El Sevilla de Almeyda lucha por aminorar debilidades y potenciar progresivamente las virtudes que florecen de la mano del preparador argentino, quien está demostrando que conoce el paño y maneja recetas para levantar al enfermo. Los mimbres son los que son, pero existe un poso generalizado en el club y entre el aficionado, tras la celebración de las cuatro primeras jornadas de liga, de que el equipo evoluciona en la senda correcta y asimila una idea de juego clara, intensa, que cala en el vestuario y conecta con la grada. No cabe duda, en cualquier caso, que el trecho por recorrer va a ser largo y complejo, y que cualquier pequeño paso atrás, golpeará con crudeza la confianza en el proyecto. Pero este Sevilla también tiene que pelear por recuperar su sitio contra factores externos. El runrún sobre algunas decisiones arbitrales ha aparecido demasiado pronto. No debe extrañar. Cambien los protocolos que cambien desde el comité técnico, la balanza de la interpretación siempre se inclinará contra los frágiles, y ahí este Sevilla de entreguerras tiene trabajo en el campo… y en los despachos.Toca ganarse un respeto que, a buen seguro, crecerá si el Sevilla mejora poco a poco su estatus en la competición después de dos temporadas coqueteando con el descenso y más enfrascado en divisiones institucionales que en reparar el preocupante deterioro económico de la entidad. El criterio de los árbitros no fue el mejor para el Sevilla FC desde la primera jornada en San Mamés , donde el cuadro de Almeyda se volvió de vacío pese a merecer algún botín. Esa sensación de parcialidad se multiplicó de manera inquietante el pasado viernes ante el Elche bajo la chocante dirección de partido que llevó a cabo Javier Alberola Rojas, con Javier Iglesias Villanueva en el VAR . Los veredictos y la actitud del colegiado castellano-manchego encendieron sobremanera a la grada del Sánchez-Pizjuán y a los integrantes del bando local.El Sevilla no quiere escudarse en la excusa del arbitraje, lo que no quita que el goteo de decisiones en contra que sufrió ante el Elche, incesante y continuado en los noventa minutos de partido, exija cuando menos una reflexión profunda hacia adentro y se pidan explicaciones por los canales pertinentes después de cuatro jornadas que han dejado un regusto desconcertante en Nervión con el estamento arbitral. El viernes, se desbordó la lista de quejas. Apareció otra vez por parte del trencilla ese doble rasero a la hora de señalar faltas y sacar tarjetas amarillas . Agoumé ya cargaba con amonestación (rigurosa) a los ocho minutos de partido en un puesto clave para el Sevilla, como le sucedió a Nianzou antes de tener que ser sustituido por Almeyda. Sacó tarjeta igualmente a Isaac y en el tramo final a Azpilicueta y al propio entrenador argentino, con los que se encaró de manera muy fea desatando las airadas protestas del Sánchez-Pizjuán. «Vivimos el fútbol con pasión, siempre con respeto. Y queda ahí entre el árbitro y yo lo que hemos hablado», se limitó a explicar Almeyda en rueda de prensa tras el choque.En Nervión, el colegiado manchego no llevó a gala sus teóricos principios de ser dialogante y dar fluidez al juego de contacto . Todo lo contrario. Disparidad. Decisiones que fueron mermando casi siempre la propuesta del Sevilla. Isaac Romero , autor del primer tanto de los nervionenses, vio cómo le anulaban otros tres goles. El último de ellos, en el minuto 89, terriblemente discutible. El árbitro le pitó falta en ataque al lebrijano por un muy leve contacto sobre Affengruber en la carrera. Incomprensible. El delantero apenas le pasó el brazo por encima del hombro al central austriaco del Elche.El criterio de Alberola bailaba de manera extraña, ya que en la primera parte sí fue permisivo con la fricción, paradójicamente, en otra de las acciones que más perjudicaron al Sevilla: un posible penalti sobre Rubén Vargas en el minuto 24. Ali Houary agarró claramente del brazo y de la camiseta al suizo y lo derribó por detrás dejándolo caer sin poder jugar el balón. El árbitro, en esta ocasión, entendió que la acción del futbolista del Elche fue insuficiente para decretar falta dentro del área y por tanto pena máxima, algo que calentó a la grada de manera unánime.La acción retrotrae a los sevillistas al partido de la primera jornada en el campo del Athletic, donde en una jugada muy similar, el colegiado Francisco