La reconstrucción de Badosa: mucho dolor, una casi retirada y un porcentaje de confianza

¿La Paula Badosa de 2021 y 2022, número 2 del mundo y campeona en Indian Wells o esta? «Esta Paula es mucho mejor», contesta sin dudarlo un segundo. Y se explica: «Aquella salía de la nada, sorprendía, tenía buenos tiros, era muy buena, es fuerte, físicamente está muy en forma. No sabían de dónde salía, no me conocían. Ahora es diferente. Las rivales me conocen y ahí se hace más difícil ganar los partidos. Conocen tus puntos fuertes y débiles. Ahora la mezcla tenística, física y mental es mejor que la de antes». Habla Badosa de la parte más deportiva, pero esta Badosa que ha alcanzado su primera gran semifinal, en el Abierto de Australia, y contra Aryna Sabalenka , ha entrado en esta versión después de trabajar mucho otros aspectos en los que también es mejor que aquella. «Cuando fui 2 del mundo quizá no asumí bien todo lo que pasaba. No manejé bien las expectativas. Tenía miedo de jugar contra alguien de un ranking más bajo, a ver qué iban a decir si perdía. Pensaba demasiado en eso. Ahora no pienso tanto porque sé que puedes ganar y perder contra la que sea, y eso me ha ayudado para jugar más libremente. Y cuando juego libre, soy mejor, y más consistente. Incluso cuando la rival está jugando mejor, trato de buscar soluciones. Intento disfrutar de todo mucho más que la que salió al mundo del tenis y llegó a ser 2. Soy mejor tenísticamente en todos los aspectos. Y soy más madura. No es casualidad que hayan llegado ahora mis primeras semifinales en un Grand Slam».Su primera semifinal de un Grand Slam después de dos intentos fallidos. En esta «a la tercera va la vencida» se explica gran parte del empeño que ha puesto en este resurgir de las dudas, los miedos y la oscuridad que, en esta ocasión, tienen nombre de lesión: fractura por estrés de la vértebra L4, y que la persigue desde hace dos temporadas. «Casi todos aprendemos de los palos, y el palo que me llevé en el US Open de 2024 (contra Emma Navarro) fue grande. Me acuerdo de sentarme y decir ‘quiero volver a estar ahí para tener otra oportunidad de aprender y hacerlo mejor’». Aquí está. En el proceso, muchas horas de pista, cambios en su equipo, frustración, dolor, sí, pero también fe y confianza en sí misma. Siempre. Un proceso de convencimiento y de crecimiento físico, tenístico y personal que pasa por la raqueta y por la cabeza, moldeada con su equipo y su psicólogo: saborear el hoy, que es brillante en Melbourne Park.Noticia Relacionada El Grand Slam que se le resiste estandar Si Un gran Djokovic engatusa a Alcaraz y lo deja sin semifinal en Australia Laura Marta El serbio domestica al español, que vuelve a quedarse en cuartos, con un tremendo aumento de nivel a partir del segundo set (4-6, 6-4, 6-3 y 6-4 en 3 horas y 37 minutos), y jugará contra ZverevVive ahora más el momento, apoyada en un equipo que lidera Pol Toledo que acepta sus características y las fomenta para sacar lo mejor de su pupila. «Hay muchas veces que la provoco; le digo cosas para que se pueda cabrear conmigo porque ahí es otra jugadora. Es una cosa que necesita sobre todo en algún momento de duda. Es lo que intentamos transmitirle, para que pueda hacer clic y volver a ser agresiva o protagonista. Es otra cuando juega cabreada o cuando grita», admitía estos días el entrenador. «Es una jugadora que ha cambiado muchas cosas. Tenísticamente ha podido trabajar un poco más; físicamente también está mucho mejor, sin ninguna molestia. Ahora se ha recuperado de los partidos que jugó a tres sets y está prácticamente nueva. Es otra jugadora en todos los aspectos; sobre todo, en el tema de la confianza, que le ha ayudado mucho ganar partidos. Cuando ganas partidos te sientes bien contigo mismo. Está en muy muy buen momento», reitera el técnico.Pero estuvo en uno muy muy malo hace no demasiado tiempo. Un pasaje oscuro en el que la ilusión se escurría en cada entrenamiento que tenía que dejar a medias, en cada partido en el que notaba el dolor