Iron Maiden en Madrid: el honor de pertenecer a los que son más ‘heavies’ que el viento

Mensaje para los que no son heavies o no se han sentido heavies al menos en algún periodo de su vida: ellos se lo pierden. El heavy metal va de lo que pasó anoche en el Metropolitano. De sentir la trascendencia del momento sin llegar a una explicación intelectual. Había que estar allí, con la camiseta negra de Eddie; dejar que el ritmo golpease en el estómago; corear las letras aunque no tengas la menor idea de lo que hablan (también pasa si sabes inglés); cerrar el puño y gritar al vecino en la cara “run to the hiiiiiils” y que él te responda “run for your liiiiiives”; dejar que el bramido de Bruce Dickinson libere a tus demonios; sentir, como dice el sociólogo alemán Hartmut Rosa, heavy irredento, “la transgresión existencial”. ¿Exagerado? Eso es que no estuvieron anoche en el estadio del Atlético. Los 55.000 que llenaron el recinto se sintieron tal cual. La liturgia la ofreció Iron Maiden, los más grandes en activo del género.

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 Ni el deficiente sonido del Metropolitano puede con una liturgia ‘metalera’ a la que se entregaron 55.000 personas  

Mensaje para los que no son heavies o no se han sentido heavies al menos en algún periodo de su vida: ellos se lo pierden. El heavy metal va de lo que pasó anoche en el Metropolitano. De sentir la trascendencia del momento sin llegar a una explicación intelectual. Había que estar allí, con la camiseta negra de Eddie; dejar que el ritmo golpease en el estómago; corear las letras aunque no tengas la menor idea de lo que hablan (también pasa si sabes inglés); cerrar el puño y gritar al vecino en la cara “run to the hiiiiiils” y que él te responda “run for your liiiiiives”; dejar que el bramido de Bruce Dickinson libere a tus demonios; sentir, como dice el sociólogo alemán Hartmut Rosa, heavy irredento, “la transgresión existencial”. ¿Exagerado? Eso es que no estuvieron anoche en el estadio del Atlético. Los 55.000 que llenaron el recinto se sintieron tal cual. La liturgia la ofreció Iron Maiden, los más grandes en activo del género.

Esto pasó a pesar de, lo han adivinado, el deficiente sonido del recinto. El Metropolitano no es un espacio para celebrar conciertos. Tiene mucho rebote y el eco, sobre todo en la gradas altas, resulta desagradable. Los instrumentos desaparecen de repente. Le pasó especialmente anoche a la guitarra de Dave Murray. No nos cansaremos de repetir que linda la estafa abonar 150 euros para recibir este trato. Deberíamos exigir un sonido perfecto. Deberíamos exigir que devuelvan el dinero si no lo garantizan. Al menos que reintegren un tanto por cierto. Es solo una idea…

El bajista Steve Harris durante un espectáculo que duró dos horas.

A pesar de este serio inconveniente, vamos a decir algo a los que consideran que el heavy metal lleva años cadáver. Visto lo de anoche, el caso es que el muerto todavía tiene pulso. Y además está viviendo ajeno a Bad Bunny, a Taylor Swift, a Spotify, a TikTok… Él a su rollo y convencido de que se ha salido con la suya. Vaya si lo ha hecho. Mientras los reyes del género (a nivel de convocatoria) en su versión clásica mantengan el ímpetu demostrado anoche aquí al que venga a darle la extremaunción al heavy se le manda a paseo con un puntapié.

Complicado encontrar a un artista que despache tantas camisetas. En el Metropolitano desentonó el que no llevó estampado en el pecho a Eddie, el monstruo-mascota de los ingleses, la marca registrada perfecta. Y nada de camisetas compradas en una tienda de Inditex. No, no: adquiridas en los puestos oficiales de otros recitales de la banda. Hasta alguno exhibió aquella de las giras de los ochenta en el Pabellón del Real Madrid. Maravilloso. Igual de bonito que ver, además de público talludo, a adolescentes con sus padres, pegando berridos en familia. Y que se vaya por una noche al infierno el móvil.

Bruce Dickinson interpreta 'Killers' con Eddie, la mascota de grupo, al lado.

