El 29 de octubre de 2024, la lluvia cayó sobre Valencia como si el cielo se hubiera roto. Según la Agencia Estatal de Meteorología contó después, en apenas ocho horas la ciudad recibió el agua de todo un año. Calles convertidas en ríos, barrios anegados, puentes cortados… Una dana histórica, la peor en décadas, que acabó con la vida de 237 personas . Después de las primeras horas en las que gobernó el caos y la incertidumbre, mientras los equipos de emergencia trataban de rescatar a vecinos atrapados, un ejército silencioso orbitaba a cientos de kilómetros de altura, recopilando información crucial para entender lo que ocurría y cómo responder. Nos enseñaron, entonces, el antes y después a vista espacial de cómo quedó Valencia, de la destrucción de Letur y de cauces de ríos desbordados que desdibujaron las fronteras conocidas hasta el momento, dando cuenta de la magnitud del desastre. Su nombre: Copernicus .Antes Después Imágenes del antes y el después de la ciudad de Valencia tras la dana CopernicusCopernicus es el Programa de Observación de la Tierra de la Unión Europea, gestionado por la Comisión Europea y desarrollado junto a la Agencia Espacial Europea (ESA). Es, en palabras de la doctora Simonetta Cheli, directora de los programas de Observación de la Tierra de la ESA, «el sistema civil de observación de la Tierra más ambicioso del mundo». Su misión es simple, pero enorme: ofrece datos precisos y gratuitos a cualquier persona sobre el estado del planeta, ya sea sobre desastres naturales como la dana de Valencia, de la calidad del aire y del medio ambiente y, ahora, también sobre el tráfico marítimo, incluyendo la búsqueda de barcos pirata.Sin un solo parpadeoEn la práctica, Copernicus es como una gigantesca red de ojos que no parpadean. Aunque recaba información de diferentes satélites, tanto públicos como privados, el pilar fundamental es la constelación Sentinel, un grupo de cuatro sondas que observan los océanos, la atmósfera y la superficie terrestre día y noche, con cámaras, radares y sensores que atraviesan incluso las nubes. Esa información se transforma luego en mapas, alertas y modelos que usan gobiernos, científicos, agricultores, bomberos o servicios de rescate. «Copernicus permite tomar decisiones basadas en datos fiables, no en intuiciones», resume Cheli.Los Sentinel son el corazón del sistema. Su nombre, que significa ‘centinela’, les viene al pelo: vigilan la Tierra las 24 horas del día, 365 días al año. «La rapidez es esencial», dice Cheli. «Nuestros mapas satelitales pueden llegar a las autoridades en cuestión de horas, ayudando a salvar vidas cuando cada minuto cuenta». Existen varios ‘pares de ojos’ vigilando, que se dividen según las características y las funciones que tiene cada uno. En concreto, los gemelos Sentinel-2A y Sentinel-2B observan la superficie terrestre en color y alta resolución, analizando la vegetación, la agricultura o los cambios en el uso del suelo. Gracias a ellos pudimos ver la magnitud de los incendios del pasado verano en la península ibérica, captando el humo, la tierra quemada e incluso las llamas de los fuegos que asolaron Castilla y León hace apenas unos meses. Por su parte, el par Sentinel-3A y Sentinel-3B se centra en la observación de los océanos, midiendo la temperatura del mar. Además, son capaces de detectar grandes incendios, tal y como mostraron las imágenes que ofrecieron de los fuegos que arrasaron Los Ángeles el pasado mes de enero. Para medir la calidad del aire, se usan los Sentinel-4 y 5, que también monitorizan los gases atmosféricos. Por último, Sentinel-6 estudia el nivel del mar y la topografía oceánica, revelando las estructuras bajo los mares.Diferentes vistas desde el espacio Arriba, en la imagen principal, los incendios de Castilla y León desde espacio fotografiados por Sentinel-2; abajo, a la izquierda, el ojo del huracán Melissa horas antes de llegar a jamaica en una