A menudo, un hallazgo inesperado basta para echar por tierra años enteros de investigación. La ciencia es así. Y en este caso, le ha tocado el turno a una de las criaturas más temibles y poderosas de cuantas han pisado la Tierra: el Tyrannosaurus rex . Es muy posible, de hecho, que mucho de lo que sabíamos sobre este imponente depredador prehistórico esté equivocado.La razón es un nuevo estudio sobre uno de los fósiles más conocidos (y dramáticos) de la historia, el de un ejemplar juvenil de T. rex (o por lo menos eso se creía) desenterrado en pleno combate con un Triceratops y a los que la muerte sorprendió en plena contienda. La nueva investigación, sin embargo, revela que el tiranosaurio no era, como se creía, un T. rex adolescente, sino un ejemplar de otra especie, Nanotyrannus lancensis, adulto y totalmente desarrollado.«Este fósil no sólo resuelve el debate. Le da la vuelta a décadas de investigación sobre el T. rex», dice la paleontóloga Lindsay Zanno, de la Universidad Estatal de Carolina del Norte y autora principal de un estudio recién publicado en ‘ Nature ‘.Dos especies diferentesLa cuestión va mucho más allá de un simple cambio de nomenclatura, y tiene profundas implicaciones científicas ya que, durante años, los paleontólogos han estado utilizando (sin saberlo) los fósiles de Nanotyrannus, completos y bien conservados, para modelar el crecimiento y el comportamiento del T. rex. Y ahora, el nuevo estudio revela que todas aquellas investigaciones se basaron en realidad en dos especies del todo diferentes. Lo cual, a su vez significa que varios tipos de tiranosaurio compartieron los mismos ecosistemas en el último millón de años antes del impacto del asteroide que provocó su extinción. En otras palabras, el hallazgo supone que la estructura ecológica completa de los últimos días del Cretácico en Norteamérica necesita una profunda revisión.Los ‘Dinosaurios en duelo’, el ya legendario fósil descubierto en 2006 en la Formación Hell Creek, en Montana, captura una escena que parece sacada de una película: los esqueletos casi completos de un Triceratops y de un tiranosaurio más pequeño, enzarzados en un combate mortal. Las heridas en ambos, incluyendo un diente del tiranosaurio incrustado en el cuello del herbívoro, sugieren una lucha titánica, a muerte, aunque la ciencia aún debate si realmente murieron luchando o si en realidad lo hicieron por separado y sus cadáveres terminaron después siendo arrastrados y sepultados juntos.Los cuerpos están tan excepcionalmente bien conservados que los científicos han logrado encontrar en ellos incluso restos de piel, algo extremadamente raro en fósiles con más de 66 millones de años de antigüedad. Por eso, no resulta extraño que el fósil del carnívoro, cuyo estudio se vio retrasado por una larga y compleja batalla legal sobre su propiedad, se haya convertodo en uno de los restos de tiranosaurio más y mejor estudiados. Y también en el centro de una ardua polémica: ¿se trata realmente de un ejemplar juvenil del temido T.rex o de una especie del todo diferente?No era un T.rex jovenBajo la dirección de Lindsay Zanno y del anatomista James Napoli, los investigadores decidieron llevar a cabo un nuevo y exhaustivo análisis de los fósiles, que hoy se conservan en el Museo de Ciencias Naturales de Carolina del Norte. Y las conclusiones son irrefutables: el tiranosaurio en cuestión no era un ‘jovenzuelo’, sino un individuo somáticamente maduro que, si bien mucho más pequeño que un T. rex adulto, había dejado hacía tiempo de crecer.Para demostrarlo, los científicos utilizaron una técnica similar a la que se emplea con los árboles: el estudio de los anillos de crecimiento. Así como un tronco muestra anualmente líneas concéntricas que se estrechan a medida que el árbol madura, los huesos de los dinosaurios también registran su tasa de crecimiento de forma similar. Y al examinar los huesos del Nanotyrannus el equipo descubrió que esas líneas de crecimiento estaban muy juntas en la parte exterior del hueso. Lo cual indica que la tasa de crecimiento del animal se había ralentizado drásticamente, una señal inequívoca de que había alcanzado la madurez física a la edad de unos 20 años. No era, por tanto, un ejemplar juvenil