‘Fallout’ o cómo la mayor empresa del mundo convirtió en fenómeno un wéstern apocalíptico anticapitalista 

Las segundas temporadas siempre son difíciles. Sobre todo si tienes que replicar el éxito de audiencia arrebatador del estreno. En 2024, Fallout se coronó como la quinta serie original más vista de todo el streaming en Estados Unidos (y la segunda para Amazon Prime Video), según los datos de la medidora de audiencia Nielsen. En su vuelta este miércoles, la adaptación del videojuego apocalíptico tiene por delante ese reto. ¿Cómo te mantienes en alto? “Nuestro objetivo fue respetar lo que creíamos que funcionó en la primera, y mantener el tono de los juegos, esa mezcla entre comedia, drama trágico, dilemas morales y violencia loquísima. Además de los maravillosos planos del desierto que imprimió Jonathan Nolan”, explica la showrunner Geneva Robertson-Dworet por videoconferencia a EL PAÍS.

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 La serie de Amazon Prime Video es “pastiche de referencias culturales” que combina historia del oeste, comedia, monstruos, robots, tecnócratas…  

Las segundas temporadas siempre son difíciles. Sobre todo si tienes que replicar el éxito de audiencia arrebatador del estreno. En 2024, Fallout se coronó como la quinta serie original más vista de todo el streaming en Estados Unidos(y la segunda para Amazon Prime Video), según los datos de la medidora de audiencia Nielsen. En su vuelta este miércoles, la adaptación del videojuego apocalíptico tiene por delante ese reto. ¿Cómo te mantienes en alto? “Nuestro objetivo fue respetar lo que creíamos que funcionó en la primera, y mantener el tono de los juegos, esa mezcla entre comedia, drama trágico, dilemas morales y violencia loquísima. Además de los maravillosos planos del desierto que imprimió Jonathan Nolan”, explica la showrunner Geneva Robertson-Dworet por videoconferencia a EL PAÍS.

Por eso, en su segundo año, “este pastiche de referencias a la cultura estadounidense”, como lo describe su guionista, simplemente mantiene todas las piezas inconexas que funcionaron. Hay wéstern, hay novela apocalíptica, hay monstruos gigantes, inteligencia artificial, mucha ironía, crítica al capitalismo… Y en el centro, una protagonista, interpretada por Ella Purnell, que tras escapar de los búnkeres de supervivencia de millonarios descubre los horrores de un mundo de la superficie habitado por facciones, bandoleros, androides, caníbales y empresarios despiadados como su padre (interpretado por el mítico Kyle MacLachlan). En esta segunda temporada, el destino es Nuevo Vegas, uno de los entornos más famosos de la serie de videojuegos, que aquí revisitan 15 años después.

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Convencer a los ya fanáticos de este mundo y su mitología fue precisamente uno de los aciertos del primer año. En un Hollywood donde los superhéroes ya no son aquella arma infalible en taquilla y televisión, las adaptaciones de juegos se han convertido en un salvavidas, con algunas de las franquicias recientes más exitosas. Si durante años, este tipo de versiones estaban relegados a proyectos de tercera que no acaban de funcionar, los últimos tiempos han traído proyectos tan exitosos como Super Mario Bros, Sonic, Five Nights at Freddy’s, Uncharted, Una película de Minecraft o The Last of Us. Y próximamente llegaránZelda, God of War y Horizon Zero Dawn. “Hoy incluso Scorsese bebe del anime. En nuestro mundo todo está siendo adaptado, referenciado y expandido. Y en este caso hablamos de juegos que tardan siete u ocho años en construirse, por lo que tienen universos muy ricos”, dice el actor Aaron Moten, que interpreta al soldado Maximus, un personaje superviviente de una bomba atómica reconvertido en un héroe, pero con muchas dudas sobre la organización del mundo que defiende.

“Creo que los fans vieron que estábamos honrando las adaptaciones”, apunta Robertson-Dworet: “La respuesta de los seguidores nos dejó aliviados. Nuestro diseñador de producción incluso se iba a dormir escuchando podcasts sobre Fallout. Pero para mí esta adaptación era distinta al resto, por el tono único de los juegos, lleno de risas, ironía e inteligencia, y entre todo tipo de dilemas morales. Eso es bastante único en un género que parece demasiado trillado como el postapocalipsis. Aquí es divertido, y lo tratamos de emular. Además de tener la suerte de contar con décadas de construcción de mundos”.