de la espalda, en cada torneo en el que no podía disputar más de dos duelos seguidos. Lesionada en la primavera de 2023, tuvo que ausentarse de Roland Garros y cortar su temporada desde Wimbledon porque quiso volver demasiado deprisa y la espalda la frenó a las malas. En 2024, tímidos intentos que no continuaban; y así, caída en el ranking, 140 del mundo, aunque eso era lo de menos.Porque estuvo a punto de dejarlo. «Hubo un momento el año pasado que estuve muy cerca de retirarme. La fractura por estrés no se curaba bien; cada vez que empezaba a hacer ejercicios tenía que parar, las medicaciones no ayudaban. Y pensé en retirarme cuando las infiltraciones no funcionaban: tenía tres al año y a los cuatro meses ya había agotado dos. Estábamos muy muy al límite. La gira de tierra fue muy mal y la espalda no respondía. Después de perder con Jéssica Bouzas en Madrid fue un momento muy duro: mental y físicamente. Pensé que no podría volver». Pero siempre un chispazo de luz dentro de ella. «Era un momento muy difícil y dejas de creer, pero siempre he tenido un porcentaje en mi cabeza que creía. Si hubiese dejado de creer, hubiese colgado la raqueta. Lo paso muy mal, sufro porque soy muy emocional y el tenis es mi vida, pero siempre le di una oportunidad porque siempre he tenido confianza en mí».Hizo cambios en su equipo para que todo estuviera más conectado con su espalda y su dolencia. Y la fórmula empezó a dar resultados. De no responder a las infiltraciones a ponerse la última la primavera pasada y ver cómo todo cuadraba: los ejercicios, la alimentación, la competición… todo se ponía en movimiento. «Empecé a jugar más partidos, y tenía miedo de cómo me levantaría al día siguiente, pero todo iba bien. Y ahora estoy aquí». Orgullosa sobre todo de cómo ha sorteado las dificultades y ha aguantado en pie, también mentalmente. «He cambiado en este tiempo en que ahora disfruto el momento. Cuando he ganado quería ser emocional, pero también he intentado disfrutarlo. Valorar más el momento. El nivel era alto y había nervios, pero quería apreciar que tenía que disfrutar de ese momento que estás viviendo, con la rival, con la grada».Madurez pero sin perder la esencia. Las emociones la han llevado a lo bueno y a lo malo, la han lastrado en ocasiones, pero la han levantado en otras. Y siempre en busca del equilibrio entre lo que puede alcanzar y l que realmente consigue. Los sueños, a veces, han sido demasiado grandes. Como en aquella época de júnior en la que estaba en todas las quinielas de las estrellas del futuro. Cosechó triunfos para dejarse llevar por la imaginación. El salto a las alturas, sin embargo, costó. Porque todo parecía fácil cuando fue campeona júnior de Roland Garros con 18 años, pero el camino estaba lleno de trampas. Los focos que la iluminaban acabaron por cegarla, envuelta en unas expectativas que no conseguía alcanzar, siempre tan exigente con ella misma y siempre rodeada de palabras que no la ayudaron. «Se me juntó todo y al final me entró mucho miedo. En ese momento me autodestruía mucho y tampoco ayudaba para salir del agujero. Pasé momentos de ansiedad y depresión. No tenía ganas de hacer nada. Perdí la ilusión por muchas cosas», llegó a confesar sobre aquel momento oscuro en el que las victorias no llegaban por mucho que se la señalara como más talentosa y mejor que las rivales. Así que, ahora con 27 años, disfruta más el momento, pero no ha minimizado la ambición, que también la han llevado hasta aquí. «Estoy contenta con lo que he conseguido y lo valoro mucho, pero estaré satisfecha cuando cumpla los sueños que tengo. Siempre quiero más, forma parte de mi esencia. También me ha hecho llegar a donde estoy. Nunca estoy contenta con nada. No puedo entrar en unos cuartos y pensar que me voy a conformar. Eso me ayuda a mejorar y empujar, pero estoy orgullosa del camino». La esencia, en realidad, es sencilla: quiere ganar, por encima de todo, de las rivales, de las condiciones de la pista, a veces, incluso por encima de ella misma. «Me