en plena fase de ‘estirón’.Réplica del fósil ‘Dinosaurios en duelo’ en el Museo de Ciencias Naturales de Carolina del Norte Museo de Ciencias Naturales de Carolina del NortePara reforzar aún más sus conclusiones, Zanno y Nápoli analizaron también una serie de características anatómicas fijas, es decir, rasgos que se establecen muy temprano en el desarrollo de un animal y que no cambian con la edad. Así, los científicos hallaron que Nanotyrannus tiene brazos proporcionalmente más grandes que las diminutas extremidades superiores de un T. rex , lo que sugiere que podrían haber tenido una cierta utilidad en la caza. Además, el ejemplar exhibe un mayor número de dientes en el maxilar superior (14 o 15) que un T.rex, que sólo tenía 11 o 12. Eso, unido al hecho de que el patrón de vértebras de la cola era muy diferente de lo esperado en un joven T. rex y que las estructuras nerviosas del cráneo, esenciales para la percepción y el comportamiento, tampoco encajaban, llevaron a los investigadores a concluir que, definitivamente, se trataba de una especie distinta.«Para que el Nanotyrannus fuera un juvenil de T. rex -explica Napoli-, tendría que desafiar todo lo que sabemos sobre el crecimiento de los vertebrados. No es solo improbable, es imposible». Sería algo parecido a que la cría de un mastín, al crecer, desarrollara la estructura craneal y las patas de un galgo. Algo biológicamente inviable.Un largo debateEl estudio de Nature resulta importante porque revierte la opinión dominante que se había consolidado en los últimos años. El debate sobre el Nanotyrannus se remonta a 1942, con el hallazgo del primer cráneo en Montana, y fue Robert Bakker quien en 1988 le dio el nombre. Sin embargo, en 2020, un estudio publicado en Science Advances, liderado por la paleohistóloga Holly Woodward, examinó otros fósiles que se creía que eran Nanotyrannus, entre ellos el famoso espécimen apodado ‘Jane’.El análisis histológico de ‘Jane’ y de otro fósil similar, ‘Petey’, concluyó que eran individuos de 13 y 15 años respectivamente, y que sus huesos mostraban estructuras típicas de un crecimiento rápido, justo antes del gran ‘estirón’ que los habría convertido en enormes T. rex adultos. Estos hallazgos, hechos en 2020, llevaron a muchos a dar carpetazo al tema, sentenciando que Nanotyrannus no era más que un simple sinónimo de ‘T.rex joven’ y que, por lo tanto, nunca había existido una especie de tiranosaurio enano.Pero la nueva investigación ha dado la vuelta a la tortilla. Al centrarse en un espécimen aún más completo y maduro, como el de los ‘Dinosaurios en Duelo’, Zanno y Nápoli argumentan que el análisis de Woodward simplemente identificó a otros individuos jóvenes que, efectivamente, estaban creciendo, pero que ese crecimiento ya se estaba desacelerando, confirmando la validez taxonómica de una especie que ha sido repetidamente ‘olvidada’ en la literatura científica. Los investigadores incluso identificaron un segundo espécimen, distinto del de los «Dinosaurios en Duelo», al que nombraron Nanotyrannus lethaeus, haciendo referencia al río Lethe de la mitología griega, un guiño a cómo esta especie permaneció oculta y ‘olvidada’ a la vista durante décadas.Una nueva visión del CretácicoLas implicaciones de la confirmación de Nanotyrannus como especie independiente tiene profundas implicaciones que van mucho más allá de un simple cambio en el árbol genealógico de los tiranosáuridos. De hecho, fuerza a la Paleontología a reevaluar decenas de hipótesis que se basaban en la suposición errónea de que los fósiles de Nanotyrannus eran, en realidad, ejemplares juveniles del ‘rey’.Por ejemplo, muchos estudios sobre la partición de nichos ontogenéticos (cómo cambian los hábitos de alimentación y el tipo de presa a medida que un animal crece) del T. rex, deberán ahora ser revisados. La teoría dominante sugería que el T. rex cubría diferentes nichos ecológicos a lo largo de su vida: en su juventud, era un depredador ágil que cazaba presas más pequeñas (el nicho que ahora ocuparía Nanotyrannus), y en la edad adulta, se convertía en un depredador de emboscada, pesado y brutalmente potente, especializado en grandes herbívoros como el Triceratops.Un modelo ecológico que desaparece ahora por