José Hernández Maeso sí pitó penalti en cambio de Juanlu sobre Nico Williams que el propio atacante local terminó transformando en el 1-0. ¿Cuál es la vara de medir del CTA? Dos maneras de interpretar una acción, ambas contra los intereses sevillistas. En ese mismo duelo en La Catedral, por cierto, Idumbo y Akor Adams reclamaron sendos penaltis al caer dentro del área del equipo vizcaíno. Al nigeriano, además, le anularon un gol . El Sevilla, tras completar un buen encuentro, no rascó nada (3-2).El uso del videoarbitraje y sus protocolos tampoco se aclaran. En unos campos se permite terminar la jugada y luego se revisa. En otros, no. La tecnología no consigue ahuyentar ciertas suspicacias. En el referido último gol anulado a Isaac contra el Elche, Alberola, al contrario de lo que ocurre en otras ocasiones, no dejó seguir la jugada y señaló la falta previa del delantero antes de que batiera a Dituro, con lo que el VAR no pudo entrar a revisar la acción. Menos mal que la sala VOR sí pudo corregir unos minutos antes al árbitro de campo en el gol legal de Peque que supuso el 2-2 definitivo y que, inicialmente, Alberola Rojas también había anulado ante el estupor del público y todo el banquillo sevillista. El Sevilla de Almeyda lucha por aminorar debilidades y potenciar progresivamente las virtudes que florecen de la mano del preparador argentino, quien está demostrando que conoce el paño y maneja recetas para levantar al enfermo. Los mimbres son los que son, pero existe un poso generalizado en el club y entre el aficionado, tras la celebración de las cuatro primeras jornadas de liga, de que el equipo evoluciona en la senda correcta y asimila una idea de juego clara, intensa, que cala en el vestuario y conecta con la grada. No cabe duda, en cualquier caso, que el trecho por recorrer va a ser largo y complejo, y que cualquier pequeño paso atrás, golpeará con crudeza la confianza en el proyecto. Pero este Sevilla también tiene que pelear por recuperar su sitio contra factores externos. El runrún sobre algunas decisiones arbitrales ha aparecido demasiado pronto. No debe extrañar. Cambien los protocolos que cambien desde el comité técnico, la balanza de la interpretación siempre se inclinará contra los frágiles, y ahí este Sevilla de entreguerras tiene trabajo en el campo… y en los despachos.Toca ganarse un respeto que, a buen seguro, crecerá si el Sevilla mejora poco a poco su estatus en la competición después de dos temporadas coqueteando con el descenso y más enfrascado en divisiones institucionales que en reparar el preocupante deterioro económico de la entidad. El criterio de los árbitros no fue el mejor para el Sevilla FC desde la primera jornada en San Mamés , donde el cuadro de Almeyda se volvió de vacío pese a merecer algún botín. Esa sensación de parcialidad se multiplicó de manera inquietante el pasado viernes ante el Elche bajo la chocante dirección de partido que llevó a cabo Javier Alberola Rojas, con Javier Iglesias Villanueva en el VAR . Los veredictos y la actitud del colegiado castellano-manchego encendieron sobremanera a la grada del Sánchez-Pizjuán y a los integrantes del bando local.El Sevilla no quiere escudarse en la excusa del arbitraje, lo que no quita que el goteo de decisiones en contra que sufrió ante el Elche, incesante y continuado en los noventa minutos de partido, exija cuando menos una reflexión profunda hacia adentro y se pidan explicaciones por los canales pertinentes después de cuatro jornadas que han dejado un regusto desconcertante en Nervión con el estamento arbitral. El viernes, se desbordó la lista de quejas. Apareció otra vez por parte del trencilla ese doble rasero a la hora de señalar faltas y sacar tarjetas amarillas . Agoumé ya cargaba con amonestación (rigurosa) a los ocho minutos de partido en un puesto clave para el Sevilla, como le sucedió a Nianzou antes de tener que ser sustituido por Almeyda. Sacó tarjeta igualmente a Isaac y en el tramo final a Azpilicueta y al propio entrenador argentino, con los que se encaró de manera muy fea desatando las airadas protestas del Sánchez-Pizjuán. «Vivimos el fútbol con pasión, siempre con respeto. Y queda ahí entre el árbitro y yo lo que hemos hablado», se limitó a explicar Almeyda en rueda de prensa tras el choque.En Nervión, el colegiado manchego no llevó a gala sus teóricos principios de ser dialogante y dar fluidez