gustaría decir que ahora en semifinales ya no tengo nada que perder, pero cuando estas en estas rondas finales me sale la ambición. Cuesta mucho llegar hasta aquí y no quieres desaprovechar el momento. Soy mucho más ambiciosa que otras. Hoy [en los cuartos ante Gauff] tenía menos expectativas, pero quería ganar con todas mis fuerzas. Estando aquí, no me importaba quién estuviera al otro lado, quería ganar por encima de todo. Eso es parte de mí. Cuando estoy en las rondas finales mi nivel sube y quiero estar al cien por cien ahí».Tras estos dos años de vaivenes, ya instalada en el top ten, Badosa levanta la mano: «Sí, siento que he vuelto donde pertenecía. Desde el año pasado en Australia. Mi objetivo desde que regresé era volver a ser una de las mejores, ser consistente. Y en so estoy». Un trabajo a pura rabia de dolor, lágrimas, intentos fallidos pero siempre creer en sí misma, aunque el porcentaje fuera subiendo y bajando conforme la lesión la dejara o no ser ella en plenitud. Hoy, por fin, rotas las cadenas, más cerca del sueño. «No me voy a sentir libre hasta que acabe el torneo. Esa es mi personalidad y mi carácter, porque deseo mucho ganar. En las rondas finales mi nivel sube. No escondo que mi sueño es ganar un Grand Slam». Roto el muro, toca otro: su amiga Sabalenka. Y por qué no. ¿La Paula Badosa de 2021 y 2022, número 2 del mundo y campeona en Indian Wells o esta? «Esta Paula es mucho mejor», contesta sin dudarlo un segundo. Y se explica: «Aquella salía de la nada, sorprendía, tenía buenos tiros, era muy buena, es fuerte, físicamente está muy en forma. No sabían de dónde salía, no me conocían. Ahora es diferente. Las rivales me conocen y ahí se hace más difícil ganar los partidos. Conocen tus puntos fuertes y débiles. Ahora la mezcla tenística, física y mental es mejor que la de antes». Habla Badosa de la parte más deportiva, pero esta Badosa que ha alcanzado su primera gran semifinal, en el Abierto de Australia, y contra Aryna Sabalenka , ha entrado en esta versión después de trabajar mucho otros aspectos en los que también es mejor que aquella. «Cuando fui 2 del mundo quizá no asumí bien todo lo que pasaba. No manejé bien las expectativas. Tenía miedo de jugar contra alguien de un ranking más bajo, a ver qué iban a decir si perdía. Pensaba demasiado en eso. Ahora no pienso tanto porque sé que puedes ganar y perder contra la que sea, y eso me ha ayudado para jugar más libremente. Y cuando juego libre, soy mejor, y más consistente. Incluso cuando la rival está jugando mejor, trato de buscar soluciones. Intento disfrutar de todo mucho más que la que salió al mundo del tenis y llegó a ser 2. Soy mejor tenísticamente en todos los aspectos. Y soy más madura. No es casualidad que hayan llegado ahora mis primeras semifinales en un Grand Slam».Su primera semifinal de un Grand Slam después de dos intentos fallidos. En esta «a la tercera va la vencida» se explica gran parte del empeño que ha puesto en este resurgir de las dudas, los miedos y la oscuridad que, en esta ocasión, tienen nombre de lesión: fractura por estrés de la vértebra L4, y que la persigue desde hace dos temporadas. «Casi todos aprendemos de los palos, y el palo que me llevé en el US Open de 2024 (contra Emma Navarro) fue grande. Me acuerdo de sentarme y decir ‘quiero volver a estar ahí para tener otra oportunidad de aprender y hacerlo mejor’». Aquí está. En el proceso, muchas horas de pista, cambios en su equipo, frustración, dolor, sí, pero también fe y confianza en sí misma. Siempre. Un proceso de convencimiento y de crecimiento físico, tenístico y personal que pasa por la raqueta y por la cabeza, moldeada con su equipo y su psicólogo: saborear el hoy, que es brillante en Melbourne Park.Noticia Relacionada El Grand Slam que se le resiste estandar Si Un gran Djokovic engatusa a Alcaraz y lo deja sin semifinal en Australia Laura Marta El serbio domestica al español, que vuelve a quedarse en cuartos, con un tremendo aumento de nivel a partir del segundo set (4-6, 6-4, 6-3 y 6-4 