Isidre Esteve : «Solo me acuerdo que voy en silla de ruedas cuando veo a alguien en silla de ruedas»

Isidre Esteve (Lérida, 53 años) afronta con la ilusión de un principiante su vigésimo primera participación en el Rally Dakar . Y con la experiencia de haber pasado por mil dunas, reales y figuradas. Tuvo una vida de motero en la que descubrió un Dakar que le cambió la vida, allá en África. Tiene una vida de piloto de coches en la que ha descubierto que el éxito está en «estar contento con lo que haces, ser feliz, hacer lo que te gusta». Habla templado y con calma, disfrutando el presente; ilusionado al describir el coche al que se subirá el 2 de enero con el que podrá ser más competitivo que nunca; emocionado cuando se trata la labor de su Fundación para ayudar a las personas con discapacidad, de la que habla para que sea tan natural como lo es para él. —¿Cómo está a poquitos días de que empiece la aventura?—Contando los días para estar en Arabia. Probé el coche nuevo hace 15 días, solo una mañana, en Francia, y me tuvieron que bajar los mecánicos porque no podía seguir entrenando todo el día. Estoy deseando estar en Arabia porque tengo un día y medio más de test antes de empezar la carrera y estoy superilusionado.—¿Se tiene que inventar nuevos retos, como el de ser pioneros en combustibles renovables?—Es un proyecto del desarrollo del combustible de origen renovable que empezó hace cuatro años, en el Rally de Marruecos. Había que probar estos combustibles en competición; en la que no podemos perder eficiencia en cuanto a competitividad. Vemos que no solo no pierdes, sino que nos permite ser incluso más competitivos. Formo parte de un proyecto que va más allá de un resultado deportivo. Lo que perseguimos es descarbonizar la alta competición. Y me siento un privilegiado de ser parte de este cambio. Debemos ser responsables y caminar hacia una movilidad cada vez más limpia. —¿Cuál es el objetivo puramente deportivo?—Estrenamos un nuevo coche que proviene del equipo oficial. La ilusión es tremenda porque lo probé y el coche es increíble. Ya iba con Toyota Hilux, pero bien, este es un Toyota Hilux actualizado. Por primera vez me voy al Dakar y sé que tecnológicamente llevo una mecánica igual que los demás. No habrá ninguna excusa: donde estemos es donde en realidad estaríamos en cualquiera de las circunstancias.«¿Tuve una depresión tras el accidente? Sí. ¿Me quise morir? Sí. Superé esa etapa: quiero vivir. ¿Cómo? No lo sé. Y ahora soy un amante de la vida»—¿Le va costando algo más cada año?—Ostras, no, no, no, qué va. Tengo 53 años pero soy joven, hay gente que corre con más de 60 años. Para competir en motos a alto nivel hay que entrenar como un atleta; es muy exigente a nivel físico. En coches es menos la exigencia, aunque hay otras cosas. Hay que convivir con el copiloto, entenderse bien; es un trabajo más estratégico. Y se rompen muchas más cosas en el coche que en la moto. Hay que exigirlo, pero también respetarlo. Cualquier fallo, o un golpe, quizás no se rompe ahora, pero sí al cabo de 200 kilómetros y no sabes por qué ha pasado.—¿Sigue encontrando fácil la motivación?—Mi motivación está intacta. Hay dos partes en mi carrera deportiva: una primera en motos donde luchábamos para ganar el Dakar; y otra después del accidente, en coches, que es como si empezara de nuevo. He estado aprendiendo y ahora estoy con un buen equipo humano y técnico que nos permite asomar la cabeza.—¿Cuánto hay de disfrute en el día a día del Dakar y cuánto de sufrir?  —Parece increíble pero dentro del coche estamos unas 7-8 horas cada día y pasa rapidísimo. Es tanta la concentración en la pista: el copiloto no para de hablar durante 7-8 hablar, diciéndome «derecha 3, 180 grados sur, cuidado bache, cuidado piedras, dura arriba…». Y tú te sumerges en ese momento y de golpe estás en el kilómetro 200. Y de golpe vuelves a mirar y estás en el 450, hace seis horas que estás ahí dentro. Pasa superrápido.Isidre Esteve HelenaClancy—¿Cuánto hay de parte más mecánica y cuánto de mental?