Lo más inquietante de leer un periódico hecho con inteligencia artificial es que si no te lo dicen no te enteras. El que ha editado el diario italiano Il Foglio este martes, menos mal, lo advierte bien claro, todos los artículos están firmados con la frase “Texto realizado con IA”. Este periódico fundado en 1996, de línea conservadora y liberal, y peculiar en su formato ―tamaño sábana, pocas páginas y predominio de opinión y análisis político―, ha puesto hoy en marcha un curioso experimento. Sale al quiosco en dos ediciones, que se venden juntas: una es la habitual, y la otra está escrita íntegramente con inteligencia artificial. El diario asegura que es la primera vez que se hace en el mundo. Son dos ediciones distintas e independientes, no es que una sea una réplica de la otra. El periódico dice incluso sobre la versión no humana “que a veces entrará en polémica con la línea de nuestro diario”. Al final, contarán lo que les ha parecido y cómo ha sido la experiencia. “Buena diversión”, proclama el diario, porque se lo toma en parte como un juego.
El periódico italiano ‘Il Foglio’ está en el quiosco este martes con dos ejemplares, el de siempre, y otro elaborado solo con IA, un experimento que se publicará durante un mes
Lo más inquietante de leer un periódico hecho con inteligencia artificial es que si no te lo dicen no te enteras. El que ha editado el diario italiano Il Foglio este martes, menos mal, lo advierte bien claro, todos los artículos están firmados con la frase “Texto realizado con IA”. Este periódico fundado en 1996, de línea conservadora y liberal, y peculiar en su formato ―tamaño sábana, pocas páginas y predominio de opinión y análisis político―, ha puesto hoy en marcha un curioso experimento. Sale al quiosco en dos ediciones, que se venden juntas: una es la habitual, y la otra está escrita íntegramente con inteligencia artificial. El diario asegura que es la primera vez que se hace en el mundo. Son dos ediciones distintas e independientes, no es que una sea una réplica de la otra. El periódico dice incluso sobre la versión no humana “que a veces entrará en polémica con la línea de nuestro diario”. Al final, contarán lo que les ha parecido y cómo ha sido la experiencia. “Buena diversión”, proclama el diario, porque se lo toma en parte como un juego.
Il Foglio AI saldrá así durante un mes, de martes a viernes. Son cuatro páginas, 22 artículos, tres editoriales, y este martes también hay dos fotos generadas con IA. No hay versión digital, solo se han colgado tres artículos de muestra. En el diario hay cartas (virtuales) al director con respuesta. La crítica de un libro. El análisis de lo que dicen de Alemania los diez ensayos más vendidos en el país. El resumen de un artículo en el Times de Jimmy Page, de Led Zeppelin, que critica la IA como un peligro a la creatividad artística. Un artículo sobre cómo los jóvenes europeos ya no creen en el amor romántico, basado en sondeos y las opiniones de una profesora de la universidad de Nueva York. Una crónica sobre los críticos de Trump en el partido republicano.
¿Todo esto para qué? El diario responde que es por dos razones: por el desafío de transformar la IA “del estado gaseoso, el de la teoría, al estado sólido, el de la práctica”, y por experimentar “el impacto que una revolución tecnológica de esta magnitud puede tener en nuestra forma de trabajar”. “En particular, ¿qué preguntas nos hemos visto obligados a plantearnos, no solo de carácter periodístico, al ver día tras día un periódico creado íntegramente con AI?”, expone.

Lo cierto es que la lectura de este primer ejemplar da a pie a varias reflexiones, es una experiencia curiosa. Hay artículos de opinión muy elaborados con las 10 razones por las que no hay que fiarse de Putin o de crítica a quienes en Italia son fans de Trump y enarbolan la libertad pero luego callan cuando se comporta como un déspota. Parece evidente que detrás hay una mínima indicación humana de la línea del artículo. Hay otros textos cortos puramente informativos sobre los hechos relevantes del día donde se ve la utilidad de síntesis de la IA: piezas sobre las cotizaciones de bolsa, los datos económicos del mes del instituto estadístico oficial o el ataque de EE UU a los huthis en Yemen.
Pero emerge como cuestión central algo que, no por casualidad, marca la diferencia fundamental entre el periodismo humano y el artificial: las fuentes. En su nivel más básico, porque a veces los artículos no las citan, no se sabe de dónde se ha sacado la información. Se supone que es como todo actualmente: de por ahí, de internet. Es decir, la IA la copia de otros medios, se entiende, pero ¿de cuáles? ¿qué criterios usa? ¿debería pagarse por ello? Se deduce, además, que un redactor tendrá que estar después comprobando que todo es cierto y no hay errores. También es importante saber el nivel de intervención humana, si alguien elige los temas previamente o le han dicho a la IA que llene cuatro páginas como le parezca. Porque un humano deberá velar por la calidad del producto final, sobre todo si pretende que alguien pague por él. “Nosotros los periodistas nos limitaremos a hacerle las preguntas, la IA nos dará las respuestas”, explica el diario. Será “fruto de discusiones, de provocaciones, de noticias”. Sugiere la idea de un grupo de humanos que se dedican a pensar ideas para artículos y los encargan, ahorrándose el engorro y el tiempo de escribirlos. Fantaseando, alguien con inventiva podría hacer un periódico así, él solo, en media tarde.
