El miedo a Rusia lleva a Londres a su mayor rearme desde 1980

El Gobierno británico presenta su ‘Revisión de la Defensa Estratégica’, la mayor transformación e inversión militar del país en casi cinco décadas Leer El Gobierno británico presenta su ‘Revisión de la Defensa Estratégica’, la mayor transformación e inversión militar del país en casi cinco décadas Leer  

Unos 2.500 años después de que el historiador romano Publio Flavio Vegetio Renato escribiera «el que quiera paz que se prepare para la guerra», el primer ministro británico, el laborista (socialdemócrata) Keir Starmer ha modernizado la frase con un muy tecnocrático «creo que la mejor forma de disuadir de un conflicto es prepararse para él». Starmer no solo andaba en busca de retórica. Sus palabras fueron pronunciadas en un astillero en la ciudad escocesa de Glasgow en el que anunció la mayor transformación e inversión militar del Reino Unido desde hace cuatro décadas y media, cuando la conservadora Margaret Thatcher llegó al cargo de primer ministro.

Con ese discurso, el jefe del Gobierno británico señala su apoyo total y absoluto a todas las propuestas incluidas en la Revisión de la Defensa Estratégica, un documento de personalidades independientes encargado por el Ministerio de Defensa que será publicado esta tarde y en el que se detallan esas reformas. El mayor problema es cómo se va a pagar ese rearme, especialmente dado el escaso margen de maniobra presupuestario del Reino Unido.

Las cifras anunciadas por Starmer son enormes. Igual que la magnitud de los nuevos proyectos y la ambición transformadora de la defensa británica. Todo ello por un solo país: Rusia. Pero, también, por el temor de lo que vaya a hacer el que Starmer calificó «el mayor aliado del Reino Unido en defensa: Estados Unidos«. El secretario de Defensa, John Healey, ha calificado el plan como «un mensaje a Rusia». Pero también lo es, indirectamente, a EEUU. Y, asimismo, a la UE. Porque el mensaje de Londres es obvio: si Europa quiere tener un sistema de Defensa, deberá contar con el Reino Unido.

El objetivo de independencia parece claro en la cuestión nuclear. En la actualidad, el tan cacareado arsenal nuclear británico es, en realidad, un sistema defensivo en gran medida alquilado a Estados Unidos que, además, mantiene el derecho de voto en el caso de que Londres decida usar sus armas atómicas, algo que, además, la doctrina militar británica establece que solo hará en el contexto de la OTAN. Así que el plan de Starmer prevé una inversión de 15.000 millones de libras (18.000 millones de euros) para desarrollar una industria nacional que fabrique esos artefactos. Por el momento, no está claro cómo afectaría esa decisión a las dos empresas estadounidenses – Lockheed Martin y KBR, esta última presidida a finales de los 90 por el futuro vicepresidente Dick Cheney – que participan en la producción de esos ingenios.

Otro elemento importante es la fabricación por el Reino Unido de 12 submarinos nucleares de ataque, por un coste de 15.000 millones de euros, que reemplazarán a los siete que tiene la Armada británica. No está claro si esos submarinos serán del mismo tipo que los que el Reino Unido fabrique para Australia dentro del Aukus, el pacto de defensa tripartito entre esos dos países y EEUU. Los submarinos de ataque protegen a los grandes submarinos -de los que Reino Unido tiene cuatro- con misiles balísticos intercontinentales.

Además, el Gobierno de Starmer quiere construir seis nuevas fábricas de producción de armas, que generarían 1.000 empleos con el objetivo de tener miles de sistemas reparados, además de la capacidad industrial necesaria para incrementar los stocks de armamento. Entre las cifras que se barajan están 7.000 misiles crucero Storm Shadow, que se han revelado extraordinariamente eficaces en Ucrania. Finalmente, la propuesta contiene una transformación profunda de las tres armas de las Fuerzas Armadas, basada en la integración de drones aéreos y navales, que funcionen con inteligencia artificial (IA) autónoma y que presten ayuda a las naves y vehículos tripulados, en una integración que, por el momento, solo EEUU está llevando a cabo en Occidente.

Y con una promesa para sus ciudadanos -y votantes- con los que Starmer tiene una popularidad bajo mínimos pese a haber ganado las elecciones hace apenas 11 meses: esto les va a beneficiar, no solo desde el punto de vista de la seguridad, sino también del de la economía. El dividendo de la paz que, tal y como el propio primer ministro, muchos países (entre ellos el Reino Unido) disfrutaron tras el final de la Guerra Fría, al permitirles liberar recursos antes destinados a Defensa.

Pero no hay nada que temer. O al menos eso proclamó Starmer. «A medida que gastamos más en Defensa, habrá un mayor dividendo de la Defensa», generado por la generación de empleos y el desarrollo tecnológico que desatará la nueva política. En otras palabras: habrá cañones y mantequilla. La cuadratura del círculo. Aunque el votante no ve esa geometría de Starmer. A pocos kilómetros del astillero en el que Starmer dio el discurso, en la circunscripción de Hamilton, Larkhall y Stonehouse, se celebran el miércoles unas elecciones adelantadas al Parlamento de Escocia en las que lo único claro es que el ultraderechista Partido de la Reforma va a avanzar en intención de voto. Preguntado acerca de si iba a visitar la circunscripción, Starmer dejó claro que ésa no es su intención, y se limitó a decir que el líder de Reforma, Nigel Farage, ofrece todo a todos los votantes, sin decir cómo lo va a pagar.

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