Betis – Valladolid: Decretado el estado de felicidad (5-1)

La felicidad acompaña al Betis . Convive con ella, se acostumbra a su presencia, disfruta de sus andares comunes. No quiere separarse de este estado permanente el grupo verdiblanco, que suma alegrías, que suma dichas, que hace que su gente salga del Villamarín dando saltos, chocando las manos, escribiendo mensajes de euforia en los grupos de Whatsapp, abrazándose unos a los otros, imitando los niños el tirazo de Perraud o el giro de cabeza de Cucho … Un Betis coral y decisivo. Hambriento de Champions. Inmisericorde con un Valladolid que ya está descendido. No tuvo condescendencia con el rival porque necesitaba los puntos y los goles para superar al Villarreal y hacerse con la quinta plaza, porque los pucelanos no bajaron hoy sino que lo hicieron durante toda la temporada. El Betis se instala en esa felicidad que vivió hace no tanto, en ese 2022 mágico. Por eso este titular recuerda al del Betis – Valencia de octubre de 2021 cuando este mismo cronista empleó el mismo concepto. Porque la historia es cíclica y este equipo está llamado a inscribir su nombre en el libro de heroicidades de este club que tantas pasiones despierta. Salieron los jugadores con varios de los socios más ancianos del club, los que acuñaron el Manquepierda , que disfrutaron no sólo del momento sino de esta sensación de brillantez que augura éxitos. Y es el bético el aficionado que más siente disfrutar por lo que ha sabido sufrir durante tanto tiempo. El Valladolid lo iba a complicar todo porque a pesar de que Jesús inauguraba pronto el marcador, Chuki empataba antes del descanso y alimentaba las dudas sobre si eran los verdiblancos capaces de resolver a su favor un duelo tan aparentemente sencillo. En la segunda mitad, gracias a los cambios de Pellegrini todo se dio la vuelta a favor con los tantos rápidos de Cucho e Isco y el broche de Perraud y Abde para hacer cantar a todos el triunfo y la quinta plaza.El bético se había levantado con el ansia de marcar el segundo gol antes que el primero. Se frotaba las manos esperando una goleada pero nada más comenzar el partido se veía que no era día para eso, sino para trabajarse un triunfo, para ser maduros con y sin balón, para respetar al contrario. Lo hizo Pellegrini sacando a su alineación de gal a. Nada de concesiones a la rotación. Todo en el campo. Ni pruebas, ni experimentos. El once que pondrá ante la Fiorentina con el único cambio de Bakambu por Cucho. Javi Sánchez se va del partido a las primeras de cambio por una lesión que le hace llorar, dejando una de las imágenes de la jornada. Sabaly tiene que salir porque su calentador confunde al árbitro. Y Antony va a lo suyo buscando el lujo en cada acción, lo que le genera enemigos entre las filas visitantes.Es un Betis que recupera pronto y que presiona muy arriba, sin dejar que el Valladolid salga de su campo. De ahí nace un giro de Isco que sigue con un centro al área que peina Cucho, da en el poco ágil Aidoo y cae el balón para que Jesús Rodríguez marque con un pase a la red. Es el minuto 17 y ya todos creen que esto va a ser un repaso. Pero no es así. No porque Jesús se precipita en el pase atrás unos minutos después, Antony lanza alto su clásico disparo e Isco tampoco tiene puntería. Es el malagueño quien manda, buscando paredes y paredes, combinaciones rápidas para encontrar los espacios de lado a lado. Johnny roba de forma espectacular y Fornals es el mejor socio de todos pero no hay pólvora arriba y todo se reduce a un centrocampista con llegadas hasta la frontal.Ahí despierta el Valladolid con un contragolpe en el que Chuki llega antes que Adrián, a quien supera en su imprecisa salida, y el disparo entra ante la desesperación de Natan y el asombro del Villamarín. El pretendido banquete ante el colista era un amago de indigestión. El día en el que el Betis tenía que demostrar que podía atar la quinta plaza se complicaba con una de esas caídas en el llano que forjaron la leyenda de este club indomable. Ese fatalismo que le persigue en su más que centenaria historia. Algo que tantas veces han visto los más viejos del lugar. Pero este Betis es