No, no se trata del argumento de una película de Indiana Jones, aunque desde luego lo parece, sino de un hecho absolutamente real. La extraña historia de un equipo de investigadores que, al excavar entre las ruinas de una antigua ciudad arrasada por un volcán hace casi dos mil años, se encontró con un cráneo humano totalmente distinto a cualquier otro encontrado hasta ahora. En su interior, en efecto, y en lugar de la esperada materia cerebral descompuesta, había un extraño, oscuro y brillante material. Un ‘cerebro de cristal’, transformado por el calor extremo en un objeto de ciencia ficción. Un cerebro humano convertido en vidrio orgánico y que dejó a los científicos sin palabras. Un fenómeno, en definitiva, tan raro que desafía nuestra propia comprensión de lo que la naturaleza es capaz de hacer.El inusual hallazgo, ocurrido en Herculano, la ciudad hermana de Pompeya, enterrada por la erupción del Vesubio en el año 79 d.C., no es solo una curiosidad arqueológica, sino una ventana sin precedentes a los momentos finales de una vida truncada por la furia volcánica, y a la vez una pieza clave para entender la devastadora potencia de las erupciones. El descubrimiento se acaba de publicar en ‘ Scientific Reports ‘.El cerebro cristalizado perteneció a un hombre que yacía en su cama en el Collegium Augustalium, un edificio público de la antigua ciudad destruida. Bajo la dirección del vulcanólogo italo alemán Guido Giordano, los investigadores se propusieron desentrañar el misterio, y averiguar cómo este órgano blando y delicado pudo transformarse en un material tan inusual.Un vidrio ‘imposible’El vidrio, tal como lo conocemos, se forma cuando un líquido se enfría tan rápido que sus moléculas no tienen tiempo de organizarse en una estructura cristalina. Un buen ejemplo es la lava de una erupción, que al enfriarse rápidamente se convierte en obsidiana, un vidrio volcánico natural. Pero un vidrio orgánico, formado a partir de materia viva, es algo totalmente diferente. La vida, en efecto, está hecha principalmente de agua, y para que el agua extremadamente caliente se solidifique en vidrio, se necesitan temperaturas extremadamente bajas, muy por debajo de las que normalmente encontramos en la naturaleza.Para entender lo difícil que es que esto suceda se puede pensar en un terrón de azúcar. Si lo calentamos lentamente, se caramelizará y luego se quemará. Pero si lo calentamos muy rápido y luego lo enfriamos instantáneamente, podríamos obtener una especie de vidrio de azúcar, aunque inestable. Algo similar sucedería con un cerebro humano, un órgano complejo y delicado.Calor extremo y muerte rápidaLos análisis realizados con rayos X y microscopía electrónica revelaron que el cerebro de Herculano debió haber sido calentado a una temperatura de al menos 510 grados antes de enfriarse rápidamente. Esta temperatura es crucial. Pero las corrientes piroclásticas, las nubes ardientes de gas y ceniza que, una tras otra, sepultaron Herculano, no alcanzaron temperaturas superiores a 465 grados. Y además, tras depositarse se enfriaron lentamente, lo que no habría permitido la formación de vidrio.Un fragmento del vidrio orgánico hallado en el interior de un cráneo en Herculano Paolo Petrone¿Cómo entonces se alcanzaron las condiciones necesarias? Lo explica el propio Giordano, que basándose en observaciones de erupciones volcánicas modernas aventura un posible escenario. «Supongamos -dice el científico- que en 79 dC, después de las primeras horas de erupción que produjo la columna eruptiva observada y descrita por Plinio el joven, en la noche del 24 de agosto (o quizás el 24 de octubre como sugieren los descubrimientos recientes) empezaron a producirse los primeros flujos piroclásticos que gradualmente destruyeron Herculano. El primero de ellos llegó a la ciudad solo con su parte de nubes de cenizas diluidas pero muy calientes, a más de 510 grados Celsius. La nube dejó en el suelo unos centímetros de cenizas muy finas, pero el impacto térmico fue terrible y fatal, aunque lo suficientemente breve como para dejar, por lo menos en el Collegium Augustalium, restos de cerebro aún intactos. Después, la nube debió disiparse