en 3 horas y 37 minutos), y jugará contra ZverevVive ahora más el momento, apoyada en un equipo que lidera Pol Toledo que acepta sus características y las fomenta para sacar lo mejor de su pupila. «Hay muchas veces que la provoco; le digo cosas para que se pueda cabrear conmigo porque ahí es otra jugadora. Es una cosa que necesita sobre todo en algún momento de duda. Es lo que intentamos transmitirle, para que pueda hacer clic y volver a ser agresiva o protagonista. Es otra cuando juega cabreada o cuando grita», admitía estos días el entrenador. «Es una jugadora que ha cambiado muchas cosas. Tenísticamente ha podido trabajar un poco más; físicamente también está mucho mejor, sin ninguna molestia. Ahora se ha recuperado de los partidos que jugó a tres sets y está prácticamente nueva. Es otra jugadora en todos los aspectos; sobre todo, en el tema de la confianza, que le ha ayudado mucho ganar partidos. Cuando ganas partidos te sientes bien contigo mismo. Está en muy muy buen momento», reitera el técnico.Pero estuvo en uno muy muy malo hace no demasiado tiempo. Un pasaje oscuro en el que la ilusión se escurría en cada entrenamiento que tenía que dejar a medias, en cada partido en el que notaba el dolor de la espalda, en cada torneo en el que no podía disputar más de dos duelos seguidos. Lesionada en la primavera de 2023, tuvo que ausentarse de Roland Garros y cortar su temporada desde Wimbledon porque quiso volver demasiado deprisa y la espalda la frenó a las malas. En 2024, tímidos intentos que no continuaban; y así, caída en el ranking, 140 del mundo, aunque eso era lo de menos.Porque estuvo a punto de dejarlo. «Hubo un momento el año pasado que estuve muy cerca de retirarme. La fractura por estrés no se curaba bien; cada vez que empezaba a hacer ejercicios tenía que parar, las medicaciones no ayudaban. Y pensé en retirarme cuando las infiltraciones no funcionaban: tenía tres al año y a los cuatro meses ya había agotado dos. Estábamos muy muy al límite. La gira de tierra fue muy mal y la espalda no respondía. Después de perder con Jéssica Bouzas en Madrid fue un momento muy duro: mental y físicamente. Pensé que no podría volver». Pero siempre un chispazo de luz dentro de ella. «Era un momento muy difícil y dejas de creer, pero siempre he tenido un porcentaje en mi cabeza que creía. Si hubiese dejado de creer, hubiese colgado la raqueta. Lo paso muy mal, sufro porque soy muy emocional y el tenis es mi vida, pero siempre le di una oportunidad porque siempre he tenido confianza en mí».Hizo cambios en su equipo para que todo estuviera más conectado con su espalda y su dolencia. Y la fórmula empezó a dar resultados. De no responder a las infiltraciones a ponerse la última la primavera pasada y ver cómo todo cuadraba: los ejercicios, la alimentación, la competición… todo se ponía en movimiento. «Empecé a jugar más partidos, y tenía miedo de cómo me levantaría al día siguiente, pero todo iba bien. Y ahora estoy aquí». Orgullosa sobre todo de cómo ha sorteado las dificultades y ha aguantado en pie, también mentalmente. «He cambiado en este tiempo en que ahora disfruto el momento. Cuando he ganado quería ser emocional, pero también he intentado disfrutarlo. Valorar más el momento. El nivel era alto y había nervios, pero quería apreciar que tenía que disfrutar de ese momento que estás viviendo, con la rival, con la grada».Madurez pero sin perder la esencia. Las emociones la han llevado a lo bueno y a lo malo, la han lastrado en ocasiones, pero la han levantado en otras. Y siempre en busca del equilibrio entre lo que puede alcanzar y l que realmente consigue. Los sueños, a veces, han sido demasiado grandes. Como en aquella época de júnior en la que estaba en todas las quinielas de las estrellas del futuro. Cosechó triunfos para dejarse llevar por la imaginación. El salto a las alturas, sin embargo, costó. Porque todo parecía fácil cuando fue campeona júnior de Roland Garros con 18 años, pero el camino estaba lleno de trampas. Los focos que la iluminaban