Así es Lachlan, el triunfador de la temporada final del ‘Succession’ de Rupert Murdoch que perpetuará su revolución conservadora

Lachlan Murdoch recibió el lunes pasado, día de su 54 cumpleaños, un regalo que llevaba décadas esperando: la certificación de la victoria sobre sus hermanos, especialmente sobre James, en la pelea por ver quién será el sucesor del padre, Rupert Murdoch, tal vez el hombre más poderoso del mundo en el sector de los medios y una de las personas más influyentes de la política en Estados Unidos.

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 Un acuerdo con sus hermanos tras décadas de disputas da al tercer hijo del magnate australiano el control del imperio mediático más influyente de la derecha en el mundo.  

Lachlan Murdoch recibió el lunes pasado, día de su 54 cumpleaños, un regalo que llevaba décadas esperando: la certificación de la victoria sobre sus hermanos, especialmente sobre James, en la pelea por ver quién será el sucesor del padre, Rupert Murdoch, tal vez el hombre más poderoso del mundo en el sector de los medios y una de las personas más influyentes de la política en Estados Unidos.

Estaba en juego el timón de un conglomerado que marca el camino global del conservadurismo e incluye la cadena Fox News o los diarios The Wall Street Journal, el New York Post o el Times de Londres, además de plataformas audiovisuales y periódicos y cadenas australianas y británicas. La familia posee más del 40% de las dos patas del imperio: Fox Corporation, el negocio de televisión en Estados Unidos, y News Corp, que incluye desde un canal de pago en Australia a editoriales como Harper Collins. A cambio del control total y del compromiso de que sus hermanos desaparecerán de su vista en esos negocios, Lachlan, de 54 años, que ya sucedió a su padre al frente del buque tras su (semi)retiro en 2023, pagará 1.100 millones de dólares a tres de ellos: Prudence, de 67, Elisabeth, de 57, y James, de 52.

En la práctica, poco o nada cambiará en el día a día de una gestión de la que el heredero ya se encarga desde hace dos años, con una decidida apuesta por lo digital y por el mercado de los podcasts, en auge en la derecha. Lo más relevante del acuerdo es que garantiza la continuación por los mismos medios de la revolución conservadora del magnate australiano; la gran obra de su vida, mezcla de ideología y olfato para los negocios desatendidos por la izquierda. Será gracias a la creación de un nuevo fideicomiso por 25 años del que son beneficiarias las otras dos hijas pequeñas del patriarca, que, a sus 94 años, se ha casado cinco veces.

“Esto consolida y extiende la influencia derechista de la esfera mediática de Murdoch”, considera en un correo electrónico Margaret Sullivan, que fue defensora del lector de The New York Times y redactora de comunicación de The Washington Post. “La victoria [de Lachlan] condena a Estados Unidos y al mundo angloparlante a otra generación de propaganda fascista en medio de una exitosa campaña para destruir las instituciones democráticas”, añade el analista de medios Jeff Jarvis.

Padre e hijo habían tratado de asegurarse en 2024 que nada cambiará con la muerte de Rupert mediante una alteración en el régimen jurídico del fideicomiso, que querían bautizar, no sin sorna, como Proyecto Harmonía Familiar. La jugada pretendía traspasar el control del imperio a Lachlan para, de paso, blindar la línea editorial de los medios que forman parte de una gigantesca multinacional que nació hace 71 años modestamente con The News, un pequeño periódico en Adelaida (Australia) heredado del abuelo. Un comisionado testamentario de Nevada rechazó el intento, que definió en un documento legal como una “artimaña”.

Con el trasfondo de esa pugna ideológica (James y Elisabeth son más moderados políticamente; Prudence siempre prefirió estar al margen), las noticias de que todo queda atado y bien atado en el imperio Murdoch trascienden lo puramente económico en Estados Unidos.

James Murdoch, a su llegada a la vista por el fideocomiso familiar en Reno, en Nevada, el 16 de septiembre de 2016.

La influencia de sus medios es más fuerte que nunca en la América de Trump, como volvió a quedar demostrado esta semana. Mientras el Journal monopolizaba eso que llaman el ciclo de noticias con la publicación del procaz dibujo de la felicitación de Trump al millonario pederasta Jeffrey Epstein, una exclusiva que ha provocado una demanda por difamación del presidente de Estados Unidos a su amigo Rupert, el asesinato del activista ultraconservador Charlie Kirk hizo crecer exponencialmente las audiencias de Fox, emisora que Trump escogió el viernes para anunciar en directo la captura del principal sospechoso.