imagen de Sentinel-3; por último, las consecuencias del terremoto de Birmania de marzo donde se puede apreciar la rotura del suelo a la derecha (‘fault line’) tomada por Sentinel-1 CopernicusNo obstante, todo comenzó con los Sentinel-1. El primero, Sentinel-1A, fue lanzado en 2014 y lleva once años de incansable trabajo, con una mirada radar capaz de atravesar las nubes o de ver en plena noche o incluso las nubes de la peor tormenta. Le siguió Sentinel-1B , que se lanzó en 2016 pero que tuvo que ser desorbitado en 2022 por un problema técnico. Sin embargo, ya tiene sustituto: Sentinel-1C fue lanzado a finales de 2024 y ya funciona a pleno rendimiento. Su gemelo, Sentinel-1D, despegará el próximo martes 4 de noviembre desde el puerto espacial europeo en la Guayana Francesa, a las 22:03 hora española. «Este lanzamiento garantizará que Europa siga siendo autosuficiente en observación terrestre por radar», explica Cheli. «Los datos de Sentinel-1D continuarán alimentando los servicios de Copernicus, esenciales para la gestión de emergencias y el control ambiental». Y tendrán, además, sello español, ya que para su concepción y diseño han participado empresas patrias como Thales Alenia Space España, GMV, HV Sistemas, SENER, ARQUIMEA y ALTER, todas ellas englobadas dentro de la Asociación Española de Empresas Tecnológicas de Defensa, Seguridad, Aeronáutica y Espacio (TEDAE). Un vistazo completo cada semanaEn su conjunto, estos satélites son tan eficaces que detectan movimientos del terreno en terremotos, como para plasmar claramente la grieta creada por el terremoto de Birmania en febrero o las zonas inundadas en cuestión de horas como ocurrió en la albufera de Valencia tras la dana, además de vertidos de petróleo de barcos. «Son capaces de mapear la Tierra completa cada seis días», explica Ramón Torres Cuesta, director de la Misión Sentinel-1D de la ESA. «Los Sentinel 1 han cambiado de forma paradigmática la forma en la que observamos la Tierra».Una de las grandes novedades de los satélites 1C y 1D es su Sistema de Identificación Automática (AIS). Este receptor capta las señales que emiten los barcos para comunicar su posición. Pero también puede detectar embarcaciones que navegan sin identificarse, lo que ayuda a combatir la pesca ilegal, el contrabando o los ‘piratas’ modernos, que poco tienen del romanticismo de los libros de aventuras.Dicho de forma sencilla: si un barco apaga su transmisor para pasar desapercibido, los Sentinel pueden ‘verlo’ igualmente mediante radar y alertar a las autoridades marítimas (en todos los lugares salvo en China, donde el AIS no está permitido). Esto convierte a Copernicus en una herramienta clave no solo para la ciencia y la protección civil, sino también para la seguridad marítima europea.Hasta los polosEl radar del Sentinel-1D permitirá, además, seguir el movimiento de icebergs, vigilar los vertidos de petróleo y ofrecer apoyo a la navegación en regiones polares. Con una resolución de hasta cinco metros y una cobertura de 400 kilómetros por pasada, será como tener un escáner gigante que revisa el planeta cada seis días. Las decenas de terabytes de datos diarios que generan estos satélites son una mina de información no solo para los gobiernos, sino también para empresas que desarrollan tecnología verde y que luego crean aplicaciones a partir de toda esta información. «De aquí viene el mayor rédito económico –subraya Torres Cuesta–. Se generan productos de valor añadido por parte de empresas y administraciones públicas».MÁS INFORMACIÓN noticia Si «El 99% de la Tierra es extrema: vivimos en un planeta inhabitable con una estrecha capa para la vida» noticia Si Un ADN que se ‘autorrepara’, el secreto de la longevidad de las ballenas boreales, que viven 200 añosCopernicus no solo observa; protege. Es la memoria visual del planeta, un testigo que ayuda a comprender los cambios que vivimos y a prepararnos para los que vienen. El 