con la misma rapidez, lo que permitió que los restos se enfriaran tan rápido como para activar el proceso de vitrificación. Sólo más tarde, durante la noche, la ciudad fue completamente enterrada por los depósitos de los flujos piroclásticos sucesivos.»En otras palabras, los investigadores proponen que una nube de ceniza sobrecalentada, un fenómeno observado en erupciones volcánicas modernas, constituyó la primera ‘oleada’ mortal durante la erupción del Vesubio. Esta nube, de corta duración pero extraordinariamente caliente, habría elevado la temperatura de la desdichada víctima por encima de los 510 grados antes de disiparse rápidamente, permitiendo así que su cerebro se enfriara a la velocidad necesaria para formar el vidrio.El cráneo como escudo térmicoLos huesos del cráneo y la columna vertebral, además, actuaron como un escudo térmico, protegiendo el cerebro de la descomposición total. Es algo parecido a lo que sucedería en un horno en el que hemos introducido un alimento envuelto en una capa protectora: se cocinará de manera más uniforme y lenta. De manera similar, los huesos protegieron el cerebro del calor directo, permitiendo que se formaran fragmentos de este vidrio orgánico único.El descubrimiento no solo nos muestra la brutalidad de la erupción del Vesubio, sino que también nos ofrece una visión sin precedentes de los efectos del calor extremo en el tejido humano. Estudios previos sobre la conservación de tejido cerebral en condiciones extremas, como los encontrados en momias de pantano, han demostrado que el cerebro puede conservarse durante miles de años en condiciones frías y húmedas. Sin embargo, la transformación del cerebro en vidrio orgánico es un fenómeno completamente nuevo.Un futuro de investigaciónEl cerebro de cristal de Herculano, por lo tanto, es un tesoro científico que abre nuevas vías de investigación. A partir de ahora, los científicos podrán estudiar la composición química y la estructura del vidrio orgánico para comprender mejor los procesos de transformación que ocurrieron durante la erupción. Además, el hallazgo puede ayudar a los investigadores a comprender mejor los efectos del calor extremo en el cerebro humano, lo que podría tener implicaciones para la medicina forense y la investigación de incendios.MÁS INFORMACIÓN noticia Si Las selvas no fueron una barrera para los primeros humanos, sino un hogar hace ya 150.000 años noticia No ¿Es Calleja un astronauta o solo un turista espacial?Atrapado en el tiempo, por último, este cerebro de cristal nos recuerda lo frágil que es la vida y la inmensa fuerza de la naturaleza. Y nos invita también a reflexionar sobre los momentos finales de un hombre que, sin saberlo, se convirtió en testigo silencioso de uno de los eventos volcánicos más devastadores de la historia. Y que al hacerlo, consiguió convertir la tragedia en conocimiento. No, no se trata del argumento de una película de Indiana Jones, aunque desde luego lo parece, sino de un hecho absolutamente real. La extraña historia de un equipo de investigadores que, al excavar entre las ruinas de una antigua ciudad arrasada por un volcán hace casi dos mil años, se encontró con un cráneo humano totalmente distinto a cualquier otro encontrado hasta ahora. En su interior, en efecto, y en lugar de la esperada materia cerebral descompuesta, había un extraño, oscuro y brillante material. Un ‘cerebro de cristal’, transformado por el calor extremo en un objeto de ciencia ficción. Un cerebro humano convertido en vidrio orgánico y que dejó a los científicos sin palabras. Un fenómeno, en definitiva, tan raro que desafía nuestra propia comprensión de lo que la naturaleza es capaz de hacer.El inusual hallazgo, ocurrido en Herculano, la ciudad hermana de Pompeya, enterrada por la erupción del Vesubio en el año 79 d.C., no es solo una curiosidad arqueológica, sino una ventana sin precedentes a los momentos finales de una vida truncada por la furia volcánica, y a la vez una pieza clave para entender la devastadora potencia de las erupciones. El descubrimiento se acaba de publicar en ‘ Scientific Reports ‘.El cerebro cristalizado perteneció a un hombre que yacía en su cama en el