—Cada parte tiene lo suyo. Hay un equipo técnico que se encarga del coche. El copiloto, Txema Villalobos , tiene que estar pendiente de cómo va a ser la etapa de mañana. Yo tengo que estar tranquilo, cuidarme, no resfriarme, comer bien, y estar preparado para que cuando me suba al coche pueda ejecutar la mejor conducción posible, las más eficiente, entender las órdenes lo más rápido posible. Y si le he dado un toque al coche en el kilómetro 100, tengo que acordarme de decírselo después a los ingenieros. Mientras yo conduzco, el equipo no tiene que hacer nada más que preparar todo para cuando llegue. Es mucha gente con responsabilidades distintas y específicas; comprobando cada detalle durante 15 días y más de 6.000 kilómetros cronometrados, para llegar en las mejores condiciones.Noticias relacionadas estandar Si Entrevista Mireia Belmonte no se retira: «Es muy normal que mucha gente tire la toalla, pero yo sigo» Laura Marta estandar Si paralimpismo Elena Congost, el renacer de una campeona tras dos abortos y un cáncer ocular: «Es la mayor remontada de mi vida» Pablo Lodeiro—¿Vuelve cambiado del Dakar?  —No, cambié el primer año . Era en África. Iba allí interpretando una navegación que me tenía que llevar al final de la etapa. Y muchas veces me perdía, no sabía dónde estaba. Todo lo que percibí en esos 15 días fue tan inimaginable, me sorprendió todo tanto, que estoy seguro de que soy mejor persona, soy capaz de empatizar más, tengo más respeto. Mauritania, Mali, Burkina Faso. Todo aquello me fascinó a nivel personal. Con los puntos buenos y no tan buenos. Ahora voy a Arabia y la experiencia personal me aporta poco.«Por primera vez me voy al Dakar y sé que tecnológicamente llevo una mecánica igual que los demás; no habrá ninguna excusa»—¿Qué es ahora para usted el Dakar?—Es un gran reto a nivel personal: ir rápido en coche, ser competitivo, estar en la situación en la que estoy. Pero incluso en eso, hay que decir que el automovilismo es el claro ejemplo de lo que es el deporte inclusivo: personas con discapacidad y sin discapacidad competimos juntas, afrontamos las mismas dificultades, estamos en la misma clasificación y no existe ningún tipo de bonificaciones para una discapacidad u otra. Para mí el Dakar es todo un reto, pero dentro de una normalización. No todas las disciplinas pueden, pero algunas sí: en baloncesto podrían jugar tres personas de pie y dos en silla; si los dos equipos juegan así estarían en las mismas condiciones y sería inclusivo.—¿Qué es más difícil: terminar un Dakar bien, satisfecho o quitar los prejuicios cuando ven a alguien en una silla de ruedas?—Yo me acuerdo que voy en silla de ruedas cuando veo a alguien que va en silla de ruedas. Para mí, todo mi entorno, mi día a día, está completamente normalizado. Soy la misma persona hace 10 años, ahora, y dentro de 10 más. No pienso cómo voy a hacer algo porque voy en silla de ruedas; ya sé cómo lo voy a hacer. Ahora tengo que organizarme un poco por la falta de movilidad, y he perdido la improvisación. Prejuicios los tendrá quien los tenga. —¿Qué le gustaría que mejorara?  —Que la gente supiera más sobre las discapacidades y qué podemos hacer cuando las sufrimos. Habría menos prejuicios. Una persona con una discapacidad no está enferma. Una persona con discapacidad tiene unas limitaciones debido a su discapacidad, pero tiene unas limitaciones, no todas.HelenaClancy—¿Tenemos derecho a quejarnos?—Claro, todo el mundo se puede quejar de todo. Todos tenemos realidades distintas, con problemas distintos, que son los nuestros y, por tanto, los más importantes. Uno no es menos que otro porque tenga unos problemas o otros, le afectan de forma distinta. ¿Qué nos haría una sociedad mejor? El conocimiento, la empatía.   —¿Qué hace sin mirar tecnología ni el reloj ni los kilómetros por hora?—Debe ser que me hago mayor, me gusta disfrutar de estar en casa, tranquilo. Con mi mujer, con mi hija. No corro en la carretera, ni me gusta. Incluso voy despacio. No me apasiona correr en la vía pública. No me apasionan los coches. Hago una vida normal. Eso sí, me pongo un casco y me atan al ‘baquet’ del coche y, ahora sí, vamos a correr. Pero soy un amante de la vida.«No corro en la carretera, ni me gusta. Incluso voy despacio. No me apasiona correr en la vía pública. No me apasionan los coches. Eso sí, me pongo un casco y, ahora sí, vamos a correr»—Es más consciente de que la vida puede cambiar en un segundo, ¿eso marca?—Hubo un momento en mi vida antes del accidente que mi gran objetivo era entrenar más y mejor para ganar. No había ningún otro. Yo tenía un ‘planning’ deportivo y lo seguía: sin fines de semana, ni vacaciones, ni familia a veces. ¿Es bueno? No lo sé. Ahora es distinto. Cuando tuve el accidente se me complicaron tanto las cosas que hubo un día que solo quería vivir. Fueron tres meses en la UCI, con diversos problemas. Solo quería encontrarme bien, salir del hospital, nada más. Desde el accidente, soy un tío más positivo, intento disfrutar de todos los momentos de la vida. Quiero rodearme de gente que me aporte. Odio discutir, me quita energía, y no voy por ese camino. Soy más consciente de que la vida es corta y pasa demasiado rápido.  «Si conociéramos más las discapacidades y qué puede hacer cada uno con ellas, habría menos prejuicios. No somos enfermos»  —¿Cómo fue ese levantarse del accidente?—El accidente fue un desastre. ¿Tuve una depresión? Sí. ¿Me quería morir, en un primer momento? Sí. Pero me dije: ‘vale, esta primera fase se ha acabado. Ahora hay que vivir. El objetivo es vivir’. ¿Cómo? No tengo ni idea. ¿Vamos a cambiar esta situación? No, así que vamos a hacer el máximo con lo que tenemos. Primero: vivir; segundo, autonomía, tercero; lo voy a descubrir.—¿Qué apoyo encontró?—El deporte es muy injusto: solo gana uno; el segundo es el primero que pierde, y el tercero la gente no sabe quién es. Hay muchos fracasos, y lesiones, problemas. Pero te enseña a levantarte, a continuar cuando las cosas van mal, a perseguir las metas sabiendo que no será fácil ni que irá siempre bien y que un día, con suerte, puedes estar arriba. El camino está más lleno de fracasos y decepciones que de victorias. Esto practicado desde joven es una enseñanza. Es una forma de retarnos a nosotros mismos, Así que el día que te ocurre algo, psicológicamente estás más preparado.—¿Y entonces creó la Fundación Isidre Esteve?—Sí, a raíz del accidente. ¿Podemos hacer algo para ayudar a las personas en estas circunstancias? Es un compromiso social que hemos adquirido con nosotros mismos (él y Lidia Guerrero, su pareja). Y es fantástico. Trabajamos con niños que han estado de rehabilitación en el Sant Joan de Déu. Y se hartan. Nuestra Fundación está dentro del Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat, y no hacemos rehabilitación, sino entrenamiento. Y los niños pasan de decir ‘voy a rehabilitación’ a decir ‘voy a entrenar, y en el CAR, con los deportistas que van a ir a los Juegos Olímpicos’. Su energía ha cambiado, pero también el ambiente en casa, todos en la familia. Hemos cambiado la motivación del niño porque lo vive de otra manera. En comparación con esto… ganar el Dakar no es nada.  — ¿Qué es el éxito para Isidre Esteve?—Es que sea lunes, que me levante por la mañana y decir «qué bien que es lunes, me voy a trabajar». Esto significa estar contento con lo que haces, ser feliz, mirar el día que hace, hacer lo que te gusta. Isidre Esteve (Lérida, 53 años) afronta con la ilusión de un principiante su vigésimo primera participación en el Rally Dakar . Y con la experiencia de haber pasado por mil dunas, reales y figuradas. Tuvo una vida de motero en la que descubrió un Dakar que le cambió la vida, allá en África. Tiene una vida de piloto de coches en la que ha descubierto que el éxito está en «estar contento con lo que haces, ser feliz, hacer lo que te gusta». Habla templado y con calma, disfrutando el presente; ilusionado al describir el coche al que se subirá el 2 de enero con el que podrá ser más competitivo que nunca; emocionado cuando se trata la labor de su Fundación para ayudar a las personas con discapacidad, de la que habla para que sea tan natural como lo es para él. —¿Cómo está a poquitos días de que empiece la aventura?—Contando los días para estar en Arabia. Probé el coche nuevo hace 15 días, solo una mañana, en Francia, y me tuvieron que bajar los mecánicos porque no podía seguir entrenando todo el día. Estoy deseando estar en Arabia porque tengo un día y medio más de test antes de empezar la carrera y estoy superilusionado.—¿Se tiene que inventar nuevos retos, como el de ser pioneros en combustibles renovables?—Es un proyecto del desarrollo del combustible de origen renovable que empezó hace cuatro años, en el Rally de Marruecos. Había que probar estos combustibles en competición; en la que no podemos perder eficiencia en cuanto a competitividad. Vemos que no solo no pierdes, sino que nos permite ser incluso más competitivos. Formo parte de un proyecto que va más allá de un resultado deportivo. Lo que perseguimos es descarbonizar la alta competición. Y me siento un privilegiado de ser parte de este cambio. Debemos ser responsables y caminar hacia una movilidad cada vez más limpia. —¿Cuál es el objetivo puramente deportivo?—Estrenamos un nuevo coche que proviene del equipo oficial. La ilusión es tremenda porque lo probé y el coche es increíble. Ya iba con Toyota Hilux, pero bien, este es un Toyota Hilux actualizado. Por primera vez me voy al Dakar y sé que tecnológicamente llevo una mecánica igual que los demás. No habrá ninguna excusa: donde estemos es donde en realidad estaríamos en cualquiera de las circunstancias.