completo ya que, durante el millón de años anterior al impacto del asteroide que extinguió a los dinosaurios, La Formación Hell Creek no estaba dominada por una única especie de depredador que cambiaba de rol, sino por dos especies diferentes que compartían el mismo ecosistema. Con sus más de 9 toneladas de peso y su inigualable mordida, Tyrannosaurus rex era un coloso especializado en la caza de grandes presas blindadas y enormes herbívoros. Nanotyrannus lancensis, por su parte, con brazos más largos, una cabeza estrecha y mucho más liviano y esbelto, era, según la profesora Zanno, un cazador «más rápido y ágil» que probablemente se especializaba en presas pequeñas o juveniles, cazando quizás en manadas y manteniendo una intensa competencia por el alimento con sus parientes mayores. Frente al acorazado, representaba a la caballería ligera.MÁS INFORMACIÓN noticia Si Charles Cockell: «El 99% de la Tierra es extrema: vivimos en un planeta inhabitable con una capa muy estrecha apta para la vida» noticia No Escapan varios monos de laboratorio «potencialmente peligrosos»Un buen ejemplo, pues, de la fragilidad de la Paleontología, una ciencia que se construye lentamente roca a roca, hueso a hueso, y en la que una única reidentificación de una especie puede dar al traste con largas décadas de consenso. ¿Cuántas otras especies de dinosaurio están aún esperando a ser descubiertas? ¿Y cómo nos obligarán a reescribir la historia de unas criaturas que dominaron la Tierra durante 160 millones de años, ochenta veces más tiempo de lo que llevamos nosotros? A menudo, un hallazgo inesperado basta para echar por tierra años enteros de investigación. La ciencia es así. Y en este caso, le ha tocado el turno a una de las criaturas más temibles y poderosas de cuantas han pisado la Tierra: el Tyrannosaurus rex . Es muy posible, de hecho, que mucho de lo que sabíamos sobre este imponente depredador prehistórico esté equivocado.La razón es un nuevo estudio sobre uno de los fósiles más conocidos (y dramáticos) de la historia, el de un ejemplar juvenil de T. rex (o por lo menos eso se creía) desenterrado en pleno combate con un Triceratops y a los que la muerte sorprendió en plena contienda. La nueva investigación, sin embargo, revela que el tiranosaurio no era, como se creía, un T. rex adolescente, sino un ejemplar de otra especie, Nanotyrannus lancensis, adulto y totalmente desarrollado.«Este fósil no sólo resuelve el debate. Le da la vuelta a décadas de investigación sobre el T. rex», dice la paleontóloga Lindsay Zanno, de la Universidad Estatal de Carolina del Norte y autora principal de un estudio recién publicado en ‘ Nature ‘.Dos especies diferentesLa cuestión va mucho más allá de un simple cambio de nomenclatura, y tiene profundas implicaciones científicas ya que, durante años, los paleontólogos han estado utilizando (sin saberlo) los fósiles de Nanotyrannus, completos y bien conservados, para modelar el crecimiento y el comportamiento del T. rex. Y ahora, el nuevo estudio revela que todas aquellas investigaciones se basaron en realidad en dos especies del todo diferentes. Lo cual, a su vez significa que varios tipos de tiranosaurio compartieron los mismos ecosistemas en el último millón de años antes del impacto del asteroide que provocó su extinción. En otras palabras, el hallazgo supone que la estructura ecológica completa de los últimos días del Cretácico en Norteamérica necesita una profunda revisión.Los ‘Dinosaurios en duelo’, el ya legendario fósil descubierto en 2006 en la Formación Hell Creek, en Montana, captura una escena que parece sacada de una película: los esqueletos casi completos de un Triceratops y de un tiranosaurio más pequeño, enzarzados en un combate mortal. Las heridas en ambos, incluyendo un diente del tiranosaurio incrustado en el cuello del herbívoro, sugieren una lucha titánica, a muerte, aunque la ciencia aún debate si realmente murieron luchando o si en realidad lo hicieron por separado y sus cadáveres terminaron después siendo arrastrados y sepultados juntos.Los cuerpos están tan excepcionalmente bien conservados que los científicos han logrado encontrar en ellos incluso restos de piel, algo extremadamente raro en fósiles con más de 66 