29 de octubre de 2024, la lluvia cayó sobre Valencia como si el cielo se hubiera roto. Según la Agencia Estatal de Meteorología contó después, en apenas ocho horas la ciudad recibió el agua de todo un año. Calles convertidas en ríos, barrios anegados, puentes cortados… Una dana histórica, la peor en décadas, que acabó con la vida de 237 personas . Después de las primeras horas en las que gobernó el caos y la incertidumbre, mientras los equipos de emergencia trataban de rescatar a vecinos atrapados, un ejército silencioso orbitaba a cientos de kilómetros de altura, recopilando información crucial para entender lo que ocurría y cómo responder. Nos enseñaron, entonces, el antes y después a vista espacial de cómo quedó Valencia, de la destrucción de Letur y de cauces de ríos desbordados que desdibujaron las fronteras conocidas hasta el momento, dando cuenta de la magnitud del desastre. Su nombre: Copernicus .Antes Después Imágenes del antes y el después de la ciudad de Valencia tras la dana CopernicusCopernicus es el Programa de Observación de la Tierra de la Unión Europea, gestionado por la Comisión Europea y desarrollado junto a la Agencia Espacial Europea (ESA). Es, en palabras de la doctora Simonetta Cheli, directora de los programas de Observación de la Tierra de la ESA, «el sistema civil de observación de la Tierra más ambicioso del mundo». Su misión es simple, pero enorme: ofrece datos precisos y gratuitos a cualquier persona sobre el estado del planeta, ya sea sobre desastres naturales como la dana de Valencia, de la calidad del aire y del medio ambiente y, ahora, también sobre el tráfico marítimo, incluyendo la búsqueda de barcos pirata.Sin un solo parpadeoEn la práctica, Copernicus es como una gigantesca red de ojos que no parpadean. Aunque recaba información de diferentes satélites, tanto públicos como privados, el pilar fundamental es la constelación Sentinel, un grupo de cuatro sondas que observan los océanos, la atmósfera y la superficie terrestre día y noche, con cámaras, radares y sensores que atraviesan incluso las nubes. Esa información se transforma luego en mapas, alertas y modelos que usan gobiernos, científicos, agricultores, bomberos o servicios de rescate. «Copernicus permite tomar decisiones basadas en datos fiables, no en intuiciones», resume Cheli.Los Sentinel son el corazón del sistema. Su nombre, que significa ‘centinela’, les viene al pelo: vigilan la Tierra las 24 horas del día, 365 días al año. «La rapidez es esencial», dice Cheli. «Nuestros mapas satelitales pueden llegar a las autoridades en cuestión de horas, ayudando a salvar vidas cuando cada minuto cuenta». Existen varios ‘pares de ojos’ vigilando, que se dividen según las características y las funciones que tiene cada uno. En concreto, los gemelos Sentinel-2A y Sentinel-2B observan la superficie terrestre en color y alta resolución, analizando la vegetación, la agricultura o los cambios en el uso del suelo. Gracias a ellos pudimos ver la magnitud de los incendios del pasado verano en la península ibérica, captando el humo, la tierra quemada e incluso las llamas de los fuegos que asolaron Castilla y León hace apenas unos meses. Por su parte, el par Sentinel-3A y Sentinel-3B se centra en la observación de los océanos, midiendo la temperatura del mar. Además, son capaces de detectar grandes incendios, tal y como mostraron las imágenes que ofrecieron de los fuegos que arrasaron Los Ángeles el pasado mes de enero. Para medir la calidad del aire, se usan los Sentinel-4 y 5, que también monitorizan los gases atmosféricos. Por último, Sentinel-6 estudia el nivel del mar y la topografía oceánica, revelando las estructuras bajo los mares.Diferentes vistas desde el espacio Arriba, en la imagen principal, los incendios de Castilla y León desde espacio fotografiados por Sentinel-2; abajo, a la izquierda, el ojo del huracán Melissa horas antes de llegar a jamaica en una