«¿Tuve una depresión tras el accidente? Sí. ¿Me quise morir? Sí. Superé esa etapa: quiero vivir. ¿Cómo? No lo sé. Y ahora soy un amante de la vida»—¿Le va costando algo más cada año?—Ostras, no, no, no, qué va. Tengo 53 años pero soy joven, hay gente que corre con más de 60 años. Para competir en motos a alto nivel hay que entrenar como un atleta; es muy exigente a nivel físico. En coches es menos la exigencia, aunque hay otras cosas. Hay que convivir con el copiloto, entenderse bien; es un trabajo más estratégico. Y se rompen muchas más cosas en el coche que en la moto. Hay que exigirlo, pero también respetarlo. Cualquier fallo, o un golpe, quizás no se rompe ahora, pero sí al cabo de 200 kilómetros y no sabes por qué ha pasado.—¿Sigue encontrando fácil la motivación?—Mi motivación está intacta. Hay dos partes en mi carrera deportiva: una primera en motos donde luchábamos para ganar el Dakar; y otra después del accidente, en coches, que es como si empezara de nuevo. He estado aprendiendo y ahora estoy con un buen equipo humano y técnico que nos permite asomar la cabeza.—¿Cuánto hay de disfrute en el día a día del Dakar y cuánto de sufrir?  —Parece increíble pero dentro del coche estamos unas 7-8 horas cada día y pasa rapidísimo. Es tanta la concentración en la pista: el copiloto no para de hablar durante 7-8 hablar, diciéndome «derecha 3, 180 grados sur, cuidado bache, cuidado piedras, dura arriba…». Y tú te sumerges en ese momento y de golpe estás en el kilómetro 200. Y de golpe vuelves a mirar y estás en el 450, hace seis horas que estás ahí dentro. Pasa superrápido.Isidre Esteve HelenaClancy—¿Cuánto hay de parte más mecánica y cuánto de mental?—Cada parte tiene lo suyo. Hay un equipo técnico que se encarga del coche. El copiloto, Txema Villalobos , tiene que estar pendiente de cómo va a ser la etapa de mañana. Yo tengo que estar tranquilo, cuidarme, no resfriarme, comer bien, y estar preparado para que cuando me suba al coche pueda ejecutar la mejor conducción posible, las más eficiente, entender las órdenes lo más rápido posible. Y si le he dado un toque al coche en el kilómetro 100, tengo que acordarme de decírselo después a los ingenieros. Mientras yo conduzco, el equipo no tiene que hacer nada más que preparar todo para cuando llegue. Es mucha gente con responsabilidades distintas y específicas; comprobando cada detalle durante 15 días y más de 6.000 kilómetros cronometrados, para llegar en las mejores condiciones.Noticias relacionadas estandar Si Entrevista Mireia Belmonte no se retira: «Es muy normal que mucha gente tire la toalla, pero yo sigo» Laura Marta estandar Si paralimpismo Elena Congost, el renacer de una campeona tras dos abortos y un cáncer ocular: «Es la mayor remontada de mi vida» Pablo Lodeiro—¿Vuelve cambiado del Dakar?  —No, cambié el primer año . Era en África. Iba allí interpretando una navegación que me tenía que llevar al final de la etapa. Y muchas veces me perdía, no sabía dónde estaba. Todo lo que percibí en esos 15 días fue tan inimaginable, me sorprendió todo tanto, que estoy seguro de que soy mejor persona, soy capaz de empatizar más, tengo más respeto. Mauritania, Mali, Burkina Faso. Todo aquello me fascinó a nivel personal. Con los puntos buenos y no tan buenos. Ahora voy a Arabia y la experiencia personal me aporta poco.«Por primera vez me voy al Dakar y sé que tecnológicamente llevo una mecánica igual que los demás; no habrá ninguna excusa»—¿Qué es ahora para usted el Dakar?—Es un gran reto a nivel personal: ir rápido en coche, ser competitivo, estar en la situación en la que estoy. Pero incluso en eso, hay que decir que el automovilismo es el claro ejemplo de lo que es el deporte inclusivo: personas con discapacidad y sin discapacidad competimos juntas, afrontamos las mismas dificultades, estamos en la misma clasificación y no existe ningún tipo de bonificaciones para una discapacidad u otra. Para mí el Dakar es todo un reto, pero dentro de una normalización. No todas las disciplinas pueden, pero algunas sí: en baloncesto podrían jugar tres personas de pie y dos en silla; si los dos equipos juegan así estarían en las mismas condiciones y sería inclusivo.—¿Qué es más difícil: terminar un Dakar bien, satisfecho o quitar los prejuicios cuando ven a alguien en una silla de ruedas?—Yo me acuerdo que voy en silla de ruedas cuando veo a alguien que va en silla de ruedas. Para mí, todo mi entorno, mi día a día, está completamente normalizado. Soy la misma persona hace 10 años, ahora, y dentro de 10 más. No pienso cómo voy a hacer algo porque voy en silla de ruedas; ya sé cómo lo voy a hacer. Ahora tengo que organizarme un poco por la falta de movilidad, y he perdido la improvisación. Prejuicios los tendrá quien los tenga. —¿Qué le gustaría que mejorara?  —Que la gente supiera más sobre las discapacidades y qué podemos hacer cuando las sufrimos. Habría menos prejuicios. Una persona con una discapacidad no está enferma. Una persona con discapacidad tiene unas limitaciones debido a su discapacidad, pero tiene unas limitaciones, no todas.HelenaClancy—¿Tenemos derecho a quejarnos?—Claro, todo el mundo se puede quejar de todo. Todos tenemos realidades distintas, con problemas distintos, que son los nuestros y, por tanto, los más importantes. Uno no es menos que otro porque tenga unos problemas o otros, le afectan de forma distinta. ¿Qué nos haría una sociedad mejor? El conocimiento, la empatía.   —¿Qué hace sin mirar tecnología ni el reloj ni los kilómetros por hora?—Debe ser que me hago mayor, me gusta disfrutar de estar en casa, tranquilo. Con mi mujer, con mi hija. No corro en la carretera, ni me gusta. Incluso voy despacio. No me apasiona correr en la vía pública. No me apasionan los coches. Hago una vida normal. Eso sí, me pongo un casco y me atan al ‘baquet’ del coche y, ahora sí, vamos a correr. Pero soy un amante de la vida.«No corro en la carretera, ni me gusta. Incluso voy despacio. No me apasiona correr en la vía pública. No me apasionan los coches. Eso sí, me pongo un casco y, ahora sí, vamos a correr»—Es más consciente de que la vida puede cambiar en un segundo, ¿eso marca?—Hubo un momento en mi vida antes del accidente que mi gran objetivo era entrenar más y mejor para ganar. No había ningún otro. Yo tenía un ‘planning’ deportivo y lo seguía: sin fines de semana, ni vacaciones, ni familia a veces. ¿Es bueno? No lo sé. Ahora es distinto. Cuando tuve el accidente se me complicaron tanto las cosas que hubo un día que solo quería vivir. Fueron tres meses en la UCI, con diversos problemas. Solo quería encontrarme bien, salir del hospital, nada más. Desde el accidente, soy un tío más positivo, intento disfrutar de todos los momentos de la vida. Quiero rodearme de gente que me aporte. Odio discutir, me quita energía, y no voy por ese camino. Soy más consciente de que la vida es corta y pasa demasiado rápido.  «Si conociéramos más las discapacidades y qué puede hacer cada uno con ellas, habría menos prejuicios. No somos enfermos»  —¿Cómo fue ese levantarse del accidente?—El accidente fue un desastre. ¿Tuve una depresión? Sí. ¿Me quería morir, en un primer momento? Sí. Pero me dije: ‘vale, esta primera fase se ha acabado. Ahora hay que vivir. El objetivo es vivir’. ¿Cómo? No tengo ni idea. ¿Vamos a cambiar esta situación? No, así que vamos a hacer el máximo con lo que tenemos. Primero: vivir; segundo, autonomía, tercero; lo voy a descubrir.—¿Qué apoyo encontró?—El deporte es muy injusto: solo gana uno; el segundo es el primero que pierde, y el tercero la gente no sabe quién es. Hay muchos fracasos, y lesiones, problemas. Pero te enseña a levantarte, a continuar cuando las cosas van mal, a perseguir las metas sabiendo que no será fácil ni que irá siempre bien y que un día, con suerte, puedes estar arriba. El camino está más lleno de fracasos y decepciones que de victorias. Esto practicado desde joven es una enseñanza. Es una forma de retarnos a nosotros mismos, Así que el día que te ocurre algo, psicológicamente estás más preparado.—¿Y entonces creó la Fundación Isidre Esteve?—Sí, a raíz del accidente. ¿Podemos hacer algo para ayudar a las personas en estas circunstancias? Es un compromiso social que hemos adquirido con nosotros mismos (él y Lidia Guerrero, su pareja). Y es fantástico. Trabajamos con niños que han estado de rehabilitación en el Sant Joan de Déu. Y se hartan. Nuestra Fundación está dentro del Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat, y no hacemos rehabilitación, sino entrenamiento. Y los niños pasan de decir ‘voy a rehabilitación’ a decir ‘voy a entrenar, y en el CAR, con los deportistas que van a ir a los Juegos Olímpicos’. Su energía ha cambiado, pero también el ambiente en casa, todos en la familia. Hemos cambiado la motivación del niño porque lo vive de otra manera. En comparación con esto… ganar el Dakar no es nada.  — ¿Qué es el éxito para Isidre Esteve?—Es que sea lunes, que me levante por la mañana y decir «qué bien que es lunes, me voy a trabajar». Esto significa estar contento con lo que haces, ser feliz, mirar el día que hace, hacer lo que te gusta.  

