Ya sabíamos que los chimpancés y los humanos somos parientes muy, muy cercanos. Que compartimos con ellos el 99% de nuestro ADN; que ambos procedemos de un ancestro común que vivió hace unos seis millones de años; que nuestra estructura corporal es muy similar; que los dos somos capaces de utilizar diferentes objetos como herramientas para cumplir diferentes tareas ; que podemos transmitir y compartir conocimientos entre grupos y generaciones; que los dos formamos alianzas y vivimos en grupos sociales complejos; que podemos cooperar en un gran número de tareas ; que ambos usamos las mismas expresiones faciales y gestos para expresar sentimientos; que sentimos empatía y establecemos fuertes vínculos afectivos…Es una lista larga, desde luego, pero hasta ahora en ella no se incluía la racionalidad, es decir, la capacidad de formar, evaluar y revisar nuestras creencias basándose en la solidez de las pruebas. Eso era algo exclusivamente ‘nuestro’, el rango distintivo y único de la mente humana, el ‘muro’ que separa a nuestra especie del resto del reino animal.Pero ahora ese muro ha caído. Lo ha dinamitado un estudio recién publicado en ‘ Science ‘ en el que se muestra que los chimpancés son ‘pensadores’ mucho más sofisticados de lo que creíamos.Bajo el inequívoco título de ‘Los chimpancés revisan racionalmente sus creencias’ y dirigidos por Emily Sanford, de la Universidad de California en Berkeley, un extenso grupo internacional de investigadores ha demostrado en su estudio que, igual que los humanos, los chimpancés pueden modificar sus convicciones cuando se les presenta nueva información, una característica clave del pensamiento racional. Y no solo eso, sino que lo hacen de una manera que sigue paso a paso las complejas estrategias de revisión de creencias que se aplican a la lógica humana. «La diferencia entre humanos y chimpancés -asegura Sanford- no es un salto categórico. Es más bien un continuo». Algo que pone en tela de juicio la visión tradicional de nuestra singularidad cognitiva.El experimento de la ‘racionalidad flexible’Para poner a prueba la mente de estos simios, los científicos diseñaron un ingenioso experimento en el Santuario de Chimpancés de la Isla Ngamba, en Uganda. El procedimiento era sencillo, pero con profundas implicaciones.Los animales debían enfrentarse a dos cajas, una de las cuales contenía una recompensa en forma de comida. Al principio, los chimpancés recibieron una pista, una luz parpadeante o un gesto, que sugería qué caja contenía la recompensa. Pero después se les dio otra evidencia, contradictoria y más fuerte, que apuntaba a la otra caja. El resultado fue que muchos de los chimpancés, ante las nuevas pistas, cambiaron la opción que habían elegido al principio. Y, lo más importante, su patrón de elección coincidía con lo que predice un modelo de revisión racional de creencias. Es decir, que no se limitaron a reaccionar el último indicio percibido, sino que sopesaron activamente la credibilidad de ambas piezas de información antes de tomar su decisión.Para los humanos, cambiar de opinión es algo común, pero en el ámbito de la Ciencia Cognitiva, la revisión racional implica un proceso metacognitivo avanzado. No consiste sólo en seguir la última información que se recibe, sino en ponderar el peso de las pruebas para decidir si la nueva información es lo suficientemente fuerte como para anular la creencia anterior.«Los chimpancés -explica Sanford- revisaron sus creencias cuando dispusieron de mejores pruebas. Este tipo de razonamiento flexible es algo que a menudo asociamos a niños de 4 años. Fue emocionante demostrar que los chimpancés también pueden hacer lo mismo».Resultados inequívocosPara garantizar que los hallazgos reflejaban un razonamiento genuino y no un instinto, el equipo de Sanford utilizó modelos computacionales para descartar explicaciones más simples, como el ‘sesgo de primacía’ (favorecer la primera pista) o el ‘sesgo de novedad’ (favorecer la última pista). Los resultados fueron inequívocos: la toma de decisiones de los chimpancés se alineó con las mismas estrategias racionales que seguimos los humanos.Según el estudio, además, y más allá de la zoología, el hallazgo sugiere que comprender cómo los primates revisan sus creencias podría cambiar la forma en que abordamos la educación temprana al entender que «no deberíamos asumir que los niños