Carlos Delfino : «Rompí mi contrato con el Real Madrid justo antes de ser presentado»

Tras más de veinte temporadas al máximo nivel, Carlos Delfino (Santa Fe, 1982) está sin equipo. Rescindió hace semanas su contrato con el modesto Benedetto Cento (Serie A2 italiana) el alero-escolta argentino, quien no solo conquistó Europa (en España, con el Baskonia ), sino también la NBA. Y todavía le brilla el oro al cuello, obtenido en los Juegos de Atenas 2004. El último genio de aquella generación albiceleste mágica (Ginobili, Oberto, Scola, Nocioni, Sconochini…) en permanecer en cancha. Con 43 años ya no juega, pero aún no ha anunciado su retirada oficial del baloncesto. ¿Ha dejado el baloncesto o no?Dije que este año creo que no jugaría, pero la palabra retirada me cuesta mucho. No me gusta, es taxativa. Siempre dije que, cuando eso sucediera, no lo diría. Estoy en forma, y es cierto que este curso no he comenzado compitiendo. Tampoco sé si sucederá en breve, aunque sí reconozco que me lo estoy pasando bien. Hago otras coas… Tengo mucho tiempo para mí. No echo de menos el entrenamiento diario, pero sí jugar. Eso, muchísimo. Competir. Lo trato de tapar con otras actividades, como comentarista NBA para TNT Sports en toda Latinoamérica. Ejerzo de padre, estoy tiempo con mi familia, pero me cuesta pronunciar esa palabra, sí. ¿Cuándo fue exactamente tu último partido?Pasaron algunos meses ya. Fue en la segunda italiana, con el Benedetto Cento. Es la ciudad donde vivo. Provincia de Ferrara, pero está cerca de Bolonia. Estuve dos años con ellos. Fue divertido, porque me encontraba físicamente bien, estaba en casa, pero sucedió que mi carácter, mi edad, situaciones del equipo que me sobrepasaron… No lo pasé bien, pero no por las lesiones. Me costaba ir a entrenar, y no era un tema físico. Eso coincidió cuando tuve que marcharme a Argentina para festejar los veinte años del oro olímpico. Me junté con la generación dorada, me divertí con ellos. Luego volví a Italia. Entonces tuve como una especie de conflicto interior, porque me di cuenta que mi sistema operativo era viejo. No se ajustaba a la realidad que estaba viviendo a nivel deportivo. Yo veo el deporte de una manera en la que el respeto prima siempre. Me marcó mucho ver a todos de nuevo en mi país, y después comencé a sentir un sufrimiento porque no me veía donde estaba jugando. Ya no me divertía. Lo dejé, porque necesitaba tiempo. ¿Qué valores se perdieron por el camino? ¿A qué tenía que renunciar y se negó?Es simple. Para mí priman cosas básicas. El saber qué le pasa al compañero que tienes al lado. Por qué se hacen ciertas acciones, por qué uno discute con alguien o no. Hablar, sí, hablar para mejorar las dinámicas del equipo. Son muchas historias, argumentos. Saber, valorar cuando un compañero juega lesionado y si está haciendo un esfuerzo… Todo esto. Son mis valores, y no quería renunciar.«Mis valores eran diferentes a lo que veía alrededor, y eso me desgastó; lo peor es que mis propios compañeros no entendieron que les estaba defendiendo»Si esto lo aplicamos a su historia, ¿qué sucedió en realidad?Me fui a Argentina con permiso del club, que jugaba esos días. Tenía claro que no quería perderme el evento con mis compatriotas. Era la primera vez que coincidíamos todos desde el oro. Al regresar, me encontraba muy cansado. No me dejaron jugar por esto, porque también -decían- era muy mayor… Que lo hacían para cuidarme y protegerme. El Cento disputaba un partido (derrota) que la RAI televisó para toda Italia. Los hinchas, los tifosi comenzaron a insultar a todos. Salí yo, el más veterano, el capitán… Más que nada para defender a mis compañeros. Reprobé a la gente, les dije que eso en deporte no es concebible. Tuve problemas con muchas personas. Un roce muy fuerte, se confunde mi gesto como algo contra los aficionados. Justo todo lo contrario que yo pretendía. Me dolió mucho. Mis valores eran diferentes a lo que veía alrededor, y eso me desgastó. Lo peor es que mis propios compañeros no entendieron que les estaba defendiendo… Es más, estupefactos me preguntaban que por qué me había enfrentado a los hinchas. El mundo al revés. La impotencia fue grande. Sí, el baloncesto me divierte, pero creo que pertenezco a otra época, estoy en otra dimensión diferente a la actual. A día de hoy siguen sin saber que les estaba protegiendo, tutelando de las críticas. Los valores de hoy están al revés. Decidí dar un paso al lado… Por ese y otros motivos. Hábleme de la efeméride argentina.Llenamos una cancha para jugar un partido. Los doce jugadores juntos por vez primera desde los Juegos Olímpicos. Increíble. La última vez fue en el podio de Atenas, y lo digo literalmente. Una vez en Argentina, decidieron ir todos tras el partido a Mendoza, la capital del vino. Se organizó improvisadamente un viaje. Me dijeron los más grandes del grupo: «Cabeza, Carlitos, no vas a ser el único que no estará con nosotros». Me fui con ellos, lógicamente. Hicimos rafting, fuimos a cenar, a jugar a pádel, a visitar viñedos y bodegas, escalamos montañas, caminamos, hicimos asados… Me di cuenta que me había quedado ahí, con ese sistema operativo. El tiempo no había transcurrido para nosotros. Fue mágico. La clave de esa selección ganadora estaba precisamente ahí, fuera de la pista. Un viaje en el tiempo. Fue la celebración de la medalla. La primera vez. El broche de oro, el cierre al círculo. Después, pasó lo de mi dificultad para aclimatarme a la realidad deportiva, tan diferente a la que tenía en mi cabeza, siempre anclada en esa época… Y con la misma gente.Ese jugueteo con el recuerdo y la nostalgia supuso un impacto emocional, algo de tristeza. ¿De ahí esa crisis de identidad?Sí, esa nostalgia me jugó una mala pasada. En mis últimos años jugaba más por amor a este deporte que por dinero. Eso lo podrás imaginar. Era más lo emotivo. Cuando me di cuenta que la llama que movía todo no era la misma… No sé. Verás, yo en el partido-efeméride, con esa gente, entrenándome bien, podría estar hasta los cincuenta años. Como si todo fuera una obra de teatro: me entreno en Italia, viajo a Argentina para jugar, luego vuelvo… Podría estar diez años más así. Con esa atmósfera, con esos compañeros, esas reglas internas como grupo, esas voces que todas valían por igual… Ya sabes. Son valores que ya no veo. Eso coincidió con lo de Cento, donde mi entrenador era más pequeño que yo. Fue un impacto grande, pero no tengo remordimientos. Nadie tiene la culpa. Cuando lo pienso, constantemente me digo que ese choque en Argentina tenía que haber sido mi último partido jugado, pero no fue así. Lo que tengo claro es que no habrá nunca uno de despedida. Es algo que no pienso hacer. No voy a hacer nada especial, ni conceder entrevistas ni nada por el estilo. Nada de anuncios, de fiestas.