El golpe de mano del Santander contra el BBVA y cómo reconfigura el mapa bancario en España

Todos contra el BBVA. Tras casi 14 meses de opa, el Banco Sabadell ha ido ganando adeptos a su causa, la de luchar contra la opa hostil lanzada por el banco que preside Carlos Torres. Se ha ganado al Gobierno, que desde el principio no vio con buenos ojos la operación, a la empresa catalana, a asociaciones de consumidores, sindicatos e, incluso, el silencio o la complicidad de todos los partidos políticos. Lo que no contaba hasta ahora era con un aliado entre su propia competencia.

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 El banco de Ana Botín mete en aprietos al de Carlos Torres para que triunfe la opa al Sabadell y reactiva las tensiones entre las dos entidades  

Todos contra el BBVA. Tras casi 14 meses de opa, el Banco Sabadell ha ido ganando adeptos a su causa, la de luchar contra la opa hostil lanzada por el banco que preside Carlos Torres. Se ha ganado al Gobierno, que desde el principio no vio con buenos ojos la operación, a la empresa catalana, a asociaciones de consumidores, sindicatos e, incluso, el silencio o la complicidad de todos los partidos políticos. Lo que no contaba hasta ahora era con un aliado entre su propia competencia.

El Santander se alzó como ganador el pasado martes en una apretada puja con Barclays y se hizo con la filial británica del Sabadell, TSB. Pagará 3.100 millones tras haber elevado la oferta en el mismo día que el consejo de administración del Sabadell decidía a quién le vendía este banco. Con ese dinero, el banco catalán ha lanzado el gran torpedo en la línea de flotación de la opa del BBVA, un macrodividendo de 2.500 millones de euros. Sin embargo, cabe preguntarse qué incentivos tiene el banco que pilota Ana Botín para meterse en medio de la guerra entre estas dos entidades. Y por qué le entrega un sustancioso talón a un banco, el Sabadell, con el que también compite todos los días en España, fundamentalmente en pymes y en regiones como Cataluña o la Comunidad Valenciana.

Por un lado, están las razones obvias: reforzar su enseña en Reino Unido. Tras haber descartado su venta a principios de año, el Santander tenía que mover ficha allí. De un lado, sufría al haber sido sancionado por la financiación en la venta de automóviles, que le llevó a provisionar 350 millones. Por el otro lado, en un mercado competido y maduro en banca, la rentabilidad de esta filial, del 9,5% a 31 de marzo, aún estaba bien por debajo de la media del grupo, en el 15,8%.

Con la compra de TSB, la filial del Santander en Reino Unido —que lideró la propia Ana Botín antes de ascender a la presidencia del grupo— se convertirá en el tercer mayor banco de ese país. También conseguirá beneficiarse de 400 millones de libras en sinergias (unos 470 millones de euros) y llevará la rentabilidad sobre capital tangible (ROTE, en la jerga) al 16% para 2028. Asumirá una potente cartera hipotecaria (de 35.000 millones de libras, 40.000 millones de euros) y otro tanto en depósitos. Esto se enmarca en un plan, que ya había anunciado, de reducir la red de oficinas en ese país y recortes en la plantilla.

Más allá del paso de gigante en Reino Unido, la operación ha provocado un terremoto en España. Quizás sin pretenderlo, el Santander ha puesto aún más cuesta arriba la gran operación en la que se encuentra inmerso su eterno rival. Tras la intervención del Gobierno —que ha condicionado la opa al Sabadell a que en tres años, ampliable por dos más, mantenga al Sabadell como entidad independiente, sin despidos ni cierres de oficinas— y el pago del macrodividendo por los catalanes a quienes no vayan a la opa, el BBVA está condenado a rascarse más el bolsillo, y al menos introducir un componente en efectivo en la oferta.

Muchos describen el golpe de Botín ahora como una jugada maestra. Si el BBVA termina comprando y fusionando el Sabadell, le desplazará como segundo banco en España, solo por detrás de CaixaBank. La toma de TSB puede leerse en realidad como un movimiento defensivo en España.

Otras fuentes, sin embargo, opinan que el Santander es el mayor interesado en que salga la operación. Es habitual que cuando se ejecuta una operación de este tipo se produzcan las conocidas como sinergias negativas; es decir, pérdidas de negocio por la transición de un banco a otro. “Es crucial que las integraciones se ejecuten muy rápido, para minimizar estos efectos”, señala un directivo que lideró en el pasado transacciones similares.

El Gobierno, sin embargo, ha marcado un ritmo más lento. Durante los tres años que el Sabadell deba mantenerse independiente, el BBVA corre el riesgo de ver cómo se devalúa el negocio sin poder hacer mucho. Se antoja complicado pensar que los trabajadores de oficinas del Sabadell, por ejemplo, encuentren muchas motivaciones para seguir políticas agresivas de captación de clientes. Es lo que el consejero delegado del Santander, Héctor Grisi, resumió en una presentación de resultados con un refrán: “A río revuelto, ganancia de pescadores”.

Por el otro lado, el hecho de que el BBVA se vea finalmente obligado a mejorar la oferta, así como las menores sinergias impuestas por el Gobierno, tendrán un impacto en su capital. Un informe de Barclays, por ejemplo, afirma que una mejora de la puja para igualar el dividendo del Sabadell le dejaría al borde de caer por debajo del 12% de la ratio CET 1 fully loaded (el de mayor calidad), cuando su objetivo está en situar esa cifra por encima de un horquilla de entre el 11,5% y el 12%. Es decir, si bien todos los bancos han destacado en los últimos tiempos por generar mucho capital, el consumo de este con la operación sería tan elevado que dificultaría al BBVA dedicar efectivos a competir con el Santander, por ejemplo, en crédito o lanzar agresivas ofertas comerciales.

En este escenario, el Santander ganaría en todos los casos. Si la opa no sale, porque metería al BBVA en una situación de elevada debilidad interna. Y si sale, la operación se ha puesto tan complicada, tanto para su eterno rival como para un Sabadell bajo su batuta, que serviría al Santander en bandeja un buen puñado de clientes. El intento del BBVA de convertirse en el segundo banco en España quedaría en entredicho.

El movimiento, de cualquier modo, resonó a otra era. Hubo una época, a finales de los años 90, en la que el Santander y el BBVA valían prácticamente lo mismo en Bolsa. Ambos daban por finalizada la era de las fusiones en España. El primero se había hecho con Banesto y el Central Hispano. El segundo había unido el Banco Bilbao, el Vizcaya y Argentaria. La digestión y la posterior expansión internacional han marcado la diferencia. Ahora el Santander vale unos 30.000 millones más en Bolsa que su principal competidor en España.

Las fuentes consultadas indican que ya desde entonces la relación entre ambos bancos ha sido tensa, de fuerte rivalidad. Es un secreto a voces en el sector bancario la mala relación que enfrentaba a Emilio Botín con Emilio Ybarra primero, pero fundamentalmente con Francisco González. Han sido dos banqueros, de hecho, antagónicos. Tanto Botín padre como hija se han caracterizado por movimientos audaces, rápidos y sorprendentes, como la adquisición de Banesto en los 90 (que el entonces Banco Bilbao también intentó comprar) o la toma del Popular muchos años después en su resolución (que también ofrecieron al BBVA). Miraban a los vascos, según describen, con una cierta complacencia. “Con Ana Botín y Carlos Torres ya es diferente, son de otra generación”, señalan estas fuentes. La competencia visceral es, sin embargo, la misma.

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