al juego de contacto . Todo lo contrario. Disparidad. Decisiones que fueron mermando casi siempre la propuesta del Sevilla. Isaac Romero , autor del primer tanto de los nervionenses, vio cómo le anulaban otros tres goles. El último de ellos, en el minuto 89, terriblemente discutible. El árbitro le pitó falta en ataque al lebrijano por un muy leve contacto sobre Affengruber en la carrera. Incomprensible. El delantero apenas le pasó el brazo por encima del hombro al central austriaco del Elche.El criterio de Alberola bailaba de manera extraña, ya que en la primera parte sí fue permisivo con la fricción, paradójicamente, en otra de las acciones que más perjudicaron al Sevilla: un posible penalti sobre Rubén Vargas en el minuto 24. Ali Houary agarró claramente del brazo y de la camiseta al suizo y lo derribó por detrás dejándolo caer sin poder jugar el balón. El árbitro, en esta ocasión, entendió que la acción del futbolista del Elche fue insuficiente para decretar falta dentro del área y por tanto pena máxima, algo que calentó a la grada de manera unánime.La acción retrotrae a los sevillistas al partido de la primera jornada en el campo del Athletic, donde en una jugada muy similar, el colegiado Francisco José Hernández Maeso sí pitó penalti en cambio de Juanlu sobre Nico Williams que el propio atacante local terminó transformando en el 1-0. ¿Cuál es la vara de medir del CTA? Dos maneras de interpretar una acción, ambas contra los intereses sevillistas. En ese mismo duelo en La Catedral, por cierto, Idumbo y Akor Adams reclamaron sendos penaltis al caer dentro del área del equipo vizcaíno. Al nigeriano, además, le anularon un gol . El Sevilla, tras completar un buen encuentro, no rascó nada (3-2).El uso del videoarbitraje y sus protocolos tampoco se aclaran. En unos campos se permite terminar la jugada y luego se revisa. En otros, no. La tecnología no consigue ahuyentar ciertas suspicacias. En el referido último gol anulado a Isaac contra el Elche, Alberola, al contrario de lo que ocurre en otras ocasiones, no dejó seguir la jugada y señaló la falta previa del delantero antes de que batiera a Dituro, con lo que el VAR no pudo entrar a revisar la acción. Menos mal que la sala VOR sí pudo corregir unos minutos antes al árbitro de campo en el gol legal de Peque que supuso el 2-2 definitivo y que, inicialmente, Alberola Rojas también había anulado ante el estupor del público y todo el banquillo sevillista.
El Sevilla de Almeyda lucha por aminorar debilidades y potenciar progresivamente las virtudes que florecen de la mano del preparador argentino, quien está demostrando que conoce el paño y maneja recetas para levantar al enfermo. Los mimbres son los que son, pero existe … un poso generalizado en el club y entre el aficionado, tras la celebración de las cuatro primeras jornadas de liga, de que el equipo evoluciona en la senda correcta y asimila una idea de juego clara, intensa, que cala en el vestuario y conecta con la grada. No cabe duda, en cualquier caso, que el trecho por recorrer va a ser largo y complejo, y que cualquier pequeño paso atrás, golpeará con crudeza la confianza en el proyecto. Pero este Sevilla también tiene que pelear por recuperar su sitio contra factores externos. El runrún sobre algunas decisiones arbitrales ha aparecido demasiado pronto. No debe extrañar. Cambien los protocolos que cambien desde el comité técnico, la balanza de la interpretación siempre se inclinará contra los frágiles, y ahí este Sevilla de entreguerras tiene trabajo en el campo… y en los despachos.
Toca ganarse un respeto que, a buen seguro, crecerá si el Sevilla mejora poco a poco su estatus en la competición después de dos temporadas coqueteando con el descenso y más enfrascado en divisiones institucionales que en reparar el preocupante deterioro económico de la entidad. El criterio de los árbitros no fue el mejor para el Sevilla FC desde la primera jornada en San Mamés, donde el cuadro de Almeyda se volvió de vacío pese a merecer algún botín. Esa sensación de parcialidad se multiplicó de manera inquietante el pasado viernes ante el Elche bajo la chocante dirección de partido que llevó a cabo Javier Alberola Rojas, con Javier Iglesias Villanueva en el VAR. Los veredictos y la actitud del colegiado castellano-manchego encendieron sobremanera a la grada del Sánchez-Pizjuán y a los integrantes del bando local.