¿Es posible que su último partido esté por jugar?Sí. De hecho, me lo han ofrecido. Me han visto bien físicamente. Hay clubes interesados, pero tendría que irme de casa… No sé. Por ahora estoy bien así. Mi nueva faceta de comentarista de NBA es divertida. También tengo el diploma de entrenador. Quiero seguir formándome, aprendiendo. No sé… Tal vez venga alguien, me motive y haga ponerme los pantalones cortos. Te digo esto cuando esta mañana me entrené dos horas y media. Fui al gimnasio, jugué en la cancha de baloncesto de mi casa… Lo hago a menudo con mis hijos allí. Estamos mucho tiempo juntos ahora, especialmente los fines de semana. Me encanta. Esto también hace inclinar la balanza para un lado. No olvidemos que tengo 43 años… Sí, me dicen que aparento mucho menos. El tiempo es el tiempo, y eso hay que respetarlo. Otra cosa importante es que no tomo ninguna pastilla. En los últimos tiempos, para poder disputar partidos debía tomar anti inflamatorios para maquillar dolencias en la espalda, algún golpe… Mi recuperación era más lenta. Hoy mi cuerpo es el gran beneficiado de todo. No tomo ni siquiera una aspirina. Esas pequeñas cosas hacen que me sienta bien y cómodo.«Me han ofrecido jugar. Me han visto bien físicamente. Hay clubes interesados, pero tendría que irme de casa… No sé. Por ahora estoy bien así»Algo que pocos saben es su frustrado fichaje por el Madrid en la primera etapa de Sergio Scariolo.  Yo era muy joven. Me fichó Sergio, pero el problema es que sucedieron cosas entre bastidores. Firmé e iba a ser presentado una mañana, la misma en la que Scariolo tenía una reunión con algunos directivos del Madrid. Creo que el problema era en torno a la persona que debía salir del plantel por mí. Era Alberto Herreros.No te lo puedo decir. Sé que Sergio quería rejuvenecer la plantilla, pero a mí jamás nadie me mencionó algún nombre de un jugador. Tranquilo. Lo hice yo.Vamos a ver. Juego a baloncesto. Sé quienes estaban en ese Madrid, en qué posiciones. Lo único seguro es que el técnico dejó de serlo esa misma mañana (año 2002). Me llamaron a las once de ese día. Quedaba una hora para mi presentación. Estábamos en una mesa todos reunidos… Valdano, Butragueño, el abogado del club… Les dije que, si Scariolo no estaba, yo rompería el contrato. Así fue. Scariolo era el motor principal para que yo hubiera aceptado la oferta blanca. Quería estar con él, que me formara. Estoy contento que esté ahora allí, nuevamente. Conozco su manera de trabajar, siempre tan puntilloso… Es uno de los mejores de siempre. Pudieron coincidir más tarde, en el Chimki. Fue en 2008. Ya había jugado usted en la NBA: Detroit (elegido en 2003 en la primera ronda del draft) y los Raptors. Después, Bucks, Houston -con Harden- en 2012-13… Entonces vino la gravísima lesión, una acción fortuita con Kevin Durant.Tenía un fuerte dolor en el pie. Para disputar los ‘playoffs’ decidí infiltrarme. Estaba en Houston, y la temporada fue magnífica. Mucho mejor de lo previsto. Enfrente, Oklahoma, uno de los principales candidatos. Al infiltrarme, lógicamente no sentía nada. Ni el primer partido, ni el segundo… En el tercero, robo un balón, voy a machacar, y él me hace falta incluso. Caigo mal. Enseguida noto algo raro. Había algo que no andaba bien, sí. Anoto el tiro libre, y después vuelvo a nuestro campo para defender. Me acerco al técnico ( Kevin McHale ) para pedir el cambio. No lo entendía. El caso es que robamos el balón nuevamente, me hago con la pelota y meto un triple. Luego me cambia, sí. Fue lo último que tuve de vida productiva en la NBA. En el quinto partido fuimos a Oklahoma. Creo que estuve tres minutos en la cancha. No podía más. Sentí la fractura. No podía ni caminar derecho. Dije basta. Basta de apretar los dientes. Nos dimos cuenta que tenía el hueso escafoides fracturado. No era solo una dolencia. ¿Por qué se complicó tanto? Tres años sin jugar.Hay algo que me hace mucha gracia. Cuando se dice siempre, de cualquier operación, que ha sido exitosa. Las mías -cinco- fueron exitosas, pero en realidad ninguna arregló nada. La primera la hice con un cirujano importante de Nueva York. Me lo recomendaron los Rockets. Inicialmente fue bien… Piensa que al poco firmo un nuevo contrato con Milwaukee , donde paso el reconocimiento médico. Cuando comienzo a entrenar, nada más apoyar el cuerpo en el hueso, éste se partió mucho más que la primera vez. A partir de ahí, comienza una carrera médica para tratar de recomponer todos los pedacitos del hueso. Hubo un momento, ahí, que me di por vencido. Sí, dejé el baloncesto. Ese es uno de los motivos por los que hoy me resisto de pronunciar esa palabra. Yo ya estuve retirado, y no fue precisamente por mi elección.Noticias relacionadas estandar Si Baloncesto / entrevista Audie Norris: «Yo quería fichar por el Real Madrid» Julio Ocampo estandar Si Baloncesto Trey Lyles, el nuevo ídolo del Madrid que se forjó en el hockey sobre hielo Pablo LodeiroEl camino fue largo y duro.Momentos oscuros. Sufrí mucho. Más lesiones. Demasiado tiempo parado… Hasta que conocí en Bolonia a un loco, un genio. El profesor Giannini. Me hizo lo contrario a lo realizado hasta entonces. Es decir, siempre me sacaban un hueso de mi cadera (cresta iliaca) para ubicarlo en el pie. Bien, pues Giannini dijo que había que sacar de abajo y eliminar. Así intervino. Pensaba que no se pegaría nunca, porque había una necrosis. A partir de ahí (año 2016) volví a caminar sin cojear, a poder correr… Sí, regresé para los Juegos de Río. Me entrené dos meses y fui convocado. Una locura. Jugamos cuadrangulares amistosos contra Francia, Serbia, Croacia, Australia… Cuando llegué a los Juegos, me di cuenta de que ya no tenía gasolina. Había estado parado tres años, y en esos torneos previos rendí a la perfección, pero me quedé ahí, sin pilas ya. Eran mis cuartos Juegos, y lógicamente no fueron buenos. ¿Después qué sucedió?Volví a Bolonia a visitar al profesor. Le enseñé el pie, y me volvió a operar. Fue la última vez. A partir de entonces estuve en lugares que me llenaban mucho, sobre todo a nivel emocional. El Baskonia, por ejemplo.Lo de Vitoria fue más una casualidad. Me entrenó Pablo Prigioni . Al inicio me había invitado a entrenar, simplemente. Después, por una coincidencia de lesionados, terminé jugando. Para mí era importante poder ayudar.«LeBron es para las generaciones nuevas el Jordan 2.0; único e inaudito, imborrable, lo mejor, la imagen moderna de la marca NBA»Otro que no quiere retirarse es LeBron James. 