Federación de Villar y Sucesores, con sus dioseciollos habituales, habría elegido al Barcelona. De ahí la unción con que el seleccionador del Combinado Autonómico, que parece tener algo de eso que antiguamente se llamaba «meapilas», despacha las cosas del Barcelona, que mires donde mires, a La Masía o al Campo Nuevo, éste con todos los adelantos del urbanismo otomano, tiene como «una ciudad sobre una colina» (Mateo 5, 14.) El «excepcionalismo americano» fue primero cosa del puritanismo, y luego, del progreso. Como el «excepcionalismo culé». –Nosotros los americanos somos el pueblo elegido -dijo Melville, a quien intentó imitar nuestro Montalbán con su «más que un club», con lo que algún Quevedo castizo podría parafrasear la tremenda redondilla contra el doctor Don Juan Pérez de Montalbán («Doctor, Don tú te le pones, / el Montalbán no lo tienes, / con que quitado uno y otro / sólo te queda Juan Pérez»). Todo es Relato, en cuyos medios La Fontaine, como supo ver Muray, ha sido superado: en el zoo cordícola actual (¡la gran bufonería cordícola de masas!), las ranas se limitan a hacerse más gordas que las ranas (alusión a la rana que quiso hincharse como un buey), y como ya hace tiempo que no hay pavos reales, los arrendajos pueden hacerse notar adornándose con las plumas de otros arrendajos (alusión al arrendajo adornado con plumas de pavo real). Nos movemos, pues, en un estado de excepción permanente, y el avestruz político prefiere meter la cabeza en nata montada. Dos décadas de propinas al «ceteá» y el escándalo es el «salary cap» en la NBA. Bueno, eso, y que el Real Madrid no asistirá a la kermese del Balón de Oro (magnífica decisión), después de que el Balón de Oro tratara de montar una cena de los idiotas donde al Real Madrid le tenían reservado el papel de idiota. «Voilà!» «L’exception culturelle française», en defensa de las artes (o mejor, de sus «macronettes») contra la industria americana (o mejor, florentiniana), peligro a combatir mediante el establecimiento de cuotas, que ya sabemos cuáles son. ¿Es posible ganar el Balón de Oro sin haber ganado la Champions? Sí. Como excepción. Quien domina la excepción, domina la norma. Un aficionado: –El Barcelona recibe permiso para jugar en el «Johan Cruyff», haciendo una excepción con el aforo. El Real Madrid, con quince días de preparación, pidió aplazar la primera jornada por la salud de los jugadores, y se rechazó.  

El bar de mou

«El Barcelona recibe permiso para jugar en el Johan Cruyff, haciendo una excepción con el aforo. El Real Madrid pidió aplazar la primera jornada por la salud de los jugadores, y se rechazó»

El estadio Johan Cruyff, donde el Barça recibirá al Valencia este domingo ABC

El Barcelona puede jugar partidos ligueros en el estadio «Johan Cruyff», el futbolista que estaba fichado por el Real Madrid y que dejó de estarlo cuando sus representantes le pidieron a don Santiago Bernabéu, que pernoctaba en un hotel de La Coruña, otra comisión … mayor, y don Santiago Bernabéu les contestó que para ellos las comisiones y, de paso, el futbolista:

–No me gusta su jeta -fue su explicación.

El estadio «Johan Cruyff» tiene la mitad del aforo que exige la Liga, cuyos barandas, que parecen salidos de un cómic de Ivà, han decidido, sin embargo, que tratándose del Barcelona, bien se puede hacer otra excepción. Es el proverbial excepcionalismo culé.

–La excepción en jurisprudencia es análoga al milagro en teología -dejó dicho Carl Schmitt, creador de la ciencia constitucional.

El propio Schmitt definió, según es fama, la soberanía como el poder que decide en una excepción. En el fútbol español (y en el europeo, cuando lo ha dejado), el poder que decide en una excepción (inscripciones, palancas, aforos) es el Barcelona (esto ya era así con Franco); luego el Barcelona es nuestro soberano, y el soberano, si lo es, no puede estar sujeto a la ley.

El «excepcionalismo culé» es el «excepcionalismo americano» de los pobres. En «American Providence», Stephen H. Webb hace la defensa teológica del «excepcionalismo americano», mientras que de la defensa teológica (tampoco sería posible otra) del «excepcionalismo culé» se ocupan en España los revistosos del puchero, que no pasan de ser frailones de misa y olla. Según Cavanauh, teólogo finísimo, el «excepcionalismo americano» es una distorsión fundamental de las doctrinas cristianas de la elección y la providencia. Dios eligió a los Estados Unidos y la Federación de Villar y Sucesores, con sus dioseciollos habituales, habría elegido al Barcelona. De ahí la unción con que el seleccionador del Combinado Autonómico, que parece tener algo de eso que antiguamente se llamaba «meapilas», despacha las cosas del Barcelona, que mires donde mires, a La Masía o al Campo Nuevo, éste con todos los adelantos del urbanismo otomano, tiene como «una ciudad sobre una colina» (Mateo 5, 14.)

El «excepcionalismo americano» fue primero cosa del puritanismo, y luego, del progreso. Como el «excepcionalismo culé».

–Nosotros los americanos somos el pueblo elegido -dijo Melville, a quien intentó imitar nuestro Montalbán con su «más que un club», con lo que algún Quevedo castizo podría parafrasear la tremenda redondilla contra el doctor Don Juan Pérez de Montalbán («Doctor, Don tú te le pones, / el Montalbán no lo tienes, / con que quitado uno y otro / sólo te queda Juan Pérez»).

Todo es Relato, en cuyos medios La Fontaine, como supo ver Muray, ha sido superado: en el zoo cordícola actual (¡la gran bufonería cordícola de masas!), las ranas se limitan a hacerse más gordas que las ranas (alusión a la rana que quiso hincharse como un buey), y como ya hace tiempo que no hay pavos reales, los arrendajos pueden hacerse notar adornándose con las plumas de otros arrendajos (alusión al arrendajo adornado con plumas de pavo real). Nos movemos, pues, en un estado de excepción permanente, y el avestruz político prefiere meter la cabeza en nata montada. Dos décadas de propinas al «ceteá» y el escándalo es el «salary cap» en la NBA. Bueno, eso, y que el Real Madrid no asistirá a la kermese del Balón de Oro (magnífica decisión), después de que el Balón de Oro tratara de montar una cena de los idiotas donde al Real Madrid le tenían reservado el papel de idiota. «Voilà!» «L’exception culturelle française», en defensa de las artes (o mejor, de sus «macronettes») contra la industria americana (o mejor, florentiniana), peligro a combatir mediante el establecimiento de cuotas, que ya sabemos cuáles son. ¿Es posible ganar el Balón de Oro sin haber ganado la Champions? Sí. Como excepción. Quien domina la excepción, domina la norma. Un aficionado:

–El Barcelona recibe permiso para jugar en el «Johan Cruyff», haciendo una excepción con el aforo. El Real Madrid, con quince días de preparación, pidió aplazar la primera jornada por la salud de los jugadores, y se rechazó.

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