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Esa enorme fuente les dio libertad para que un episodio parezca una serie de zombis, otro un wéstern y en otro la protagonista se encuentre en un campamento romano con Macaulay Culkin como legionario: “Fue extraño trabajar con él, porque parecía que le conocía. Le he visto cada 25 de diciembre durante 15 años y nunca envejecía. De repente ahí está, con la misma cara pero adulto. Intenté mantener la calma, y descubrí que estaba aquí porque conoce muy bien el videojuego y quiso sumarse a la serie. Fue un momento extraño y maravilloso”, recuerda la actriz Ella Purnell, que, a sus 29 años, nació cuando Culkin ya llevaba seis como estrella de Solo en casa. Ella solo jugó a Fallout 4 para prepararse la primera temporada, y ahora probará New Vegas para reconocer los guiños que introdujeron en el rodaje. “Quiero experimentar lo que sienten los jugadores”.

Todos esos temas aparecen en la serie entre chanzas, escenas de acción imposibles y aire del oeste crepuscular. Entre tanta mezcolanza de ideas, el wéstern, como recientemente en televisión con Yellowstone, vuelve a convertirse en un éxito: “Los temas centrales del género, sobre descubrir un código moral en un universo profundamente amoral, siguen ahí, y siguen haciendo del wéstern algo atemporal”, cree su responsable. “Contiene todos esos temas tan simples sobre el bien y el mal, pero los mejores los llevan a una mayor complejidad. Plantean cuestiones sobre qué es realmente lo bueno y la bondad, cómo eso va a impactar a otros… y además, como tienen una estética tan establecida, es fácil para el espectador reconocer su aura”, comparte MacLachlan, que destaca los desiertos de Los Ángeles donde se rueda Fallout, y que cada vez atraen menos rodajes.

Imagen de la serie Fallout en su segunda temporada que llega a Prime Video

Para Purnell, la segunda temporada ha sido como “volver a ver un viejo amigo, a tu casa de la infancia, un lugar cálido y nostálgico. Solo necesitas activarte para estar presente”. MacLachlan, que se ha enfrentado en su carrera a segundas temporadas tan polémicas como la de Twin Peaks, y que ha pasado por series como Sexo en Nueva York, Mujeres desesperadas o Cómo conocí a vuestra madre, agradece a los guionistas “cómo han expandido los recorridos de cada personaje en un mundo rico y creciente”. Su personaje en concreto, también como sucedía con su transformación en la tercera temporada de la serie de David Lynch, ha pasado de ser un padre modélico al que llorar a un empresario sin escrúpulos causante de la destrucción nuclear. ¿Bebe algo de tecnócratas como Elon Musk, tan presentes en los medios? “No sé si tomo prestadas facetas, pero sí que reconozco cosas y busco similitudes. Mi personaje se ve como un hombre que tiene todas las respuestas, como el único que sabe cómo funciona el mundo. Y creo que vemos mucho eso en el mundo actual. No hay diálogo, ni compromiso. Es: o se hace a mi manera, o puerta”, observa.

“Los temas llevan siendo relevantes décadas, porque siempre apelan a algo atemporal como la naturaleza de los monopolios o lo cíclico de la violencia y la guerra. Nunca cambia. Ya en los videojuegos había un mensaje político sobre las corporaciones, el aquí y el ahora, aunque a veces pareciera muy subtextual. Si te fijabas, en este universo destruido todo tiene un logotipo, una marca, y ya pensabas, ¿no habrá tenido algo que ver estos monopolios en el fin del mundo?”, explica Robertson-Dworet, que presenta en esta temporada a otro tecnólogo con aspecto de Walt Disney, interpretado por Justin Theroux, que se ve cual dios: “Es lo que hacen los tecnócratas hoy”, dice la guionista. Y así, en una paradoja que a nadie se le escapa, un gigante multidisciplinar como Amazon abraza con sus grandes marcas (la serie más vista es The Boys), y desde el más puro corporativismo, la reivindicación antiempresas. Al menos desde la perspectiva más exagerada.

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