23 temporadas ya.Un fenómeno. Creo que, si quiere, le quedan dos años más al máximo nivel. Me lo llevo a lo mío, y digo que todo depende de la mente. Lo hecho hasta ahora es infinito. Todos decimos que Jordan fue el número uno. Sí, alguien que desarrolló este deporte, el gran espejo de todos, uno que hizo de esto algo distinto… LeBron es, quizás, para las generaciones nuevas el Jordan 2.0. Merece estar en su misma mesa. Con el tiempo se le valorará mucho más aún. Mira, yo hoy trabajo como analista NBA. Tengo que decir que los números están inflados… No me malinterpretes, pero hoy día cualquiera puede anotar 25 puntos en esta liga. Y, sí, es posible que, con el tiempo, alguien le supere en números o estadísticas, pero lo que hizo él casi nadie lo hará. Es algo único e inaudito. Imborrable. Lo mejor. La imagen moderna de la marca NBA. Palabra mayores. Tras más de veinte temporadas al máximo nivel, Carlos Delfino (Santa Fe, 1982) está sin equipo. Rescindió hace semanas su contrato con el modesto Benedetto Cento (Serie A2 italiana) el alero-escolta argentino, quien no solo conquistó Europa (en España, con el Baskonia ), sino también la NBA. Y todavía le brilla el oro al cuello, obtenido en los Juegos de Atenas 2004. El último genio de aquella generación albiceleste mágica (Ginobili, Oberto, Scola, Nocioni, Sconochini…) en permanecer en cancha. Con 43 años ya no juega, pero aún no ha anunciado su retirada oficial del baloncesto. ¿Ha dejado el baloncesto o no?Dije que este año creo que no jugaría, pero la palabra retirada me cuesta mucho. No me gusta, es taxativa. Siempre dije que, cuando eso sucediera, no lo diría. Estoy en forma, y es cierto que este curso no he comenzado compitiendo. Tampoco sé si sucederá en breve, aunque sí reconozco que me lo estoy pasando bien. Hago otras coas… Tengo mucho tiempo para mí. No echo de menos el entrenamiento diario, pero sí jugar. Eso, muchísimo. Competir. Lo trato de tapar con otras actividades, como comentarista NBA para TNT Sports en toda Latinoamérica. Ejerzo de padre, estoy tiempo con mi familia, pero me cuesta pronunciar esa palabra, sí. ¿Cuándo fue exactamente tu último partido?Pasaron algunos meses ya. Fue en la segunda italiana, con el Benedetto Cento. Es la ciudad donde vivo. Provincia de Ferrara, pero está cerca de Bolonia. Estuve dos años con ellos. Fue divertido, porque me encontraba físicamente bien, estaba en casa, pero sucedió que mi carácter, mi edad, situaciones del equipo que me sobrepasaron… No lo pasé bien, pero no por las lesiones. Me costaba ir a entrenar, y no era un tema físico. Eso coincidió cuando tuve que marcharme a Argentina para festejar los veinte años del oro olímpico. Me junté con la generación dorada, me divertí con ellos. Luego volví a Italia. Entonces tuve como una especie de conflicto interior, porque me di cuenta que mi sistema operativo era viejo. No se ajustaba a la realidad que estaba viviendo a nivel deportivo. Yo veo el deporte de una manera en la que el respeto prima siempre. Me marcó mucho ver a todos de nuevo en mi país, y después comencé a sentir un sufrimiento porque no me veía donde estaba jugando. Ya no me divertía. Lo dejé, porque necesitaba tiempo. ¿Qué valores se perdieron por el camino? ¿A qué tenía que renunciar y se negó?Es simple. Para mí priman cosas básicas. El saber qué le pasa al compañero que tienes al lado. Por qué se hacen ciertas acciones, por qué uno discute con alguien o no. Hablar, sí, hablar para mejorar las dinámicas del equipo. Son muchas historias, argumentos. Saber, valorar cuando un compañero juega lesionado y si está haciendo un esfuerzo… Todo esto. Son mis valores, y no quería renunciar.«Mis valores eran diferentes a lo que veía alrededor, y eso me desgastó; lo peor es que mis propios compañeros no entendieron que les estaba defendiendo»Si esto lo aplicamos a su historia, ¿qué sucedió en realidad?Me fui a Argentina con permiso del club, que jugaba esos días. Tenía claro que no quería perderme el evento con mis compatriotas. Era la primera vez que coincidíamos todos desde el oro. Al regresar, me encontraba muy cansado. No me dejaron jugar por esto, porque también -decían- era muy mayor… Que lo hacían para cuidarme y protegerme. El Cento disputaba un partido (derrota) que la RAI televisó para toda Italia. Los hinchas, los tifosi comenzaron a insultar a todos. Salí yo, el más veterano, el capitán… Más que nada para defender a mis compañeros. Reprobé a la gente, les dije que eso en deporte no es concebible. Tuve problemas con muchas personas. Un roce muy fuerte, se confunde mi gesto como algo contra los aficionados. Justo todo lo contrario que yo pretendía. Me dolió mucho. Mis valores eran diferentes a lo que veía alrededor, y eso me desgastó. Lo peor es que mis propios compañeros no entendieron que les estaba defendiendo… Es más, estupefactos me preguntaban que por qué me había enfrentado a los hinchas. El mundo al revés. La impotencia fue grande. Sí, el baloncesto me divierte, pero creo que pertenezco a otra época, estoy en otra dimensión diferente a la actual. A día de hoy siguen sin saber que les estaba protegiendo, tutelando de las críticas. Los valores de hoy están al revés. Decidí dar un paso al lado… Por ese y otros motivos. Hábleme de la efeméride argentina.Llenamos una cancha para jugar un partido. Los doce jugadores juntos por vez primera desde los Juegos Olímpicos. Increíble. La última vez fue en el podio de Atenas, y lo digo literalmente. Una vez en Argentina, decidieron ir todos tras el partido a Mendoza, la capital del vino. Se organizó improvisadamente un viaje. Me dijeron los más grandes del grupo: «Cabeza, Carlitos, no vas a ser el único que no estará con nosotros». Me fui con ellos, lógicamente. Hicimos rafting, fuimos a cenar, a jugar a pádel, a visitar viñedos y bodegas, escalamos montañas, caminamos, hicimos asados… Me di cuenta que me había quedado ahí, con ese sistema operativo. El tiempo no había transcurrido para nosotros. Fue mágico. La clave de esa selección ganadora estaba precisamente ahí, fuera de la pista. Un viaje en el tiempo. Fue la celebración de la medalla. La primera vez. El broche de oro, el cierre al círculo. Después, pasó lo de mi dificultad para aclimatarme a la realidad deportiva, tan diferente a la que tenía en mi cabeza, siempre anclada en esa época… Y con la misma gente.Ese jugueteo con el recuerdo y la nostalgia supuso un impacto emocional, algo de tristeza. ¿De ahí esa crisis de identidad?Sí, esa nostalgia me jugó una mala pasada. En mis últimos años jugaba más por amor a este deporte que por dinero. Eso lo podrás imaginar. Era más lo emotivo. Cuando me di cuenta que la llama que movía todo no era la misma… No sé. Verás, yo en el partido-efeméride, con esa gente, entrenándome bien, podría estar hasta los cincuenta años. Como si todo fuera una obra de teatro: me entreno en Italia, viajo a Argentina para jugar, luego vuelvo… Podría estar diez años más así. Con esa atmósfera, con esos compañeros, esas reglas internas como grupo, esas voces que todas valían por igual… Ya sabes. Son valores que ya no veo. Eso coincidió con lo de Cento, donde mi entrenador era más pequeño que yo. Fue un impacto grande, pero no tengo remordimientos. Nadie tiene la culpa. Cuando lo pienso, constantemente me digo que ese choque en Argentina tenía que haber sido mi último partido jugado, pero no fue así. Lo que tengo claro es que no habrá nunca uno de despedida. Es algo que no pienso hacer. No voy a hacer nada especial, ni conceder entrevistas ni nada por el estilo. Nada de anuncios, de fiestas.