Los pocos que me leen saben de mi admiración desde siempre por Manuel Pellegrini, uno de los mejores técnicos que ha dado el fútbol mundial, algo que lejos de ser una opinión subjetiva está acreditado por su trayectoria profesional y las estadísticas emanadas de ella. Pocos han sido capaces de mejorar todo lo que tocan con los mimbres que le dan, menos aún los que cuentan con tan dulces fracasos cuando se encontró en la lucha por títulos con rivales de mayor nivel. El jueves, mi admiración se incrementó al oírlo en la sala de prensa: «Lo que viene es más importante de lo que se hizo».No rebajaba el chileno la justificada euforia de los hombres a sus órdenes, ni de una afición que celebró como nunca en la noche de los tiempos un jueves de Feria, sino que introducía una dosis de cordura en la feliz locura del Artemio Franchi fiorentino. Clasificarse para una final europea es un hito; conquistar el título, la gloria que queda para siempre tatuada en la piel del club. Su pensamiento, por más que esté aparcado hasta dilucidar la competición doméstica, en la que hay tanto aún por conquistar, ya estaba en Breslavia, ante el Chelsea, el 28 de mayo.Nada es imposible para este Real Betis sin necesidad de planes B, porque le basta el A modificado con los cambios en el transcurso de los partidos y la seguridad que da tener un grupo compacto y solidario que se sabe la lección de memoria. No se puso nervioso después de que le remontara la Fiorentina porque cree en él, porque no se ciega (¡ay, ese Manu Fajardo tras la portería de la Fiorentina, como brújula en el fútbol para invidentes!) ante el momentáneo resplandor ajeno.Las lágrimas de Antony, la alegría de Isco, el espíritu indomable de Natan, la sonrisa sincera de un triste Lo Celso, la cabeza alta de Abde, el compromiso de Cardoso, la humildad de Vieites, la piña del banquillo, la unión de todos, aventuran que este Betis es de los que subrayará en verde, por su continuidad y progreso en los resultados, la mejor época de su más que centenaria historia. Gocen el momento. Los pocos que me leen saben de mi admiración desde siempre por Manuel Pellegrini, uno de los mejores técnicos que ha dado el fútbol mundial, algo que lejos de ser una opinión subjetiva está acreditado por su trayectoria profesional y las estadísticas emanadas de ella. Pocos han sido capaces de mejorar todo lo que tocan con los mimbres que le dan, menos aún los que cuentan con tan dulces fracasos cuando se encontró en la lucha por títulos con rivales de mayor nivel. El jueves, mi admiración se incrementó al oírlo en la sala de prensa: «Lo que viene es más importante de lo que se hizo».No rebajaba el chileno la justificada euforia de los hombres a sus órdenes, ni de una afición que celebró como nunca en la noche de los tiempos un jueves de Feria, sino que introducía una dosis de cordura en la feliz locura del Artemio Franchi fiorentino. Clasificarse para una final europea es un hito; conquistar el título, la gloria que queda para siempre tatuada en la piel del club. Su pensamiento, por más que esté aparcado hasta dilucidar la competición doméstica, en la que hay tanto aún por conquistar, ya estaba en Breslavia, ante el Chelsea, el 28 de mayo.Nada es imposible para este Real Betis sin necesidad de planes B, porque le basta el A modificado con los cambios en el transcurso de los partidos y la seguridad que da tener un grupo compacto y solidario que se sabe la lección de memoria. No se puso nervioso después de que le remontara la Fiorentina porque cree en él, porque no se ciega (¡ay, ese Manu Fajardo tras la portería de la Fiorentina, como brújula en el fútbol para invidentes!) ante el momentáneo resplandor ajeno.Las lágrimas de Antony, la alegría de Isco, el espíritu indomable de Natan, la sonrisa sincera de un triste Lo Celso, la cabeza alta de Abde, el compromiso de Cardoso, la humildad de Vieites, la piña del banquillo, la unión de todos, aventuran que este Betis es de los que subrayará en verde, por su continuidad y progreso en los resultados, la mejor época de su más que centenaria historia. Gocen el momento.
El jueves, mi admiración por Pellegrini se incrementó al oírlo en la sala de prensa: «Lo que viene es más importante de lo que se hizo»
Los pocos que me leen saben de mi admiración desde siempre por Manuel Pellegrini, uno de los mejores técnicos que ha dado el fútbol mundial, algo que lejos de ser una opinión subjetiva está acreditado por su trayectoria profesional y las estadísticas emanadas de ella. … Pocos han sido capaces de mejorar todo lo que tocan con los mimbres que le dan, menos aún los que cuentan con tan dulces fracasos cuando se encontró en la lucha por títulos con rivales de mayor nivel. El jueves, mi admiración se incrementó al oírlo en la sala de prensa: «Lo que viene es más importante de lo que se hizo».
No rebajaba el chileno la justificada euforia de los hombres a sus órdenes, ni de una afición que celebró como nunca en la noche de los tiempos un jueves de Feria, sino que introducía una dosis de cordura en la feliz locura del Artemio Franchi fiorentino. Clasificarse para una final europea es un hito; conquistar el título, la gloria que queda para siempre tatuada en la piel del club. Su pensamiento, por más que esté aparcado hasta dilucidar la competición doméstica, en la que hay tanto aún por conquistar, ya estaba en Breslavia, ante el Chelsea, el 28 de mayo.
Nada es imposible para este Real Betis sin necesidad de planes B, porque le basta el A modificado con los cambios en el transcurso de los partidos y la seguridad que da tener un grupo compacto y solidario que se sabe la lección de memoria. No se puso nervioso después de que le remontara la Fiorentina porque cree en él, porque no se ciega (¡ay, ese Manu Fajardo tras la portería de la Fiorentina, como brújula en el fútbol para invidentes!) ante el momentáneo resplandor ajeno.
Las lágrimas de Antony, la alegría de Isco, el espíritu indomable de Natan, la sonrisa sincera de un triste Lo Celso, la cabeza alta de Abde, el compromiso de Cardoso, la humildad de Vieites, la piña del banquillo, la unión de todos, aventuran que este Betis es de los que subrayará en verde, por su continuidad y progreso en los resultados, la mejor época de su más que centenaria historia. Gocen el momento.
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