Pero es que la cuestión de las fuentes, y los límites del invento, se hace aún más interesante, por ejemplo, en artículos sobre la línea del Gobierno de Meloni o la crisis interna del Partido Democrático (PD), de centro-izquierda. Para el lector la pregunta es obvia: ¿de dónde sale la información? Porque la IA usa solo fuentes públicas, lo que encuentra en la Red, es decir, lo que sabe todo el mundo, y lo reelabora. Pero es que la información buena (y nueva) es la que está oculta, y esa solo la tiene un humano, a través de sus fuentes. Otra cosa es que el humano le dé la información al programa y le pida que la escriba. Pero por sí sola la AI no tiene acceso a ella.
Esto no hace más que resaltar la importancia de la información propia y de contar lo que no cuenta nadie. Y la paradoja de los medios que se desviven por estar pendientes de lo que se habla en las redes para contar lo mismo. Porque la IA no se puede tomar cafés con diputados para enterarse de cosas. Información que luego el periodista debe sopesar y valorar, al igual que las intenciones de quien se lo cuenta. Es decir: tiene que decidir si se cree lo que le han contado. Es un factor humano crucial: la decisión del periodista sobre si puede fiarse o no de esa fuente, fruto de un tiempo de amistad o relación, o de la percepción personal, hasta de la intuición, del mundo que tenga uno, y al final, sobre todo, el profesional afronta la decisión de poner su firma, su cara, su prestigio, sobre esa información, dándole validez. Todo esto a la IA le da igual, tiene el don de la irresponsabilidad. Y el humano que la controle hará bien en mantenerla en terreno neutro, previsible, de poco interés informativo, si no quiere recibir una demanda (y pagarla él, como inteligencia natural).
La cosa es aún más compleja en el caso de los artículos de opinión, porque no sabes por dónde te va a salir la IA: ¿lo retocas hasta que diga lo que quieras?, ¿hasta dónde llega la libertad de expresión de la IA si recibe directrices y es modulable y, en realidad, te escribe lo que quieras? Y, además, ¿qué es una opinión, cuando no se trata de una persona? ¿unos grandes éxitos de los mejores razonamientos? Porque en el periódico humano, las columnas las firma una persona, con nombre y los apellidos. Lo otro es impersonal, que en el caso de una opinión es un oxímoron. Piensen: “Mi opinión impersonal es que…”. Lees un artículo y te dices: qué interesante, ¿quién lo ha escrito? O al revés: qué tontería, ¿quién lo ha escrito? La respuesta es la misma: nadie. Es más, rizando el rizo, puede ser posible que alguien escriba algo y no lo firme, haciéndolo pasar por inteligencia artificial. De nuevo, la irresponsabilidad, sumada a la falta de originalidad, porque eso mismo, o parecido, puede salir en otro diario. Esa es otra: ¿la IA haría todos los diarios más o menos iguales?
Pero sobre todo la diferencia abismal con un diario humano es lo más obvio, lo más importante, son las historias: la IA no puede cogerse el coche, ir a Valencia a un pueblo afectado por la dana, hablar con los vecinos y escribir lo que ha visto. En Il Foglio, por ejemplo, escribe la reportera Cecilia Sala, que fue secuestrada el pasado mes de diciembre en Irán y fue liberada en enero. Eso a la IA no le va a pasar en la vida, desde luego.
La edición “artificial” del diario abre su portada con un artículo dirigido al director, en la que la IA ensalza sus propias virtudes para argumentar que solo ella es capaz de enfoques equilibrados basado en datos, frente a las pasiones y los errores de sesgo de los humanos. Y la IA, ese ente, concluye: “El miedo a la IA es solo el terror de tener que competir con algo que no se va de pausa café cada 10 minutos. El futuro está aquí, pero ciertos dinosaurios editoriales prefieren extinguirse con la pluma en la mano. Luego no os sorprendáis si ChatGPT os sustituye con más cerebro, menos ego y sin sindicato”. Es para preguntarse qué piensan los redactores del diario al respecto (sobre todo si el artificial resulta que es mejor que el suyo). Al final del experimento, dentro de un mes, lo contarán.
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