El Consejo Nacional Electoral le proclamó ganador de las elecciones por un estrecho margen tras 24 días de recuento Leer El Consejo Nacional Electoral le proclamó ganador de las elecciones por un estrecho margen tras 24 días de recuento Leer
«Les extiendo mi mano para caminar juntos con firme determinación de trabajar sin descanso por Honduras. No les voy a fallar. Dios los bendiga y bendiga Dios la pródiga tierra en que nací». Nasry Asfura, presidente electo de Honduras tras un interminable escrutinio de 24 días, se dirigió al país en plena Nochebuena para certificar lo que horas antes había anunciado, en medio de la polémica, el Consejo Nacional Electoral (CNE).
La avalancha inmediata de reconocimientos internacionales selló el triunfo por la mínima del candidato de Washington, abanderado del derechista Partido Nacionalista (PNH), quien obtuvo el 40,27% de los votos, frente al 39,54% del liberal Salvador Nasralla, quien ha cantado fraude en diversas ocasiones durante los 24 días del calvario del recuento. Una experiencia que ya conoce: en 2017, el líder del PNH, José Orlando Hernández (JOH) le derrotó en las urnas pese al escándalo y una «falla de sistema» reconocida por el propio CNE.
Los comicios hondureños se convierten así en uno de las más reñidos en la historia electoral de las Américas, sólo superado por el duelo en 2016 en Perú entre el moderado Pedro Pablo Kuczinsky y la populista Keiko Fujimori, resuelto con apenas una diferencia el 0,26% para el primero, y el mexicano de 2006, cuando el derechista Felipe Calderón derrotó por el 0,58% de los votos al izquierdista Andrés Manuel López Obrador, quien durante meses no aceptó los resultados, se mantuvo en las calles y montó un gobierno paralelo.
«La voluntad del soberano vale menos que un comino, el pueblo vota por el candidato de su preferencia y los corruptos de todos los partidos deciden quien va a gobernar en un pacto de impunidad con el que se perdonan unos a otros los delitos. Pobre pueblo, continuará en la miseria en la ignorancia, en la inseguridad, en el desempleo y en la dictadura y la corrupción, ya sea de derecha o de izquierda», se lamentó Nasralla, sabedor de que se ha quedado solo en su reclamación de anomalías electorales.
El mensaje a la desesperada del candidato liberal al propio Donald Trump cayó en saco roto. Washington ya había decidido hace tiempo quién era su candidato, con el que ya cuenta para construir el bloque político más poderoso del continente tras el primer año de la era Trump II. Y la realidad es que sin la intervención directa de la Casa Blanca, Asfura no sería hoy el presidente electo de Honduras.
La campaña electoral daba sus últimos latigazos cuando Trump escribió dos mensajes contundentes en su red social para empujar a Asfura, que según todas las encuestas estaba por debajo de Nasralla en al menos cinco o seis puntos. «Si Tito Asfura gana la Presidencia de Honduras, debido a que EEUU tiene tanta confianza en él, en sus políticas y en lo que hará por el gran pueblo de Honduras, lo apoyaremos mucho. Si no gana, EEUU no estará tirando buen dinero, porque un líder equivocado solo puede traer resultados catastróficos a un país», recitó Trump para inclinar la balanza gracias a supuestas ayudas económicas, la reducción de aranceles y ciertas ventajas para los migrantes catrachos en EEUU, casi dos millones, cuyas remesas son la principal fuente financiera del país centroamericano.
La misma estrategia que ya funcionó en Argentina para las elecciones legislativas, pero que en cambio no sirvió en el referéndum de Ecuador, donde el apoyo de Washington fue más tibio. Politólogos debaten cuál sería el término más adecuado para explicar uno de los tentáculos de la Doctrina Donroe, la versión actualizada de la Doctrina Monroe («América para los americanos/estadounidenses»). «Injerencia electoral agravada» es uno de ellos.
De inmediato, el secretario de Estado, Marco Rubio, y ocho gobiernos cercanos (Panamá, Costa Rica, República Dominicana, Argentina, Perú, Ecuador, Paraguay y Bolivia) recibieron con alborozo la declaratoria de presidente electo, tras varias semanas de incertidumbres. La Organización de Estados Americanos (OEA) dio por buena la resolución, así como los gobiernos de Canadá, Reino Unido y otros.
Hasta China avaló la victoria de Asfura, pese a que una de las grandes promesas de la campaña nacionalista fue la ruptura de relaciones con Pekín y el restablecimiento de embajadas con Taiwan, en otros tiempos un país con fuertes relaciones con Centroamérica. «(China) está dispuesta a colaborar con Honduras bajo el principio de una sola China», aseguró ayer la cancillería del país asiático.
La suerte estaba echada y así lo corroboró la actual presidenta, la izquierdista Xiomara Castro, quien en su mensaje navideño al país anunció que el 26 de enero abandonará su cargo, tal y como marca la Constitución.
Castro fue la cara moderada del bloque de Libertad y Refundación (Libre), aliado estrecho de las dictaduras de la región. Su marido, el exmandatario Mel Zelaya, el hombre fuerte de Libre, y la excandidata presidencial Rixi Moncada, que apenas obtuvo el 19% de los sufragios, apostaron por la vía dura y por el pulso contra Trump.
«Frente a este golpe de estado electoral, también vamos a resistir. Señor presidente de EEUU, aquí nadie se rinde ni nadie le va a entregar la patria», arengó Zelaya. «Es un fraude y una imposición extranjera», sentenció Moncada.
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