¿Es posible que su último partido esté por jugar?Sí. De hecho, me lo han ofrecido. Me han visto bien físicamente. Hay clubes interesados, pero tendría que irme de casa… No sé. Por ahora estoy bien así. Mi nueva faceta de comentarista de NBA es divertida. También tengo el diploma de entrenador. Quiero seguir formándome, aprendiendo. No sé… Tal vez venga alguien, me motive y haga ponerme los pantalones cortos. Te digo esto cuando esta mañana me entrené dos horas y media. Fui al gimnasio, jugué en la cancha de baloncesto de mi casa… Lo hago a menudo con mis hijos allí. Estamos mucho tiempo juntos ahora, especialmente los fines de semana. Me encanta. Esto también hace inclinar la balanza para un lado. No olvidemos que tengo 43 años… Sí, me dicen que aparento mucho menos. El tiempo es el tiempo, y eso hay que respetarlo. Otra cosa importante es que no tomo ninguna pastilla. En los últimos tiempos, para poder disputar partidos debía tomar anti inflamatorios para maquillar dolencias en la espalda, algún golpe… Mi recuperación era más lenta. Hoy mi cuerpo es el gran beneficiado de todo. No tomo ni siquiera una aspirina. Esas pequeñas cosas hacen que me sienta bien y cómodo.«Me han ofrecido jugar. Me han visto bien físicamente. Hay clubes interesados, pero tendría que irme de casa… No sé. Por ahora estoy bien así»Algo que pocos saben es su frustrado fichaje por el Madrid en la primera etapa de Sergio Scariolo.  Yo era muy joven. Me fichó Sergio, pero el problema es que sucedieron cosas entre bastidores. Firmé e iba a ser presentado una mañana, la misma en la que Scariolo tenía una reunión con algunos directivos del Madrid. Creo que el problema era en torno a la persona que debía salir del plantel por mí. Era Alberto Herreros.No te lo puedo decir. Sé que Sergio quería rejuvenecer la plantilla, pero a mí jamás nadie me mencionó algún nombre de un jugador. Tranquilo. Lo hice yo.Vamos a ver. Juego a baloncesto. Sé quienes estaban en ese Madrid, en qué posiciones. Lo único seguro es que el técnico dejó de serlo esa misma mañana (año 2002). Me llamaron a las once de ese día. Quedaba una hora para mi presentación. Estábamos en una mesa todos reunidos… Valdano, Butragueño, el abogado del club… Les dije que, si Scariolo no estaba, yo rompería el contrato. Así fue. Scariolo era el motor principal para que yo hubiera aceptado la oferta blanca. Quería estar con él, que me formara. Estoy contento que esté ahora allí, nuevamente. Conozco su manera de trabajar, siempre tan puntilloso… Es uno de los mejores de siempre. Pudieron coincidir más tarde, en el Chimki. Fue en 2008. Ya había jugado usted en la NBA: Detroit (elegido en 2003 en la primera ronda del draft) y los Raptors. Después, Bucks, Houston -con Harden- en 2012-13… Entonces vino la gravísima lesión, una acción fortuita con Kevin Durant.Tenía un fuerte dolor en el pie. Para disputar los ‘playoffs’ decidí infiltrarme. Estaba en Houston, y la temporada fue magnífica. Mucho mejor de lo previsto. Enfrente, Oklahoma, uno de los principales candidatos. Al infiltrarme, lógicamente no sentía nada. Ni el primer partido, ni el segundo… En el tercero, robo un balón, voy a machacar, y él me hace falta incluso. Caigo mal. Enseguida noto algo raro. Había algo que no andaba bien, sí. Anoto el tiro libre, y después vuelvo a nuestro campo para defender. Me acerco al técnico ( Kevin McHale ) para pedir el cambio. No lo entendía. El caso es que robamos el balón nuevamente, me hago con la pelota y meto un triple. Luego me cambia, sí. Fue lo último que tuve de vida productiva en la NBA. En el quinto partido fuimos a Oklahoma. Creo que estuve tres minutos en la cancha. No podía más. Sentí la fractura. No podía ni caminar derecho. Dije basta. Basta de apretar los dientes. Nos dimos cuenta que tenía el hueso escafoides fracturado. No era solo una dolencia. ¿Por qué se complicó tanto? Tres años sin jugar.Hay algo que me hace mucha gracia. Cuando se dice siempre, de cualquier operación, que ha sido exitosa. Las mías -cinco- fueron exitosas, pero en realidad ninguna arregló nada. La primera la hice con un cirujano importante de Nueva York. Me lo recomendaron los Rockets. Inicialmente fue bien… Piensa que al poco firmo un nuevo contrato con Milwaukee , donde paso el reconocimiento médico. Cuando comienzo a entrenar, nada más apoyar el cuerpo en el hueso, éste se partió mucho más que la primera vez. A partir de ahí, comienza una carrera médica para tratar de recomponer todos los pedacitos del hueso. Hubo un momento, ahí, que me di por vencido. Sí, dejé el baloncesto. Ese es uno de los motivos por los que hoy me resisto de pronunciar esa palabra. Yo ya estuve retirado, y no fue precisamente por mi elección.Noticias relacionadas estandar Si Baloncesto / entrevista Audie Norris: «Yo quería fichar por el Real Madrid» Julio Ocampo estandar Si Baloncesto Trey Lyles, el nuevo ídolo del Madrid que se forjó en el hockey sobre hielo Pablo LodeiroEl camino fue largo y duro.Momentos oscuros. Sufrí mucho. Más lesiones. Demasiado tiempo parado… Hasta que conocí en Bolonia a un loco, un genio. El profesor Giannini. Me hizo lo contrario a lo realizado hasta entonces. Es decir, siempre me sacaban un hueso de mi cadera (cresta iliaca) para ubicarlo en el pie. Bien, pues Giannini dijo que había que sacar de abajo y eliminar. Así intervino. Pensaba que no se pegaría nunca, porque había una necrosis. A partir de ahí (año 2016) volví a caminar sin cojear, a poder correr… Sí, regresé para los Juegos de Río. Me entrené dos meses y fui convocado. Una locura. Jugamos cuadrangulares amistosos contra Francia, Serbia, Croacia, Australia… Cuando llegué a los Juegos, me di cuenta de que ya no tenía gasolina. Había estado parado tres años, y en esos torneos previos rendí a la perfección, pero me quedé ahí, sin pilas ya. Eran mis cuartos Juegos, y lógicamente no fueron buenos. ¿Después qué sucedió?Volví a Bolonia a visitar al profesor. Le enseñé el pie, y me volvió a operar. Fue la última vez. A partir de entonces estuve en lugares que me llenaban mucho, sobre todo a nivel emocional. El Baskonia, por ejemplo.Lo de Vitoria fue más una casualidad. Me entrenó Pablo Prigioni . Al inicio me había invitado a entrenar, simplemente. Después, por una coincidencia de lesionados, terminé jugando. Para mí era importante poder ayudar.«LeBron es para las generaciones nuevas el Jordan 2.0; único e inaudito, imborrable, lo mejor, la imagen moderna de la marca NBA»Otro que no quiere retirarse es LeBron James. 23 temporadas ya.Un fenómeno. Creo que, si quiere, le quedan dos años más al máximo nivel. Me lo llevo a lo mío, y digo que todo depende de la mente. Lo hecho hasta ahora es infinito. Todos decimos que Jordan fue el número uno. Sí, alguien que desarrolló este deporte, el gran espejo de todos, uno que hizo de esto algo distinto… LeBron es, quizás, para las generaciones nuevas el Jordan 2.0. Merece estar en su misma mesa. Con el tiempo se le valorará mucho más aún. Mira, yo hoy trabajo como analista NBA. Tengo que decir que los números están inflados… No me malinterpretes, pero hoy día cualquiera puede anotar 25 puntos en esta liga. Y, sí, es posible que, con el tiempo, alguien le supere en números o estadísticas, pero lo que hizo él casi nadie lo hará. Es algo único e inaudito. Imborrable. Lo mejor. La imagen moderna de la marca NBA. Palabra mayores.  