millones de años de antigüedad. Por eso, no resulta extraño que el fósil del carnívoro, cuyo estudio se vio retrasado por una larga y compleja batalla legal sobre su propiedad, se haya convertodo en uno de los restos de tiranosaurio más y mejor estudiados. Y también en el centro de una ardua polémica: ¿se trata realmente de un ejemplar juvenil del temido T.rex o de una especie del todo diferente?No era un T.rex jovenBajo la dirección de Lindsay Zanno y del anatomista James Napoli, los investigadores decidieron llevar a cabo un nuevo y exhaustivo análisis de los fósiles, que hoy se conservan en el Museo de Ciencias Naturales de Carolina del Norte. Y las conclusiones son irrefutables: el tiranosaurio en cuestión no era un ‘jovenzuelo’, sino un individuo somáticamente maduro que, si bien mucho más pequeño que un T. rex adulto, había dejado hacía tiempo de crecer.Para demostrarlo, los científicos utilizaron una técnica similar a la que se emplea con los árboles: el estudio de los anillos de crecimiento. Así como un tronco muestra anualmente líneas concéntricas que se estrechan a medida que el árbol madura, los huesos de los dinosaurios también registran su tasa de crecimiento de forma similar. Y al examinar los huesos del Nanotyrannus el equipo descubrió que esas líneas de crecimiento estaban muy juntas en la parte exterior del hueso. Lo cual indica que la tasa de crecimiento del animal se había ralentizado drásticamente, una señal inequívoca de que había alcanzado la madurez física a la edad de unos 20 años. No era, por tanto, un ejemplar juvenil en plena fase de ‘estirón’.Réplica del fósil ‘Dinosaurios en duelo’ en el Museo de Ciencias Naturales de Carolina del Norte Museo de Ciencias Naturales de Carolina del NortePara reforzar aún más sus conclusiones, Zanno y Nápoli analizaron también una serie de características anatómicas fijas, es decir, rasgos que se establecen muy temprano en el desarrollo de un animal y que no cambian con la edad. Así, los científicos hallaron que Nanotyrannus tiene brazos proporcionalmente más grandes que las diminutas extremidades superiores de un T. rex , lo que sugiere que podrían haber tenido una cierta utilidad en la caza. Además, el ejemplar exhibe un mayor número de dientes en el maxilar superior (14 o 15) que un T.rex, que sólo tenía 11 o 12. Eso, unido al hecho de que el patrón de vértebras de la cola era muy diferente de lo esperado en un joven T. rex y que las estructuras nerviosas del cráneo, esenciales para la percepción y el comportamiento, tampoco encajaban, llevaron a los investigadores a concluir que, definitivamente, se trataba de una especie distinta.«Para que el Nanotyrannus fuera un juvenil de T. rex -explica Napoli-, tendría que desafiar todo lo que sabemos sobre el crecimiento de los vertebrados. No es solo improbable, es imposible». Sería algo parecido a que la cría de un mastín, al crecer, desarrollara la estructura craneal y las patas de un galgo. Algo biológicamente inviable.Un largo debateEl estudio de Nature resulta importante porque revierte la opinión dominante que se había consolidado en los últimos años. El debate sobre el Nanotyrannus se remonta a 1942, con el hallazgo del primer cráneo en Montana, y fue Robert Bakker quien en 1988 le dio el nombre. Sin embargo, en 2020, un estudio publicado en Science Advances, liderado por la paleohistóloga Holly Woodward, examinó otros fósiles que se creía que eran Nanotyrannus, entre ellos el famoso espécimen apodado ‘Jane’.El análisis histológico de ‘Jane’ y de otro fósil similar, ‘Petey’, concluyó que eran individuos de 13 y 15 años respectivamente, y que sus huesos mostraban estructuras típicas de un crecimiento rápido, justo antes del gran ‘estirón’ que los habría convertido en enormes T. rex adultos. Estos hallazgos, hechos en 2020, llevaron a muchos a dar carpetazo al tema, sentenciando que Nanotyrannus no era más que un simple sinónimo de ‘T.rex joven’ y que, por lo tanto, nunca había existido una especie de tiranosaurio enano.Pero la nueva investigación ha dado la vuelta a la tortilla. Al centrarse en un espécimen aún más completo y maduro, como el de los ‘Dinosaurios en Duelo’, Zanno y Nápoli argumentan que el análisis de Woodward simplemente