La selección ejerce como campeona en Córdoba. Ante Serbia exhibe nivel de élite mundial, se gusta en un partido sensacional, vuelve a ser el rodillo de la Eurocopa, siete de siete, fútbol punzante, profundo, generoso. El equipo que enamoró a un país. Una victoria sin contemplaciones que redime a Morata , regañado con el gol, afectado y con un penalti a las nubes. Luego anotó un buen tanto y completó la fiesta en la ciudad andaluza.Lluvia fina en Córdoba como lluvia negra en la película de Ridley Scot t, pertinaz, oscura, densa. El agua, que es una bendición para esta tierra seca, no amaina el entusiasmo del personal por convivir una noche con la selección española. Llueve con fuerza en el Nuevo Arcángel y la mayoría del público no tiene paraguas para desafiar a la intemperie. La parroquia aguanta los vaivenes de la naturaleza, fases de mucho y de poco agua, quiere ver a la selección sin ocuparse de las cuitas de Lamine Yamal y el Barça , las lesiones más o menos graves del calendario o los platos calientes de cada día de polémicas en el fútbol. Grita con fuerza el gol de Laporte , un tipo feliz al fin, asentado en la selección pese a jugar en el balneario de Arabia Saudí . España ha salido con otro espíritu, más aguerrida la presión, más firme el pie en cada duelo, un rechinar de dientes en la disputa del balón. La España de la Eurocopa que acuna el partido con la posesión de un lado a otro, los centrales, un magnífico Zubimendi sustituto de Rodri, estupendo Fabián al mando del barco.Y sobresaliente otra vez David Raya , aquí hay portero de mucho nivel, personalidad en el campo, que templa y organiza desde su posición, decidido en las salidas y con mejor golpeo de pie que muchos centrocampistas de la liga. Es el primer atacante en su visión de jugada, siempre buscando profundidad y la carrera del delantero en lanzamiento o el balón bombeado para que la amortiguación del receptor.El partido que transporta a la selección a los cuartos de final de este invento sin ningún pedigrí, que es la Nations Leagu e , es un monólogo de la selección, otra vez rutilante en la circulación de balón, mirada penetrante sin Lamine o Nico Williams , juego rápido de toque, más paredes con Álex Baena, Oyarzabal o Mikel Merino , muchas llegadas al área sobre todo por la izquierda donde el carisma de Cucurella enciende a la grada, su melena al viento.Merino cabecea al palo, recuerdo de aquel testarazo a Alemania. Vivian coloca mal el tobillo para que el remate sencillo fluya a la red, el eslalon de Zubimendi como si fuera Lamine arrancando desde campo propio acaba en un zurdazo que roza el larguero, Oyarzabal tiene la suya e incluso Morata recibe afecto y apoyo por no atinar con el gol. El controvertido delantero cabecea a contrapié de la carrera del portero, pero hasta en eso la suerte le esquiva. Su trabajo es incuestionable y mínima su producción goleadora. El partido se convierte en un plebiscito en torno a Morata , un asombroso caso de debate nacional cuando hablamos de un jugador que no marca la diferencia y cuyas declaraciones en tono lastimero anulan el honesto trabajo que realiza. Porro chuta y un serbio despeja con la mano. Es la ocasión, al fin, para redimir al sensible delantero. Morata es el encargado de los penaltis por jerarquía y galones, se lo ha ganado, pero no por tacto. No es el mejor chutador. Y el balón colgado de una persiana en el fondo sur después de su disparo lo atestigua. Altísimo el chut.La gente no se deprime, canta el himno del Córdoba para continuar la fiesta bajo el agua. Y Morata tampoco. Remonta con una pared excepcional de Fabián y un zurdazo certero. Gol de Morata. Alivio general. Partido resuelto al fin por el polémico delantero, con el balón en los pies y delante de un micrófono. De la Fuente es un tipo agradecido y retira a Morata para el aplauso de la grada y el acopio de energía del jugador, quien reconoció que no se ha marchado de la selección por el grupo. Álex Baena redondea una noche de color con una hermosa y sutil caricia a la pelota en el tiro directo de una falta. La