La abogada del principal acusado de la violación en masa a Gisèle Pélicot defiende el lado humano del «monstruo de Mazan» Leer La abogada del principal acusado de la violación en masa a Gisèle Pélicot defiende el lado humano del «monstruo de Mazan» Leer
Tenía el papel más difícil hoy: defender, en un discurso de poco más de una hora, al que se considera, según palabras de su propia hija, el mayor depredador sexual de las últimas décadas en Francia: Dominique Pélicot, el hombre que drogó a su mujer, Gisèle Pélicot, durante 10 años para que la violaran otros hombres, entre ellos los otros 50 acusados en el juicio que los procesa.
Su abogada, Beatrice Zavarro, ha llegado al atril con sus gafas rojas y sus folios de colores, donde lleva meses tomando notas de las declaraciones, para leer el alegato de su defensa: la última oportunidad para intentar, si no rebajar la pena que la Fiscalía pide para Dominique Pélicot (20 años, la máxima, por violación agravada), al menos para mostrar «ese otro Dominique Pélicot, el ser humano«, el Dominique Pélicot antes de convertirse en un perverso.
«Desde el 2 de septiembre (fecha del comienzo del juicio contra él), me he convertido en la abogada del diablo», ha comenzado su discurso a mediodía. Ayer, un grupo de feministas a la puerta del tribunal de Aviñón, donde se celebra el juicio, la increpaba por defenderle. Sin embargo, Zavarro ha hecho una defensa clara, honesta, humana, de su cliente: «Él ha reconocido todo, ni siquiera ha pedido, en todo este tiempo, la libertad condicional». Fue de detenido en 2020 y podría haberlo hecho.
Ese 2 de septiembre, cuando arrancó el juicio y Zavarro se convirtió en la «abogada del diablo», era su cumpleaños. Hoy, día en el que le toca defenderle por última vez, es el de él: cumple 73 años. «Desde aquel día, 2 de septiembre, señor Pélicot, somos usted y yo contra el mundo«, ha declarado, sobre esa defensa imposible: «Ese vínculo que hemos creado ha generado en mí una enorme soledad, que pesa mucho».
Llegó al tribunal con un traje rojo, aporta luz y color en una sala oscura, donde a menudo hay malas formas. Defiende al marido que drogó y violó a Gisèle Pélicot, pero ha tomado partido por ella en los debates. Siempre elegante en estos tres meses que dura el juicio, hoy ha intentado humanizar a ese otro hombre, no el monstruo, sino el que vivió la violencia sexual desde pequeño, sufrió abusos, con un padre calificado como tirano y autoritario, una madre «sumisa».
Su abogada ha hecho un alegato defendiendo «el humano, el otro Dominique Pélicot, el primero», antes de torcerse. «Como han dicho los psiquiatras en esta sala, no nacemos perversos, nos convertimos en perversos«. Los psicólogos y psiquiatras que lo trataron señalan que tiene una doble personalidad: el hombre bueno y carismático, al que todo el mundo admiraba, y el ser oscuro, que nadie veía.
«Yo defiendo hoy ese otro Dominique Pélicot», y recoge la declaración de uno de los acusados del juicio, de los más jóvenes, que dijo hace unas semanas: «Mi peor enemigo,soy yo». El aludido (se pide para él 13 años de cárcel) miraba atentamente a la abogada de Pélicot.
La mayoría de los acusados alega que él los manipuló, que les vendió un «escenario de libertinaje, una fantasía de pareja»: ella, Gisèle Pélicot, estaba inconsciente. Él los reclutó en internet. Iban a su casa. Pélicot la había drogado previamente. Zavarro ha enumerado las excusas de los 50 implicados, que eluden su responsabilidad y la delegan en su cliente: los que querían algo rápido y fácil, los que no se identifican como violadores porque él «les había dado el consentimiento»: «El violador común es un buen francés, no es un psicópata ni un inmigrante».
Ha desmontado los argumentos de la defensa de los 50 acusados: «unos dicen que estaban drogados por Pélicot, que habían sido manipulados, que él era violento… «¿Amenazó a alguno? No. ¿Cerró la puerta de la casa con llave? No. ¿Es él responsable de los actos de cada uno de ellos? No».
Beatrice Zavarro empezó su alegato y lo acabó dirigiéndose a Gisèle Pélicot, dos iconos en una sala llena de hombres. «Señora, me dirijo a usted porque tengo un profundo respeto por usted y lo que representa, por su dignidad. Quiero que lo sepa».
Acabado su discurso, dirigiéndose a ella y su familia: «Guardad en la memoria a ese primer Dominique, el que os cuidó, el que, lo creo, os amó profundamente. Olvidad el que yo defiendo hoy«. Gisèle la miraba, emocionada. Él, durante todo el discurso, agachaba la cabeza.
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