Collegium Augustalium, un edificio público de la antigua ciudad destruida. Bajo la dirección del vulcanólogo italo alemán Guido Giordano, los investigadores se propusieron desentrañar el misterio, y averiguar cómo este órgano blando y delicado pudo transformarse en un material tan inusual.Un vidrio ‘imposible’El vidrio, tal como lo conocemos, se forma cuando un líquido se enfría tan rápido que sus moléculas no tienen tiempo de organizarse en una estructura cristalina. Un buen ejemplo es la lava de una erupción, que al enfriarse rápidamente se convierte en obsidiana, un vidrio volcánico natural. Pero un vidrio orgánico, formado a partir de materia viva, es algo totalmente diferente. La vida, en efecto, está hecha principalmente de agua, y para que el agua extremadamente caliente se solidifique en vidrio, se necesitan temperaturas extremadamente bajas, muy por debajo de las que normalmente encontramos en la naturaleza.Para entender lo difícil que es que esto suceda se puede pensar en un terrón de azúcar. Si lo calentamos lentamente, se caramelizará y luego se quemará. Pero si lo calentamos muy rápido y luego lo enfriamos instantáneamente, podríamos obtener una especie de vidrio de azúcar, aunque inestable. Algo similar sucedería con un cerebro humano, un órgano complejo y delicado.Calor extremo y muerte rápidaLos análisis realizados con rayos X y microscopía electrónica revelaron que el cerebro de Herculano debió haber sido calentado a una temperatura de al menos 510 grados antes de enfriarse rápidamente. Esta temperatura es crucial. Pero las corrientes piroclásticas, las nubes ardientes de gas y ceniza que, una tras otra, sepultaron Herculano, no alcanzaron temperaturas superiores a 465 grados. Y además, tras depositarse se enfriaron lentamente, lo que no habría permitido la formación de vidrio.Un fragmento del vidrio orgánico hallado en el interior de un cráneo en Herculano Paolo Petrone¿Cómo entonces se alcanzaron las condiciones necesarias? Lo explica el propio Giordano, que basándose en observaciones de erupciones volcánicas modernas aventura un posible escenario. «Supongamos -dice el científico- que en 79 dC, después de las primeras horas de erupción que produjo la columna eruptiva observada y descrita por Plinio el joven, en la noche del 24 de agosto (o quizás el 24 de octubre como sugieren los descubrimientos recientes) empezaron a producirse los primeros flujos piroclásticos que gradualmente destruyeron Herculano. El primero de ellos llegó a la ciudad solo con su parte de nubes de cenizas diluidas pero muy calientes, a más de 510 grados Celsius. La nube dejó en el suelo unos centímetros de cenizas muy finas, pero el impacto térmico fue terrible y fatal, aunque lo suficientemente breve como para dejar, por lo menos en el Collegium Augustalium, restos de cerebro aún intactos. Después, la nube debió disiparse con la misma rapidez, lo que permitió que los restos se enfriaran tan rápido como para activar el proceso de vitrificación. Sólo más tarde, durante la noche, la ciudad fue completamente enterrada por los depósitos de los flujos piroclásticos sucesivos.»En otras palabras, los investigadores proponen que una nube de ceniza sobrecalentada, un fenómeno observado en erupciones volcánicas modernas, constituyó la primera ‘oleada’ mortal durante la erupción del Vesubio. Esta nube, de corta duración pero extraordinariamente caliente, habría elevado la temperatura de la desdichada víctima por encima de los 510 grados antes de disiparse rápidamente, permitiendo así que su cerebro se enfriara a la velocidad necesaria para formar el vidrio.El cráneo como escudo térmicoLos huesos del cráneo y la columna vertebral, además, actuaron como un escudo térmico, protegiendo el cerebro de la descomposición total. Es algo parecido a lo que sucedería en un horno en el que hemos introducido un alimento envuelto en una capa protectora: se cocinará de manera más uniforme y lenta. De manera similar, los huesos protegieron el cerebro del calor directo, permitiendo que se formaran fragmentos de este vidrio orgánico único.El descubrimiento no solo nos muestra la brutalidad de la erupción del Vesubio, sino que también