Xi Jinping, aún como vicepresidente, visitó en 2010 la cabaña del célebre repartidor de regalos en Laponia. Leer Xi Jinping, aún como vicepresidente, visitó en 2010 la cabaña del célebre repartidor de regalos en Laponia. Leer
La acogedora cabaña de madera crujía suavemente bajo el peso de la nieve que caía afuera. Las paredes, impregnadas con el aroma a leña y pino, parecían abrazar el aire cálido que brotaba de la chimenea. El crepitar del fuego se mezclaba con el susurro del viento. Las llamas danzaban con un brillo rojizo, lanzando sombras que se estiraban sobre los troncos que decoraban el salón rústico donde un hombre de tierras orientales, vestido con un impoluto traje negro y corbata azul, saludaba con efusión al corpulento anciano caucásico de larga barba blanca y abrigo rojo que habitaba en aquella morada.
Xi Jinping y Papá Noel se hicieron amigos aquel marzo de 2010 en un remoto pueblo del ártico en el que siempre es Navidad. Al entonces vicepresidente chino, de visita en Finlandia para explorar la industria maderera del país, le llevaron de excursión hasta Rovaniemi, en Laponia, para conocer a un entrañable personaje al que los comunistas de Pekín, en tiempos pasados más oscuros, repudiaron por lo que entendían que era una perversa herramienta de propaganda del imperialismo occidental.
Dos años y medio antes de convertirse en el líder supremo de China; de ser el más acérrimo defensor de la cultura tradicional de su país desde las alturas dominantes; de engordar unos cuantos kilos y mostrar algunas canas rompiendo con el teñido pelo negro azabache que acostumbraban a lucir las élites de Pekín; de transformarse en el grinch de la Navidad para aquellos librepensadores que confiaban en que haría de China un país más democrático… Xi Jinping enseñó su lado más humano al posar con la ilusión de un niño junto a Papá Noel.
La fotografía, en la que Noel estira su brazo derecho sobre los hombros de un sonriente Xi, se encuentra enmarcada sobre una mesa en aquella cabaña de Rovaniemi. Antes de ser conocida por tener el auténtico parque de atracciones de Papá Noel y por sus renos tirando de trineos y humanos disfrazados de elfos por todas partes, esta ciudad fue invadida por Rusia en 1939 y destruida por la Alemania nazi en 1944.
No fue hasta la década de los 80 cuando el espíritu navideño invadió Rovaniemi y se levantó el pueblo de madera dedicado al mágico anciano al que esta Nochebuena esperan con ansia millones de niños de todo el mundo. Papá Noel vive en este rincón del Polo Norte, pero su taller realmente se encuentra a más de 7.000 kilómetros al este, en la tierra de su amigo Xi Jinping.
En China hay una ciudad llamada Yiwu que es conocida por ser el lugar donde se fabrica la Navidad. Más del 60% de toda la parafernalia navideña sale del mercado mayorista de productos básicos más grande del mundo, un laberinto de 260.000 metros cuadrados con 75.000 tiendas donde se vende la decoración y luces que estas fiestas envuelven ciudades como Madrid o Nueva York.
Yiwu debe su negocio a la explosión del Made in China en los 80, cuando China inició su gran apertura hacia el exterior. La ciudad, que entontes era un centro de trueque regional, fue poco a poco absorbida por la madre de todos los bazares, con muchas fábricas especializándose sobre todo en productos navideños. Las bolas del árbol de Navidad de la cabaña de Papá Noel que visitó Xi también salieron de Yiwu.
Internacional // elmundo