Isidre Esteve (Lérida, 53 años) afronta con la ilusión de un principiante su vigésimo primera participación en el Rally Dakar. Y con la experiencia de haber pasado por mil dunas, reales y figuradas. Tuvo una vida de motero en la que descubrió un … Dakar que le cambió la vida, allá en África. Tiene una vida de piloto de coches en la que ha descubierto que el éxito está en «estar contento con lo que haces, ser feliz, hacer lo que te gusta». Habla templado y con calma, disfrutando el presente; ilusionado al describir el coche al que se subirá el 2 de enero con el que podrá ser más competitivo que nunca; emocionado cuando se trata la labor de su Fundación para ayudar a las personas con discapacidad, de la que habla para que sea tan natural como lo es para él.

—¿Cómo está a poquitos días de que empiece la aventura?

—Contando los días para estar en Arabia. Probé el coche nuevo hace 15 días, solo una mañana, en Francia, y me tuvieron que bajar los mecánicos porque no podía seguir entrenando todo el día. Estoy deseando estar en Arabia porque tengo un día y medio más de test antes de empezar la carrera y estoy superilusionado.

—¿Se tiene que inventar nuevos retos, como el de ser pioneros en combustibles renovables?

—Es un proyecto del desarrollo del combustible de origen renovable que empezó hace cuatro años, en el Rally de Marruecos. Había que probar estos combustibles en competición; en la que no podemos perder eficiencia en cuanto a competitividad. Vemos que no solo no pierdes, sino que nos permite ser incluso más competitivos. Formo parte de un proyecto que va más allá de un resultado deportivo. Lo que perseguimos es descarbonizar la alta competición. Y me siento un privilegiado de ser parte de este cambio. Debemos ser responsables y caminar hacia una movilidad cada vez más limpia.

—¿Cuál es el objetivo puramente deportivo?

—Estrenamos un nuevo coche que proviene del equipo oficial. La ilusión es tremenda porque lo probé y el coche es increíble. Ya iba con Toyota Hilux, pero bien, este es un Toyota Hilux actualizado. Por primera vez me voy al Dakar y sé que tecnológicamente llevo una mecánica igual que los demás. No habrá ninguna excusa: donde estemos es donde en realidad estaríamos en cualquiera de las circunstancias.

«¿Tuve una depresión tras el accidente? Sí. ¿Me quise morir? Sí. Superé esa etapa: quiero vivir. ¿Cómo? No lo sé. Y ahora soy un amante de la vida»

—¿Le va costando algo más cada año?

—Ostras, no, no, no, qué va. Tengo 53 años pero soy joven, hay gente que corre con más de 60 años. Para competir en motos a alto nivel hay que entrenar como un atleta; es muy exigente a nivel físico. En coches es menos la exigencia, aunque hay otras cosas. Hay que convivir con el copiloto, entenderse bien; es un trabajo más estratégico. Y se rompen muchas más cosas en el coche que en la moto. Hay que exigirlo, pero también respetarlo. Cualquier fallo, o un golpe, quizás no se rompe ahora, pero sí al cabo de 200 kilómetros y no sabes por qué ha pasado.