Más allá de la coyuntura, tal vez ningún medio de comunicación influya más que Fox News en el discurso público estadounidense y en el deterioro de su democracia. Es la cadena de televisión por cable líder indiscutible, gracias a que hace tiempo logró afianzarse como la voz de eso que llaman Middle America a base de recoger y amplificar la rabia antielitista de una enorme porción de la población.

Esa influencia es un botín inventado y amasado por la propia emisora, fundada en los años noventa por el controvertido Roger Ailes, que ahora le disputan una miríada de medios y podcasts en los márgenes amamantados muchos de ellos a los pechos de la Fox. Lachlan se enfrenta además a un nuevo y corrosivo competidor en el ámbito televisivo conservador: Larry Ellison, otro aliado de Trump. El magnate de Oracle, que arrebató el jueves el trono del hombre más rico del mundo a Elon Musk, ya controla la CBS junto a su hijo, David, y esta semana salieron informaciones sobre sus ganas de hacerse con Warner Bros. Discovery, propietaria de la CNN.

En el caso de Lachlan, no deja de ser curioso que el hombre que ha heredado la llave de oro de la derecha que quiere devolver su grandeza a Estados Unidos (Make America Great Again) prefiera vivir bien lejos, en Australia, país en el que pasa la mayor parte de su tiempo junto a su esposa, la exmodelo Sarah Murdoch, y sus tres hijos. Es como si un pirómano pudiera atizar cada día el fuego provocado por él mismo (a través de Fox News) sin siquiera sentir el calor de las llamas.

La familia se mudó a Sydney durante la pandemia, y allí siguen cinco años después, con lo que eso supone para la vida personal de alguien obligado a trabajar con una diferencia de 14 horas con Nueva York o 17, en el caso de Los Ángeles. En esta última ciudad, la pareja vivió desde mediados de la década pasada y allí también tienen un pied-à-terre, aunque la expresión pueda quedarse corta dado que se trata de una mansión de 18 habitaciones y 24 baños; cuatro hectáreas en Bel-Air por la que el matrimonio pagó 150 millones de dólares en 2019.

Un hombre reservado

A Lachlan, hombre fieramente reservado y alérgico a las entrevistas, por más paradójico que resulte en la persona que más periodistas tiene en nómina en todo el mundo, le gusta vivir bien. Rodeado de Porsches y de súper yates. Ha tenido varios de estos palacios acuáticos. En uno de ellos, llamado Sarissa, se produjo en enero de 2018 una escena digna de Succession, la serie que ha elevado las disputas familiares de los Murdoch a los altares de la cultura popular, estrenada seis meses después de aquel suceso.

Fue de noche, mientras Lachlan y su padre navegaban por el Caribe, y Rupert sufrió una caída mientras iba al baño. Tuvieron que evacuarlo a Los Ángeles con un hematoma epidural, y su esposa, Jerry Hall, llamó a los otros dos hijos en la disputa por la herencia para que fueran a despedirse. Llegaron listos para la pelea entre ellos, pero el patriarca sobrevivió y al poco ya estaba trabajando desde la cama del hospital.

Paddy Manning, autor de The Successor (2022), la primera biografía dedicada exclusivamente a Lachlan, recordó este viernes en una entrevista telefónica desde Sydney que el acuerdo de esta semana significa que este ha acabado comprándole su parte a los hermanos “del mismo modo que hizo Rupert con los suyos en los noventa”.

Manning tituló su libro “el sucesor” como un guiño a la serie, pero también porque “estaba claro desde hacía mucho tiempo que él era el elegido”. ¿Cuánto tiempo? Según el biógrafo, desde la venta en 2019 por 71.300 millones de dólares de 21st Century Fox a Disney, una decisión encaminada a concentrarse aún más en el negocio de las noticias y los deportes que resultó una jugada financiera maestra.

El movimiento reforzó la figura de Lachlan, que quedó al frente de la nueva Fox Corporation. Aquella operación, según Matt Gertz, de la organización centinela de los medios en Estados Unidos Media Matters, de tendencia progresista, marcó el inicio de “la transformación definitiva de Fox News en un medio de propaganda desenfrenada pro-Trump que promueve el nacionalismo blanco”.