acabaron por cegarla, envuelta en unas expectativas que no conseguía alcanzar, siempre tan exigente con ella misma y siempre rodeada de palabras que no la ayudaron. «Se me juntó todo y al final me entró mucho miedo. En ese momento me autodestruía mucho y tampoco ayudaba para salir del agujero. Pasé momentos de ansiedad y depresión. No tenía ganas de hacer nada. Perdí la ilusión por muchas cosas», llegó a confesar sobre aquel momento oscuro en el que las victorias no llegaban por mucho que se la señalara como más talentosa y mejor que las rivales. Así que, ahora con 27 años, disfruta más el momento, pero no ha minimizado la ambición, que también la han llevado hasta aquí. «Estoy contenta con lo que he conseguido y lo valoro mucho, pero estaré satisfecha cuando cumpla los sueños que tengo. Siempre quiero más, forma parte de mi esencia. También me ha hecho llegar a donde estoy. Nunca estoy contenta con nada. No puedo entrar en unos cuartos y pensar que me voy a conformar. Eso me ayuda a mejorar y empujar, pero estoy orgullosa del camino». La esencia, en realidad, es sencilla: quiere ganar, por encima de todo, de las rivales, de las condiciones de la pista, a veces, incluso por encima de ella misma. «Me gustaría decir que ahora en semifinales ya no tengo nada que perder, pero cuando estas en estas rondas finales me sale la ambición. Cuesta mucho llegar hasta aquí y no quieres desaprovechar el momento. Soy mucho más ambiciosa que otras. Hoy [en los cuartos ante Gauff] tenía menos expectativas, pero quería ganar con todas mis fuerzas. Estando aquí, no me importaba quién estuviera al otro lado, quería ganar por encima de todo. Eso es parte de mí. Cuando estoy en las rondas finales mi nivel sube y quiero estar al cien por cien ahí».Tras estos dos años de vaivenes, ya instalada en el top ten, Badosa levanta la mano: «Sí, siento que he vuelto donde pertenecía. Desde el año pasado en Australia. Mi objetivo desde que regresé era volver a ser una de las mejores, ser consistente. Y en so estoy». Un trabajo a pura rabia de dolor, lágrimas, intentos fallidos pero siempre creer en sí misma, aunque el porcentaje fuera subiendo y bajando conforme la lesión la dejara o no ser ella en plenitud. Hoy, por fin, rotas las cadenas, más cerca del sueño. «No me voy a sentir libre hasta que acabe el torneo. Esa es mi personalidad y mi carácter, porque deseo mucho ganar. En las rondas finales mi nivel sube. No escondo que mi sueño es ganar un Grand Slam». Roto el muro, toca otro: su amiga Sabalenka. Y por qué no.  

¿La Paula Badosa de 2021 y 2022, número 2 del mundo y campeona en Indian Wells o esta? «Esta Paula es mucho mejor», contesta sin dudarlo un segundo. Y se explica: «Aquella salía de la nada, sorprendía, tenía buenos tiros, era muy buena, … es fuerte, físicamente está muy en forma. No sabían de dónde salía, no me conocían. Ahora es diferente. Las rivales me conocen y ahí se hace más difícil ganar los partidos. Conocen tus puntos fuertes y débiles. Ahora la mezcla tenística, física y mental es mejor que la de antes».

Habla Badosa de la parte más deportiva, pero esta Badosa que ha alcanzado su primera gran semifinal, en el Abierto de Australia, y contra Aryna Sabalenka, ha entrado en esta versión después de trabajar mucho otros aspectos en los que también es mejor que aquella. «Cuando fui 2 del mundo quizá no asumí bien todo lo que pasaba. No manejé bien las expectativas. Tenía miedo de jugar contra alguien de un ranking más bajo, a ver qué iban a decir si perdía. Pensaba demasiado en eso. Ahora no pienso tanto porque sé que puedes ganar y perder contra la que sea, y eso me ha ayudado para jugar más libremente. Y cuando juego libre, soy mejor, y más consistente. Incluso cuando la rival está jugando mejor, trato de buscar soluciones. Intento disfrutar de todo mucho más que la que salió al mundo del tenis y llegó a ser 2. Soy mejor tenísticamente en todos los aspectos. Y soy más madura. No es casualidad que hayan llegado ahora mis primeras semifinales en un Grand Slam».

