Comprobar que los dinosaurios no se extinguieron del todo es tan fácil como levantar la vista. Miles de especies de aves llenan los cielos del planeta, y todas ellas descienden directamente de un grupo de dinosaurios carnívoros, los terópodos, a los que pertenecieron, entre muchos otros, los mortíferos velociraptores y los temibles tiranosaurios .La mayoría de los dinosaurios, sin embargo, sí que se extinguieron hace 66 millones de años, tras la caída de un gran meteorito de 11 km de diámetro en lo que hoy es el Golfo de México. Pero las primeras aves ya existían hace alrededor de 150 millones de años, mucho antes de aquella tragedia, lo que significa que durante mucho tiempo convivieron con los propios dinosaurios de los que descienden.Ahora, en un estudio pionero recién publicado en ‘Science’, un equipo de investigadores dirigido por Lauren Wilson, de la Universidad de Princeton, acaba de encontrar en el Ártico pruebas directas de esa convivencia.Noticia Relacionada estandar Si Confirman que Archaeopteryx, el ave más antigua, ya alzaba el vuelo Judith de Jorge Investigadores del Museo Field de Chicago hallan plumas nunca vistas en un pequeño ejemplar fósil del tamaño de una paloma, descrito desde el hocico a la punta de la colaHoy en día, la primavera ártica es sinónimo de vida, un estallido de gorjeos y crías emplumadas que congrega, de año en año, a millones de aves que crían a sus polluelos. Y, sorprendentemente, esta escena no es un fenómeno reciente. Wilson y sus colegas, en efecto, revelan en su estudio que la misma dinámica de anidación polar ya tenía lugar hace 73 millones de años, durante el Cretácico Superior, cuando los dinosaurios aún dominaban la Tierra. El hallazgo no sólo documenta el ejemplo más antiguo conocido de aves anidando en regiones polares, sino que redefine nuestra comprensión de la propia evolución y adaptabilidad de las aves.«Las aves han existido durante 150 millones de años -explica Wilson-. Y durante la mitad de su existencia han estado anidando en el Ártico». Para comprobarlo, los investigadores examinaron decenas de diminutos huesos y dientes fosilizados de un yacimiento en Alaska. Entre los restos identificaron múltiples tipos de aves, incluyendo algunas que se asemejaban a los somormujos (aves buceadoras), otras parecidas a las gaviotas, y varias especies similares a los patos y gansos modernos. Todas ellas estaban criando en el Ártico al mismo tiempo que gigantes como el Tyrannosaurus rex deambulaban por otras regiones del continente.30 millones de años antesAntes de esta investigación, la evidencia más antigua de aves reproduciéndose en el Ártico o la Antártida databa de hace aproximadamente 47 millones de años, es decir, mucho tiempo después del impacto del asteroide que, además de acabar con los dinosaurios, causó la extinción de casi el 80% de todas las criaturas que entonces poblaban la Tierra. «Esto -afirma Pat Druckenmiller, director del Museo del Norte de la Universidad de Alaska y también autor principal del artículo- retrasa el registro de la reproducción de aves en las regiones polares entre 25 y 30 millones de años». Los fósiles de aves que sustentan esta investigación forman parte de las valiosas colecciones del museo.El investigador señala que «el Ártico es considerado el vivero de las aves modernas». Para él, resulta fascinante pensar que, al observar a las aves migratorias en lugares como Creamer’s Field, en Fairbanks, Alaska, estamos siendo testigos de un comportamiento que no ha cambiado en 73 millones de años.Un tesoro muy frágilSegún Wilson, la mera existencia de esta vasta colección de fósiles de aves antiguas es, ya de por sí, un hecho extraordinario, dada la delicadeza de los huesos de las aves. Fragilidad que se duplica en el caso de los huesos de crías, que se destruyen con suma facilidad. «Encontrar huesos de aves del Cretácico -explica Wilson-ya es algo muy raro. Pero encontrar huesos de crías de aves es casi inaudito. Por eso estos fósiles son tan importantes».Los huesos de las aves, en efecto, son huecos y ligeros, diseñados para el vuelo, lo que los hace increíblemente frágiles. Y los de las crías son aún más pequeños y menos calcificados, como diminutas ramitas que se desintegran con el menor movimiento. El hecho de que se hayan conservado durante decenas de millones de años en un entorno tan dinámico como el Ártico prehistórico da testimonio de unas condiciones de fosilización excepcionales.Prince Creek: una ventana al pasado polarLos fósiles fueron recuperados de la Formación Prince Creek, una zona a lo largo del río Colville en la vertiente Norte de Alaska, famosa por