Un correo electrónico llegó a varias administraciones nacionales y autonómicas el pasado lunes 28 de octubre a las 7.23. Era una notificación del sistema europeo de alerta de inundaciones (EFAS, por sus siglas en inglés) que advertía de que las lluvias previstas en la provincia de Valencia podían desbordar ríos como el Turia, el Magro o la rambla del Poyo en menos de 48 horas.
Pinche aquí para ver a pantalla completa.»>Pinche aquí para ver a pantalla completa.»> El servicio científico de la Comisión Europea gestiona la mejor herramienta internacional para predecir crecidas, pero a menudo se topa con la falta datos fiables para cauces pequeños como la rambla del Poyo
Un correo electrónico llegó a varias administraciones nacionales y autonómicas el pasado lunes 28 de octubre a las 7.23. Era una notificación del sistema europeo de alerta de inundaciones (EFAS, por sus siglas en inglés) que advertía de que las lluvias previstas en la provincia de Valencia podían desbordar ríos como el Turia, el Magro o la rambla del Poyo en menos de 48 horas.
Ese aviso no implica acciones inmediatas ni alertar a la población. Como se ve en el correo original más abajo, obtenido por EL PAÍS a través de la Ley de Transparencia europea, incluye los datos básicos de la predicción y un enlace al sistema de alertas. El mensaje advertía sobre la posibilidad de un suceso anómalo, aunque menos grave de lo que finalmente ocurrió: indicaba que en la zona de Valencia había un 17% de probabilidad de una riada con un periodo de retorno de 20 años (simplificando, un evento que ocurre aproximadamente cada 20 años), según el modelo estadístico utilizado por EFAS.
El correo se remitió a la Confederación Hidrográfica del Júcar, al Ministerio de Transición Ecológica, al del Interior, a la UME y a la Agencia Valenciana de Seguridad y Respuesta a las Emergencias (este último organismo puede conectarse al sistema desde el pasado enero, pero no lo hace por no estar incorporado en sus protocolos, señala un portavoz).
Era la cuarta notificación en tres días sobre la zona del Júcar y del Turia, y el EFAS mandaría otra unas horas más tarde. En la semana previa al 29 de octubre, mandó correos similares también a los gestores de las cuencas del Segura, del Guadalquivir y del Guadiana.
El siguiente mapa es una captura de lo que los técnicos podían ver en el portal de EFAS tras el correo del día 28. Esa información en tiempo real solo es accesible para ellos, pero pasados 30 días se abre para todo el mundo. Es un mapa dinámico, con decenas de filtros, una herramienta que ni ofrece certezas ni se puede interpretar sin conocimientos especializados, confirman todos los expertos consultados.
Los triángulos y cuadrados señalaban puntos donde se preveían crecidas de los cauces en las siguientes 48 horas, con tres niveles de colores, de menos a más grave: amarillo, rojo y violeta.
El color violeta indica un mayor peligro de que las inundaciones sean realmente extraordinarias. Con el rojo se anticipan crecidas de las que ocurren cada cinco años; con el amarillo, las de cada dos. Lo peor de la dana se preveía al norte de la ciudad de Valencia, en el río Mijares, que desemboca en Sagunto.
La tarde del lunes 28 de octubre EFAS actualizó la predicción y amplió la magnitud del fenómeno previsto. El mapa mostraba entonces que al sur de Valencia y en la rambla del Poyo se esperaban desbordamientos fuera de lo común, crecidas de las que ocurren una vez cada 20 años. Aun así, las del martes 29 de octubre fueron mucho más brutales.
¿Una señal de alarma?
EFAS avisó de que era recomendable seguir de cerca los cauces de agua de la Comunidad Valenciana, pero se quedó muy corto al prever la magnitud de las riadas, según coinciden los datos analizados y los expertos, académicos y analistas hidrológicos consultados. Además, no logró precisar el lugar donde la dana descargaría su mayor fuerza, situándola 70 kilómetros al norte de donde se registraron las precipitaciones récord: su pronóstico más peligroso apuntaba al sur de la provincia de Castellón, con probabilidades de desbordamiento inusual muy significativas en ríos como el Palancia (38%) y el barranco de la Maimona (63%).