identificó a otros individuos jóvenes que, efectivamente, estaban creciendo, pero que ese crecimiento ya se estaba desacelerando, confirmando la validez taxonómica de una especie que ha sido repetidamente ‘olvidada’ en la literatura científica. Los investigadores incluso identificaron un segundo espécimen, distinto del de los «Dinosaurios en Duelo», al que nombraron Nanotyrannus lethaeus, haciendo referencia al río Lethe de la mitología griega, un guiño a cómo esta especie permaneció oculta y ‘olvidada’ a la vista durante décadas.Una nueva visión del CretácicoLas implicaciones de la confirmación de Nanotyrannus como especie independiente tiene profundas implicaciones que van mucho más allá de un simple cambio en el árbol genealógico de los tiranosáuridos. De hecho, fuerza a la Paleontología a reevaluar decenas de hipótesis que se basaban en la suposición errónea de que los fósiles de Nanotyrannus eran, en realidad, ejemplares juveniles del ‘rey’.Por ejemplo, muchos estudios sobre la partición de nichos ontogenéticos (cómo cambian los hábitos de alimentación y el tipo de presa a medida que un animal crece) del T. rex, deberán ahora ser revisados. La teoría dominante sugería que el T. rex cubría diferentes nichos ecológicos a lo largo de su vida: en su juventud, era un depredador ágil que cazaba presas más pequeñas (el nicho que ahora ocuparía Nanotyrannus), y en la edad adulta, se convertía en un depredador de emboscada, pesado y brutalmente potente, especializado en grandes herbívoros como el Triceratops.Un modelo ecológico que desaparece ahora por completo ya que, durante el millón de años anterior al impacto del asteroide que extinguió a los dinosaurios, La Formación Hell Creek no estaba dominada por una única especie de depredador que cambiaba de rol, sino por dos especies diferentes que compartían el mismo ecosistema. Con sus más de 9 toneladas de peso y su inigualable mordida, Tyrannosaurus rex era un coloso especializado en la caza de grandes presas blindadas y enormes herbívoros. Nanotyrannus lancensis, por su parte, con brazos más largos, una cabeza estrecha y mucho más liviano y esbelto, era, según la profesora Zanno, un cazador «más rápido y ágil» que probablemente se especializaba en presas pequeñas o juveniles, cazando quizás en manadas y manteniendo una intensa competencia por el alimento con sus parientes mayores. Frente al acorazado, representaba a la caballería ligera.MÁS INFORMACIÓN noticia Si Charles Cockell: «El 99% de la Tierra es extrema: vivimos en un planeta inhabitable con una capa muy estrecha apta para la vida» noticia No Escapan varios monos de laboratorio «potencialmente peligrosos»Un buen ejemplo, pues, de la fragilidad de la Paleontología, una ciencia que se construye lentamente roca a roca, hueso a hueso, y en la que una única reidentificación de una especie puede dar al traste con largas décadas de consenso. ¿Cuántas otras especies de dinosaurio están aún esperando a ser descubiertas? ¿Y cómo nos obligarán a reescribir la historia de unas criaturas que dominaron la Tierra durante 160 millones de años, ochenta veces más tiempo de lo que llevamos nosotros?
A menudo, un hallazgo inesperado basta para echar por tierra años enteros de investigación. La ciencia es así. Y en este caso, le ha tocado el turno a una de las criaturas más temibles y poderosas de cuantas han pisado la Tierra: el Tyrannosaurus rex … . Es muy posible, de hecho, que mucho de lo que sabíamos sobre este imponente depredador prehistórico esté equivocado.
La razón es un nuevo estudio sobre uno de los fósiles más conocidos (y dramáticos) de la historia, el de un ejemplar juvenil de T. rex (o por lo menos eso se creía) desenterrado en pleno combate con un Triceratops y a los que la muerte sorprendió en plena contienda. La nueva investigación, sin embargo, revela que el tiranosaurio no era, como se creía, un T. rex adolescente, sino un ejemplar de otra especie, Nanotyrannus lancensis, adulto y totalmente desarrollado.
«Este fósil no sólo resuelve el debate. Le da la vuelta a décadas de investigación sobre el T. rex», dice la paleontóloga Lindsay Zanno, de la Universidad Estatal de Carolina del Norte y autora principal de un estudio recién publicado en ‘Nature‘.