imagen de Sentinel-3; por último, las consecuencias del terremoto de Birmania de marzo donde se puede apreciar la rotura del suelo a la derecha (‘fault line’) tomada por Sentinel-1 CopernicusNo obstante, todo comenzó con los Sentinel-1. El primero, Sentinel-1A, fue lanzado en 2014 y lleva once años de incansable trabajo, con una mirada radar capaz de atravesar las nubes o de ver en plena noche o incluso las nubes de la peor tormenta. Le siguió Sentinel-1B , que se lanzó en 2016 pero que tuvo que ser desorbitado en 2022 por un problema técnico. Sin embargo, ya tiene sustituto: Sentinel-1C fue lanzado a finales de 2024 y ya funciona a pleno rendimiento. Su gemelo, Sentinel-1D, despegará el próximo martes 4 de noviembre desde el puerto espacial europeo en la Guayana Francesa, a las 22:03 hora española. «Este lanzamiento garantizará que Europa siga siendo autosuficiente en observación terrestre por radar», explica Cheli. «Los datos de Sentinel-1D continuarán alimentando los servicios de Copernicus, esenciales para la gestión de emergencias y el control ambiental». Y tendrán, además, sello español, ya que para su concepción y diseño han participado empresas patrias como Thales Alenia Space España, GMV, HV Sistemas, SENER, ARQUIMEA y ALTER, todas ellas englobadas dentro de la Asociación Española de Empresas Tecnológicas de Defensa, Seguridad, Aeronáutica y Espacio (TEDAE). Un vistazo completo cada semanaEn su conjunto, estos satélites son tan eficaces que detectan movimientos del terreno en terremotos, como para plasmar claramente la grieta creada por el terremoto de Birmania en febrero o las zonas inundadas en cuestión de horas como ocurrió en la albufera de Valencia tras la dana, además de vertidos de petróleo de barcos. «Son capaces de mapear la Tierra completa cada seis días», explica Ramón Torres Cuesta, director de la Misión Sentinel-1D de la ESA. «Los Sentinel 1 han cambiado de forma paradigmática la forma en la que observamos la Tierra».Una de las grandes novedades de los satélites 1C y 1D es su Sistema de Identificación Automática (AIS). Este receptor capta las señales que emiten los barcos para comunicar su posición. Pero también puede detectar embarcaciones que navegan sin identificarse, lo que ayuda a combatir la pesca ilegal, el contrabando o los ‘piratas’ modernos, que poco tienen del romanticismo de los libros de aventuras.Dicho de forma sencilla: si un barco apaga su transmisor para pasar desapercibido, los Sentinel pueden ‘verlo’ igualmente mediante radar y alertar a las autoridades marítimas (en todos los lugares salvo en China, donde el AIS no está permitido). Esto convierte a Copernicus en una herramienta clave no solo para la ciencia y la protección civil, sino también para la seguridad marítima europea.Hasta los polosEl radar del Sentinel-1D permitirá, además, seguir el movimiento de icebergs, vigilar los vertidos de petróleo y ofrecer apoyo a la navegación en regiones polares. Con una resolución de hasta cinco metros y una cobertura de 400 kilómetros por pasada, será como tener un escáner gigante que revisa el planeta cada seis días. Las decenas de terabytes de datos diarios que generan estos satélites son una mina de información no solo para los gobiernos, sino también para empresas que desarrollan tecnología verde y que luego crean aplicaciones a partir de toda esta información. «De aquí viene el mayor rédito económico –subraya Torres Cuesta–. Se generan productos de valor añadido por parte de empresas y administraciones públicas».MÁS INFORMACIÓN noticia Si «El 99% de la Tierra es extrema: vivimos en un planeta inhabitable con una estrecha capa para la vida» noticia Si Un ADN que se ‘autorrepara’, el secreto de la longevidad de las ballenas boreales, que viven 200 añosCopernicus no solo observa; protege. Es la memoria visual del planeta, un testigo que ayuda a comprender los cambios que vivimos y a prepararnos para los que vienen.