La siguiente tabla recoge las probabilidades de riadas que los modelos del EFAS anticipaban para el sur de Valencia antes de la dana y evidencia las limitaciones de este sistema: sirve como una herramienta de alerta temprana, pero su precisión a la hora de predecir la gravedad de las inundaciones, especialmente en cuencas pequeñas, es limitada. Para la rambla del Poyo, la probabilidad de una riada histórica (de cada 20 años) se calculaba en un 13% y en Sot de Chera, el pronóstico de desbordamiento era del 20%. En su punto de medición en Riba-roja, el Poyo duplicó su caudal previsto para una riada de una en 500 años.
En EFAS son conscientes de que las previsiones para barrancos tan pequeños como el Poyo, que normalmente no llevan agua, son extremadamente complicadas. Así lo resume a este periódico Pedro Arévalo, ingeniero de caminos y consultor en riesgo de inundación: “La escala espacio-temporal a la que trabaja [EFAS] abarca toda Europa, con una resolución que impone limitaciones a la calibración de los modelos y a la representación del comportamiento hidrológico, especialmente en cuencas medianas o pequeñas asociadas a fenómenos convectivos”.
¿A pesar de la imprecisión, eran los datos del Poyo o del Turia una señal de alarma, que debe poner sobre aviso a una región conocida por sus avenidas de agua? Félix Francés, catedrático de Ingeniería Hidráulica en la Universidad Politécnica de Valencia, cree que sí: “Desde luego que me hubiera sonado una alarma, ya que te está diciendo que puede ocurrir un evento de magnitud significativa, con parte de la predicción que supera los 20 años de período de retorno. Lo que no predijo, al menos con esta antelación de 48 horas, es la magnitud de lo que realmente ocurrió y el momento”. Coincide Marc Berenguer, del Centro de Investigación Aplicada en Hidrometeorología de la Universitat Politècnica de Catalunya: “Siempre es difícil decir qué tendría que haberse hecho, pero sí que las previsiones disponibles muestran una señal fuerte en la zona desde varios días antes”.
La notificación que llegó a las administraciones españolas el lunes 28 por la mañana recogía que en la provincia de Valencia, a partir del martes 29 a mediodía, la probabilidad de recibir riadas con un retorno de 20 años era del 17%, y con un retorno de 5 años, del 39%. Conviene recordar que esta información no obliga a seguir ningún protocolo al no provenir de un servicio meteorológico como la AEMET, sino que simplemente invita a hacer un seguimiento de la situación. La Confederación del Júcar asegura a este periódico que se hizo exactamente eso, “seguimiento y monitorización del posible episodio”.
El EFAS envía notificaciones cuando la previsión de inundación en una zona es significativa. Según el análisis de EL PAÍS de los datos públicos de este sistema, envía a países europeos entre 2.000 y 3.000 notificaciones por año. España ha recibido notificaciones por 1.300 episodios entre 2019 y noviembre de 2024.
Hay tres tipos de avisos: los más valorados son los denominados formales, porque permiten prepararse (se lanzan con un riesgo significativo de inundación de un río concreto y con más de dos días de antelación). Cuando no cumplen alguna de las condiciones previas se califican de informales, y cuando faltan menos de dos días para un episodio se envían notificaciones de riadas relámpago (flash) a una provincia entera.
La subdelegación de Gobierno de Castellón analizó en un informe de 2020 la calidad de todos los avisos de EFAS: “El porcentaje de aciertos respecto a las previsiones EFAS es bastante alto, pues la gran mayoría coinciden con lo que pasó esos días. Además, los días que más encajan con las predicciones que realiza EFAS son aquellos que vienen acompañados de borrascas concretas que traen temporales importantes”. De hecho, en las riadas de Valencia de 2019 las predicciones de EFAS acertaron en gran medida en localizar y adelantar el aluvión. Aunque los técnicos recuerdan otros episodios, como las inundaciones de Valencia en mayo de 2022, cuando los datos de las notificaciones fueron incluso más catastróficas de lo que ocurrió el pasado octubre, y eso que finalmente hubo muchas menos consecuencias.