son pizarras en blanco» cuando entran en el aula. Y también podría servir para mejorar el modelado de la lógica en los sistemas de inteligencia artificial (IA), buscando una IA menos rígida y más adaptable a evidencias cambiantes.El fin de la supremacíaEn resumen, el trabajo de Sanford y sus colegas puede considerarse como ‘la puntilla’ que acaba con la tesis de la supremacía intelectual humana . La siguiente fase de este estudio se hará con niños de entre dos y cuatro años, que se enfrentarán exactamente a las mismas tareas que los chimpancés del presente experimento. «Resulta fascinante -dice la investigadora- diseñar una tarea para chimpancés y luego tratar de adaptarla para un niño pequeño».Más adelante, el estudio se extenderá también a otras especies de monos y simios, lo que permitirá construir un mapa comparativo de las habilidades de razonamiento en todas las ramas evolutivas del orden de los Primates. La lección de Sanford, que ha trabajado en áreas que van desde la empatía canina hasta la cognición numérica en los niños, es clara y contundente: los animales son capaces de mucho más de lo que suponemos.MÁS INFORMACIÓN noticia Si Charles Cockell: «El 99% de la Tierra es extrema: vivimos en un planeta inhabitable con una capa muy estrecha apta para la vida» noticia No Escapan varios monos de laboratorio «potencialmente peligrosos»«Puede que no sepan qué es la ciencia -concluye- pero están navegando por entornos complejos con estrategias inteligentes y adaptativas. Y eso es algo a lo que vale la pena prestar atención». Ya sabíamos que los chimpancés y los humanos somos parientes muy, muy cercanos. Que compartimos con ellos el 99% de nuestro ADN; que ambos procedemos de un ancestro común que vivió hace unos seis millones de años; que nuestra estructura corporal es muy similar; que los dos somos capaces de utilizar diferentes objetos como herramientas para cumplir diferentes tareas ; que podemos transmitir y compartir conocimientos entre grupos y generaciones; que los dos formamos alianzas y vivimos en grupos sociales complejos; que podemos cooperar en un gran número de tareas ; que ambos usamos las mismas expresiones faciales y gestos para expresar sentimientos; que sentimos empatía y establecemos fuertes vínculos afectivos…Es una lista larga, desde luego, pero hasta ahora en ella no se incluía la racionalidad, es decir, la capacidad de formar, evaluar y revisar nuestras creencias basándose en la solidez de las pruebas. Eso era algo exclusivamente ‘nuestro’, el rango distintivo y único de la mente humana, el ‘muro’ que separa a nuestra especie del resto del reino animal.Pero ahora ese muro ha caído. Lo ha dinamitado un estudio recién publicado en ‘ Science ‘ en el que se muestra que los chimpancés son ‘pensadores’ mucho más sofisticados de lo que creíamos.Bajo el inequívoco título de ‘Los chimpancés revisan racionalmente sus creencias’ y dirigidos por Emily Sanford, de la Universidad de California en Berkeley, un extenso grupo internacional de investigadores ha demostrado en su estudio que, igual que los humanos, los chimpancés pueden modificar sus convicciones cuando se les presenta nueva información, una característica clave del pensamiento racional. Y no solo eso, sino que lo hacen de una manera que sigue paso a paso las complejas estrategias de revisión de creencias que se aplican a la lógica humana. «La diferencia entre humanos y chimpancés -asegura Sanford- no es un salto categórico. Es más bien un continuo». Algo que pone en tela de juicio la visión tradicional de nuestra singularidad cognitiva.El experimento de la ‘racionalidad flexible’Para poner a prueba la mente de estos simios, los científicos diseñaron un ingenioso experimento en el Santuario de Chimpancés de la Isla Ngamba, en Uganda. El procedimiento era sencillo, pero con profundas implicaciones.Los animales debían enfrentarse a dos cajas, una de las cuales contenía una recompensa en forma de comida. Al principio, los chimpancés recibieron una pista, una luz parpadeante o un gesto, que sugería qué caja contenía la recompensa. Pero después se les dio otra evidencia, contradictoria y más fuerte, que apuntaba a la otra caja. El resultado fue que muchos de los chimpancés, ante las nuevas pistas, cambiaron la opción que habían elegido al principio. Y, lo más importante, su patrón de elección coincidía con lo que predice un modelo de revisión racional de creencias. Es decir, que no se limitaron a reaccionar el último indicio percibido, sino que sopesaron activamente la credibilidad de ambas piezas de información antes de tomar su decisión.Para los humanos, cambiar de opinión es algo común, pero en el ámbito de la Ciencia Cognitiva, la revisión racional implica un proceso metacognitivo avanzado. No consiste sólo en seguir la última información que se recibe, sino en ponderar el peso de las pruebas para decidir si la nueva información es lo suficientemente fuerte como para anular la creencia anterior.