sus abundantes fósiles de dinosaurios. Los científicos identificaron más de 50 huesos y fragmentos de huesos de aves en este lugar. «Hemos puesto a Alaska en el mapa de las aves fósiles -comenta Druckenmiller-. Hasta ahora no estaba en el radar de nadie».La colección en sí pone de relieve un enfoque muy poco común de excavación e investigación en la Formación Prince Creek. Gran parte de la paleontología de vertebrados, en efecto, se centra en la recuperación de huesos grandes y espectaculares. Pero los científicos que trabajan en esta formación buscan otra cosa, son más minuciosos y se aseguran de recolectar cada hueso y diente que encuentran, desde los que resultan visibles a simple vista hasta los microscópicos. Esta técnica, que implica transportar pesadas tinas de sedimento tamizado al laboratorio para su examen bajo un microscopio, ha dado sus frutos, permitiendo el hallazgo de numerosas nuevas especies y haciendo posible una visión general y sin precedentes del comportamiento y la fisiología de los dinosaurios, aves y mamíferos que vivieron en el Ártico durante el período Cretácico.Las primeras aves modernasLos fósiles de la Formación Prince Creek incluyen un grupo diverso de aves ornitomorfas, parientes de las especies modernas, junto con raros restos de embriones y polluelos. Estas aves, conocidas como Ornithurae, presentaban características como mandíbulas desdentadas, estructuras coracoides especializadas (huesos del hombro) y huesos de las patas fusionados, rasgos que también se encuentran en las aves modernas. La presencia de estas características sugiere que algunos de los especímenes podrían estar muy cerca o incluso dentro del grupo de las aves modernas, y posiblemente relacionados con las primeras aves acuáticas.El hallazgo de embriones y polluelos, además, es una prueba directa y contundente de que estas aves no solo visitaban el Ártico, sino que se reproducían allí. Lo cual supone la evidencia más temprana conocida de anidación de aves en un ecosistema polar, 25-30 millones de años antes de lo que se pensaba y, de paso, indica una notable adaptabilidad de las aves al frío extremo de las zonas polares.En su mayoría, las aves que anidan en entornos polares lo hacen para aprovechar los veranos, cortos pero altamente productivos, que ofrecen abundante alimento y luz diurna continua, además de un riesgo reducido de depredación. Aunque representan una pequeña fracción del número total de aves, las poblaciones de aves árticas pueden ser inmensas y desempeñar, por lo tanto, un papel ecológico de suma importancia.A diferencia de las aves ‘enantiornithine’, que se desarrollaban más lentamente y que parecen estar ausentes en estas latitudes altas, y de los dinosaurios que estaban adaptados al polo, los autores del estudio sugieren que los ornitomorfos estaban mejor preparados para invernar o migrar que el resto de las aves de su época. Esta adaptabilidad pudo haberles ayudado a sobrevivir al gran meteorito del final del Cretácico, y también a diversificarse después en las aves modernas que conocemos hoy.El linaje de las aves modernas Aún queda por determinar si los huesos encontrados en el río Colville son, o no, los miembros más antiguos conocidos de Neornithes, el grupo que incluye a todas las aves modernas. Desde luego existen pistas que llevan a esa idea, aunque ninguna definitiva. Algunos de los nuevos huesos, por ejemplo, tienen características esqueléticas que sólo se encuentran en Neornithes. Y, al igual que las aves modernas, algunas de estas aves no tenían dientes verdaderos. «Si son parte del grupo de aves modernas -explica Druckenmiller, serían los fósiles más antiguos jamás encontrados. Pero necesitaríamos encontrar un esqueleto parcial o completo para confirmarlo con seguridad».MÁS INFORMACIÓN noticia No Una gran antena enviará desde Ávila al espacio la señal de ‘El Danubio azul’: en un segundo alcanzará la Luna y en menos de un día, el espacio interestelar noticia Si Descubren un posible ‘planeta enano’ en los confines del Sistema SolarEl debate sobre el origen de los Neornithes lleva mucho tiempo enfrentando a los paleontólogos. Y no es para menos. Los estudios genéticos, en efecto, a menudo sugieren una divergencia de las aves modernas mucho antes en el Cretácico, pero el registro fósil, más escaso y fragmentario, nunca ha podido corroborarlo, lo que ha llevado a diferentes interpretaciones. Por eso, el descubrimiento en la Formación Prince Creek añade una pieza crucial a este rompecabezas, y brinda una nueva perspectiva sobre la línea de tiempo y el lugar de origen de la anidación polar en el linaje de las