La Confederación del Júcar ha recibido casi 200 notificaciones desde 2019, más de 80 de ellas en 2020 y solo 12 en 2024. De las únicas 10 notificaciones de tipo formal que ha recibido en este período, dos son de los días previos a la dana, según los datos que maneja el EFAS recopilados por EL PAÍS.
En la dana del 29 de octubre se enviaron notificaciones formales para el Turia y el Júcar durante el fin de semana (25 y 26 de octubre), mientras que el día previo se enviaron notificaciones flash a ocho provincias españolas, entre ellas Valencia, Castellón y Albacete, donde más golpearon las inundaciones.
¿Cómo predecir las próximas riadas?
Las inundaciones son, según datos de las Naciones Unidas, la catástrofe natural que más víctimas provoca en el mundo. Además, su riesgo está aumentando en todo el mundo debido a los efectos del cambio climático y a que hay cada vez más núcleos de población o de actividad económicas en zonas en riesgo de inundación. Basta con pensar en que l’Horta Sud, la comarca más afectada por la dana de Valencia, ha triplicado su población en los últimos 20 años: hoy viven 340.000 personas más que hace dos décadas.
Por eso aumenta el interés en predecir riadas y hacerlo también en cuencas pequeñas, donde lo más difícil es calibrar la intensidad. Una variación pequeña en los datos del modelo de predicción puede cambiar, y mucho, los resultados finales: “Los modelos hidrológicos y metereológicos tienen asociada muchas incertidumbres, de forma que pequeñas variaciones en los datos de entrada pueden generar mucha dispersión en los resultados finales”, apunta Pedro Arévalo.
Uno de los proyectos más punteros en Europa al respecto es EDERA, que lidera el Centro de Investigación Aplicada en Hidrometeorología de la Universidad Politecnica de Cataluña. Financiado por la Comisión Europea, va más allá del EFAS con un intento de aportar el llamado nowcasting, predicciones actualizadas cada hora para cuencas de 10 a 2.000 km² (la del Poyo, por ejemplo, es de 422 km²).
Además incluye pronósticos de impacto a nivel local que tienen en cuenta si hay áreas urbanas. Como explica Marc Berenguer, uno de los coordinadores del proyecto, “EDERA puede proporcionar información más específica sobre las áreas que probablemente se verán afectadas por las inundaciones, lo que permite a las autoridades tomar medidas más específicas para proteger a personas, casas o infraestructuras”.
El proyecto que continuará EDERA terminará a comienzos de 2025, pero sus avances no se quedarán en el tintero. Se prevé su incorporación al EFAS y estarán disponibles para las autoridades de Protección Civil en toda Europa incluso después de que finalice el proyecto.
También buscan un hueco las iniciativas privadas. Una de las más importantes es de Google, que ya desde hace años señala en su aplicación de mapas las zonas donde ha habido una inundación. Ahora está yendo más allá, creando un modelo de predicción de inundaciones que aprovecha elementos de la inteligencia artificial como la red neuronal Long Short Term Memory (LSTM), que, resumiendo mucho, aprovecha el recuerdo de los datos que ve en cada momento para realizar predicciones.
Aun con todo esto, los últimos modelos de Google tienen la misma limitación que los públicos: la dificultad de tener ubicaciones precisas cuando faltan datos históricos. La rambla del Poyo, por citar el caso que nos interesa, solo cuenta con una estación de medición en sus más de 40 kilómetros de recorrido: sin mediciones no puede haber datos fiables, y sin datos fiables no puede haber predicción.
Sociedad en EL PAÍS