El hecho de que sigamos tomando alcohol en exceso depende de ciertos factores El hecho de que sigamos tomando alcohol en exceso depende de ciertos factores
Domingo por la mañana, abrimos el ojo. Y solo queremos cerrarlo otra vez. Dormir un rato más, a ver si así se pasa esta maldita … resaca… Con medio país ya en la playa y el otro medio con esa idea, chiringuitos y terrazas se llenan. A una ronda le sigue una segunda, y una tercera… ¡Pero si es martes!, nos recuerda nuestra vocecilla más crítica. ¡Pero es verano!, contraataca la otra. Las probabilidades de levantarnos con resaca se incrementan estos meses más ligados a fiestas y ocio. Y no hay muchos trucos para lidiar con las consecuencias…
El papel de los ‘refuerzos’
Por qué volvemos a beber tras una resaca brutal
«Según las leyes del aprendizaje, lo primero que aparece suele ser lo más potente. Y lo primero que recordamos de beber es sentirnos bien», señala el punto de partida José Antonio Molina, doctor en Psicología y experto en conductas adictivas. «Cuando ingerimos alcohol y lo pasamos bien tenemos emociones positivas asociadas a ese momento», coincide el psicólogo Julio Lupiani. «Socializas más, te sientes alegre… Es lo que se llama un refuerzo positivo». Aunque aclara Molina que otras veces lo que nos lleva a beber no es este refuerzo positivo, sino el negativo. «El alcohol me quita la ansiedad, me relaja, me ayuda a hablar en público… Las personas adictas suelen empezar a beber por un refuerzo positivo (pasarlo bien), pero acaban consumiendo por refuerzo negativo (disipar la tristeza)».
Las consecuencias
Algunos se sienten depresivos y otros no…
«El alcohol es un depresor del sistema nervioso y mientras no se elimina es normal sentirse anímicamente bajo», tranquiliza José Antonio Molina, autor de ‘SOS. Tengo una adicción’. Lo que determina el malestar es el grado. «El estímulo (beber) que genera una respuesta (subidón) funciona también a la inversa. Esto es, si asociamos las sensaciones físicas propias de la resaca (naúseas, dolor de cabeza…) a un estado anímico de bajón o de depresión, sucederá así: ‘me encuentro mal físicamente, así que me da el bajón anímico’». No solo pasa cuando consumimos alcohol. «En psicología se le llama condicionamiento. Y explica por qué dos personas que sufran dolor crónico, por ejemplo, pueden reaccionar de formas antagónicas: una se enfada y la otra no. Sucede porque la primera ha asociado el dolor a la ira y la segunda, aunque tiene la misma sintomatología física, no ha hecho la asociación».
Lo que influye la personalidad
Los más indulgentes consigo mismos no lo pasan tan mal
«Hay gente que es mucho más indulgente consigo misma que otros, sobre todo en verano. Que tiene más tolerancia a sus equivocaciones, que se permite fallar sin sentirse culpables. Esas personas probablemente no sufran tanto ese bajón», advierte Lupiani.
Lo que dura el bajón
Domingo a las siete de la tarde, el punto álgido
Sostienen los expertos que no es igual la resaca del sábado que la del domingo. «El sábado es un día asociado al disfrute, de modo que no suele ser tan dura la resaca. Pero el domingo, al malestar físico y, en ocasiones, anímico se une el hecho de que al día siguiente tienes que volver a la rutina, lo que incrementa el malestar». Se siente de una manera más intensa, dice el experto, «por la tarde, sobre las siete, cuando tenemos ya mucho cansancio acumulado y nos asalta el pensamiento de haber perdido el día».
¿Hay algo que pueda combatir ese ‘efecto domingo? «Hacer alguna actividad que normalmente nos haga sentir bien, ayuda. Aunque estemos cansados, quedarnos todo el día en el sofá solo agrandará el malestar emocional. Si salimos o nos activamos, lo esperable es que en un par de horas los efectos más intensos de la resaca hayan pasado».
La edad condiciona la juerga
La ‘superfiesta’ solo está bien vista en gente muy joven
No solo es que a medida que cumplimos años se nos hacen más cuesta arriba las consecuencias físicas de la resaca. También nuestra cabeza reacciona de modo distinto. «A medida que nos hacemos mayores la experiencia de la fiesta no suele ser tan divertida». Y si en el momento nos parece igual de divertida que cuando teníamos 20, es probable que al día siguiente no lo veamos así.
«La borrachera grande, la gran juerga, solo tiene un valor ‘positivo’ cuando se es muy joven. Y aunque también los jóvenes tienen resaca al día siguiente, se consideran ‘heridas de guerra’. Sin embargo, cuando esa borrachera la tiene una persona ya adulta, la consideración personal y social es otra: ‘he hecho cosas que no debía’, ‘me he pasado’, ‘voy a perder todo el día siguiente’…».
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