La arraigada aversión cultural local de vivir en esos lugares espanta a la mayoría de compradores Leer La arraigada aversión cultural local de vivir en esos lugares espanta a la mayoría de compradores Leer
Un hombre se suicida cortándose el cuello después de asesinar a su mujer y apuñalar a sus dos hijos; una mujer de 43 años aparece ahorcada en el baño de su apartamento; una mujer salta desde un balcón con su bebé en brazos; un treintañero se ahorca con una toalla en su dormitorio; una mujer de 28 años es asesinada por su pareja; un niño de cinco años muere al caer desde la ventana de su casa.
Todos estos sucesos tienen en común tres cosas. Sucedieron en Hong Kong. Han sido reportados en una web sobre «apartamentos embrujados» que recoge crímenes y suicidios ocurridos en pisos de la ex colonia británica entre 2006 y 2021. Todas las viviendas fueron compradas después de aquellos sucesos por una misma persona.
Esta es la historia de Wu Guanliu, un peculiar especulador inmobiliario que lleva más de 20 años aprovechándose del miedo que los supersticiosos propietarios hongkoneses tienen a los fantasmas, a los espíritus que han tenido una muerte violenta y que no pueden cruzar hacia la luz. Wu (73 años) adquiere estas casas que nadie quiere con un 30% y un 50% de descuento sobre el precio de mercado. Al cabo de un tiempo, las vende mucho más caras.
«Conozco el caso reciente de un hijo que, cuando heredó el piso de sus padres, ambos muertos mientras dormían por intoxicación por monóxido de carbono, contactó directamente con este señor para que le comprara la propiedad», cuenta un agente inmobiliario mientras señala varios «apartamentos malditos» que ha comprado Wu en una de las zonas comerciales más concurridas.
En el fastuoso mercado inmobiliario de Hong Kong, el centro financiero que ostenta el récord de tener el precio del metro cuadrado más caro del mundo, hay una excepción en los conocidos como hongza, pisos a la venta muy baratos porque allí hubo alguna muerte de forma no natural (por asesinato, suicidio o accidente).
La arraigada aversión cultural local de vivir en esos lugares espanta a la mayoría de compradores. Pero Wu ha adquirido más de 200 inmuebles con estas características desde 1993. Uno de sus negocios más fructíferos lo hizo en 2010, cuando pagó un millón de dólares hongkoneses (121.000 euros) por un piso en el que un hombre se había quemado a lo bonzo y una mujer se había ahorcado. Ocho años después, vendió esa vivienda por casi cinco millones más.
Wu explica que sus principales clientes son expatriados de países de Occidente y trabajadores migrantes de otras partes de Asia que no están influenciados por las supersticiones chinas. En Hong Kong, a diferencia de China continental, no existe ninguna obligación legal por la que el propietario de la vivienda tenga que revelar a potenciales compradores cualquier muerte que haya ocurrido en el inmueble.
Pero si no son los vecinos los que dan la voz de alarma porque no quieren que nadie despierte a los «fantasmas» y que estos descarguen su furia por todo el edificio, son las entidades bancarias las que revelan la noticia del suceso porque son reacias a dar hipotecas para este tipo de propiedades.
«Una vez tuve que convencer a un banco de que concediera una hipoteca a unos compradores demostrando con documentos que el antiguo propietario había muerto en el hospital y no por un accidente en la casa». Palabra del hombre al que hace tiempo los medios locales bautizaron como el «rey de los pisos embrujados».
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