selección ejerce como campeona en Córdoba. Ante Serbia exhibe nivel de élite mundial, se gusta en un partido sensacional, vuelve a ser el rodillo de la Eurocopa, siete de siete, fútbol punzante, profundo, generoso. El equipo que enamoró a un país. Una victoria sin contemplaciones que redime a Morata , regañado con el gol, afectado y con un penalti a las nubes. Luego anotó un buen tanto y completó la fiesta en la ciudad andaluza.Lluvia fina en Córdoba como lluvia negra en la película de Ridley Scot t, pertinaz, oscura, densa. El agua, que es una bendición para esta tierra seca, no amaina el entusiasmo del personal por convivir una noche con la selección española. Llueve con fuerza en el Nuevo Arcángel y la mayoría del público no tiene paraguas para desafiar a la intemperie. La parroquia aguanta los vaivenes de la naturaleza, fases de mucho y de poco agua, quiere ver a la selección sin ocuparse de las cuitas de Lamine Yamal y el Barça , las lesiones más o menos graves del calendario o los platos calientes de cada día de polémicas en el fútbol. Grita con fuerza el gol de Laporte , un tipo feliz al fin, asentado en la selección pese a jugar en el balneario de Arabia Saudí . España ha salido con otro espíritu, más aguerrida la presión, más firme el pie en cada duelo, un rechinar de dientes en la disputa del balón. La España de la Eurocopa que acuna el partido con la posesión de un lado a otro, los centrales, un magnífico Zubimendi sustituto de Rodri, estupendo Fabián al mando del barco.Y sobresaliente otra vez David Raya , aquí hay portero de mucho nivel, personalidad en el campo, que templa y organiza desde su posición, decidido en las salidas y con mejor golpeo de pie que muchos centrocampistas de la liga. Es el primer atacante en su visión de jugada, siempre buscando profundidad y la carrera del delantero en lanzamiento o el balón bombeado para que la amortiguación del receptor.El partido que transporta a la selección a los cuartos de final de este invento sin ningún pedigrí, que es la Nations Leagu e , es un monólogo de la selección, otra vez rutilante en la circulación de balón, mirada penetrante sin Lamine o Nico Williams , juego rápido de toque, más paredes con Álex Baena, Oyarzabal o Mikel Merino , muchas llegadas al área sobre todo por la izquierda donde el carisma de Cucurella enciende a la grada, su melena al viento.Merino cabecea al palo, recuerdo de aquel testarazo a Alemania. Vivian coloca mal el tobillo para que el remate sencillo fluya a la red, el eslalon de Zubimendi como si fuera Lamine arrancando desde campo propio acaba en un zurdazo que roza el larguero, Oyarzabal tiene la suya e incluso Morata recibe afecto y apoyo por no atinar con el gol. El controvertido delantero cabecea a contrapié de la carrera del portero, pero hasta en eso la suerte le esquiva. Su trabajo es incuestionable y mínima su producción goleadora. El partido se convierte en un plebiscito en torno a Morata , un asombroso caso de debate nacional cuando hablamos de un jugador que no marca la diferencia y cuyas declaraciones en tono lastimero anulan el honesto trabajo que realiza. Porro chuta y un serbio despeja con la mano. Es la ocasión, al fin, para redimir al sensible delantero. Morata es el encargado de los penaltis por jerarquía y galones, se lo ha ganado, pero no por tacto. No es el mejor chutador. Y el balón colgado de una persiana en el fondo sur después de su disparo lo atestigua. Altísimo el chut.La gente no se deprime, canta el himno del Córdoba para continuar la fiesta bajo el agua. Y Morata tampoco. Remonta con una pared excepcional de Fabián y un zurdazo certero. Gol de Morata. Alivio general. Partido resuelto al fin por el polémico delantero, con el balón en los pies y delante de un micrófono. De la Fuente es un tipo agradecido y retira a Morata para el aplauso de la grada y el acopio de energía del jugador, quien reconoció que no se ha marchado de la selección por el grupo. Álex Baena redondea una noche de color con una hermosa y sutil caricia a la pelota en el tiro directo de una falta.