nos ofrece una visión sin precedentes de los efectos del calor extremo en el tejido humano. Estudios previos sobre la conservación de tejido cerebral en condiciones extremas, como los encontrados en momias de pantano, han demostrado que el cerebro puede conservarse durante miles de años en condiciones frías y húmedas. Sin embargo, la transformación del cerebro en vidrio orgánico es un fenómeno completamente nuevo.Un futuro de investigaciónEl cerebro de cristal de Herculano, por lo tanto, es un tesoro científico que abre nuevas vías de investigación. A partir de ahora, los científicos podrán estudiar la composición química y la estructura del vidrio orgánico para comprender mejor los procesos de transformación que ocurrieron durante la erupción. Además, el hallazgo puede ayudar a los investigadores a comprender mejor los efectos del calor extremo en el cerebro humano, lo que podría tener implicaciones para la medicina forense y la investigación de incendios.MÁS INFORMACIÓN noticia Si Las selvas no fueron una barrera para los primeros humanos, sino un hogar hace ya 150.000 años noticia No ¿Es Calleja un astronauta o solo un turista espacial?Atrapado en el tiempo, por último, este cerebro de cristal nos recuerda lo frágil que es la vida y la inmensa fuerza de la naturaleza. Y nos invita también a reflexionar sobre los momentos finales de un hombre que, sin saberlo, se convirtió en testigo silencioso de uno de los eventos volcánicos más devastadores de la historia. Y que al hacerlo, consiguió convertir la tragedia en conocimiento.
No, no se trata del argumento de una película de Indiana Jones, aunque desde luego lo parece, sino de un hecho absolutamente real. La extraña historia de un equipo de investigadores que, al excavar entre las ruinas de una antigua ciudad arrasada por un volcán … hace casi dos mil años, se encontró con un cráneo humano totalmente distinto a cualquier otro encontrado hasta ahora. En su interior, en efecto, y en lugar de la esperada materia cerebral descompuesta, había un extraño, oscuro y brillante material. Un ‘cerebro de cristal’, transformado por el calor extremo en un objeto de ciencia ficción. Un cerebro humano convertido en vidrio orgánico y que dejó a los científicos sin palabras. Un fenómeno, en definitiva, tan raro que desafía nuestra propia comprensión de lo que la naturaleza es capaz de hacer.
El inusual hallazgo, ocurrido en Herculano, la ciudad hermana de Pompeya, enterrada por la erupción del Vesubio en el año 79 d.C., no es solo una curiosidad arqueológica, sino una ventana sin precedentes a los momentos finales de una vida truncada por la furia volcánica, y a la vez una pieza clave para entender la devastadora potencia de las erupciones. El descubrimiento se acaba de publicar en ‘Scientific Reports‘.
El cerebro cristalizado perteneció a un hombre que yacía en su cama en el Collegium Augustalium, un edificio público de la antigua ciudad destruida. Bajo la dirección del vulcanólogo italo alemán Guido Giordano, los investigadores se propusieron desentrañar el misterio, y averiguar cómo este órgano blando y delicado pudo transformarse en un material tan inusual.
Un vidrio ‘imposible’
El vidrio, tal como lo conocemos, se forma cuando un líquido se enfría tan rápido que sus moléculas no tienen tiempo de organizarse en una estructura cristalina. Un buen ejemplo es la lava de una erupción, que al enfriarse rápidamente se convierte en obsidiana, un vidrio volcánico natural. Pero un vidrio orgánico, formado a partir de materia viva, es algo totalmente diferente. La vida, en efecto, está hecha principalmente de agua, y para que el agua extremadamente caliente se solidifique en vidrio, se necesitan temperaturas extremadamente bajas, muy por debajo de las que normalmente encontramos en la naturaleza.
Para entender lo difícil que es que esto suceda se puede pensar en un terrón de azúcar. Si lo calentamos lentamente, se caramelizará y luego se quemará. Pero si lo calentamos muy rápido y luego lo enfriamos instantáneamente, podríamos obtener una especie de vidrio de azúcar, aunque inestable. Algo similar sucedería con un cerebro humano, un órgano complejo y delicado.