Tras más de veinte temporadas al máximo nivel, Carlos Delfino (Santa Fe, 1982) está sin equipo. Rescindió hace semanas su contrato con el modesto Benedetto Cento (Serie A2 italiana) el alero-escolta argentino, quien no solo conquistó Europa (en España, con el Baskonia), sino … también la NBA. Y todavía le brilla el oro al cuello, obtenido en los Juegos de Atenas 2004. El último genio de aquella generación albiceleste mágica (Ginobili, Oberto, Scola, Nocioni, Sconochini…) en permanecer en cancha. Con 43 años ya no juega, pero aún no ha anunciado su retirada oficial del baloncesto.

¿Ha dejado el baloncesto o no?

Dije que este año creo que no jugaría, pero la palabra retirada me cuesta mucho. No me gusta, es taxativa. Siempre dije que, cuando eso sucediera, no lo diría. Estoy en forma, y es cierto que este curso no he comenzado compitiendo. Tampoco sé si sucederá en breve, aunque sí reconozco que me lo estoy pasando bien. Hago otras coas… Tengo mucho tiempo para mí. No echo de menos el entrenamiento diario, pero sí jugar. Eso, muchísimo. Competir. Lo trato de tapar con otras actividades, como comentarista NBA para TNT Sports en toda Latinoamérica. Ejerzo de padre, estoy tiempo con mi familia, pero me cuesta pronunciar esa palabra, sí.