aves. Comprobar que los dinosaurios no se extinguieron del todo es tan fácil como levantar la vista. Miles de especies de aves llenan los cielos del planeta, y todas ellas descienden directamente de un grupo de dinosaurios carnívoros, los terópodos, a los que pertenecieron, entre muchos otros, los mortíferos velociraptores y los temibles tiranosaurios .La mayoría de los dinosaurios, sin embargo, sí que se extinguieron hace 66 millones de años, tras la caída de un gran meteorito de 11 km de diámetro en lo que hoy es el Golfo de México. Pero las primeras aves ya existían hace alrededor de 150 millones de años, mucho antes de aquella tragedia, lo que significa que durante mucho tiempo convivieron con los propios dinosaurios de los que descienden.Ahora, en un estudio pionero recién publicado en ‘Science’, un equipo de investigadores dirigido por Lauren Wilson, de la Universidad de Princeton, acaba de encontrar en el Ártico pruebas directas de esa convivencia.Noticia Relacionada estandar Si Confirman que Archaeopteryx, el ave más antigua, ya alzaba el vuelo Judith de Jorge Investigadores del Museo Field de Chicago hallan plumas nunca vistas en un pequeño ejemplar fósil del tamaño de una paloma, descrito desde el hocico a la punta de la colaHoy en día, la primavera ártica es sinónimo de vida, un estallido de gorjeos y crías emplumadas que congrega, de año en año, a millones de aves que crían a sus polluelos. Y, sorprendentemente, esta escena no es un fenómeno reciente. Wilson y sus colegas, en efecto, revelan en su estudio que la misma dinámica de anidación polar ya tenía lugar hace 73 millones de años, durante el Cretácico Superior, cuando los dinosaurios aún dominaban la Tierra. El hallazgo no sólo documenta el ejemplo más antiguo conocido de aves anidando en regiones polares, sino que redefine nuestra comprensión de la propia evolución y adaptabilidad de las aves.«Las aves han existido durante 150 millones de años -explica Wilson-. Y durante la mitad de su existencia han estado anidando en el Ártico». Para comprobarlo, los investigadores examinaron decenas de diminutos huesos y dientes fosilizados de un yacimiento en Alaska. Entre los restos identificaron múltiples tipos de aves, incluyendo algunas que se asemejaban a los somormujos (aves buceadoras), otras parecidas a las gaviotas, y varias especies similares a los patos y gansos modernos. Todas ellas estaban criando en el Ártico al mismo tiempo que gigantes como el Tyrannosaurus rex deambulaban por otras regiones del continente.30 millones de años antesAntes de esta investigación, la evidencia más antigua de aves reproduciéndose en el Ártico o la Antártida databa de hace aproximadamente 47 millones de años, es decir, mucho tiempo después del impacto del asteroide que, además de acabar con los dinosaurios, causó la extinción de casi el 80% de todas las criaturas que entonces poblaban la Tierra. «Esto -afirma Pat Druckenmiller, director del Museo del Norte de la Universidad de Alaska y también autor principal del artículo- retrasa el registro de la reproducción de aves en las regiones polares entre 25 y 30 millones de años». Los fósiles de aves que sustentan esta investigación forman parte de las valiosas colecciones del museo.El investigador señala que «el Ártico es considerado el vivero de las aves modernas». Para él, resulta fascinante pensar que, al observar a las aves migratorias en lugares como Creamer’s Field, en Fairbanks, Alaska, estamos siendo testigos de un comportamiento que no ha cambiado en 73 millones de años.Un tesoro muy frágilSegún Wilson, la mera existencia de esta vasta colección de fósiles de aves antiguas es, ya de por sí, un hecho extraordinario, dada la delicadeza de los huesos de las aves. Fragilidad que se duplica en el caso de los huesos de crías, que se destruyen con suma facilidad. «Encontrar huesos de aves del Cretácico -explica Wilson-ya es algo muy raro. Pero encontrar huesos de crías de aves es casi inaudito. Por eso estos fósiles son tan importantes».Los huesos de las aves, en efecto, son huecos y ligeros, diseñados para el vuelo, lo que los hace increíblemente frágiles. Y los de las crías son aún más pequeños y menos calcificados, como diminutas ramitas que se desintegran con el menor movimiento. El hecho de que se hayan conservado durante decenas de millones de años en un entorno tan dinámico como el Ártico prehistórico da testimonio de unas condiciones de fosilización excepcionales.Prince Creek: una ventana al pasado polarLos fósiles fueron recuperados de la Formación Prince Creek, una zona a lo largo del río Colville en la vertiente Norte de Alaska, famosa por