La selección ejerce como campeona en Córdoba. Ante Serbia exhibe nivel de élite mundial, se gusta en un partido sensacional, vuelve a ser el rodillo de la Eurocopa, siete de siete, fútbol punzante, profundo, generoso. El equipo que enamoró a un país. Una victoria sin contemplaciones que redime a Morata, regañado con el gol, afectado y con un penalti a las nubes. Luego anotó un buen tanto y completó la fiesta en la ciudad andaluza.
Lluvia fina en Córdoba como lluvia negra en la película de Ridley Scott, pertinaz, oscura, densa. El agua, que es una bendición para esta tierra seca, no amaina el entusiasmo del personal por convivir una noche con la selección española. Llueve con fuerza en el Nuevo Arcángel y la mayoría del público no tiene paraguas para desafiar a la intemperie. La parroquia aguanta los vaivenes de la naturaleza, fases de mucho y de poco agua, quiere ver a la selección sin ocuparse de las cuitas de Lamine Yamal y el Barça, las lesiones más o menos graves del calendario o los platos calientes de cada día de polémicas en el fútbol.
Grita con fuerza el gol de Laporte, un tipo feliz al fin, asentado en la selección pese a jugar en el balneario de Arabia Saudí. España ha salido con otro espíritu, más aguerrida la presión, más firme el pie en cada duelo, un rechinar de dientes en la disputa del balón. La España de la Eurocopa que acuna el partido con la posesión de un lado a otro, los centrales, un magnífico Zubimendi sustituto de Rodri, estupendo Fabián al mando del barco.
Y sobresaliente otra vez David Raya, aquí hay portero de mucho nivel, personalidad en el campo, que templa y organiza desde su posición, decidido en las salidas y con mejor golpeo de pie que muchos centrocampistas de la liga. Es el primer atacante en su visión de jugada, siempre buscando profundidad y la carrera del delantero en lanzamiento o el balón bombeado para que la amortiguación del receptor.
El partido que transporta a la selección a los cuartos de final de este invento sin ningún pedigrí, que es la Nations League, es un monólogo de la selección, otra vez rutilante en la circulación de balón, mirada penetrante sin Lamine o Nico Williams, juego rápido de toque, más paredes con Álex Baena, Oyarzabal o Mikel Merino, muchas llegadas al área sobre todo por la izquierda donde el carisma de Cucurella enciende a la grada, su melena al viento.
Merino cabecea al palo, recuerdo de aquel testarazo a Alemania. Vivian coloca mal el tobillo para que el remate sencillo fluya a la red, el eslalon de Zubimendi como si fuera Lamine arrancando desde campo propio acaba en un zurdazo que roza el larguero, Oyarzabal tiene la suya e incluso Morata recibe afecto y apoyo por no atinar con el gol. El controvertido delantero cabecea a contrapié de la carrera del portero, pero hasta en eso la suerte le esquiva. Su trabajo es incuestionable y mínima su producción goleadora.
El partido se convierte en un plebiscito en torno a Morata, un asombroso caso de debate nacional cuando hablamos de un jugador que no marca la diferencia y cuyas declaraciones en tono lastimero anulan el honesto trabajo que realiza. Porro chuta y un serbio despeja con la mano. Es la ocasión, al fin, para redimir al sensible delantero. Morata es el encargado de los penaltis por jerarquía y galones, se lo ha ganado, pero no por tacto. No es el mejor chutador. Y el balón colgado de una persiana en el fondo sur después de su disparo lo atestigua. Altísimo el chut.
La gente no se deprime, canta el himno del Córdoba para continuar la fiesta bajo el agua. Y Morata tampoco. Remonta con una pared excepcional de Fabián y un zurdazo certero. Gol de Morata. Alivio general. Partido resuelto al fin por el polémico delantero, con el balón en los pies y delante de un micrófono. De la Fuente es un tipo agradecido y retira a Morata para el aplauso de la grada y el acopio de energía del jugador, quien reconoció que no se ha marchado de la selección por el grupo. Álex Baena redondea una noche de color con una hermosa y sutil caricia a la pelota en el tiro directo de una falta.
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