El asesinato del activista conservador Charlie Kirk enciende la mecha / Se suma a los de dos congresistas de Minnesota en junio o el intento de magnicidio de Trump Leer El asesinato del activista conservador Charlie Kirk enciende la mecha / Se suma a los de dos congresistas de Minnesota en junio o el intento de magnicidio de Trump Leer
«Nuestra nación está destrozada (…) Nada de lo que diga puede unirnos como país. Nada de lo que diga ahora puede arreglarlo. Nada de lo que diga puede traer de vuelta a Charlie Kirk. Nuestros corazones están rotos. Lloramos con su familia, con sus amigos, lloramos como nación (…) Necesitamos desesperadamente líderes, pero más aún, necesitamos que cada persona reflexione sobre dónde estamos y dónde queremos estar. Rezo para que quienes odiaron lo que Charlie Kirk representaba dejen las redes sociales y la pluma, rezo para que todos, todos, intentemos encontrar la manera de dejar de odiar a nuestros compatriotas». Con esta intervención, apenas unas horas después del asesinato del activista conservador, el gobernador de Utah, Spencer Cox, resumía uno de los grandes problemas que tiene Estados Unidos. Quizás el más grave.
El sistema está roto, el país está roto, la sociedad está rota y la sensación predominante es que la violencia política se desata de costa a costa. El disparo en la Universidad de Utah fue el 46º en un recinto educativo este año. Llega después del asesinato de la speaker de la Cámara de Representantes de Minnesota, Melissa Hortman, y su marido. De la ejecución del senador estatal de Minnesota John Hoffman y su mujer en la puerta de su casa, todos en la misma noche, el 14 de junio. Después de que en abril un hombre prendiera fuego a la residencia del gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro, con él y toda su familia dentro. Después del asesinato de dos jóvenes judíos en Washington y el ataque en una manifestación por los rehenes de Hamas en Colorado. Después de que en diciembre Luigi Mangione ejecutara por la espalda en una calle de Nueva York a un ejecutivo farmacéutico. Después de los dos intentos de asesinato sufridos por Donald Trump, en un mitin y mientras jugaba al golf en uno de sus campos, uno de los cuales estuvo a pocos centímetros de materializarse. Después de que un hombre entrara en la casa de Nancy Pelosi, una de las líderes demócratas más poderosas del último medio siglo, y le rompiera el cráneo a su marido con un martillo. Después de un intento de matar a Brett Kavanaugh, juez del Tribunal Supremo. Después del asalto al Capitolio. Después de que los agentes federales desmontaran en el último momento un plan de milicias extremistas a punto de activarse para secuestrar y asesinar ante las cámaras a la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer. Después de las amenazas de hombres armados a la congresista demócrata Debbie Dingell o los disparos que casi matan al congresista republicano Steve Scalise mientras jugaba al béisbol. Después de que la ex astronauta y congresista demócrata Gabby Gifford recibiese un tiro en la cabeza.
La tensión en EEUU es enorme, la polarización, imparable. Hay visiones del mundo, de la política, de la libertad y de la paz incompatibles, enfrentadas. Hay mucha rabia, frustración y miedo creciente. Hay soldados por las calles, retóricas incendiarias en las redes, menciones recurrentes a la guerra civil, el fascismo, años de plomo o el fin de la democracia. «Menos de un 2%de los norteamericanos cree que el asesinato político es aceptable, pero los ciudadanos creen que casi un tercio de sus oponentes apoyan el asesinato partidista», dice un trabajo reciente de Princeton. Enemigos fantasmas y frivolización. Luigi Mangione, que ejecutó por la espalda a un directivo, se volvió un icono cultural para la izquierda, sujeto de canciones, odas y chanzas con muchos fans. Igual que las redes están llenas de vídeos de celebración de anónimos felices por la muerte de Kirk.
Los medios se llenaron esta semana de condenas y peticiones de calma por parte de políticos de todos los colores. Pero los teléfonos se llenaron también de cólera, de indignación, de peticiones de represión y castigo. Y listas masivas con direcciones de rivales ideológicos. «No podemos devolver la violencia con violencia, no podemos devolver el odio con odio», dijo el viernes el Gobernador de Utah. «Esto es un punto de inflexión».
«La violencia política, independientemente de partidos o ideologías, constituye un ataque directo a los cimientos de la democracia y el Estado de derecho; no busca persuadir, sino intimidar; no debatir, sino destruir. En todos los casos, corroe la confianza pública, socava nuestras instituciones comunes y sustituye el discurso razonado por el miedo y la coerción», afirma en un comunicado The Lincoln Project, una organización dedicada a la preservación, protección y defensa de la democracia.
Según datos del FBI y el Departamento de Seguridad Nacional, los incidentes de terrorismo doméstico aumentaron un 357 % entre 2013 y 2021. Según un estudio del Proyecto de Chicago sobre Seguridad y Amenazas, más de 250 personas han sido procesadas por amenazar a casi 200 funcionarios federales. legislativos, ejecutivos y judiciales, del país entre 2001 y 2023. El promedio de estas amenazas aumentó un 400 % entre 2017 y 2023, pasando de cuatro amenazas al año a más de 20.
La Iniciativa Bridging Divides de la Universidad de Princeton ha rastreado más de 250 incidentes de amenazas y acoso contra funcionarios públicos locales en más de 40 estados durante la primera mitad de 2025, lo que marca un aumento del 9% con respecto al mismo período de 2024. La Policía del Capitolio informó en 2024 que ese año se había batido el récord de amenazas.