otro. La grada pita para ayudarle a presionar. El equipo sale del descanso de otra forma. Con Lo Celso en lugar de Fornals. Quiere tener más presencia en la zona de peligro y lo consigue. No de primeras porque media un susto con un cruce de Natan en el que Moro la toca con la mano y eso evita que el manotazo del brasileño en la cara del rival sea sancionado con roja por ser último hombre. Lo ve Maeso en el VAR. Pellegrini no quiere que asalte la impaciencia y a la hora de partido, como si estuviera programado, le da aire y velocidad a las alas. Entran Aitor, Perraud y Abde. Y ese cambio no sólo es de nombres, es el partido el que pasa a ser diferente. Nutre el ataque verdiblanco con esas bandas tan profundas y se nota. Bartra da uno de sus característicos pasos adelante para centrar y encuentra a Cucho, que conecta un remate académico de cabeza, con un giro sensacional que se convierte en el 2-1 en el minuto 64. Pero ahí no acaba la cosa porque se desmelena el conjunto bético y en el 68, después de una sobresaliente y larguísima combinación, buscando peligro por todos los flancos, probando la salud de la zaga del colista, llega una internada hasta el límite de Aitor y su pase atrás lo empuja a gol Isco para deleite de un Villamarín que ya empieza a cantar hasta el final interpretando la fiesta que esperaba. Y entre las melodías está el merecido «Isco, Isco» cuando el malagueño es sustituido por William Carvalho.Amarra el Betis el triunfo y con él un quinto puesto en el que quiere instalarse de forma definitiva . Empadronarse en esa posición es lo que le da sentido al curso liguero y a la ambición de este grupo adiestrado por Pellegrini, que se vio en el huracán final. Un golazo de Perraud tras una pared fantástica que le dejó solo y otro de Abde en una jugada individual. La goleada lanzaba un mensaje a todos. Con su gente haciendo la ola al final. Al Villarreal para dejar en un tanto la diferencia en el goal average general (el particular está empatado) y a la Fiorentina, el próximo visitante del Villamarín, donde está, como en 2022, decretado el estado de felicidad. La felicidad acompaña al Betis . Convive con ella, se acostumbra a su presencia, disfruta de sus andares comunes. No quiere separarse de este estado permanente el grupo verdiblanco, que suma alegrías, que suma dichas, que hace que su gente salga del Villamarín dando saltos, chocando las manos, escribiendo mensajes de euforia en los grupos de Whatsapp, abrazándose unos a los otros, imitando los niños el tirazo de Perraud o el giro de cabeza de Cucho … Un Betis coral y decisivo. Hambriento de Champions. Inmisericorde con un Valladolid que ya está descendido. No tuvo condescendencia con el rival porque necesitaba los puntos y los goles para superar al Villarreal y hacerse con la quinta plaza, porque los pucelanos no bajaron hoy sino que lo hicieron durante toda la temporada. El Betis se instala en esa felicidad que vivió hace no tanto, en ese 2022 mágico. Por eso este titular recuerda al del Betis – Valencia de octubre de 2021 cuando este mismo cronista empleó el mismo concepto. Porque la historia es cíclica y este equipo está llamado a inscribir su nombre en el libro de heroicidades de este club que tantas pasiones despierta. Salieron los jugadores con varios de los socios más ancianos del club, los que acuñaron el Manquepierda , que disfrutaron no sólo del momento sino de esta sensación de brillantez que augura éxitos. Y es el bético el aficionado que más siente disfrutar por lo que ha sabido sufrir durante tanto tiempo. El Valladolid lo iba a complicar todo porque a pesar de que Jesús inauguraba pronto el marcador, Chuki empataba antes del descanso y alimentaba las dudas sobre si eran los verdiblancos capaces de resolver a su favor un duelo tan aparentemente sencillo. En la segunda mitad, gracias a los cambios de Pellegrini todo se dio la vuelta a favor con los tantos rápidos de Cucho e Isco y el broche de Perraud y Abde para hacer cantar a todos el triunfo y la quinta plaza.El bético se había levantado con el ansia de marcar el segundo gol antes que el primero. Se frotaba las manos esperando una goleada pero