El 29 de octubre de 2024, la lluvia cayó sobre Valencia como si el cielo se hubiera roto. Según la Agencia Estatal de Meteorología contó después, en apenas ocho horas la ciudad recibió el agua de todo un año. Calles convertidas en ríos, barrios anegados, … puentes cortados… Una dana histórica, la peor en décadas, que acabó con la vida de 237 personas.
Después de las primeras horas en las que gobernó el caos y la incertidumbre, mientras los equipos de emergencia trataban de rescatar a vecinos atrapados, un ejército silencioso orbitaba a cientos de kilómetros de altura, recopilando información crucial para entender lo que ocurría y cómo responder. Nos enseñaron, entonces, el antes y después a vista espacial de cómo quedó Valencia, de la destrucción de Letur y de cauces de ríos desbordados que desdibujaron las fronteras conocidas hasta el momento, dando cuenta de la magnitud del desastre. Su nombre: Copernicus.
Después
                          
Antes
                          
Copernicus
Copernicus es el Programa de Observación de la Tierra de la Unión Europea, gestionado por la Comisión Europea y desarrollado junto a la Agencia Espacial Europea (ESA). Es, en palabras de la doctora Simonetta Cheli, directora de los programas de Observación de la Tierra de la ESA, «el sistema civil de observación de la Tierra más ambicioso del mundo». Su misión es simple, pero enorme: ofrece datos precisos y gratuitos a cualquier persona sobre el estado del planeta, ya sea sobre desastres naturales como la dana de Valencia, de la calidad del aire y del medio ambiente y, ahora, también sobre el tráfico marítimo, incluyendo la búsqueda de barcos pirata.
Sin un solo parpadeo
En la práctica, Copernicus es como una gigantesca red de ojos que no parpadean. Aunque recaba información de diferentes satélites, tanto públicos como privados, el pilar fundamental es la constelación Sentinel, un grupo de cuatro sondas que observan los océanos, la atmósfera y la superficie terrestre día y noche, con cámaras, radares y sensores que atraviesan incluso las nubes. Esa información se transforma luego en mapas, alertas y modelos que usan gobiernos, científicos, agricultores, bomberos o servicios de rescate. «Copernicus permite tomar decisiones basadas en datos fiables, no en intuiciones», resume Cheli.
Los Sentinel son el corazón del sistema. Su nombre, que significa ‘centinela’, les viene al pelo: vigilan la Tierra las 24 horas del día, 365 días al año. «La rapidez es esencial», dice Cheli. «Nuestros mapas satelitales pueden llegar a las autoridades en cuestión de horas, ayudando a salvar vidas cuando cada minuto cuenta».
Existen varios ‘pares de ojos’ vigilando, que se dividen según las características y las funciones que tiene cada uno. En concreto, los gemelos Sentinel-2A y Sentinel-2B observan la superficie terrestre en color y alta resolución, analizando la vegetación, la agricultura o los cambios en el uso del suelo. Gracias a ellos pudimos ver la magnitud de los incendios del pasado verano en la península ibérica, captando el humo, la tierra quemada e incluso las llamas de los fuegos que asolaron Castilla y León hace apenas unos meses.
Por su parte, el par Sentinel-3A y Sentinel-3B se centra en la observación de los océanos, midiendo la temperatura del mar. Además, son capaces de detectar grandes incendios, tal y como mostraron las imágenes que ofrecieron de los fuegos que arrasaron Los Ángeles el pasado mes de enero. Para medir la calidad del aire, se usan los Sentinel-4 y 5, que también monitorizan los gases atmosféricos. Por último, Sentinel-6 estudia el nivel del mar y la topografía oceánica, revelando las estructuras bajo los mares.
