“La inflación no es solo una cuestión de precios, es una cuestión de expectativas”. Las palabras de Paul Volcker, expresidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, resuenan en una época en la que el valor del dinero no se mide únicamente por lo que una persona puede comprar hoy, sino por la confianza en lo que podrá pagar mañana. En este contexto, 2024 será recordado como el año en que España logró domar la inflación, como otros países de su entorno, marcando un punto de inflexión tras años de turbulencia económica. El flagelo económico que azotó en 2022 y gran parte de 2023 ha mostrado signos definitivos de control durante este año. A falta de los datos de diciembre, cuyo avance se conocerá el lunes aunque no se tendrán detalles hasta mediados de enero, el Índice de Precios al Consumo (IPC) acumula una variación del 2,4% hasta noviembre, último mes con datos definitivos. Esto supone un retroceso significativo frente al 3,1% registrado a finales del año pasado. Más allá de las grandes cifras macro del Instituto Nacional de Estadística (INE), lo que sigue es un relato, organizado por grupos, de alegrías y algún que otro dolor de cabeza para las carteras.
El incremento de precios que azotó al país en 2022 y 2023 ha mostrado signos definitivos de control. La compra se ha encarecido discretamente, pero han subido los gastos del hogar liderados por la electricidad
“La inflación no es solo una cuestión de precios, es una cuestión de expectativas”. Las palabras de Paul Volcker, expresidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, resuenan en una época en la que el valor del dinero no se mide únicamente por lo que una persona puede comprar hoy, sino por la confianza en lo que podrá pagar mañana. En este contexto, 2024 será recordado como el año en que España logró domar la inflación, como otros países de su entorno, marcando un punto de inflexión tras años de turbulencia económica. El flagelo económico que azotó en 2022 y gran parte de 2023 ha mostrado signos definitivos de control durante este año. A falta de los datos de diciembre, cuyo avance se conocerá el lunes aunque no se tendrán detalles hasta mediados de enero, el Índice de Precios al Consumo (IPC) acumula una variación del 2,4% hasta noviembre, último mes con datos definitivos.Esto supone un retroceso significativo frente al 3,1% registrado a finales del año pasado. Más allá de las grandes cifras macro del Instituto Nacional de Estadística (INE), lo que sigue es un relato, organizado por grupos, de alegrías y algún que otro dolor de cabeza para las carteras.
Otra vez a llenar la nevera. En términos generales, hacer la compra ya no es una pesadilla para los hogares, aunque sí es mucho más caro que hace tres años porque los precios no han retrocedido. El grupo de alimentos ha dejado atrás los desenfrenados repuntes del 15% de 2022 y del 7% de 2023. En este año, hasta noviembre —para diciembre no se ha publicado aún el desglose por categoría—, la comida apenas ha subido un1,7% gracias, principalmente, a la medida adoptada por el Gobierno de fijar el IVA en el 0% para los productos básicos —pan, huevos, verduras o fruta— así como en el aceite de oliva, y del 5% para las pastas y aceites de semilla. Estas rebajas terminaron en octubre y se han retirado paulatinamente: hasta el 31 de diciembre, los tipos se han mantenido en el 2% para el primer grupo y en el 7,5% para el segundo. Esto permite precios más controlados, incluso en Navidad. “Los tipos habituales volverán en 2025. Esto hará que la inflación en los alimentos aumente ligeramente respecto a los niveles actuales, pero no se espera que regrese a las presiones inflacionistas de 2022″, explica María Jesús Fernández, economista sénior del centro de estudios Funcas.
Azúcar, leche y yogur son algunos de los productos que más han bajado de precio. Mención aparte merece el aceite de oliva, que por fin empieza a abaratarse después de haberse convertido en un auténtico lujo en 2023, cuando repuntó más de un 50%. Aunque el balance general es positivo, hay alimentos que se han encarecido con fuerza respecto al año anterior. Ese es el caso de los zumos y las patatas, básicas en la dieta mediterránea, que hasta noviembre habían repuntado un 9,8% y un 7,9%, respectivamente. El chocolate ha escalado incluso más, hasta tasas superiores al 20%. Su encarecimiento se debe a la incapacidad de los países productores de cacao, como Costa de Marfil y Ghana, para satisfacer la demanda debido a condiciones climáticas adversas y plagas.