¿Cuándo fue exactamente tu último partido?

Pasaron algunos meses ya. Fue en la segunda italiana, con el Benedetto Cento. Es la ciudad donde vivo. Provincia de Ferrara, pero está cerca de Bolonia. Estuve dos años con ellos. Fue divertido, porque me encontraba físicamente bien, estaba en casa, pero sucedió que mi carácter, mi edad, situaciones del equipo que me sobrepasaron… No lo pasé bien, pero no por las lesiones. Me costaba ir a entrenar, y no era un tema físico. Eso coincidió cuando tuve que marcharme a Argentina para festejar los veinte años del oro olímpico. Me junté con la generación dorada, me divertí con ellos. Luego volví a Italia. Entonces tuve como una especie de conflicto interior, porque me di cuenta que mi sistema operativo era viejo. No se ajustaba a la realidad que estaba viviendo a nivel deportivo. Yo veo el deporte de una manera en la que el respeto prima siempre. Me marcó mucho ver a todos de nuevo en mi país, y después comencé a sentir un sufrimiento porque no me veía donde estaba jugando. Ya no me divertía. Lo dejé, porque necesitaba tiempo.

¿Qué valores se perdieron por el camino? ¿A qué tenía que renunciar y se negó?

Es simple. Para mí priman cosas básicas. El saber qué le pasa al compañero que tienes al lado. Por qué se hacen ciertas acciones, por qué uno discute con alguien o no. Hablar, sí, hablar para mejorar las dinámicas del equipo. Son muchas historias, argumentos. Saber, valorar cuando un compañero juega lesionado y si está haciendo un esfuerzo… Todo esto. Son mis valores, y no quería renunciar.

«Mis valores eran diferentes a lo que veía alrededor, y eso me desgastó; lo peor es que mis propios compañeros no entendieron que les estaba defendiendo»

Si esto lo aplicamos a su historia, ¿qué sucedió en realidad?

