Largas colas en Santa María la Mayor para visitar el austero nicho en el que descansa desde ayer el Papa Leer Largas colas en Santa María la Mayor para visitar el austero nicho en el que descansa desde ayer el Papa Leer
Entramos a Santa María la Mayor acompañando del brazo a la hermana Esperanza. Sus 93 años, su frágil equilibrio, le abren todas las puertas y le evitan todas las colas. El resto de hermanas que han viajado con ella a Roma este fin de semana se han ido a hacer un tour, pero Esperanza ha decidido acudir por su cuenta a visitar la tumba de Francisco.
Es solo mediodía y ya es la segunda vez que entra en la basílica: «Me he encontrado con ángeles de la guarda que me han acompañado, un policía, este otro chico…», dice la religiosa sonriendo a un miembro de la Cruz Roja que le ofrece agua y la conduce directamente a un acceso especial para personas con movilidad reducida. «¡Rece por mí, madre!», la despide el voluntario.
Su congregación, Siervas de los Pobres, Hijas del Sagrado Corazón de Jesús de Granada, tenía programado el viaje para acudir a la canonización, este domingo, de Carlo Acutis, conocido como el Santo Milenial, pero la muerte del Papa lo ha paralizado todo. «Como el viaje ya estaba organizado y pagado, pues nos vinimos».
La madre Esperanza ha vivido para ver la muerte de ocho Papas, desde Pío XI a Francisco. «A este le diferencia su cercanía a la gente, su preocupación por que los marginados tuvieran acogida en muchos lugares. La última visita que hizo fue a la cárcel, el Jueves Santo, y para mí eso es muy importante. Ha dado un cambio radical a la Iglesia. Yo le di la mano hace unos años, ¿sabes?», presume mientras se protege del sol que cae sobre Roma con un pañuelo que le ha dado otro voluntario.
La religiosa verá «si Dios quiere», una nueva fumata blanca entre los días 5 y 10 de mayo, para cuando se espera el próximo cónclave. Y comparte el deseo mayoritario de los fieles presentes en Roma estos días de que el próximo Pontífice continúe la senda abierta por Francisco. «Hay un cardenal negro que es papable. No me importaría un Papa negro», apunta.
Ya en el interior, el nicho de «Franciscus» es tan austero que costaría encontrarlo si no fuera por la aglomeración de móviles y selfies que apuntan hacia su ubicación, en un lateral del imponente templo mariano. Su tumba, abierta al público desde las 7:00 de este domingo, se ha convertido ya en el nuevo centro de peregrinaje de la ciudad eterna.
Las colas para visitarla superaban las dos horas y comenzaban a un lateral del exterior de la basílica, justo frente a la Embajada argentina, país natal de Francisco. «A las 3:30 de la madrugada ya había gente esperando», cuenta un policía que controla los accesos. Decenas de voluntarios reparten botellas de agua y muchos de los peregrinos han traído consigo paraguas para esquivar el calor.
Dionasios viene de lejos. Con su particular traje de sacerdote de la Iglesia ortodoxa de Etiopía llama la atención de los presentes. Francisco se reunió en 2016 con el patriarca su Iglesia, con 40 millones de fieles, en su afán por fraternizar con otras religiones. «Lo que nos une es mucho más que lo que nos divide», aseguró entonces el Pontífice al recibir a Abuna Matthias en el Palacio Apostólico. «He venido a visitar su tumba porque era un buen hombre que buscaba la unión entre religiones», comparte Dionasios.
Entre el calor y la espera de la larga cola se alza una bandera de España. El grupo de jóvenes que la porta son de un internado de Cantabria y venían a Roma para la canonización de Acutis, como la mayoría de jóvenes que abarrotaban las calles de la capital italiana este fin de semana para la misa por el Jubileo de los adolescentes, en la que iba a estar presente el Papa. «Llevamos dos horas de cola, pero se están pasando muy rápido. Estamos cantando y rezando por el Papa». Ayer vivieron el funeral desde un lugar privilegiado porque hicieron noche en San Pedro. «Dormimos en unas escaleras, pero queríamos garantizarnos un buen sitio, sentadas en las sillas instaladas en la plaza. Y no éramos las únicas, había otras 50 personas».
La jornada de ayer pasará a la historia como una despedida, la de Francisco, que se convirtió en una cumbre de la paz entre líderes mundiales. «Fue la expresión de un Papa que fue capaz de hablarles tanto a los más importantes como a los más pequeños con claridad y también buscando la justicia. Me pareció muy valiente que el cardenal (Giovanni Battista Re) hablase en la homilía de la paz cuando hay guerras y con los mandatarios delante», destaca la madre Cristina María, que acompaña al grupo de adolescentes.
Una vez dentro de la basílica, aseguran que rezarán por el eterno descanso del argentino, pero también por su sucesor al frente del Vaticano. «A los cardenales les decimos que se dejen llevar por el Espíritu Santo que nos guía. Estamos convencidas de que el Papa es el que el Señor quiere para cada momento de la Iglesia. Y Francisco lo fue para este momento. Era el Papa del amor al corazón, del amor a la persona y del amor a la Virgen. Por eso él pidió estar enterrado aquí, en Santa María la Mayor».
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