Alcohol y tabaco. En este año fumar y beber se ha hecho más caro, con un alza del 4,4% hasta noviembre. La subida de las cajetillas responde al plan antitabaco puesto en marcha este año por el Ministerio de Sanidad, que contempla un aumento de tarifas. El vino también es un 4% más caro que hace 12 meses. El incremento se debe tanto al aumento de precios en la hostelería durante un año de auge turístico como a la baja producción de la campaña anterior, que fue de solo 32 millones de hectolitros (21% menos que la anterior), según los datos del Ministerio de Agricultura. La cerveza sin alcohol también se ha encarecido al mismo ritmo que el destilado de uva.
Vestido y calzado más barato. El mercado de la moda no empezó a recibir el impulso de aumento de precios de otros años hasta noviembre. Si en el décimo mes del año era el único grupo que se había abaratado con fuerza —casi un 3%, según los datos del INE—, en noviembre repuntó un 1,2%. A las puertas de la campaña de Navidad, la ropa de mujer era la que menos se había encarecido respecto a 2023 (0,8%); la de hombre y niños aumentó un 1,9% y un 2,6%, respectivamente. El sector ha detectado un cambio en los hábitos de consumo. Según datos de Kantar, la gente va de compras menos a menudo, pero compra más productos. Además, los periodos promocionales han perdido protagonismo y parte del dinero que dedicaban las familias a este tipo de bienes se está repartiendo en otras categorías, como belleza, ocio y suscripciones a servicios.
Repuntan los gastos del hogar. Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles, así denomina el INE a este grupo que incluye esos gastos que suelen llegar al buzón una vez al mes en forma de factura. En conjunto, estos gastos han subido más de casi un 7% entre enero y noviembre. Esto contrasta con los niveles de la crisis inflacionaria, cuando las tasas fueron negativas: -5,9% en 2023 y -4,5% en 2022. El principal factor que tiró hacia arriba en el índice ha sido la electricidad, que es un 16,9% más cara que hace un año. El gas natural también ha repuntado en torno al 10%, mientras que el suministro de agua lo ha hecho casi un 6%.
Aunque estos incrementos, junto con los alimentos, son los que más afectan al presupuesto familiar, los expertos consideran que las cifras son normales. “La inflación ya ha dejado de ser el villano principal de esta película de terror económica, aunque nunca se puede bajar la guardia”, insiste Manuel Hidalgo, economista y profesor de la Universidad Pablo de Olavide. En su opinión, el debate finalmente se ha normalizado después de dos años incertidumbre. “El análisis ahora se centra en si los precios repuntarán un 3% o si estarán por debajo, lo que a todas luces entra dentro de lo previsto y manejable”.
Muebles y artículos para casa. Se trata de un grupo donde prima la estabilidad. El precio del mobiliario doméstico se ha mantenido igual en estos 12 meses, según el INE, al igual que la tapicería y las cortinas. Los electrodomésticos, como lavadoras y frigoríficos, son de hecho entre un 1,9% y un 2,3% más baratos. A pesar del control de precios, distintos informes sectoriales apuntan a un estancamiento en la facturación derivada de las ventas minoristas de muebles.
Sanidad. Hay pocas sorpresas en la partida de gastos relacionados con la salud, que suben en torno a un 2% en este año. Los servicios dentales han sido los principales impulsores de este crecimiento (2,7%), seguidos de los servicios de médicos especialistas (2,3%) y otros servicios paramédicos (2,5%). Las gafas graduadas y las lentes de contacto se mantienen prácticamente igual, a diferencia de los seguros de salud privados, que son, sin lugar a dudas, donde más se ha sentido el zarpazo de la inflación. En este año se han disparado casi un 10% como consecuencia del encarecimiento de costes que se arrastra desde la crisis sanitaria y la fuerte presión por parte de médicos y grupos hospitalarios para que les paguen más por sus servicios. A ello se suma un aumento en el uso de los servicios sanitarios privados y a que un grupo reducido de aseguradoras controla el mercado, lo que les permite tener un gran poder para fijar precios.
