La popularidad del primer ministro británico se ha hundido antes de cumplir 100 días al frente de Downing Street Leer La popularidad del primer ministro británico se ha hundido antes de cumplir 100 días al frente de Downing Street Leer
Keir Starmer ha forzado una minicrisis de Gobierno para intentar relanzar su mandato, marcado al cabo de tres meses por los escándalos, las fricciones internas y las decisiones impopulares. La dimisión como jefa de Personal de Sue Gray, la investigadora del Partygate, fue en realidad una destitución en toda regla y una victoria de Morgan McSweeney, el gurú electoral de Starmer y el nuevo hombre fuerte en el terremoto interno que sacudió Downing Street durante el fin de semana.
McSweeney, de 47 años, nacido en Irlanda y casado con la diputada laborista Imogen Wlaker, lideró en su día el think tank Labour Together y fue el artífice a la sombra de la purga de corbynistas en el partido tras el ascenso de Starmer como líder en 2020. Fue también el máximo responsable de la maquinaria electoral que permitió el 4 de julio la la mayoría absoluta más contundente desde Tony Blair.
Aunque ya trabajaba como asesor del premier, su ascenso de interpreta como un golpe interno del ya conocido como boys club dentro del entorno de Starmer, que ha aprovechado las circunstancias para nombrar como jefe de Comunicación Estratégica al ex periodista del Daily Mirror y del Sunday Times James Lyons. Esta decisión es también un reconocimiento implícito del fiasco del actual director de Comunicación, Matthew Doyle, incapaz de poner coto a las filtraciones y de articular un mensaje claro del mandato de Starmer.
La minicrisis afecta de momento al círculo interno del premier, que ha nombrado a Nin Pandit, hasta ahora jefa de la Unidad Política de Downing Street, como su secretaria privada. «Estoy agradecido de incoporar a gente con talento y experiencia a mi equipo», declaró Starmer. «Esto demuestra mi absoluta determinación para traer el cambio a este país».
El 59% de los británicos, sin embargo, define ya al Gobierno laborista como «corrupto», según un reciente sondeo de YouGov. El reciente escándalo de los regalos personales o freebies ha pasado una factura muy alta al premier, con un índice de popularidad de -27%, por debajo incluso del que tenía Rishi Sunak en el momento de su partida.
A punto de cruzar la meta de los 100 días esta misma semana, Starmer ha decido dar personalmente un volantazo, empezando por forzar la dimisión de Sue Gray, que se enteró en el último momento y se vio obligada a emitir un breve comunicado el domingo, alegando que «los intensos comentarios» sobre su puesto corrían el riesgo de convertirse en «una distracción del vital trabajo del cambio de este Gobierno».
Gray estaba en el disparadero desde que trascendió, hace dos semanas, que cobraba más que el premier y que ningún miembro del gabinete (uno 200.000 euros al año). Desde que Starmer la eligió como jefa de Personal, cuando aún era líder de la oposición, se había convertido en el blanco predilecto de los diarios conservadores, que no perdonaron su papel en la caída de Boris Johnson como investigadora del Partygate.
Para evitar una humillación mayor, Gray ha aceptado «seguir apoyando al primer ministro en un nuevo papel», el de enlace con las regiones y las naciones, en rivalidad con las funciones de los actuales secretarios de Estado para Escocia, Gales e Irlanda del Norte.
La guerra interna en el entorno de Starmer había provocado duras críticas internas, como la del diputado laborista del ala izquierda John McDonnell: «Estamos afrontando el riesgo de una guerra total en Oriente Próximo, con miles de personas muertas en Líbano, y en todo lo que piensan los muchachos de Starmer es en cómo apropiarse del puesto y del dinero de Sue Gray. No hay palabras».
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