Si ocurren todas las semanas pueden tener efectos dañinos para el organismo, según un estudio realizado en Reino Unido Si ocurren todas las semanas pueden tener efectos dañinos para el organismo, según un estudio realizado en Reino Unido
Las pesadillas perturban nuestro descanso, sí, pero al despertarnos y constatar que son producto de nuestra mente, ya está, sus ‘daños’ no van más allá, ¿ … no? Todos creemos que son episodios anecdóticos sin mayor repercusión. Sin embargo, un estudio llevado a cabo por el UK Dementia Research Institute y el Imperial College London, presentado durante el congreso anual de la Academia Europea de Neurología (EAN), ha llegado a una conclusión inquietante: tener malos sueños con frecuencia puede afectar negativamente a la salud.
El estudio demostró que los adultos que suelen tener pesadillas cada semana presentan tres veces más posibilidades de morir prematuramente –antes de cumplir los 70– que quienes apenas las experimentan. Se evidenció, además, un envejecimiento acelerado en aquellos niños y adultos con terrores vespertinos, lo cual explicaría hasta un 40% de esas muertes tempranas.
Para su trabajo, los investigadores analizaron los datos de 183.000 adultos y 2.400 menores durante cerca de dos décadas, concluyendo también que la frecuencia con que se tienen pesadillas resulta un predictor de mortalidad mucho más fiable que otros clásicos como el sedentarismo, las dietas basadas en alimentos procesados, la obesidad o el tabaquismo.
Según el Doctor Abidemi Otaiku, uno de los responsables del estudio, «mientras dormimos, nuestros cerebros no pueden distinguir los sueños de la realidad. Por eso las pesadillas nos hacen despertar sudorosos, con taquicardias e incluso faltos de aliento: alteran nuestra capacidad de respuesta y a menudo las experimentamos de forma más intensa que cualquier vivencia consciente».
Esto último eleva nuestros niveles de cortisol, la hormona del estrés también vinculada a una aceleración del envejecimiento celular, explica Otaiku: «Ese estrés acumulado impacta significativamente en la salud de quien tiene pesadillas constantes. Además, éstas afectan a la calidad y duración del sueño, lo que interrumpe el proceso de reparación y restauración celular que se produce mientras dormimos».
La investigación también determinó que la relación entre las pesadillas frecuentes y un envejecimiento más rápido no varía según la edad, el sexo, la etnia o la salud mental de los sujetos a estudio. Con todo, Otaiku recalca que no podemos hablar (todavía) de un vínculo causal: la naturaleza observacional del estudio impide afirmar que un factor sea consecuencia directa del otro, ya que también influyen los cuadros de ansiedad y depresión preexistentes, los traumas infantiles, la apena del sueño…
Sea como fuere, desde el Instituto Británico para la Investigación de la Demencia recuerdan que «las pesadillas pueden prevenirse y tratarse con medidas tan simples como mantener una buena higiene del sueño, aprender a gestionar el estrés, evitar las películas de terror en horario vespertino y buscar tratamiento profesional contra la ansiedad o la depresión».
A este último respecto, Otaiku y sus colegas recomiendan tratamientos psicológicos efectivos como «la terapia de ensayo, que puede llevarse a cabo desde casa; o la de tipo cognitivo-conductual». La primera consiste en reescribir de forma consciente aquello que hemos soñado para restarle poder en nuestra mente, mientras que la segunda (referida con las siglas ‘CBT-i’ y supervisada siempre por un profesional) suele resultar efectiva contra los casos de insomnio.
La cara útil
A pesar de que sufrir pesadillas con frecuencia tiene consecuencias negativas, lo cierto es que –en parámetros normales– cumplen una función adaptativa, algo que el psicólogo Antti Revonsuo recogió en su teoría de la simulación de amenazas, formulada en el año 2000, que explica que los sueños simulan situaciones amenazantes como mecanismo para ayudarnos a reconocerlas, evitarlas o afrontarlas en caso de que se produzcan mientras estamos despiertos.
Además, las pesadillas ayudan a reorganizar la memoria, procesar recuerdos y modular emociones. El problema se da cuando éstas se convierten en norma hasta el punto de impedirnos dormir del tirón y, por ende, afectar a nuestro desempeño tanto físico como mental. En estos casos, la prestigiosa Clínica Mayo habla de un ‘trastorno de pesadillas’, citando desencadenantes como la toma de ciertos medicamentos, el abuso de estupefacientes o las situaciones de privación del sueño: «Los cambios en tu horario que hacen que tu sueño sea irregular, que te despiertes, o que interrumpen o reducen la cantidad de tiempo que duermes pueden aumentar el riesgo de tener pesadillas».
¿Cuándo deberíamos acudir a un médico? Si ocurren varias veces por semana, fragmentan nuestro tiempo de sueño, hacen que estemos fatigados durante el día (o que nos cueste concentrarnos), nos hacen sentir ansiedad a la hora de irnos a dormir, por ejemplo. En el caso de los niños, los problemas de conducta diurnos y un menor rendimiento escolar son otras señales que deben alertarnos.
RSS de noticias de Vivir/Salud