El transporte, asequible. Este grupo, sensible a las fluctuaciones de los precios energéticos, muestra un panorama muy distinto respecto al del año pasado. Como en el caso de los combustibles para calefacción, el gasóleo y la gasolina de automoción han jugado a favor de las familias, con caídas en lo que va de año de un 6,6% y un 1,8%, respectivamente. Aunque no es el único factor que influye en el precio final de los carburantes, su principal materia prima, el petróleo, ha mostrado una tendencia clara a la baja. El crudo brent, que es el de referencia en Europa, oscila en los 70 dólares por barril. Aunque no es su nivel más bajo este año (ha estado incluso por debajo de los 60 dólares), se mantiene en valores cómodos para los consumidores.
El transporte por tren hasta noviembre se ha mantenido estable, con una variación acumulada nula respecto al año pasado. Después están el metro y el tranvía, que apenas han aumentado un 0,8%. El transporte de pasajeros por mar y aire, en cambio, muestran una dinámica opuesta. Los cruceros, con un repunte cercano al 15% en lo que va de año, se han vuelto más inasequibles, mientras que los vuelos nacionales e internacionales aumentaron un 6,4% y hasta un 12,4%, respectivamente, impulsados por la creciente demanda del turismo.
Comunicaciones. Teléfonos móviles, portátiles, equipos de sonido son productos que se han vuelto más asequibles. Los smartphones son un 9,5% más baratos que en 2023, mientras que los ordenadores han caído un 8,5%. Los servicios de telefonía móvil también han bajado su tarifa más de un 2%, como consecuencia de la guerra de precios que desde hace años caracteriza al mercado español. El avance de la tendencia del low cost y el alto número de marcas comerciales, sumado al amplio despliegue de fibra óptica en el país, facilita tarifas más bajas.
Ocio y cultura. Se trata de una partida que se ha mantenido estable, con una caída del 0,3% hasta noviembre, si bien se observa una evolución dispar entre los elementos que conforman el grupo. Mientras los cines y teatros se han encarecido un 2,4%, los museos y zoológicos lo han hecho más de un 4% y los servicios recreativos y deportivos un 2,7%. Los libros de ficción y los periódicos también han notado un efecto inflacionario, con repuntes superiores al 3%, mientras que los libros de no ficción valen más o menos lo mismo que hace un año.
Enseñanza. Sube ligeramente el precio de todos los niveles educativos. Más en la primaria y secundaria (un 3,7% y 3,5%, respectivamente) y menos en la infantil (1,6%). El repunte está impulsado por el aumento de los costes operativos, como el gasto en materiales, salarios docentes y mantenimiento de infraestructuras. A ello se suma la demanda que tenga cada segmento escolar y posibles subsidios.
Viajar, lo más caro. El éxito de España como destino turístico se ha trasladado a los precios. Aunque en conjunto, los hoteles y restaurantes muestran un avance relativamente moderado, al situarse en torno al 4%, lo cierto es que cuando se analiza a detalle cada componente se encuentran incrementos de doble dígito. En concreto, las cifras del INE muestran que pasar una semana de vacaciones en un hotel nacional se ha convertido en un placer que está cada vez al alcance de menos familias. Los servicios de alojamiento son, de hecho, una de las partidas que más ha subido en el IPC, con un repunte cercano al 10%.
Las subidas salariales están jugando un papel clave en la resistencia de la inflación en el sector servicios, según explica la analista de Funcas. Este fenómeno se debe a que los aumentos en los salarios, que buscan compensar la pérdida de poder adquisitivo, se trasladan a los precios finales, especialmente en actividades con mayor demanda, como el turismo. A diferencia de otros sectores más expuestos a la competencia internacional, los servicios tienden a reflejar más rápidamente este impacto en el consumo. Por eso, aunque se espera que la inflación en este ámbito se modere gradualmente en 2025, el proceso será lento debido al efecto persistente de los salarios. A su favor juega una demanda turística más contenida. “La previsión es que los precios en este terreno se moderen porque no hacerlo implicaría que la demanda siga creciendo a un ritmo muy elevado y este año se han batido los récords de ocupación turística”, explica Hidalgo.
Otros bienes y servicios. Ni los aparatos eléctricos para el cuidado personal, ni los servicios funerarios, ni las tasas administrativas. En el apartado más heterogéneo que maneja el INE en el Índice de Precios al Consumo, la subida más importante es la de la joyería y bisutería, con un repunte del 17,7%. Junto a los precios, las previsiones para el sector joyero indican un crecimiento sostenido en los próximos años, impulsado por la demanda de consumidores jóvenes, el fortalecimiento de marcas locales y la preferencia por productos de lujo.
Economía en EL PAÍS