Su primera semifinal de un Grand Slam después de dos intentos fallidos. En esta «a la tercera va la vencida» se explica gran parte del empeño que ha puesto en este resurgir de las dudas, los miedos y la oscuridad que, en esta ocasión, tienen nombre de lesión: fractura por estrés de la vértebra L4, y que la persigue desde hace dos temporadas. «Casi todos aprendemos de los palos, y el palo que me llevé en el US Open de 2024 (contra Emma Navarro) fue grande. Me acuerdo de sentarme y decir ‘quiero volver a estar ahí para tener otra oportunidad de aprender y hacerlo mejor’». Aquí está. En el proceso, muchas horas de pista, cambios en su equipo, frustración, dolor, sí, pero también fe y confianza en sí misma. Siempre. Un proceso de convencimiento y de crecimiento físico, tenístico y personal que pasa por la raqueta y por la cabeza, moldeada con su equipo y su psicólogo: saborear el hoy, que es brillante en Melbourne Park.

Vive ahora más el momento, apoyada en un equipo que lidera Pol Toledo que acepta sus características y las fomenta para sacar lo mejor de su pupila. «Hay muchas veces que la provoco; le digo cosas para que se pueda cabrear conmigo porque ahí es otra jugadora. Es una cosa que necesita sobre todo en algún momento de duda. Es lo que intentamos transmitirle, para que pueda hacer clic y volver a ser agresiva o protagonista. Es otra cuando juega cabreada o cuando grita», admitía estos días el entrenador. «Es una jugadora que ha cambiado muchas cosas. Tenísticamente ha podido trabajar un poco más; físicamente también está mucho mejor, sin ninguna molestia. Ahora se ha recuperado de los partidos que jugó a tres sets y está prácticamente nueva. Es otra jugadora en todos los aspectos; sobre todo, en el tema de la confianza, que le ha ayudado mucho ganar partidos. Cuando ganas partidos te sientes bien contigo mismo. Está en muy muy buen momento», reitera el técnico.

Pero estuvo en uno muy muy malo hace no demasiado tiempo. Un pasaje oscuro en el que la ilusión se escurría en cada entrenamiento que tenía que dejar a medias, en cada partido en el que notaba el dolor de la espalda, en cada torneo en el que no podía disputar más de dos duelos seguidos. Lesionada en la primavera de 2023, tuvo que ausentarse de Roland Garros y cortar su temporada desde Wimbledon porque quiso volver demasiado deprisa y la espalda la frenó a las malas. En 2024, tímidos intentos que no continuaban; y así, caída en el ranking, 140 del mundo, aunque eso era lo de menos.

Porque estuvo a punto de dejarlo. «Hubo un momento el año pasado que estuve muy cerca de retirarme. La fractura por estrés no se curaba bien; cada vez que empezaba a hacer ejercicios tenía que parar, las medicaciones no ayudaban. Y pensé en retirarme cuando las infiltraciones no funcionaban: tenía tres al año y a los cuatro meses ya había agotado dos. Estábamos muy muy al límite. La gira de tierra fue muy mal y la espalda no respondía. Después de perder con Jéssica Bouzas en Madrid fue un momento muy duro: mental y físicamente. Pensé que no podría volver». Pero siempre un chispazo de luz dentro de ella. «Era un momento muy difícil y dejas de creer, pero siempre he tenido un porcentaje en mi cabeza que creía. Si hubiese dejado de creer, hubiese colgado la raqueta. Lo paso muy mal, sufro porque soy muy emocional y el tenis es mi vida, pero siempre le di una oportunidad porque siempre he tenido confianza en mí».