Me fui a Argentina con permiso del club, que jugaba esos días. Tenía claro que no quería perderme el evento con mis compatriotas. Era la primera vez que coincidíamos todos desde el oro. Al regresar, me encontraba muy cansado. No me dejaron jugar por esto, porque también -decían- era muy mayor… Que lo hacían para cuidarme y protegerme. El Cento disputaba un partido (derrota) que la RAI televisó para toda Italia. Los hinchas, los tifosi comenzaron a insultar a todos. Salí yo, el más veterano, el capitán… Más que nada para defender a mis compañeros. Reprobé a la gente, les dije que eso en deporte no es concebible. Tuve problemas con muchas personas. Un roce muy fuerte, se confunde mi gesto como algo contra los aficionados. Justo todo lo contrario que yo pretendía. Me dolió mucho. Mis valores eran diferentes a lo que veía alrededor, y eso me desgastó. Lo peor es que mis propios compañeros no entendieron que les estaba defendiendo… Es más, estupefactos me preguntaban que por qué me había enfrentado a los hinchas. El mundo al revés. La impotencia fue grande. Sí, el baloncesto me divierte, pero creo que pertenezco a otra época, estoy en otra dimensión diferente a la actual. A día de hoy siguen sin saber que les estaba protegiendo, tutelando de las críticas. Los valores de hoy están al revés. Decidí dar un paso al lado… Por ese y otros motivos.

Hábleme de la efeméride argentina.

Llenamos una cancha para jugar un partido. Los doce jugadores juntos por vez primera desde los Juegos Olímpicos. Increíble. La última vez fue en el podio de Atenas, y lo digo literalmente. Una vez en Argentina, decidieron ir todos tras el partido a Mendoza, la capital del vino. Se organizó improvisadamente un viaje. Me dijeron los más grandes del grupo: «Cabeza, Carlitos, no vas a ser el único que no estará con nosotros». Me fui con ellos, lógicamente. Hicimos rafting, fuimos a cenar, a jugar a pádel, a visitar viñedos y bodegas, escalamos montañas, caminamos, hicimos asados… Me di cuenta que me había quedado ahí, con ese sistema operativo. El tiempo no había transcurrido para nosotros. Fue mágico. La clave de esa selección ganadora estaba precisamente ahí, fuera de la pista. Un viaje en el tiempo. Fue la celebración de la medalla. La primera vez. El broche de oro, el cierre al círculo. Después, pasó lo de mi dificultad para aclimatarme a la realidad deportiva, tan diferente a la que tenía en mi cabeza, siempre anclada en esa época… Y con la misma gente.

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Ese jugueteo con el recuerdo y la nostalgia supuso un impacto emocional, algo de tristeza. ¿De ahí esa crisis de identidad?

Sí, esa nostalgia me jugó una mala pasada. En mis últimos años jugaba más por amor a este deporte que por dinero. Eso lo podrás imaginar. Era más lo emotivo. Cuando me di cuenta que la llama que movía todo no era la misma… No sé. Verás, yo en el partido-efeméride, con esa gente, entrenándome bien, podría estar hasta los cincuenta años. Como si todo fuera una obra de teatro: me entreno en Italia, viajo a Argentina para jugar, luego vuelvo… Podría estar diez años más así. Con esa atmósfera, con esos compañeros, esas reglas internas como grupo, esas voces que todas valían por igual… Ya sabes. Son valores que ya no veo. Eso coincidió con lo de Cento, donde mi entrenador era más pequeño que yo. Fue un impacto grande, pero no tengo remordimientos. Nadie tiene la culpa. Cuando lo pienso, constantemente me digo que ese choque en Argentina tenía que haber sido mi último partido jugado, pero no fue así. Lo que tengo claro es que no habrá nunca uno de despedida. Es algo que no pienso hacer. No voy a hacer nada especial, ni conceder entrevistas ni nada por el estilo. Nada de anuncios, de fiestas.

¿Es posible que su último partido esté por jugar?

Sí. De hecho, me lo han ofrecido. Me han visto bien físicamente. Hay clubes interesados, pero tendría que irme de casa… No sé. Por ahora estoy bien así. Mi nueva faceta de comentarista de NBA es divertida. También tengo el diploma de entrenador. Quiero seguir formándome, aprendiendo. No sé… Tal vez venga alguien, me motive y haga ponerme los pantalones cortos. Te digo esto cuando esta mañana me entrené dos horas y media. Fui al gimnasio, jugué en la cancha de baloncesto de mi casa… Lo hago a menudo con mis hijos allí. Estamos mucho tiempo juntos ahora, especialmente los fines de semana. Me encanta. Esto también hace inclinar la balanza para un lado. No olvidemos que tengo 43 años… Sí, me dicen que aparento mucho menos. El tiempo es el tiempo, y eso hay que respetarlo. Otra cosa importante es que no tomo ninguna pastilla. En los últimos tiempos, para poder disputar partidos debía tomar anti inflamatorios para maquillar dolencias en la espalda, algún golpe… Mi recuperación era más lenta. Hoy mi cuerpo es el gran beneficiado de todo. No tomo ni siquiera una aspirina. Esas pequeñas cosas hacen que me sienta bien y cómodo.

«Me han ofrecido jugar. Me han visto bien físicamente. Hay clubes interesados, pero tendría que irme de casa… No sé. Por ahora estoy bien así»

Algo que pocos saben es su frustrado fichaje por el Madrid en la primera etapa de Sergio Scariolo. 

Yo era muy joven. Me fichó Sergio, pero el problema es que sucedieron cosas entre bastidores. Firmé e iba a ser presentado una mañana, la misma en la que Scariolo tenía una reunión con algunos directivos del Madrid. Creo que el problema era en torno a la persona que debía salir del plantel por mí.

Era Alberto Herreros.

No te lo puedo decir. Sé que Sergio quería rejuvenecer la plantilla, pero a mí jamás nadie me mencionó algún nombre de un jugador.

Tranquilo. Lo hice yo.

