Son los encargados de gestionar la peor de las noticias: los fallecimientos de los soldados. Necesitan altas dosis de empatía y psicología Leer Son los encargados de gestionar la peor de las noticias: los fallecimientos de los soldados. Necesitan altas dosis de empatía y psicología Leer
Su trabajo diario nunca es fácil, pero hubo un día que Sergiy no puede olvidar: «Una de nuestras compañeras de brigada se suicidó en su habitación de Kramatorsk con su propia pistola y tuve que hablar con su familia. El problema es que ellos no sólo no creyeron ni una palabra, sino que dijeron que alguien la había matado».
Es un día lluvioso muy cerca del frente de batalla de Járkiv. En una localización secreta, donde podemos escuchar la artillería de fondo, nos citan el comandante Sergiy, el capitán Rostislav y el teniente Pavlo. Son todos oficiales de la brigada mecanizada 72, más conocida como Black Zaporiyians, en honor a los viejos uniformes negros que llevaron los primeros defensores de la República Popular de Ucrania en 1917.
Estos tres oficiales realizan una labor ingrata pero necesaria: contactar con las familias de los muertos y desaparecidos para realizar el acompañamiento necesario durante el duelo, preparar el funeral y ayudarles con la ingente burocracia para recibir la compensación del Estado. «La primera comunicación debe realizarla su oficina de reclutamiento. Tras este mensaje oficial, donde ya se les pide que nos contacten, entramos nosotros. A veces nos llaman los familiares y otras veces tenemos que llamarlos nosotros porque permanecen varios días en shock», dice el comandante Sergiy.
– ¿Por qué tardan en llamarles a ustedes?
– La mayoría sabe que su ser querido está combatiendo y que la muerte es algo posible, pero otros no quieren asumirlo.
Su unidad, bautizada como «Coordinación Civil-Militar», necesita altas dosis de empatía y cierta psicología para preparar a las mujeres, maridos, hijos, padres y madres para la peor de las noticias y sus consecuencias, pero a veces no resulta tan sencillo. Rostislav recuerda un caso que le impactó a él mismo: «Hace poco falleció un gran amigo mío de nuestra brigada. Formaba parte de una misión que se consideró secreta y sabemos perfectamente dónde está su cuerpo, pero es irrecuperable por haberse quedado en la zona gris. Yo tuve que mentir a su madre y decirle que estábamos seguros de que había fallecido en combate pero que no sabíamos dónde había caído. He tenido que decirle que haremos todo lo que podamos para encontrarle, pero es mentira», cuenta.
«El problema no es comunicar que alguien ha muerto, sino que alguien ha desaparecido, porque no se activa la compensación. Casi siempre significa que ha caído en algún punto del frente, pero si no aparece su cuerpo, no podemos dar a nadie por muerto. Unos compañeros se precipitaron con la familia de su amigo y le dieron por fallecido en un ataque, pero resulta que no estaba muerto sino que había sufrido un desfallecimiento. Imagina la sorpresa de la familia cuando nos comunicaron desde Rusia que estaba allí prisionero. Fue un gran error», comenta Sergiy. El comandante explica más interioridades de su trabajo:
– ¿Qué sucede si el cuerpo queda irreconocible? ¿Recomendáis a los familiares que no lo miren?
– Sí, pero no podemos impedirles que lo hagan. Nosotros siempre hacemos un análisis de ADN para determinar que es la persona que estamos buscando. Aún así, hay gente que se niega a enterrar ese cadáver por no creer que sea su familiar. Tenemos varios cuerpos en la morgue que nadie reclama como suyos pese a los análisis.
– ¿Tan difícil es hacerles entender eso?
– A veces nuestro trabajo es complicado. Siete compañeros murieron en un sótano cuando una bomba de aviación hundió un edificio entero encima de ellos. Estaban en una zona de guerra en la que era muy complicado excavar para sacarlos de allí. Aún así, nos acusaron de no hacer todo lo posible por hacerlo, fueron a la prensa e incluso recurrieron a activistas para montarnos una campaña en contra y acusarnos. Elaboraron la teoría de que estaban todos vivos en el refugio. Eso fue muy duro para nosotros porque también eran nuestros compañeros los que estaban entre los escombros. Finalmente, cuando pudimos acceder al lugar, sacamos los cuerpos y pudimos hacerles la autopsia. Efectivamente, murieron por el bombardeo.
El teniente Pavlo recuerda que llevan mucho tiempo haciendo ese trabajo, que ya se han especializado, pero que no pueden parar de formarse en la parte psicológica del asunto, la más delicada. «Una persona que se dedique a esto debe tener la capacidad de que no le afecte en lo personal, de saber aislarse. Si eres alguien con alta sensibilidad, que te empapas con el dolor de los demás, entonces estás perdido».
Sergiy cuenta otra de las dificultades habituales de su trabajo: que la familia a la que hay que avisar de la muerte de su ser querido se haya mudado a otra ciudad y nadie sepa dónde vive exactamente. «Esa labor de búsqueda cae sobre nosotros. Tenemos que investigar su paradero y, cuando al fin los encuentras, darle la mala noticia nosotros mismos. Nunca estás del todo preparado para eso».
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