Hizo cambios en su equipo para que todo estuviera más conectado con su espalda y su dolencia. Y la fórmula empezó a dar resultados. De no responder a las infiltraciones a ponerse la última la primavera pasada y ver cómo todo cuadraba: los ejercicios, la alimentación, la competición… todo se ponía en movimiento. «Empecé a jugar más partidos, y tenía miedo de cómo me levantaría al día siguiente, pero todo iba bien. Y ahora estoy aquí». Orgullosa sobre todo de cómo ha sorteado las dificultades y ha aguantado en pie, también mentalmente. «He cambiado en este tiempo en que ahora disfruto el momento. Cuando he ganado quería ser emocional, pero también he intentado disfrutarlo. Valorar más el momento. El nivel era alto y había nervios, pero quería apreciar que tenía que disfrutar de ese momento que estás viviendo, con la rival, con la grada».

Madurez pero sin perder la esencia. Las emociones la han llevado a lo bueno y a lo malo, la han lastrado en ocasiones, pero la han levantado en otras. Y siempre en busca del equilibrio entre lo que puede alcanzar y l que realmente consigue. Los sueños, a veces, han sido demasiado grandes. Como en aquella época de júnior en la que estaba en todas las quinielas de las estrellas del futuro. Cosechó triunfos para dejarse llevar por la imaginación. El salto a las alturas, sin embargo, costó. Porque todo parecía fácil cuando fue campeona júnior de Roland Garros con 18 años, pero el camino estaba lleno de trampas. Los focos que la iluminaban acabaron por cegarla, envuelta en unas expectativas que no conseguía alcanzar, siempre tan exigente con ella misma y siempre rodeada de palabras que no la ayudaron. «Se me juntó todo y al final me entró mucho miedo. En ese momento me autodestruía mucho y tampoco ayudaba para salir del agujero. Pasé momentos de ansiedad y depresión. No tenía ganas de hacer nada. Perdí la ilusión por muchas cosas», llegó a confesar sobre aquel momento oscuro en el que las victorias no llegaban por mucho que se la señalara como más talentosa y mejor que las rivales.

Así que, ahora con 27 años, disfruta más el momento, pero no ha minimizado la ambición, que también la han llevado hasta aquí. «Estoy contenta con lo que he conseguido y lo valoro mucho, pero estaré satisfecha cuando cumpla los sueños que tengo. Siempre quiero más, forma parte de mi esencia. También me ha hecho llegar a donde estoy. Nunca estoy contenta con nada. No puedo entrar en unos cuartos y pensar que me voy a conformar. Eso me ayuda a mejorar y empujar, pero estoy orgullosa del camino». La esencia, en realidad, es sencilla: quiere ganar, por encima de todo, de las rivales, de las condiciones de la pista, a veces, incluso por encima de ella misma. «Me gustaría decir que ahora en semifinales ya no tengo nada que perder, pero cuando estas en estas rondas finales me sale la ambición. Cuesta mucho llegar hasta aquí y no quieres desaprovechar el momento. Soy mucho más ambiciosa que otras. Hoy [en los cuartos ante Gauff] tenía menos expectativas, pero quería ganar con todas mis fuerzas. Estando aquí, no me importaba quién estuviera al otro lado, quería ganar por encima de todo. Eso es parte de mí. Cuando estoy en las rondas finales mi nivel sube y quiero estar al cien por cien ahí».

Tras estos dos años de vaivenes, ya instalada en el top ten, Badosa levanta la mano: «Sí, siento que he vuelto donde pertenecía. Desde el año pasado en Australia. Mi objetivo desde que regresé era volver a ser una de las mejores, ser consistente. Y en so estoy». Un trabajo a pura rabia de dolor, lágrimas, intentos fallidos pero siempre creer en sí misma, aunque el porcentaje fuera subiendo y bajando conforme la lesión la dejara o no ser ella en plenitud. Hoy, por fin, rotas las cadenas, más cerca del sueño. «No me voy a sentir libre hasta que acabe el torneo. Esa es mi personalidad y mi carácter, porque deseo mucho ganar. En las rondas finales mi nivel sube. No escondo que mi sueño es ganar un Grand Slam». Roto el muro, toca otro: su amiga Sabalenka. Y por qué no.

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