sus abundantes fósiles de dinosaurios. Los científicos identificaron más de 50 huesos y fragmentos de huesos de aves en este lugar. «Hemos puesto a Alaska en el mapa de las aves fósiles -comenta Druckenmiller-. Hasta ahora no estaba en el radar de nadie».La colección en sí pone de relieve un enfoque muy poco común de excavación e investigación en la Formación Prince Creek. Gran parte de la paleontología de vertebrados, en efecto, se centra en la recuperación de huesos grandes y espectaculares. Pero los científicos que trabajan en esta formación buscan otra cosa, son más minuciosos y se aseguran de recolectar cada hueso y diente que encuentran, desde los que resultan visibles a simple vista hasta los microscópicos. Esta técnica, que implica transportar pesadas tinas de sedimento tamizado al laboratorio para su examen bajo un microscopio, ha dado sus frutos, permitiendo el hallazgo de numerosas nuevas especies y haciendo posible una visión general y sin precedentes del comportamiento y la fisiología de los dinosaurios, aves y mamíferos que vivieron en el Ártico durante el período Cretácico.Las primeras aves modernasLos fósiles de la Formación Prince Creek incluyen un grupo diverso de aves ornitomorfas, parientes de las especies modernas, junto con raros restos de embriones y polluelos. Estas aves, conocidas como Ornithurae, presentaban características como mandíbulas desdentadas, estructuras coracoides especializadas (huesos del hombro) y huesos de las patas fusionados, rasgos que también se encuentran en las aves modernas. La presencia de estas características sugiere que algunos de los especímenes podrían estar muy cerca o incluso dentro del grupo de las aves modernas, y posiblemente relacionados con las primeras aves acuáticas.El hallazgo de embriones y polluelos, además, es una prueba directa y contundente de que estas aves no solo visitaban el Ártico, sino que se reproducían allí. Lo cual supone la evidencia más temprana conocida de anidación de aves en un ecosistema polar, 25-30 millones de años antes de lo que se pensaba y, de paso, indica una notable adaptabilidad de las aves al frío extremo de las zonas polares.En su mayoría, las aves que anidan en entornos polares lo hacen para aprovechar los veranos, cortos pero altamente productivos, que ofrecen abundante alimento y luz diurna continua, además de un riesgo reducido de depredación. Aunque representan una pequeña fracción del número total de aves, las poblaciones de aves árticas pueden ser inmensas y desempeñar, por lo tanto, un papel ecológico de suma importancia.A diferencia de las aves ‘enantiornithine’, que se desarrollaban más lentamente y que parecen estar ausentes en estas latitudes altas, y de los dinosaurios que estaban adaptados al polo, los autores del estudio sugieren que los ornitomorfos estaban mejor preparados para invernar o migrar que el resto de las aves de su época. Esta adaptabilidad pudo haberles ayudado a sobrevivir al gran meteorito del final del Cretácico, y también a diversificarse después en las aves modernas que conocemos hoy.El linaje de las aves modernas Aún queda por determinar si los huesos encontrados en el río Colville son, o no, los miembros más antiguos conocidos de Neornithes, el grupo que incluye a todas las aves modernas. Desde luego existen pistas que llevan a esa idea, aunque ninguna definitiva. Algunos de los nuevos huesos, por ejemplo, tienen características esqueléticas que sólo se encuentran en Neornithes. Y, al igual que las aves modernas, algunas de estas aves no tenían dientes verdaderos. «Si son parte del grupo de aves modernas -explica Druckenmiller, serían los fósiles más antiguos jamás encontrados. Pero necesitaríamos encontrar un esqueleto parcial o completo para confirmarlo con seguridad».MÁS INFORMACIÓN noticia No Una gran antena enviará desde Ávila al espacio la señal de ‘El Danubio azul’: en un segundo alcanzará la Luna y en menos de un día, el espacio interestelar noticia Si Descubren un posible ‘planeta enano’ en los confines del Sistema SolarEl debate sobre el origen de los Neornithes lleva mucho tiempo enfrentando a los paleontólogos. Y no es para menos. Los estudios genéticos, en efecto, a menudo sugieren una divergencia de las aves modernas mucho antes en el Cretácico, pero el registro fósil, más escaso y fragmentario, nunca ha podido corroborarlo, lo que ha llevado a diferentes interpretaciones. Por eso, el descubrimiento en la Formación Prince Creek añade una pieza crucial a este rompecabezas, y brinda una nueva perspectiva sobre la línea de tiempo y el lugar de origen de la anidación polar en el linaje de las aves.