«Los chimpancés -explica Sanford- revisaron sus creencias cuando dispusieron de mejores pruebas. Este tipo de razonamiento flexible es algo que a menudo asociamos a niños de 4 años. Fue emocionante demostrar que los chimpancés también pueden hacer lo mismo».Resultados inequívocosPara garantizar que los hallazgos reflejaban un razonamiento genuino y no un instinto, el equipo de Sanford utilizó modelos computacionales para descartar explicaciones más simples, como el ‘sesgo de primacía’ (favorecer la primera pista) o el ‘sesgo de novedad’ (favorecer la última pista). Los resultados fueron inequívocos: la toma de decisiones de los chimpancés se alineó con las mismas estrategias racionales que seguimos los humanos.Según el estudio, además, y más allá de la zoología, el hallazgo sugiere que comprender cómo los primates revisan sus creencias podría cambiar la forma en que abordamos la educación temprana al entender que «no deberíamos asumir que los niños son pizarras en blanco» cuando entran en el aula. Y también podría servir para mejorar el modelado de la lógica en los sistemas de inteligencia artificial (IA), buscando una IA menos rígida y más adaptable a evidencias cambiantes.El fin de la supremacíaEn resumen, el trabajo de Sanford y sus colegas puede considerarse como ‘la puntilla’ que acaba con la tesis de la supremacía intelectual humana . La siguiente fase de este estudio se hará con niños de entre dos y cuatro años, que se enfrentarán exactamente a las mismas tareas que los chimpancés del presente experimento. «Resulta fascinante -dice la investigadora- diseñar una tarea para chimpancés y luego tratar de adaptarla para un niño pequeño».Más adelante, el estudio se extenderá también a otras especies de monos y simios, lo que permitirá construir un mapa comparativo de las habilidades de razonamiento en todas las ramas evolutivas del orden de los Primates. La lección de Sanford, que ha trabajado en áreas que van desde la empatía canina hasta la cognición numérica en los niños, es clara y contundente: los animales son capaces de mucho más de lo que suponemos.MÁS INFORMACIÓN noticia Si Charles Cockell: «El 99% de la Tierra es extrema: vivimos en un planeta inhabitable con una capa muy estrecha apta para la vida» noticia No Escapan varios monos de laboratorio «potencialmente peligrosos»«Puede que no sepan qué es la ciencia -concluye- pero están navegando por entornos complejos con estrategias inteligentes y adaptativas. Y eso es algo a lo que vale la pena prestar atención».
Ya sabíamos que los chimpancés y los humanos somos parientes muy, muy cercanos. Que compartimos con ellos el 99% de nuestro ADN; que ambos procedemos de un ancestro común que vivió hace unos seis millones de años; que nuestra estructura corporal es muy similar; … que los dos somos capaces de utilizar diferentes objetos como herramientas para cumplir diferentes tareas; que podemos transmitir y compartir conocimientos entre grupos y generaciones; que los dos formamos alianzas y vivimos en grupos sociales complejos; que podemos cooperar en un gran número de tareas; que ambos usamos las mismas expresiones faciales y gestos para expresar sentimientos; que sentimos empatía y establecemos fuertes vínculos afectivos…
Es una lista larga, desde luego, pero hasta ahora en ella no se incluía la racionalidad, es decir, la capacidad de formar, evaluar y revisar nuestras creencias basándose en la solidez de las pruebas. Eso era algo exclusivamente ‘nuestro’, el rango distintivo y único de la mente humana, el ‘muro’ que separa a nuestra especie del resto del reino animal.
Pero ahora ese muro ha caído. Lo ha dinamitado un estudio recién publicado en ‘Science‘ en el que se muestra que los chimpancés son ‘pensadores’ mucho más sofisticados de lo que creíamos.