La gira se llama Run For Your Lives, celebra 50 años de carrera de la banda y se centra en sus nueve primeros álbumes, de Iron Maiden (1980) a Fear of the Dark (1992), la etapa más excelsa de su carrera. Desplegaron clasicazos, canciones conocidas, ni un momento valle en dos horas de espectáculo. Iron Maiden vive con el desafío de no coexistir solo de las rentas del pasado, y la mejor prueba de ello se escucha en su complejo, arriesgado y espléndido último trabajo, Senjutsu(2021). Esta gira, sin embargo, es una excepción, un reto que plantearon a sus seguidores: ey, amigos, vamos a llenar estadios por todo el planeta, vamos a demostrar al mundo que al heavy no hay quien lo tumbe. Y para ello necesitaban su repertorio más reconocible.

A pesar de que alguno de los seis miembros del grupo llama a las puertas de los setenta, la banda conserva la melena y calza indumentaria heavy: cazadoras de cuero, pantalones con tachuelas, cinturones de balas… El grupo demostró un estado de forma impecable. Steve Harris, el jefe, con el pie pisando un monitor y su bajo Fender blanco y negro apuntando al público. Mueve su todavía larga melena arriba y abajo. Es la imagen del heavy metal. Al menos una de las más icónicas. A su lado, Bruce Dickinson, aferrado con sus manos al pie del micrófono, con una voz que quizá haya perdido algo de potencia, pero ha ganado en poso y en transmisión de emociones. Los tres guitarristas se mueven con discreción (salvo Janick Gers, que no para quieto), concentrados en deslizar sus dedos con precisión. Detrás, Simon Dawson, el nuevo batería tras la renuncia por percances de salud del simpático Nicko McBrain. El inicio del concierto fue impetuoso, veloz: Murders in the Rue Morgue, un tema antiguo, de 1981, del segundo álbum de los ingleses, Killers.

El guitarrista Dave Murray y Steve Harris, anoche en el Metropolitano.

Dickinson ejerció de eficaz portavoz, carismático, dirigiéndose al público, bromeando: “Lo que hay en esta cantimplora de la que bebo es agua, nos os creáis”. El invento escénico consistió en una pantalla enorme en la parte de atrás. Mientras había luz natural su aportación resultó poca cosa. Cuando cayó la noche, acompañada de un agradable aire fresquito, la cosa cambió. Ocurrió justo en el ecuador, en la interpretación de Rime of the Ancient Mariner, con unos desarrollos de rock progresivo (Harris es un fanático del género), donde un barco surcó un mar enfurecido que parecía que engullía a los espectadores, sobre todo a los situados en el césped. A partir de ese momento el realismo de las proyecciones construyó llamativas dramaturgias inspiradas en las canciones. En Iron Maiden un Eddie jadeante y hambriento parecía echarse encima del público. Algunas teatralizaciones ofrecieron imágenes algo ridículas, como cuando Dickinson interpretó Hallowed Be Thy Name metido en una jaula. Caray, con lo fantástica que es la canción resultó complicado disfrutarla con ese hombre allí enjaulado.

Imagen del público en el concierto de anoche en Madrid.

En un repertorio de grandes éxitos cada fan seguro que echó en falta alguno, pero lo cierto es que ofrecieron lo que todos los que allí estaban necesitaban: Killers, con un Eddie de tres metros amenazando a los músicos con un hacha; la colosal Phantom of the Opera; The Number of the Beast; The Trooper, donde el vocalista ondeó primero una bandera del Reino Unido y luego una de España: quizá hubiese procedido una arcoíris, teniendo en cuenta el día que era; Powerslave, 2 Minutes to Midnight, Run to The Hills, Seventh Son of a Seventh Son, donde la voz de Dickinson alcanzó una nota admirablemente larga y penetrante, tremendamente meritoria para un hombre que hace años pasó por un cáncer de garganta.

Los dos últimos temas produjeron una comunión de abrazos, intercambio de sudores, puños en alto y acompasados “oeeeees”: Fear of the Dark, con una impactante proyección donde se veía una luna llena iluminando un cementerio mientras Dickinson se paseaba y cantaba vestido de enterrador con una chistera, una capa y un candil en la mano, y un a-po-te-ó-si-co Wasted Years. La última imagen que vimos fue a Steve Harris ametrallando al público con su bajo. Y el sábado que viene, en el mismo lugar, AC/DC.

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