Comprobar que los dinosaurios no se extinguieron del todo es tan fácil como levantar la vista. Miles de especies de aves llenan los cielos del planeta, y todas ellas descienden directamente de un grupo de dinosaurios carnívoros, los terópodos, a los que pertenecieron, entre muchos … otros, los mortíferos velociraptores y los temibles tiranosaurios.
La mayoría de los dinosaurios, sin embargo, sí que se extinguieron hace 66 millones de años, tras la caída de un gran meteorito de 11 km de diámetro en lo que hoy es el Golfo de México. Pero las primeras aves ya existían hace alrededor de 150 millones de años, mucho antes de aquella tragedia, lo que significa que durante mucho tiempo convivieron con los propios dinosaurios de los que descienden.
Ahora, en un estudio pionero recién publicado en ‘Science’, un equipo de investigadores dirigido por Lauren Wilson, de la Universidad de Princeton, acaba de encontrar en el Ártico pruebas directas de esa convivencia.
Hoy en día, la primavera ártica es sinónimo de vida, un estallido de gorjeos y crías emplumadas que congrega, de año en año, a millones de aves que crían a sus polluelos. Y, sorprendentemente, esta escena no es un fenómeno reciente. Wilson y sus colegas, en efecto, revelan en su estudio que la misma dinámica de anidación polar ya tenía lugar hace 73 millones de años, durante el Cretácico Superior, cuando los dinosaurios aún dominaban la Tierra. El hallazgo no sólo documenta el ejemplo más antiguo conocido de aves anidando en regiones polares, sino que redefine nuestra comprensión de la propia evolución y adaptabilidad de las aves.
«Las aves han existido durante 150 millones de años -explica Wilson-. Y durante la mitad de su existencia han estado anidando en el Ártico». Para comprobarlo, los investigadores examinaron decenas de diminutos huesos y dientes fosilizados de un yacimiento en Alaska. Entre los restos identificaron múltiples tipos de aves, incluyendo algunas que se asemejaban a los somormujos (aves buceadoras), otras parecidas a las gaviotas, y varias especies similares a los patos y gansos modernos. Todas ellas estaban criando en el Ártico al mismo tiempo que gigantes como el Tyrannosaurus rex deambulaban por otras regiones del continente.
30 millones de años antes
Antes de esta investigación, la evidencia más antigua de aves reproduciéndose en el Ártico o la Antártida databa de hace aproximadamente 47 millones de años, es decir, mucho tiempo después del impacto del asteroide que, además de acabar con los dinosaurios, causó la extinción de casi el 80% de todas las criaturas que entonces poblaban la Tierra. «Esto -afirma Pat Druckenmiller, director del Museo del Norte de la Universidad de Alaska y también autor principal del artículo- retrasa el registro de la reproducción de aves en las regiones polares entre 25 y 30 millones de años». Los fósiles de aves que sustentan esta investigación forman parte de las valiosas colecciones del museo.
El investigador señala que «el Ártico es considerado el vivero de las aves modernas». Para él, resulta fascinante pensar que, al observar a las aves migratorias en lugares como Creamer’s Field, en Fairbanks, Alaska, estamos siendo testigos de un comportamiento que no ha cambiado en 73 millones de años.
Un tesoro muy frágil
Según Wilson, la mera existencia de esta vasta colección de fósiles de aves antiguas es, ya de por sí, un hecho extraordinario, dada la delicadeza de los huesos de las aves. Fragilidad que se duplica en el caso de los huesos de crías, que se destruyen con suma facilidad. «Encontrar huesos de aves del Cretácico -explica Wilson-ya es algo muy raro. Pero encontrar huesos de crías de aves es casi inaudito. Por eso estos fósiles son tan importantes».
Los huesos de las aves, en efecto, son huecos y ligeros, diseñados para el vuelo, lo que los hace increíblemente frágiles. Y los de las crías son aún más pequeños y menos calcificados, como diminutas ramitas que se desintegran con el menor movimiento. El hecho de que se hayan conservado durante decenas de millones de años en un entorno tan dinámico como el Ártico prehistórico da testimonio de unas condiciones de fosilización excepcionales.