Según el Consorcio Nacional para el Estudio del Terrorismo y las Respuestas al Terrorismo, que compila una base de datos global, la mayor parte de la violencia política en Estados Unidos es cometida por personas que no pertenecen a ninguna organización formal. Como parece que ha sido el caso de Tyler Robinson, el detenido por matar a Kirk, o el del joven que disparó a Trump. Pero eso no evita odios ideológicos y recelos masivos de organizaciones o partidos.
«Ideas que antes se limitaban a grupos marginales ahora aparecen en los medios de comunicación tradicionales. Ideas de supremacía, milicias y teorías conspirativas se difunden a través de webs de videojuegos, YouTube y blogs, mientras que un lenguaje ambiguo de memes, jerga y chistes difumina la línea entre la provocación y la llamada a la violencia, normalizando ideologías y actividades radicales. Estos cambios han creado una nueva realidad: millones de estadounidenses dispuestos a ejercer, apoyar o justificar la violencia política«, lamenta Rachel Kleinfeld, del Carnegie Endowment.
Cuando en junio le preguntaron al presidente Trump si tenía pensado llamar al gobernador de Minnesota, Tim Walz, después del asesinato de dos altos cargos estatales y sus familias, para mostrar su pésame y lanzar un mensaje, el republicano dijo que no, que era una «pérdida de tiempo». Otros líderes republicanos se burlaron de lo ocurrido en las redes sociales, como ha hecho Trump una y otra vez durante años y sin misericordia sobre el brutal ataque sufrido por el marido de Nancy Pelosi en su hogar.
En un intento de remar en sentido contrario, los Jóvenes Demócratas y los Jóvenes Republicanos de Connecticut emitieron esta semana una declaración conjunta ofreciendo oraciones por Charlie Kirk y condenando la violencia política, un pequeño gesto que esperan pueda multiplicarse. La familia de Hoffmann, asesinato en junio por sus ideas por un hombre que lleva una lista de polítidos demócratas y de partidarios del aborto, ha intentado pedir calma. «América está rota y la violencia política pone en riesgo nuestras vidas. El asesinato de Kirk es el último acto de un drama que nuestro país no puede seguir aceptando Los líderes no sólo deben bajar el tono de su retórica, sino denunciar la agresividad y el extremismo que pone en peligro nuestra república«, pidieron en un comunicado en el que rezan por Kirk, su familia y por el país entero. «Cuando la gente deja de hablar, es cuando surge la violencia, es cuando se produce la guerra civil», dijo en uno de sus vídeos más célebres Kirk, tan conocido por sus debates como por sus arengas populistas polarizadoras y radicales.
«Los momentos posteriores a un crimen político ponen a prueba la salud democrática de una nación al revelar el carácter de sus élites. Tras el intento de asesinato de Trump, líderes de ambos partidos enfriaron la situación emitiendo condenas unificadas que reforzaron el tabú contra la violencia. Hoy, figuras políticas clave están haciendo lo contrario. En lugar de buscar la unidad, presenciamos la cínica actuación de un mártir y un llamamiento a la lucha. En lugar de un dolor compartido, hay acusaciones de culpa colectiva, que pintan a medio país como asesinos«, escribió ayer Sean Westwood director del Polarization Research Lab de Dartmouth.
El politólogo Robert Pape, de la Universidad de Chicago y muy más pesimista, cree que EEUU ha entrado en «la era del populismo violento», que hay poco que se pueda hacer y que va ir a peor. Como ha argumentado en Foreign Affairs, «la política estadounidense está en niveles históricamente altos de violencia, tanto en la derecha como en la izquierda, que han ido agravándose». Una mezcla del «debilitamiento constante de instituciones democráticas cruciales», de las «tendencias antidemocráticas» de varios grupos, del temor de los conservadores blancos en medio de una transformación demográfica y social inédita que llevará en un par de décadas a que por primera vez no sean mayoría.
También están los efectos radicalizadores de la manipulación partidista de los distritos electorales y la polarización en general, alimentada por algoritmos e intereses mediáticos. Pero para Pape, hay sobre todo una dinámica estructural predominante que impulsa la nueva era de violencia. Por ello, explica, el principal peligro para EEUU «no reside en ninguna tecnología descontrolada ni en ningún grupo paramilitar marginal. No son los agravios económicos. Ni siquiera es Trump, quien es tanto un síntoma de lo que aflige a Estados Unidos como una causa. La mayor fuente de peligro proviene de un choque cultural sobre la naturaleza de la identidad estadounidense, uno con profundas implicaciones sobre quién puede convertirse en ciudadano. Sus actores no son radicales aislados, sino estadounidenses comunes». Según una investigación realizada por su equipo en la Universidad de Chicago, «decenas de millones de demócratas, republicanos e independientes creen que la violencia política es aceptable. Muchos pertenecen a la clase media y alta, con viviendas dignas y educación», indica en un ensayo muy citado.
Y el problema es que las sociedades que no censuran la violencia son más proclives a generarla. «Puede que EEUU no esté al borde de una guerra civil total, pero está entrando en una era de conflictos mortíferos, repleta de disturbios con motivos políticos, ataques contra minorías e incluso asesinatos», pronosticó hace unos meses. Lo ocurrido esta semana es justo lo que tenía en mente. «No tienen ni idea del fuego que han encendido; el llanto de esta viuda resonará por todo el mundo como un grito de guerra. No tienen idea de lo que acaban de desatar en todo este país y en este mundo», anticipó este fin de semana Erika Kirk, la mujer del asesinado.
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