El elefante, la espalda de Almeyda

Tras una semana sin noticias significativas, gran logro tras muchas con abundancia de negativas, mañana echa a correr el Sevilla de Matías Almeyda en el césped, que en los despachos andan atornillados a los sillones, unos a consecuencia de su discapacidad, otros porque no dan abasto para solucionar tantos problemas como acucian a la parcela deportiva. El único momento de distracción llegó desde Heliópolis, con Ángel Haro de monologuista, cuando dijo eso de «algo he oído de un elefante en un taburete», refiriéndose a las palabras de Antonio Cordón de que el Sevilla era «un elefante arrodillado». Cuando llegó al Real Betis lo calificó de «gigante dormido», lo que tiene también mérito dada la estrechez del atrezzo circense.Pues Almeyda se echa mañana el elefante a la espalda en la ciudad deportiva, que como en casa no se está en sitio alguno, aunque sea con el aire acondicionado en modo calor. Mucho tendrá que adelgazar el paquidermo para que el argentino pueda aguantar su peso hasta que en agosto empiecen las hostilidades serias. El dietista Cordón anda en ello, pero hacerle perder millones de kilos en un mes endosándoselos a otros es menos factible que verlo volar.El Sevilla necesita deshacerse de lo que nadie quiere, vender lo que se necesitaría que se quedara, comprar en los mercadillos a precio de saldo y aceptar cesiones de lo que les sobra a otros o necesitan revalorizar. Es lo que hay en la tierra quemada a la que ha arrojado al club la piromanía de los actuales gestores, tan diligentes a la hora de ahorrarse el chocolate del loro que representaban los empleados veteranos, como esquivos, en lo que hubiese sido un arranque de decencia, a meterle mano a sus salarios.Mejor hubiera sido llevarse la pretemporada a Lourdes o Fátima e hidratar al elefante con el agua milagrosa que mana por aquellos lugares. Lo mismo regresaba convertido en jirafa, con cuello suficientemente largo para evitar ahogarse, como a punto estuvo la pasada campaña, en la ciénaga del descenso. Hoy por hoy no se puede aspirar a más. Mañana, dependerá de Cordón, de Almeyda y de las rodillas del elefante. Tras una semana sin noticias significativas, gran logro tras muchas con abundancia de negativas, mañana echa a correr el Sevilla de Matías Almeyda en el césped, que en los despachos andan atornillados a los sillones, unos a consecuencia de su discapacidad, otros porque no dan abasto para solucionar tantos problemas como acucian a la parcela deportiva. El único momento de distracción llegó desde Heliópolis, con Ángel Haro de monologuista, cuando dijo eso de «algo he oído de un elefante en un taburete», refiriéndose a las palabras de Antonio Cordón de que el Sevilla era «un elefante arrodillado». Cuando llegó al Real Betis lo calificó de «gigante dormido», lo que tiene también mérito dada la estrechez del atrezzo circense.Pues Almeyda se echa mañana el elefante a la espalda en la ciudad deportiva, que como en casa no se está en sitio alguno, aunque sea con el aire acondicionado en modo calor. Mucho tendrá que adelgazar el paquidermo para que el argentino pueda aguantar su peso hasta que en agosto empiecen las hostilidades serias. El dietista Cordón anda en ello, pero hacerle perder millones de kilos en un mes endosándoselos a otros es menos factible que verlo volar.El Sevilla necesita deshacerse de lo que nadie quiere, vender lo que se necesitaría que se quedara, comprar en los mercadillos a precio de saldo y aceptar cesiones de lo que les sobra a otros o necesitan revalorizar. Es lo que hay en la tierra quemada a la que ha arrojado al club la piromanía de los actuales gestores, tan diligentes a la hora de ahorrarse el chocolate del loro que representaban los empleados veteranos, como esquivos, en lo que hubiese sido un arranque de decencia, a meterle mano a sus salarios.Mejor hubiera sido llevarse la pretemporada a Lourdes o Fátima e hidratar al elefante con el agua milagrosa que mana por aquellos lugares. Lo mismo regresaba convertido en jirafa, con cuello suficientemente largo para evitar ahogarse, como a punto estuvo la pasada campaña, en la ciénaga del descenso. Hoy por hoy no se puede aspirar a más. Mañana, dependerá de Cordón, de Almeyda y de las rodillas del elefante.  

Tras una semana sin noticias significativas, gran logro tras muchas con abundancia de negativas, mañana echa a correr el Sevilla de Matías Almeyda en el césped, que en los despachos andan atornillados a los sillones, unos a consecuencia de su discapacidad, otros porque no dan … abasto para solucionar tantos problemas como acucian a la parcela deportiva. El único momento de distracción llegó desde Heliópolis, con Ángel Haro de monologuista, cuando dijo eso de «algo he oído de un elefante en un taburete», refiriéndose a las palabras de Antonio Cordón de que el Sevilla era «un elefante arrodillado». Cuando llegó al Real Betis lo calificó de «gigante dormido», lo que tiene también mérito dada la estrechez del atrezzo circense.

Pues Almeyda se echa mañana el elefante a la espalda en la ciudad deportiva, que como en casa no se está en sitio alguno, aunque sea con el aire acondicionado en modo calor. Mucho tendrá que adelgazar el paquidermo para que el argentino pueda aguantar su peso hasta que en agosto empiecen las hostilidades serias. El dietista Cordón anda en ello, pero hacerle perder millones de kilos en un mes endosándoselos a otros es menos factible que verlo volar.

El Sevilla necesita deshacerse de lo que nadie quiere, vender lo que se necesitaría que se quedara, comprar en los mercadillos a precio de saldo y aceptar cesiones de lo que les sobra a otros o necesitan revalorizar. Es lo que hay en la tierra quemada a la que ha arrojado al club la piromanía de los actuales gestores, tan diligentes a la hora de ahorrarse el chocolate del loro que representaban los empleados veteranos, como esquivos, en lo que hubiese sido un arranque de decencia, a meterle mano a sus salarios.

Mejor hubiera sido llevarse la pretemporada a Lourdes o Fátima e hidratar al elefante con el agua milagrosa que mana por aquellos lugares. Lo mismo regresaba convertido en jirafa, con cuello suficientemente largo para evitar ahogarse, como a punto estuvo la pasada campaña, en la ciénaga del descenso. Hoy por hoy no se puede aspirar a más. Mañana, dependerá de Cordón, de Almeyda y de las rodillas del elefante.

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