Dos especies diferentes
La cuestión va mucho más allá de un simple cambio de nomenclatura, y tiene profundas implicaciones científicas ya que, durante años, los paleontólogos han estado utilizando (sin saberlo) los fósiles de Nanotyrannus, completos y bien conservados, para modelar el crecimiento y el comportamiento del T. rex. Y ahora, el nuevo estudio revela que todas aquellas investigaciones se basaron en realidad en dos especies del todo diferentes. Lo cual, a su vez significa que varios tipos de tiranosaurio compartieron los mismos ecosistemas en el último millón de años antes del impacto del asteroide que provocó su extinción. En otras palabras, el hallazgo supone que la estructura ecológica completa de los últimos días del Cretácico en Norteamérica necesita una profunda revisión.
Los ‘Dinosaurios en duelo’, el ya legendario fósil descubierto en 2006 en la Formación Hell Creek, en Montana, captura una escena que parece sacada de una película: los esqueletos casi completos de un Triceratops y de un tiranosaurio más pequeño, enzarzados en un combate mortal. Las heridas en ambos, incluyendo un diente del tiranosaurio incrustado en el cuello del herbívoro, sugieren una lucha titánica, a muerte, aunque la ciencia aún debate si realmente murieron luchando o si en realidad lo hicieron por separado y sus cadáveres terminaron después siendo arrastrados y sepultados juntos.
Los cuerpos están tan excepcionalmente bien conservados que los científicos han logrado encontrar en ellos incluso restos de piel, algo extremadamente raro en fósiles con más de 66 millones de años de antigüedad. Por eso, no resulta extraño que el fósil del carnívoro, cuyo estudio se vio retrasado por una larga y compleja batalla legal sobre su propiedad, se haya convertodo en uno de los restos de tiranosaurio más y mejor estudiados. Y también en el centro de una ardua polémica: ¿se trata realmente de un ejemplar juvenil del temido T.rex o de una especie del todo diferente?
No era un T.rex joven
Bajo la dirección de Lindsay Zanno y del anatomista James Napoli, los investigadores decidieron llevar a cabo un nuevo y exhaustivo análisis de los fósiles, que hoy se conservan en el Museo de Ciencias Naturales de Carolina del Norte. Y las conclusiones son irrefutables: el tiranosaurio en cuestión no era un ‘jovenzuelo’, sino un individuo somáticamente maduro que, si bien mucho más pequeño que un T. rex adulto, había dejado hacía tiempo de crecer.
Para demostrarlo, los científicos utilizaron una técnica similar a la que se emplea con los árboles: el estudio de los anillos de crecimiento. Así como un tronco muestra anualmente líneas concéntricas que se estrechan a medida que el árbol madura, los huesos de los dinosaurios también registran su tasa de crecimiento de forma similar. Y al examinar los huesos del Nanotyrannus el equipo descubrió que esas líneas de crecimiento estaban muy juntas en la parte exterior del hueso. Lo cual indica que la tasa de crecimiento del animal se había ralentizado drásticamente, una señal inequívoca de que había alcanzado la madurez física a la edad de unos 20 años. No era, por tanto, un ejemplar juvenil en plena fase de ‘estirón’.
Museo de Ciencias Naturales de Carolina del Norte
Para reforzar aún más sus conclusiones, Zanno y Nápoli analizaron también una serie de características anatómicas fijas, es decir, rasgos que se establecen muy temprano en el desarrollo de un animal y que no cambian con la edad. Así, los científicos hallaron que Nanotyrannus tiene brazos proporcionalmente más grandes que las diminutas extremidades superiores de un T. rex, lo que sugiere que podrían haber tenido una cierta utilidad en la caza. Además, el ejemplar exhibe un mayor número de dientes en el maxilar superior (14 o 15) que un T.rex, que sólo tenía 11 o 12.
Eso, unido al hecho de que el patrón de vértebras de la cola era muy diferente de lo esperado en un joven T. rex y que las estructuras nerviosas del cráneo, esenciales para la percepción y el comportamiento, tampoco encajaban, llevaron a los investigadores a concluir que, definitivamente, se trataba de una especie distinta.
«Para que el Nanotyrannus fuera un juvenil de T. rex -explica Napoli-, tendría que desafiar todo lo que sabemos sobre el crecimiento de los vertebrados. No es solo improbable, es imposible». Sería algo parecido a que la cría de un mastín, al crecer, desarrollara la estructura craneal y las patas de un galgo. Algo biológicamente inviable.