nada más comenzar el partido se veía que no era día para eso, sino para trabajarse un triunfo, para ser maduros con y sin balón, para respetar al contrario. Lo hizo Pellegrini sacando a su alineación de gal a. Nada de concesiones a la rotación. Todo en el campo. Ni pruebas, ni experimentos. El once que pondrá ante la Fiorentina con el único cambio de Bakambu por Cucho. Javi Sánchez se va del partido a las primeras de cambio por una lesión que le hace llorar, dejando una de las imágenes de la jornada. Sabaly tiene que salir porque su calentador confunde al árbitro. Y Antony va a lo suyo buscando el lujo en cada acción, lo que le genera enemigos entre las filas visitantes.Es un Betis que recupera pronto y que presiona muy arriba, sin dejar que el Valladolid salga de su campo. De ahí nace un giro de Isco que sigue con un centro al área que peina Cucho, da en el poco ágil Aidoo y cae el balón para que Jesús Rodríguez marque con un pase a la red. Es el minuto 17 y ya todos creen que esto va a ser un repaso. Pero no es así. No porque Jesús se precipita en el pase atrás unos minutos después, Antony lanza alto su clásico disparo e Isco tampoco tiene puntería. Es el malagueño quien manda, buscando paredes y paredes, combinaciones rápidas para encontrar los espacios de lado a lado. Johnny roba de forma espectacular y Fornals es el mejor socio de todos pero no hay pólvora arriba y todo se reduce a un centrocampista con llegadas hasta la frontal.Ahí despierta el Valladolid con un contragolpe en el que Chuki llega antes que Adrián, a quien supera en su imprecisa salida, y el disparo entra ante la desesperación de Natan y el asombro del Villamarín. El pretendido banquete ante el colista era un amago de indigestión. El día en el que el Betis tenía que demostrar que podía atar la quinta plaza se complicaba con una de esas caídas en el llano que forjaron la leyenda de este club indomable. Ese fatalismo que le persigue en su más que centenaria historia. Algo que tantas veces han visto los más viejos del lugar. Pero este Betis es otro. La grada pita para ayudarle a presionar. El equipo sale del descanso de otra forma. Con Lo Celso en lugar de Fornals. Quiere tener más presencia en la zona de peligro y lo consigue. No de primeras porque media un susto con un cruce de Natan en el que Moro la toca con la mano y eso evita que el manotazo del brasileño en la cara del rival sea sancionado con roja por ser último hombre. Lo ve Maeso en el VAR. Pellegrini no quiere que asalte la impaciencia y a la hora de partido, como si estuviera programado, le da aire y velocidad a las alas. Entran Aitor, Perraud y Abde. Y ese cambio no sólo es de nombres, es el partido el que pasa a ser diferente. Nutre el ataque verdiblanco con esas bandas tan profundas y se nota. Bartra da uno de sus característicos pasos adelante para centrar y encuentra a Cucho, que conecta un remate académico de cabeza, con un giro sensacional que se convierte en el 2-1 en el minuto 64. Pero ahí no acaba la cosa porque se desmelena el conjunto bético y en el 68, después de una sobresaliente y larguísima combinación, buscando peligro por todos los flancos, probando la salud de la zaga del colista, llega una internada hasta el límite de Aitor y su pase atrás lo empuja a gol Isco para deleite de un Villamarín que ya empieza a cantar hasta el final interpretando la fiesta que esperaba. Y entre las melodías está el merecido «Isco, Isco» cuando el malagueño es sustituido por William Carvalho.Amarra el Betis el triunfo y con él un quinto puesto en el que quiere instalarse de forma definitiva . Empadronarse en esa posición es lo que le da sentido al curso liguero y a la ambición de este grupo adiestrado por Pellegrini, que se vio en el huracán final. Un golazo de Perraud tras una pared fantástica que le dejó solo y otro de Abde en una jugada individual. La goleada lanzaba un mensaje a todos. Con su gente haciendo la ola al final. Al Villarreal para dejar en un tanto la diferencia en el goal average general (el particular está empatado) y a la Fiorentina, el próximo visitante del Villamarín, donde está, como en 2022, decretado el estado de felicidad.  