Para entonces, hacía tiempo que estaba claro cuál era el favorito de papá, aunque la luna de miel entre ambos no haya estado exenta de baches. En 2005, Lachlan salió de un portazo de News Corp cuando Rupert tomó partido por Ailes en una disputa entre ambos. Tras una década dedicado a sus negocios en Australia, que fueron también los años de las mejores perspectivas de James de suceder a su padre, volvió en 2014 a la compañía. Ailes murió en 2017, casi un año después de abandonar la cadena tras las denuncias por abuso sexual de varias empleadas. Desde entonces, Rupert y Lachlan no se han separado.

Rupert Murdoch y  Roger Ailes (izquierda), en la sede de Fox News en Nueva York.

El heredero nació en Londres, pero creció en Nueva York, donde estudió en los mejores colegios. Se graduó en Filosofía en Princeton con una tesis sobre la moral y la libertad en Kant. Poco después, entró en la empresa familiar, y fue abriéndose paso hasta la cima. Llegó con apenas 30 años a subdirector de operaciones de News Corp.

Si James tuvo alguna vez una oportunidad, la perdió con el escándalo de las escuchas ilegales de periodistas de uno de los tabloides británicos de Murdoch, el extinto News of the World, que pincharon entre 2000 y 2006 los teléfonos de 600 famosos, políticos o miembros de la familia Real, y sobornaron a la policía para obtener información.

Aquello fue un duro golpe para el primogénito varón, que siempre vivió con la presión de ser el sucesor natural, la certeza de la brecha ideológica insalvable con su padre y el deseo de desterrar de los negocios de la familia las triquiñuelas que ponen en riesgo la democracia, como reconoció James en un perfil publicado por la revista The Atlantic en abril, en plena batalla con su hermano y su padre. En julio de 2020 renunció a su puesto en el consejo de News Corp.

Lachlan también tuvo su propio momento News of the World. Llegó con el acuerdo entre Fox News y Dominion, por el que la cadena pagó 787,5 millones de dólares a la empresa de máquinas de recuento electoral para que desistiera de su demanda por las mentiras esparcidas sus locutores de que Dominion contribuyó al robo de las elecciones de 2020 a Trump. Aquel caso acabó también con la salida de la gran estrella y el locutor más extremista de la cadena: Tucker Carlson. Pero no hizo mella en Lachlan, porque la cadena no solo no se vio afectada por el escándalo; continuó creciendo en espectadores e influencia. Aún está pendiente la demanda de Smartmatic, otra empresa de tecnología electoral, que pide 2.700 millones de indemnización a la Fox.

De los documentos legales del caso Dominion, emerge un Lachlan dispuesto a poner sin escrúpulos el medio al servicio de una mentira para halagar a Trump. El mismo Lachlan, aparentemente, que después trató de distanciarse del entonces expresidente tras el fracaso republicano en las elecciones legislativas de 2022, cuando parecía que este caminaba directo al vertedero de la historia y resultaba una buena idea apoyar la alternativa del gobernador de Florida, Ron De Santis.

A Fox News y al Post no les quedó más remedio que arrimarse de nuevo a Trump durante su segunda Administración. El gabinete está poblado de rostros familiares a los espectadores de la cadena, empezando por el secretario de Defensa, Pete Hegseth. Y sus presentadores y comentaristas celebran con arrobo los logros del Gobierno (del mismo modo que, recuerda Manning, cuestionaron con agresividad las capacidades de Joe Biden para ser presidente; “y ahí tenían razón”, agrega el biógrafo). El hecho de que el Journal se haya erigido en sus páginas informativas −no tanto en las editoriales− como un fiable contrapoder de Trump parece dar por bueno ese dicho español que no aconseja poner todos los huevos en la misma cesta.

Para Jarvis, el acuerdo familiar recién firmado desmiente la suposición de que “a Rupert le importa aún más el dinero que la política”. “Padre e hijo han demostrado que prefieren pagar 3.300 millones de dólares a sus familiares antes que moderar su extremismo político y su desinformación. Lachlan —quien, según todos los indicios, es incluso más conservador que su padre— pretende hacer que Fox sea una fuente de información aún más odiosa“, opina el periodista.

La gran pregunta estos días es si este, que carece del carisma del patriarca, heredará también su pasión y su talento por influir en la política estadounidense. También, si podrá hacerlo desde la distancia que da vivir en Australia, adonde ya hizo viajar a todos los ejecutivos de la compañía en 2024 para que participaran en las reuniones sobre presupuestos.

Lo que parece claro es que nunca habrá otro presidente de Estados Unidos tan obsesionado como Trump con lo que sale en Fox News, joya de la corona del imperio que Lachlan recibió por fin como regalo de cumpleaños.

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