Se va 2025, no por Barranquilla, pero sí con el caimán del descenso, que amenazó con devorar al Sevilla la primavera pasada, y el club se adentrará en el 2026 con muchas incógnitas a desvelar en todos los estamentos del mismo. Acaba el peor año deportivo del siglo XXI en el Sánchez-Pizjuán (y en buena parte de los desplazamientos), como bien reportajeó en esta páginas su redactor jefe, Alberto Fernández; uno de lo peores de su historia en lo económico; otro de lo más fracturados en lo accionarial, tras los zigzag de los llamados americanos, y sostenido tan sólo por una afición a la que la depresión no restó un ápice de rebeldía.2026 ha de conjugarse en futuro condicional. Certezas hay pocas y aquellas que se adivinan como más probables, e incluso inminentes, de concreción, plantean dudas de fondo y de forma que no ayudan a la tranquilidad. La venta, por ejemplo. Los rumores apuntan a que la transferencia de las acciones se efectuará en el primer trimestre del nuevo año. Pero quién sabe si el desempeño en el césped del equipo en esos noventa y dos días no aboca al plantel a la otra «venta», aquella con nombre hortícola en la que amanecen los perdedores, y los inversores replantean los plazos.El carácter ciclotímico de los adiestrados por Matías Almeyda no permite aventurar nada. De ganarle al Levante en su primer choque liguero del año y penúltimo de la primera vuelta, el Sevilla alcanzaría los veintitrés puntos, los mismos con los que finalizó la jornada 19 la campaña pasada. El reto, más bien retito, es no quedarse en 18 en la segunda, como ocurrió con el dúo Pimienta/Caparrós, que le terminó dejando a uno sólo de ser trasladado por Caronte a la otra orilla, esa que tanta hypermociones procura.Suceda lo que fuere, quédense con don Antonio García Barbeito, pregonero del Centenario: «Eres tan sevillista, amigo, que si algún día, —Dios no lo quiera—, tuvieran que operarte de corazón, tendrían que pedirle permiso al club, porque tocarte a ti el corazón sería trastear en el escudo del Sevilla». Se va 2025, no por Barranquilla, pero sí con el caimán del descenso, que amenazó con devorar al Sevilla la primavera pasada, y el club se adentrará en el 2026 con muchas incógnitas a desvelar en todos los estamentos del mismo. Acaba el peor año deportivo del siglo XXI en el Sánchez-Pizjuán (y en buena parte de los desplazamientos), como bien reportajeó en esta páginas su redactor jefe, Alberto Fernández; uno de lo peores de su historia en lo económico; otro de lo más fracturados en lo accionarial, tras los zigzag de los llamados americanos, y sostenido tan sólo por una afición a la que la depresión no restó un ápice de rebeldía.2026 ha de conjugarse en futuro condicional. Certezas hay pocas y aquellas que se adivinan como más probables, e incluso inminentes, de concreción, plantean dudas de fondo y de forma que no ayudan a la tranquilidad. La venta, por ejemplo. Los rumores apuntan a que la transferencia de las acciones se efectuará en el primer trimestre del nuevo año. Pero quién sabe si el desempeño en el césped del equipo en esos noventa y dos días no aboca al plantel a la otra «venta», aquella con nombre hortícola en la que amanecen los perdedores, y los inversores replantean los plazos.El carácter ciclotímico de los adiestrados por Matías Almeyda no permite aventurar nada. De ganarle al Levante en su primer choque liguero del año y penúltimo de la primera vuelta, el Sevilla alcanzaría los veintitrés puntos, los mismos con los que finalizó la jornada 19 la campaña pasada. El reto, más bien retito, es no quedarse en 18 en la segunda, como ocurrió con el dúo Pimienta/Caparrós, que le terminó dejando a uno sólo de ser trasladado por Caronte a la otra orilla, esa que tanta hypermociones procura.Suceda lo que fuere, quédense con don Antonio García Barbeito, pregonero del Centenario: «Eres tan sevillista, amigo, que si algún día, —Dios no lo quiera—, tuvieran que operarte de corazón, tendrían que pedirle permiso al club, porque tocarte a ti el corazón sería trastear en el escudo del Sevilla».
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