Bajo el inequívoco título de ‘Los chimpancés revisan racionalmente sus creencias’ y dirigidos por Emily Sanford, de la Universidad de California en Berkeley, un extenso grupo internacional de investigadores ha demostrado en su estudio que, igual que los humanos, los chimpancés pueden modificar sus convicciones cuando se les presenta nueva información, una característica clave del pensamiento racional. Y no solo eso, sino que lo hacen de una manera que sigue paso a paso las complejas estrategias de revisión de creencias que se aplican a la lógica humana. «La diferencia entre humanos y chimpancés -asegura Sanford- no es un salto categórico. Es más bien un continuo». Algo que pone en tela de juicio la visión tradicional de nuestra singularidad cognitiva.
El experimento de la ‘racionalidad flexible’
Para poner a prueba la mente de estos simios, los científicos diseñaron un ingenioso experimento en el Santuario de Chimpancés de la Isla Ngamba, en Uganda. El procedimiento era sencillo, pero con profundas implicaciones.
Los animales debían enfrentarse a dos cajas, una de las cuales contenía una recompensa en forma de comida. Al principio, los chimpancés recibieron una pista, una luz parpadeante o un gesto, que sugería qué caja contenía la recompensa. Pero después se les dio otra evidencia, contradictoria y más fuerte, que apuntaba a la otra caja. El resultado fue que muchos de los chimpancés, ante las nuevas pistas, cambiaron la opción que habían elegido al principio. Y, lo más importante, su patrón de elección coincidía con lo que predice un modelo de revisión racional de creencias. Es decir, que no se limitaron a reaccionar el último indicio percibido, sino que sopesaron activamente la credibilidad de ambas piezas de información antes de tomar su decisión.
Para los humanos, cambiar de opinión es algo común, pero en el ámbito de la Ciencia Cognitiva, la revisión racional implica un proceso metacognitivo avanzado. No consiste sólo en seguir la última información que se recibe, sino en ponderar el peso de las pruebas para decidir si la nueva información es lo suficientemente fuerte como para anular la creencia anterior.
«Los chimpancés -explica Sanford- revisaron sus creencias cuando dispusieron de mejores pruebas. Este tipo de razonamiento flexible es algo que a menudo asociamos a niños de 4 años. Fue emocionante demostrar que los chimpancés también pueden hacer lo mismo».
Resultados inequívocos
Para garantizar que los hallazgos reflejaban un razonamiento genuino y no un instinto, el equipo de Sanford utilizó modelos computacionales para descartar explicaciones más simples, como el ‘sesgo de primacía’ (favorecer la primera pista) o el ‘sesgo de novedad’ (favorecer la última pista). Los resultados fueron inequívocos: la toma de decisiones de los chimpancés se alineó con las mismas estrategias racionales que seguimos los humanos.
Según el estudio, además, y más allá de la zoología, el hallazgo sugiere que comprender cómo los primates revisan sus creencias podría cambiar la forma en que abordamos la educación temprana al entender que «no deberíamos asumir que los niños son pizarras en blanco» cuando entran en el aula. Y también podría servir para mejorar el modelado de la lógica en los sistemas de inteligencia artificial (IA), buscando una IA menos rígida y más adaptable a evidencias cambiantes.
El fin de la supremacía
En resumen, el trabajo de Sanford y sus colegas puede considerarse como ‘la puntilla’ que acaba con la tesis de la supremacía intelectual humana. La siguiente fase de este estudio se hará con niños de entre dos y cuatro años, que se enfrentarán exactamente a las mismas tareas que los chimpancés del presente experimento. «Resulta fascinante -dice la investigadora- diseñar una tarea para chimpancés y luego tratar de adaptarla para un niño pequeño».
Más adelante, el estudio se extenderá también a otras especies de monos y simios, lo que permitirá construir un mapa comparativo de las habilidades de razonamiento en todas las ramas evolutivas del orden de los Primates. La lección de Sanford, que ha trabajado en áreas que van desde la empatía canina hasta la cognición numérica en los niños, es clara y contundente: los animales son capaces de mucho más de lo que suponemos.
«Puede que no sepan qué es la ciencia -concluye- pero están navegando por entornos complejos con estrategias inteligentes y adaptativas. Y eso es algo a lo que vale la pena prestar atención».
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