Prince Creek: una ventana al pasado polar
Los fósiles fueron recuperados de la Formación Prince Creek, una zona a lo largo del río Colville en la vertiente Norte de Alaska, famosa por sus abundantes fósiles de dinosaurios. Los científicos identificaron más de 50 huesos y fragmentos de huesos de aves en este lugar. «Hemos puesto a Alaska en el mapa de las aves fósiles -comenta Druckenmiller-. Hasta ahora no estaba en el radar de nadie».
La colección en sí pone de relieve un enfoque muy poco común de excavación e investigación en la Formación Prince Creek. Gran parte de la paleontología de vertebrados, en efecto, se centra en la recuperación de huesos grandes y espectaculares. Pero los científicos que trabajan en esta formación buscan otra cosa, son más minuciosos y se aseguran de recolectar cada hueso y diente que encuentran, desde los que resultan visibles a simple vista hasta los microscópicos. Esta técnica, que implica transportar pesadas tinas de sedimento tamizado al laboratorio para su examen bajo un microscopio, ha dado sus frutos, permitiendo el hallazgo de numerosas nuevas especies y haciendo posible una visión general y sin precedentes del comportamiento y la fisiología de los dinosaurios, aves y mamíferos que vivieron en el Ártico durante el período Cretácico.
Las primeras aves modernas
Los fósiles de la Formación Prince Creek incluyen un grupo diverso de aves ornitomorfas, parientes de las especies modernas, junto con raros restos de embriones y polluelos. Estas aves, conocidas como Ornithurae, presentaban características como mandíbulas desdentadas, estructuras coracoides especializadas (huesos del hombro) y huesos de las patas fusionados, rasgos que también se encuentran en las aves modernas. La presencia de estas características sugiere que algunos de los especímenes podrían estar muy cerca o incluso dentro del grupo de las aves modernas, y posiblemente relacionados con las primeras aves acuáticas.
El hallazgo de embriones y polluelos, además, es una prueba directa y contundente de que estas aves no solo visitaban el Ártico, sino que se reproducían allí. Lo cual supone la evidencia más temprana conocida de anidación de aves en un ecosistema polar, 25-30 millones de años antes de lo que se pensaba y, de paso, indica una notable adaptabilidad de las aves al frío extremo de las zonas polares.
En su mayoría, las aves que anidan en entornos polares lo hacen para aprovechar los veranos, cortos pero altamente productivos, que ofrecen abundante alimento y luz diurna continua, además de un riesgo reducido de depredación. Aunque representan una pequeña fracción del número total de aves, las poblaciones de aves árticas pueden ser inmensas y desempeñar, por lo tanto, un papel ecológico de suma importancia.
A diferencia de las aves ‘enantiornithine’, que se desarrollaban más lentamente y que parecen estar ausentes en estas latitudes altas, y de los dinosaurios que estaban adaptados al polo, los autores del estudio sugieren que los ornitomorfos estaban mejor preparados para invernar o migrar que el resto de las aves de su época. Esta adaptabilidad pudo haberles ayudado a sobrevivir al gran meteorito del final del Cretácico, y también a diversificarse después en las aves modernas que conocemos hoy.
El linaje de las aves modernas
Aún queda por determinar si los huesos encontrados en el río Colville son, o no, los miembros más antiguos conocidos de Neornithes, el grupo que incluye a todas las aves modernas. Desde luego existen pistas que llevan a esa idea, aunque ninguna definitiva. Algunos de los nuevos huesos, por ejemplo, tienen características esqueléticas que sólo se encuentran en Neornithes. Y, al igual que las aves modernas, algunas de estas aves no tenían dientes verdaderos. «Si son parte del grupo de aves modernas -explica Druckenmiller, serían los fósiles más antiguos jamás encontrados. Pero necesitaríamos encontrar un esqueleto parcial o completo para confirmarlo con seguridad».
El debate sobre el origen de los Neornithes lleva mucho tiempo enfrentando a los paleontólogos. Y no es para menos. Los estudios genéticos, en efecto, a menudo sugieren una divergencia de las aves modernas mucho antes en el Cretácico, pero el registro fósil, más escaso y fragmentario, nunca ha podido corroborarlo, lo que ha llevado a diferentes interpretaciones. Por eso, el descubrimiento en la Formación Prince Creek añade una pieza crucial a este rompecabezas, y brinda una nueva perspectiva sobre la línea de tiempo y el lugar de origen de la anidación polar en el linaje de las aves.
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