Vamos a ver. Juego a baloncesto. Sé quienes estaban en ese Madrid, en qué posiciones. Lo único seguro es que el técnico dejó de serlo esa misma mañana (año 2002). Me llamaron a las once de ese día. Quedaba una hora para mi presentación. Estábamos en una mesa todos reunidos… Valdano, Butragueño, el abogado del club… Les dije que, si Scariolo no estaba, yo rompería el contrato. Así fue. Scariolo era el motor principal para que yo hubiera aceptado la oferta blanca. Quería estar con él, que me formara. Estoy contento que esté ahora allí, nuevamente. Conozco su manera de trabajar, siempre tan puntilloso… Es uno de los mejores de siempre.

Pudieron coincidir más tarde, en el Chimki. Fue en 2008. Ya había jugado usted en la NBA: Detroit (elegido en 2003 en la primera ronda del draft) y los Raptors. Después, Bucks, Houston -con Harden- en 2012-13… Entonces vino la gravísima lesión, una acción fortuita con Kevin Durant.

Tenía un fuerte dolor en el pie. Para disputar los ‘playoffs’ decidí infiltrarme. Estaba en Houston, y la temporada fue magnífica. Mucho mejor de lo previsto. Enfrente, Oklahoma, uno de los principales candidatos. Al infiltrarme, lógicamente no sentía nada. Ni el primer partido, ni el segundo… En el tercero, robo un balón, voy a machacar, y él me hace falta incluso. Caigo mal. Enseguida noto algo raro. Había algo que no andaba bien, sí. Anoto el tiro libre, y después vuelvo a nuestro campo para defender. Me acerco al técnico (Kevin McHale) para pedir el cambio. No lo entendía. El caso es que robamos el balón nuevamente, me hago con la pelota y meto un triple. Luego me cambia, sí. Fue lo último que tuve de vida productiva en la NBA. En el quinto partido fuimos a Oklahoma. Creo que estuve tres minutos en la cancha. No podía más. Sentí la fractura. No podía ni caminar derecho. Dije basta. Basta de apretar los dientes. Nos dimos cuenta que tenía el hueso escafoides fracturado. No era solo una dolencia.

¿Por qué se complicó tanto? Tres años sin jugar.

Hay algo que me hace mucha gracia. Cuando se dice siempre, de cualquier operación, que ha sido exitosa. Las mías -cinco- fueron exitosas, pero en realidad ninguna arregló nada. La primera la hice con un cirujano importante de Nueva York. Me lo recomendaron los Rockets. Inicialmente fue bien… Piensa que al poco firmo un nuevo contrato con Milwaukee, donde paso el reconocimiento médico. Cuando comienzo a entrenar, nada más apoyar el cuerpo en el hueso, éste se partió mucho más que la primera vez. A partir de ahí, comienza una carrera médica para tratar de recomponer todos los pedacitos del hueso. Hubo un momento, ahí, que me di por vencido. Sí, dejé el baloncesto. Ese es uno de los motivos por los que hoy me resisto de pronunciar esa palabra. Yo ya estuve retirado, y no fue precisamente por mi elección.

El camino fue largo y duro.

Momentos oscuros. Sufrí mucho. Más lesiones. Demasiado tiempo parado… Hasta que conocí en Bolonia a un loco, un genio. El profesor Giannini. Me hizo lo contrario a lo realizado hasta entonces. Es decir, siempre me sacaban un hueso de mi cadera (cresta iliaca) para ubicarlo en el pie. Bien, pues Giannini dijo que había que sacar de abajo y eliminar. Así intervino. Pensaba que no se pegaría nunca, porque había una necrosis. A partir de ahí (año 2016) volví a caminar sin cojear, a poder correr… Sí, regresé para los Juegos de Río. Me entrené dos meses y fui convocado. Una locura. Jugamos cuadrangulares amistosos contra Francia, Serbia, Croacia, Australia… Cuando llegué a los Juegos, me di cuenta de que ya no tenía gasolina. Había estado parado tres años, y en esos torneos previos rendí a la perfección, pero me quedé ahí, sin pilas ya. Eran mis cuartos Juegos, y lógicamente no fueron buenos.

¿Después qué sucedió?

Volví a Bolonia a visitar al profesor. Le enseñé el pie, y me volvió a operar. Fue la última vez. A partir de entonces estuve en lugares que me llenaban mucho, sobre todo a nivel emocional.

El Baskonia, por ejemplo.

Lo de Vitoria fue más una casualidad. Me entrenó Pablo Prigioni. Al inicio me había invitado a entrenar, simplemente. Después, por una coincidencia de lesionados, terminé jugando. Para mí era importante poder ayudar.

«LeBron es para las generaciones nuevas el Jordan 2.0; único e inaudito, imborrable, lo mejor, la imagen moderna de la marca NBA»

Otro que no quiere retirarse es LeBron James. 23 temporadas ya.

Un fenómeno. Creo que, si quiere, le quedan dos años más al máximo nivel. Me lo llevo a lo mío, y digo que todo depende de la mente. Lo hecho hasta ahora es infinito. Todos decimos que Jordan fue el número uno. Sí, alguien que desarrolló este deporte, el gran espejo de todos, uno que hizo de esto algo distinto… LeBron es, quizás, para las generaciones nuevas el Jordan 2.0. Merece estar en su misma mesa. Con el tiempo se le valorará mucho más aún. Mira, yo hoy trabajo como analista NBA. Tengo que decir que los números están inflados… No me malinterpretes, pero hoy día cualquiera puede anotar 25 puntos en esta liga. Y, sí, es posible que, con el tiempo, alguien le supere en números o estadísticas, pero lo que hizo él casi nadie lo hará. Es algo único e inaudito. Imborrable. Lo mejor. La imagen moderna de la marca NBA. Palabra mayores.

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