Un largo debate
El estudio de Nature resulta importante porque revierte la opinión dominante que se había consolidado en los últimos años. El debate sobre el Nanotyrannus se remonta a 1942, con el hallazgo del primer cráneo en Montana, y fue Robert Bakker quien en 1988 le dio el nombre. Sin embargo, en 2020, un estudio publicado en Science Advances, liderado por la paleohistóloga Holly Woodward, examinó otros fósiles que se creía que eran Nanotyrannus, entre ellos el famoso espécimen apodado ‘Jane’.
El análisis histológico de ‘Jane’ y de otro fósil similar, ‘Petey’, concluyó que eran individuos de 13 y 15 años respectivamente, y que sus huesos mostraban estructuras típicas de un crecimiento rápido, justo antes del gran ‘estirón’ que los habría convertido en enormes T. rex adultos. Estos hallazgos, hechos en 2020, llevaron a muchos a dar carpetazo al tema, sentenciando que Nanotyrannus no era más que un simple sinónimo de ‘T.rex joven’ y que, por lo tanto, nunca había existido una especie de tiranosaurio enano.
Pero la nueva investigación ha dado la vuelta a la tortilla. Al centrarse en un espécimen aún más completo y maduro, como el de los ‘Dinosaurios en Duelo’, Zanno y Nápoli argumentan que el análisis de Woodward simplemente identificó a otros individuos jóvenes que, efectivamente, estaban creciendo, pero que ese crecimiento ya se estaba desacelerando, confirmando la validez taxonómica de una especie que ha sido repetidamente ‘olvidada’ en la literatura científica. Los investigadores incluso identificaron un segundo espécimen, distinto del de los «Dinosaurios en Duelo», al que nombraron Nanotyrannus lethaeus, haciendo referencia al río Lethe de la mitología griega, un guiño a cómo esta especie permaneció oculta y ‘olvidada’ a la vista durante décadas.
Una nueva visión del Cretácico
Las implicaciones de la confirmación de Nanotyrannus como especie independiente tiene profundas implicaciones que van mucho más allá de un simple cambio en el árbol genealógico de los tiranosáuridos. De hecho, fuerza a la Paleontología a reevaluar decenas de hipótesis que se basaban en la suposición errónea de que los fósiles de Nanotyrannus eran, en realidad, ejemplares juveniles del ‘rey’.
Por ejemplo, muchos estudios sobre la partición de nichos ontogenéticos (cómo cambian los hábitos de alimentación y el tipo de presa a medida que un animal crece) del T. rex, deberán ahora ser revisados. La teoría dominante sugería que el T. rex cubría diferentes nichos ecológicos a lo largo de su vida: en su juventud, era un depredador ágil que cazaba presas más pequeñas (el nicho que ahora ocuparía Nanotyrannus), y en la edad adulta, se convertía en un depredador de emboscada, pesado y brutalmente potente, especializado en grandes herbívoros como el Triceratops.
Un modelo ecológico que desaparece ahora por completo ya que, durante el millón de años anterior al impacto del asteroide que extinguió a los dinosaurios, La Formación Hell Creek no estaba dominada por una única especie de depredador que cambiaba de rol, sino por dos especies diferentes que compartían el mismo ecosistema. Con sus más de 9 toneladas de peso y su inigualable mordida, Tyrannosaurus rex era un coloso especializado en la caza de grandes presas blindadas y enormes herbívoros. Nanotyrannus lancensis, por su parte, con brazos más largos, una cabeza estrecha y mucho más liviano y esbelto, era, según la profesora Zanno, un cazador «más rápido y ágil» que probablemente se especializaba en presas pequeñas o juveniles, cazando quizás en manadas y manteniendo una intensa competencia por el alimento con sus parientes mayores. Frente al acorazado, representaba a la caballería ligera.
Un buen ejemplo, pues, de la fragilidad de la Paleontología, una ciencia que se construye lentamente roca a roca, hueso a hueso, y en la que una única reidentificación de una especie puede dar al traste con largas décadas de consenso. ¿Cuántas otras especies de dinosaurio están aún esperando a ser descubiertas? ¿Y cómo nos obligarán a reescribir la historia de unas criaturas que dominaron la Tierra durante 160 millones de años, ochenta veces más tiempo de lo que llevamos nosotros?
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