—¿Sigue encontrando fácil la motivación?

—Mi motivación está intacta. Hay dos partes en mi carrera deportiva: una primera en motos donde luchábamos para ganar el Dakar; y otra después del accidente, en coches, que es como si empezara de nuevo. He estado aprendiendo y ahora estoy con un buen equipo humano y técnico que nos permite asomar la cabeza.

—¿Cuánto hay de disfrute en el día a día del Dakar y cuánto de sufrir? 

—Parece increíble pero dentro del coche estamos unas 7-8 horas cada día y pasa rapidísimo. Es tanta la concentración en la pista: el copiloto no para de hablar durante 7-8 hablar, diciéndome «derecha 3, 180 grados sur, cuidado bache, cuidado piedras, dura arriba…». Y tú te sumerges en ese momento y de golpe estás en el kilómetro 200. Y de golpe vuelves a mirar y estás en el 450, hace seis horas que estás ahí dentro. Pasa superrápido.

Isidre Esteve
HelenaClancy

—¿Cuánto hay de parte más mecánica y cuánto de mental?

—Cada parte tiene lo suyo. Hay un equipo técnico que se encarga del coche. El copiloto, Txema Villalobos, tiene que estar pendiente de cómo va a ser la etapa de mañana. Yo tengo que estar tranquilo, cuidarme, no resfriarme, comer bien, y estar preparado para que cuando me suba al coche pueda ejecutar la mejor conducción posible, las más eficiente, entender las órdenes lo más rápido posible. Y si le he dado un toque al coche en el kilómetro 100, tengo que acordarme de decírselo después a los ingenieros. Mientras yo conduzco, el equipo no tiene que hacer nada más que preparar todo para cuando llegue. Es mucha gente con responsabilidades distintas y específicas; comprobando cada detalle durante 15 días y más de 6.000 kilómetros cronometrados, para llegar en las mejores condiciones.

—¿Vuelve cambiado del Dakar? 

—No, cambié el primer año. Era en África. Iba allí interpretando una navegación que me tenía que llevar al final de la etapa. Y muchas veces me perdía, no sabía dónde estaba. Todo lo que percibí en esos 15 días fue tan inimaginable, me sorprendió todo tanto, que estoy seguro de que soy mejor persona, soy capaz de empatizar más, tengo más respeto. Mauritania, Mali, Burkina Faso. Todo aquello me fascinó a nivel personal. Con los puntos buenos y no tan buenos. Ahora voy a Arabia y la experiencia personal me aporta poco.

«Por primera vez me voy al Dakar y sé que tecnológicamente llevo una mecánica igual que los demás; no habrá ninguna excusa»

—¿Qué es ahora para usted el Dakar?

—Es un gran reto a nivel personal: ir rápido en coche, ser competitivo, estar en la situación en la que estoy. Pero incluso en eso, hay que decir que el automovilismo es el claro ejemplo de lo que es el deporte inclusivo: personas con discapacidad y sin discapacidad competimos juntas, afrontamos las mismas dificultades, estamos en la misma clasificación y no existe ningún tipo de bonificaciones para una discapacidad u otra. Para mí el Dakar es todo un reto, pero dentro de una normalización. No todas las disciplinas pueden, pero algunas sí: en baloncesto podrían jugar tres personas de pie y dos en silla; si los dos equipos juegan así estarían en las mismas condiciones y sería inclusivo.

—¿Qué es más difícil: terminar un Dakar bien, satisfecho o quitar los prejuicios cuando ven a alguien en una silla de ruedas?

—Yo me acuerdo que voy en silla de ruedas cuando veo a alguien que va en silla de ruedas. Para mí, todo mi entorno, mi día a día, está completamente normalizado. Soy la misma persona hace 10 años, ahora, y dentro de 10 más. No pienso cómo voy a hacer algo porque voy en silla de ruedas; ya sé cómo lo voy a hacer. Ahora tengo que organizarme un poco por la falta de movilidad, y he perdido la improvisación. Prejuicios los tendrá quien los tenga.

—¿Qué le gustaría que mejorara? 

—Que la gente supiera más sobre las discapacidades y qué podemos hacer cuando las sufrimos. Habría menos prejuicios. Una persona con una discapacidad no está enferma. Una persona con discapacidad tiene unas limitaciones debido a su discapacidad, pero tiene unas limitaciones, no todas.