La felicidad acompaña al Betis. Convive con ella, se acostumbra a su presencia, disfruta de sus andares comunes. No quiere separarse de este estado permanente el grupo verdiblanco, que suma alegrías, que suma dichas, que hace que su gente salga del Villamarín dando saltos, chocando … las manos, escribiendo mensajes de euforia en los grupos de Whatsapp, abrazándose unos a los otros, imitando los niños el tirazo de Perraud o el giro de cabeza de Cucho… Un Betis coral y decisivo. Hambriento de Champions. Inmisericorde con un Valladolid que ya está descendido. No tuvo condescendencia con el rival porque necesitaba los puntos y los goles para superar al Villarreal y hacerse con la quinta plaza, porque los pucelanos no bajaron hoy sino que lo hicieron durante toda la temporada. El Betis se instala en esa felicidad que vivió hace no tanto, en ese 2022 mágico. Por eso este titular recuerda al del Betis – Valencia de octubre de 2021 cuando este mismo cronista empleó el mismo concepto. Porque la historia es cíclica y este equipo está llamado a inscribir su nombre en el libro de heroicidades de este club que tantas pasiones despierta.

Salieron los jugadores con varios de los socios más ancianos del club, los que acuñaron el Manquepierda, que disfrutaron no sólo del momento sino de esta sensación de brillantez que augura éxitos. Y es el bético el aficionado que más siente disfrutar por lo que ha sabido sufrir durante tanto tiempo. El Valladolid lo iba a complicar todo porque a pesar de que Jesús inauguraba pronto el marcador, Chuki empataba antes del descanso y alimentaba las dudas sobre si eran los verdiblancos capaces de resolver a su favor un duelo tan aparentemente sencillo. En la segunda mitad, gracias a los cambios de Pellegrini todo se dio la vuelta a favor con los tantos rápidos de Cucho e Isco y el broche de Perraud y Abde para hacer cantar a todos el triunfo y la quinta plaza.

El bético se había levantado con el ansia de marcar el segundo gol antes que el primero. Se frotaba las manos esperando una goleada pero nada más comenzar el partido se veía que no era día para eso, sino para trabajarse un triunfo, para ser maduros con y sin balón, para respetar al contrario. Lo hizo Pellegrini sacando a su alineación de gala. Nada de concesiones a la rotación. Todo en el campo. Ni pruebas, ni experimentos. El once que pondrá ante la Fiorentina con el único cambio de Bakambu por Cucho. Javi Sánchez se va del partido a las primeras de cambio por una lesión que le hace llorar, dejando una de las imágenes de la jornada. Sabaly tiene que salir porque su calentador confunde al árbitro. Y Antony va a lo suyo buscando el lujo en cada acción, lo que le genera enemigos entre las filas visitantes.

Es un Betis que recupera pronto y que presiona muy arriba, sin dejar que el Valladolid salga de su campo. De ahí nace un giro de Isco que sigue con un centro al área que peina Cucho, da en el poco ágil Aidoo y cae el balón para que Jesús Rodríguez marque con un pase a la red. Es el minuto 17 y ya todos creen que esto va a ser un repaso. Pero no es así. No porque Jesús se precipita en el pase atrás unos minutos después, Antony lanza alto su clásico disparo e Isco tampoco tiene puntería. Es el malagueño quien manda, buscando paredes y paredes, combinaciones rápidas para encontrar los espacios de lado a lado. Johnny roba de forma espectacular y Fornals es el mejor socio de todos pero no hay pólvora arriba y todo se reduce a un centrocampista con llegadas hasta la frontal.

Ahí despierta el Valladolid con un contragolpe en el que Chuki llega antes que Adrián, a quien supera en su imprecisa salida, y el disparo entra ante la desesperación de Natan y el asombro del Villamarín. El pretendido banquete ante el colista era una indigestión. El día en el que el Betis tenía que demostrar que podía atar la quinta plaza se complicaba con una de esas caídas en el llano que forjaron la leyenda de este club indomable. Ese fatalismo que le persigue en su más que centenaria historia. Algo que tantas veces han visto los más viejos del lugar.

Pero este Betis es otro. La grada pita para ayudarle a presionar. El equipo sale del descanso de otra forma. Con Lo Celso en lugar de Fornals. Quiere tener más presencia en la zona de peligro y lo consigue. No de primeras porque media un susto con un cruce de Natan en el que Moro la toca con la mano y eso evita que el manotazo del brasileño en la cara del rival sea sancionado con roja por ser último hombre. Lo ve Maeso en el VAR. Pellegrini no quiere que asalte la impaciencia y a la hora de partido, como si estuviera programado, le da aire y velocidad a las alas. Entran Aitor, Perraud y Abde. Y ese cambio no sólo es de nombres, es el partido el que pasa a ser diferente.

Nutre el ataque verdiblanco con esas bandas tan profundas y se nota. Bartra da uno de sus característicos pasos adelante para centrar y encuentra a Cucho, que conecta un remate académico de cabeza, con un giro sensacional que se convierte en el 2-1 en el minuto 64. Pero ahí no acaba la cosa porque se desmelena el conjunto bético y en el 68, después de una sobresaliente y larguísima combinación, buscando peligro por todos los flancos, probando la salud de la zaga del colista, llega una internada hasta el límite de Aitor y su pase atrás lo empuja a gol Isco para deleite de un Villamarín que ya empieza a cantar hasta el final interpretando la fiesta que esperaba. Y entre las melodías está el merecido «Isco, Isco» cuando el malagueño es sustituido por William Carvalho.

Amarra el Betis el triunfo y con él un quinto puesto en el que quiere instalarse de forma definitiva. Empadronarse en esa posición es lo que le da sentido al curso liguero y a la ambición de este grupo adiestrado por Pellegrini, que se vio en el huracán final. Un golazo de Perraud tras una pared fantástica que le dejó solo y otro de Abde en una jugada individual. La goleada lanzaba un mensaje a todos. Con su gente haciendo la ola al final. Al Villarreal para dejar en un tanto la diferencia en el goal average general (el particular está empatado) y a la Fiorentina, el próximo visitante del Villamarín, donde está, como en 2022, decretado el estado de felicidad.

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