El Sevilla no quiere escudarse en la excusa del arbitraje, lo que no quita que el goteo de decisiones en contra que sufrió ante el Elche, incesante y continuado en los noventa minutos de partido, exija cuando menos una reflexión profunda hacia adentro y se pidan explicaciones por los canales pertinentes después de cuatro jornadas que han dejado un regusto desconcertante en Nervión con el estamento arbitral. El viernes, se desbordó la lista de quejas. Apareció otra vez por parte del trencilla ese doble rasero a la hora de señalar faltas y sacar tarjetas amarillas. Agoumé ya cargaba con amonestación (rigurosa) a los ocho minutos de partido en un puesto clave para el Sevilla, como le sucedió a Nianzou antes de tener que ser sustituido por Almeyda. Sacó tarjeta igualmente a Isaac y en el tramo final a Azpilicueta y al propio entrenador argentino, con los que se encaró de manera muy fea desatando las airadas protestas del Sánchez-Pizjuán. «Vivimos el fútbol con pasión, siempre con respeto. Y queda ahí entre el árbitro y yo lo que hemos hablado», se limitó a explicar Almeyda en rueda de prensa tras el choque.
En Nervión, el colegiado manchego no llevó a gala sus teóricos principios de ser dialogante y dar fluidez al juego de contacto. Todo lo contrario. Disparidad. Decisiones que fueron mermando casi siempre la propuesta del Sevilla. Isaac Romero, autor del primer tanto de los nervionenses, vio cómo le anulaban otros tres goles. El último de ellos, en el minuto 89, terriblemente discutible. El árbitro le pitó falta en ataque al lebrijano por un muy leve contacto sobre Affengruber en la carrera. Incomprensible. El delantero apenas le pasó el brazo por encima del hombro al central austriaco del Elche.
El criterio de Alberola bailaba de manera extraña, ya que en la primera parte sí fue permisivo con la fricción, paradójicamente, en otra de las acciones que más perjudicaron al Sevilla: un posible penalti sobre Rubén Vargas en el minuto 24. Ali Houary agarró claramente del brazo y de la camiseta al suizo y lo derribó por detrás dejándolo caer sin poder jugar el balón. El árbitro, en esta ocasión, entendió que la acción del futbolista del Elche fue insuficiente para decretar falta dentro del área y por tanto pena máxima, algo que calentó a la grada de manera unánime.
La acción retrotrae a los sevillistas al partido de la primera jornada en el campo del Athletic, donde en una jugada muy similar, el colegiado Francisco José Hernández Maeso sí pitó penalti en cambio de Juanlu sobre Nico Williams que el propio atacante local terminó transformando en el 1-0. ¿Cuál es la vara de medir del CTA? Dos maneras de interpretar una acción, ambas contra los intereses sevillistas. En ese mismo duelo en La Catedral, por cierto, Idumbo y Akor Adams reclamaron sendos penaltis al caer dentro del área del equipo vizcaíno. Al nigeriano, además, le anularon un gol. El Sevilla, tras completar un buen encuentro, no rascó nada (3-2).
El uso del videoarbitraje y sus protocolos tampoco se aclaran. En unos campos se permite terminar la jugada y luego se revisa. En otros, no. La tecnología no consigue ahuyentar ciertas suspicacias. En el referido último gol anulado a Isaac contra el Elche, Alberola, al contrario de lo que ocurre en otras ocasiones, no dejó seguir la jugada y señaló la falta previa del delantero antes de que batiera a Dituro, con lo que el VAR no pudo entrar a revisar la acción. Menos mal que la sala VOR sí pudo corregir unos minutos antes al árbitro de campo en el gol legal de Peque que supuso el 2-2 definitivo y que, inicialmente, Alberola Rojas también había anulado ante el estupor del público y todo el banquillo sevillista.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Volver a intentar
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Sigue navegando
Artículo solo para suscriptores
RSS de noticias de deportes