HelenaClancy

—¿Tenemos derecho a quejarnos?

—Claro, todo el mundo se puede quejar de todo. Todos tenemos realidades distintas, con problemas distintos, que son los nuestros y, por tanto, los más importantes. Uno no es menos que otro porque tenga unos problemas o otros, le afectan de forma distinta. ¿Qué nos haría una sociedad mejor? El conocimiento, la empatía.

 —¿Qué hace sin mirar tecnología ni el reloj ni los kilómetros por hora?

—Debe ser que me hago mayor, me gusta disfrutar de estar en casa, tranquilo. Con mi mujer, con mi hija. No corro en la carretera, ni me gusta. Incluso voy despacio. No me apasiona correr en la vía pública. No me apasionan los coches. Hago una vida normal. Eso sí, me pongo un casco y me atan al ‘baquet’ del coche y, ahora sí, vamos a correr. Pero soy un amante de la vida.

«No corro en la carretera, ni me gusta. Incluso voy despacio. No me apasiona correr en la vía pública. No me apasionan los coches. Eso sí, me pongo un casco y, ahora sí, vamos a correr»

—Es más consciente de que la vida puede cambiar en un segundo, ¿eso marca?

—Hubo un momento en mi vida antes del accidente que mi gran objetivo era entrenar más y mejor para ganar. No había ningún otro. Yo tenía un ‘planning’ deportivo y lo seguía: sin fines de semana, ni vacaciones, ni familia a veces. ¿Es bueno? No lo sé. Ahora es distinto. Cuando tuve el accidente se me complicaron tanto las cosas que hubo un día que solo quería vivir. Fueron tres meses en la UCI, con diversos problemas. Solo quería encontrarme bien, salir del hospital, nada más. Desde el accidente, soy un tío más positivo, intento disfrutar de todos los momentos de la vida. Quiero rodearme de gente que me aporte. Odio discutir, me quita energía, y no voy por ese camino. Soy más consciente de que la vida es corta y pasa demasiado rápido.

 

«Si conociéramos más las discapacidades y qué puede hacer cada uno con ellas, habría menos prejuicios. No somos enfermos»

 —¿Cómo fue ese levantarse del accidente?

—El accidente fue un desastre. ¿Tuve una depresión? Sí. ¿Me quería morir, en un primer momento? Sí. Pero me dije: ‘vale, esta primera fase se ha acabado. Ahora hay que vivir. El objetivo es vivir’. ¿Cómo? No tengo ni idea. ¿Vamos a cambiar esta situación? No, así que vamos a hacer el máximo con lo que tenemos. Primero: vivir; segundo, autonomía, tercero; lo voy a descubrir.

—¿Qué apoyo encontró?

—El deporte es muy injusto: solo gana uno; el segundo es el primero que pierde, y el tercero la gente no sabe quién es. Hay muchos fracasos, y lesiones, problemas. Pero te enseña a levantarte, a continuar cuando las cosas van mal, a perseguir las metas sabiendo que no será fácil ni que irá siempre bien y que un día, con suerte, puedes estar arriba. El camino está más lleno de fracasos y decepciones que de victorias. Esto practicado desde joven es una enseñanza. Es una forma de retarnos a nosotros mismos, Así que el día que te ocurre algo, psicológicamente estás más preparado.

—¿Y entonces creó la Fundación Isidre Esteve?

—Sí, a raíz del accidente. ¿Podemos hacer algo para ayudar a las personas en estas circunstancias? Es un compromiso social que hemos adquirido con nosotros mismos (él y Lidia Guerrero, su pareja). Y es fantástico. Trabajamos con niños que han estado de rehabilitación en el Sant Joan de Déu. Y se hartan. Nuestra Fundación está dentro del Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat, y no hacemos rehabilitación, sino entrenamiento. Y los niños pasan de decir ‘voy a rehabilitación’ a decir ‘voy a entrenar, y en el CAR, con los deportistas que van a ir a los Juegos Olímpicos’. Su energía ha cambiado, pero también el ambiente en casa, todos en la familia. Hemos cambiado la motivación del niño porque lo vive de otra manera. En comparación con esto… ganar el Dakar no es nada.

 ¿Qué es el éxito para Isidre Esteve?

—Es que sea lunes, que me levante por la mañana y decir «qué bien que es lunes, me voy a trabajar». Esto significa estar contento con lo que haces, ser feliz, mirar el día que hace, hacer lo que te gusta.

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