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Arriba, en la imagen principal, los incendios de Castilla y León desde espacio fotografiados por Sentinel-2; abajo, a la izquierda, el ojo del huracán Melissa horas antes de llegar a jamaica en una imagen de Sentinel-3; por último, las consecuencias del terremoto de Birmania de marzo donde se puede apreciar la rotura del suelo a la derecha (‘fault line’) tomada por Sentinel-1
Copernicus
No obstante, todo comenzó con los Sentinel-1. El primero, Sentinel-1A, fue lanzado en 2014 y lleva once años de incansable trabajo, con una mirada radar capaz de atravesar las nubes o de ver en plena noche o incluso las nubes de la peor tormenta. Le siguió Sentinel-1B, que se lanzó en 2016 pero que tuvo que ser desorbitado en 2022 por un problema técnico. Sin embargo, ya tiene sustituto: Sentinel-1C fue lanzado a finales de 2024 y ya funciona a pleno rendimiento. Su gemelo, Sentinel-1D, despegará el próximo martes 4 de noviembre desde el puerto espacial europeo en la Guayana Francesa, a las 22:03 hora española.
«Este lanzamiento garantizará que Europa siga siendo autosuficiente en observación terrestre por radar», explica Cheli. «Los datos de Sentinel-1D continuarán alimentando los servicios de Copernicus, esenciales para la gestión de emergencias y el control ambiental». Y tendrán, además, sello español, ya que para su concepción y diseño han participado empresas patrias como Thales Alenia Space España, GMV, HV Sistemas, SENER, ARQUIMEA y ALTER.
Un vistazo completo cada semana
En su conjunto, estos satélites son tan eficaces que detectan movimientos del terreno en terremotos, como para plasmar claramente la grieta creada por el terremoto de Birmania en febrero o las zonas inundadas en cuestión de horas como ocurrió en la albufera de Valencia tras la dana, además de vertidos de petróleo de barcos. «Son capaces de mapear la Tierra completa cada seis días», explica Ramón Torres Cuesta, director de la Misión Sentinel-1D de la ESA. «Los Sentinel 1 han cambiado de forma paradigmática la forma en la que observamos la Tierra».
Una de las grandes novedades de los satélites 1C y 1D es su Sistema de Identificación Automática (AIS). Este receptor capta las señales que emiten los barcos para comunicar su posición. Pero también puede detectar embarcaciones que navegan sin identificarse, lo que ayuda a combatir la pesca ilegal, el contrabando o los ‘piratas’ modernos, que poco tienen del romanticismo de los libros de aventuras.
Dicho de forma sencilla: si un barco apaga su transmisor para pasar desapercibido, los Sentinel pueden ‘verlo’ igualmente mediante radar y alertar a las autoridades marítimas (en todos los lugares salvo en China, donde el AIS no está permitido). Esto convierte a Copernicus en una herramienta clave no solo para la ciencia y la protección civil, sino también para la seguridad marítima europea.
Hasta los polos
El radar del Sentinel-1D permitirá, además, seguir el movimiento de icebergs, vigilar los vertidos de petróleo y ofrecer apoyo a la navegación en regiones polares. Con una resolución de hasta cinco metros y una cobertura de 400 kilómetros por pasada, será como tener un escáner gigante que revisa el planeta cada seis días.
Las decenas de terabytes de datos diarios que generan estos satélites son una mina de información no solo para los gobiernos, sino también para empresas que desarrollan tecnología verde y que luego crean aplicaciones a partir de toda esta información. «De aquí viene el mayor rédito económico –subraya Torres Cuesta–. Se generan productos de valor añadido por parte de empresas y administraciones públicas».
Copernicus no solo observa; protege. Es la memoria visual del planeta, un testigo que ayuda a comprender los cambios que vivimos y a prepararnos para los que vienen.
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