El principio de toda burbuja consiste en que no se puede certificar su existencia hasta que explota. Mientras llega el estallido, es carne de discusión intensa, durante la cual se acuñan términos interesantes como ese “sobrecalentamiento” de precios tan extendido o la “exuberancia irracional” que popularizó Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal, justo antes del pinchazo de las puntocom en 2000. Porque había señales previas entonces. Jamás una burbuja reventó por falta de alertas, de la fiebre de los tulipanes del siglo XVII a la locura inmobiliaria del XXI, pasando por el crash del 29.
Estos fenómenos especulativos no pueden darse por seguros hasta que explotan. Si esta lo hace, causará daños tremebundos

El principio de toda burbuja consiste en que no se puede certificar su existencia hasta que explota. Mientras llega el estallido, es carne de discusión intensa, durante la cual se acuñan términos interesantes como ese “sobrecalentamiento” de precios tan extendido o la “exuberancia irracional” que popularizó Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal, justo antes del pinchazo de las puntocom en 2000. Porque había señales previas entonces. Jamás una burbuja reventó por falta de alertas, de la fiebre de los tulipanes del siglo XVII a la locura inmobiliaria del XXI, pasando por el crash del 29.
Y, ahora, ¿qué? Nos preguntamos a diario si la euforia bursátil desatada por la inteligencia artificial (IA) es, en efecto, otra burbuja. Tiene trazas especulativas y se multiplican los avisos.
Primero, las cifras de vértigo: las cinco gigantes tech de Estados Unidos (Nvidia, Microsoft, Apple, Alphabet y Amazon) valen hoy tanto como los mercados bursátiles de Reino Unido, India, Japón, Canadá y el EuroStoxx 50 juntos. Nvidia ha batido un récord de cinco billones. Y OpenAI, aunque no cotiza, pesa tanto como Goldman Sachs. Segundo, esas valoraciones entrañan un colosal acto de fe en el retorno futuro que puede llegar a conseguir la tecnología. Y tercero, la deuda, que es mucha, muchísima. Este viernes Financial Times publicó que las compañías estadounidenses llevan unos 200.000 millones de dólares emitidos en bonos para financiar proyectos de infraestructuras relacionados con la IA.
Los parecidos razonables con 2000 no faltan, aunque entonces cundían las empresas que, sencillamente, multiplicaban su valor en Bolsa sin haber ganado un dólar. Esta vez, sin embargo, hablamos de 7 Magníficos (el grupo que incluye también a Meta y Tesla) de larga trayectoria y que ganan dinero a espuertas. La cuestión es si tanto como para esta fiesta y qué ocurre con las medianas compañías del sector.
No hay nada negacionista de la IA en los recelos de tantos analistas. Una buena parte de los avances tecnológicos que han cambiado el mundo y han llegado para quedarse, han ido acompañados de burbujas especulativas, como con el ferrocarril en Gran Bretaña o las compañías eléctricas estadounidenses, porque los inversores sobrevaloran la mejora de la productividad que suponían y la rapidez de este progreso. Internet siguió después de desaparecidos como Terra o Netscape, y cambió todo, solo que hay quien erró con la prisa y el entusiasmo. También la IA seguirá.
Eso sí, un estallido de esta potencial burbuja será más dañino que el de 2000. Gita Gopinath, subdirectora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) entre 2022 y 2025, ha publicado recientemente unas cálculos inquietantes en The Economist: una corrección de precios de la misma magnitud que la de la crisis puntocom se llevaría por delante 20 billones de dólares en riqueza de los hogares estadounidenses, alrededor del 70% del PIB de 2024, varias veces más de los que ocurrió hace 25 años, y se comería 3,5 puntos de un crecimiento del consumo hoy más débil que entonces.
Eso, solo en Estados Unidos. Las pérdidas de los inversores extranjeros superarían 15 billones, equivalente al 20% del PIB del resto del mundo, frente al 10% que les restó las puntocom, y Europa está especialmente invertida en el riesgo tech estadounidense.
Además, el dólar no resultaría el refugio de antaño, pues el billete verde, si bien no ha perdido su hegemonía, sí ha retrocedido respecto a otras divisas. Si al paisaje se añade la escalada arancelaria y el elevado endeudamiento de las economías desarrolladas, entendemos la magnitud del riesgo.
Y una particularidad explosiva, una parte importante del tirón de estas empresas se debe a un entramado de acuerdos circulares entre ellas. Nvidia invierte 100 millones en OpenAI y esta comprará millones de chips de Nvidia. OpenAI tiene a Microsoft como uno de sus mayores inversores, aunque Microsoft es a su vez cliente de la compañía de computación en la nube CoreWeave y Nvidia es accionista de esta. Open AI, por otra parte, ha tomado un 10% de AMD, rival de Nvidia, que deseaba contarlo entre sus clientes a toda costa. También evoca a la crisis de 2000, pero a lo grande.
Dicho esto, volvamos al principio de toda burbuja: solo un reventón le dará la carta de naturaleza. Mientras tanto, las inversiones seguirán. Querer un bocado de este negocio que, según todos cuentan, va a revolucionar la economía y la sociedad suena bastante razonable. Y nada crea tanta ansiedad a un inversor como ver a otro hacerse rico. Algo así dijo J.M. Keynes: los mercados pueden mantener su irracionalidad más tiempo del que tú puedes mantener tu solvencia.
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