Calor extremo y muerte rápida
Los análisis realizados con rayos X y microscopía electrónica revelaron que el cerebro de Herculano debió haber sido calentado a una temperatura de al menos 510 grados antes de enfriarse rápidamente. Esta temperatura es crucial. Pero las corrientes piroclásticas, las nubes ardientes de gas y ceniza que, una tras otra, sepultaron Herculano, no alcanzaron temperaturas superiores a 465 grados. Y además, tras depositarse se enfriaron lentamente, lo que no habría permitido la formación de vidrio.
Paolo Petrone
¿Cómo entonces se alcanzaron las condiciones necesarias? Lo explica el propio Giordano, que basándose en observaciones de erupciones volcánicas modernas aventura un posible escenario. «Supongamos -dice el científico- que en 79 dC, después de las primeras horas de erupción que produjo la columna eruptiva observada y descrita por Plinio el joven, en la noche del 24 de agosto (o quizás el 24 de octubre como sugieren los descubrimientos recientes) empezaron a producirse los primeros flujos piroclásticos que gradualmente destruyeron Herculano. El primero de ellos llegó a la ciudad solo con su parte de nubes de cenizas diluidas pero muy calientes, a más de 510 grados Celsius. La nube dejó en el suelo unos centímetros de cenizas muy finas, pero el impacto térmico fue terrible y fatal, aunque lo suficientemente breve como para dejar, por lo menos en el Collegium Augustalium, restos de cerebro aún intactos. Después, la nube debió disiparse con la misma rapidez, lo que permitió que los restos se enfriaran tan rápido como para activar el proceso de vitrificación. Sólo más tarde, durante la noche, la ciudad fue completamente enterrada por los depósitos de los flujos piroclásticos sucesivos.»
En otras palabras, los investigadores proponen que una nube de ceniza sobrecalentada, un fenómeno observado en erupciones volcánicas modernas, constituyó la primera ‘oleada’ mortal durante la erupción del Vesubio. Esta nube, de corta duración pero extraordinariamente caliente, habría elevado la temperatura de la desdichada víctima por encima de los 510 grados antes de disiparse rápidamente, permitiendo así que su cerebro se enfriara a la velocidad necesaria para formar el vidrio.
El cráneo como escudo térmico
Los huesos del cráneo y la columna vertebral, además, actuaron como un escudo térmico, protegiendo el cerebro de la descomposición total. Es algo parecido a lo que sucedería en un horno en el que hemos introducido un alimento envuelto en una capa protectora: se cocinará de manera más uniforme y lenta. De manera similar, los huesos protegieron el cerebro del calor directo, permitiendo que se formaran fragmentos de este vidrio orgánico único.
El descubrimiento no solo nos muestra la brutalidad de la erupción del Vesubio, sino que también nos ofrece una visión sin precedentes de los efectos del calor extremo en el tejido humano. Estudios previos sobre la conservación de tejido cerebral en condiciones extremas, como los encontrados en momias de pantano, han demostrado que el cerebro puede conservarse durante miles de años en condiciones frías y húmedas. Sin embargo, la transformación del cerebro en vidrio orgánico es un fenómeno completamente nuevo.
Un futuro de investigación
El cerebro de cristal de Herculano, por lo tanto, es un tesoro científico que abre nuevas vías de investigación. A partir de ahora, los científicos podrán estudiar la composición química y la estructura del vidrio orgánico para comprender mejor los procesos de transformación que ocurrieron durante la erupción. Además, el hallazgo puede ayudar a los investigadores a comprender mejor los efectos del calor extremo en el cerebro humano, lo que podría tener implicaciones para la medicina forense y la investigación de incendios.
Atrapado en el tiempo, por último, este cerebro de cristal nos recuerda lo frágil que es la vida y la inmensa fuerza de la naturaleza. Y nos invita también a reflexionar sobre los momentos finales de un hombre que, sin saberlo, se convirtió en testigo silencioso de uno de los eventos volcánicos más devastadores de la historia. Y que al hacerlo, consiguió convertir la tragedia en conocimiento.
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