La Vuelta a España acaba en violencia total y sin llegar a la meta

La Vuelta a España terminó con violencia total y sin llegar a la última meta. Una imagen horrible, de incontenible furia por parte de muchos manifestantes que protestan contra el equipo Israel y por la paz en Palestina. Los activistas emplearon la fuerza para derribar vallas, cargar contra periodistas, emplear palos y arremeter contra la Policía y la organización de la carrera. Un final muy triste que acabó con la carrera en el Campo del Moro sin llegar al circuito de la Castellana y que deja una imagen lamentable de país.La situación se descontroló por completo en la entrada del pelotón a Madrid, donde las protestas acabaron en un desorden público y con derrota del deporte frente a la fuerza bruta de los activistas que consiguieron su propósito, anular la última etapa, clausurar la Vuelta de una manera indigna y lamentable.Las movilizaciones pudieron más que la pretensión de los deportistas de concluir su trabajo en la plaza de Cibeles, donde estaba instalada la meta. A partir de las seis de la tarde, las algaradas se sucedieron desde la plaza de Atocha al Paseo del Prado y hasta Callao. Noticias relacionadas estandar Si Vuelta a españa / perfil Vingegaard, el campeón más normal José Carlos Carabias estandar Si Vuelta a españa El director del equipo Israel abandona la Vuelta tras los líos por las protestas José Carlos CarabiasLa organización de la carrera decidió clausurar la Fan Zon, el área de juegos de la Vuelta, donde familias y niños disfrutaban de un lugar de recreo, ante el temor de que los incidentes fuesen a más.Y en efecto así sucedió. La violencia fue a más. Los manifestantes derribaron las vallas de la zona de invitados, justo después de que la Policía decretase el cierre de las puertas ante la situación violenta que se avecinaba.Los manifestantes también asaltaron l a calle Callao, por donde debía pasar la carrera. El lanzamiento de objetos se recrudeció en la zona de Atocha, donde los agentes del orden se vieron obligados a cargar contra los que protestaban ante la invasión de la calzada donde debía transitar la carrera en el circuito previsto por la organización.Al entrar en Madrid, el pelotón de los ciclistas redujo la marcha ante el cariz que tomaban los acontecimientos. Un grupo de exaltados también interceptó el paso de los corredores por la avenida de Valladolid.Y al ingresar en los Jardines del Campo del Moro, la Vuelta echó el cierre en una de las imágenes más tristes y lamentables que se recuerdan en el deporte de España. Negociaron el presidente del jurado, el director técnico Fernando Escartín y el ciclista Carlos Verona y se decidió que la carrera concluía en ese punto, a 56 kilómetros de la meta, Campo del Moro, un lugar que quedará registrado en las hemerotecas de la vergüenza.Tampoco hubo ceremonia de podio por la invasión de la calle por parte de los manifestantes. Jonas Vingegaard se quedó sin su momento de gloria como vencedor de la Vuelta y el maillot rojo que le corresponde. Tampoco recibió el maillot verde de los puntos, como ciclista más regular, Mads Pedersen. Y los mismo para el rey de la montaña, Jay Vine. No subió al podio un ciclista del conjunto Israel, el foco de todo el cisma, el estadounidense Matthew Riccitello. Y se quedó sin premio el conjunto UAE como vencedor de la clasificación por equipos.Antes de todo esto, algunos ciclistas como Jonas Vingegaard se han solidarizado con las protestas en favor del pueblo palestino: «La gente lo hace por una razón. Es terrible lo que está pasando. Creo que quizá los que protestan quieren tener una voz, y buscan un eco para darles esa voz. Quizá por eso lo están haciendo». Pero al mismo tiempo que entendían el sufrimiento del pueblo palestino, los ciclistas expresaban la injusticia relativa a la Vuelta como receptora del ensañamiento por incluir a un equipo de Israel en su comitiva. «Ya, pero hay muchos equipos de Israel que compiten en otros deportes y no pasa nada», razona Juan Ayuso. «Equipos que juegan la Europa League, en los torneos internacionales de baloncesto. Y no pasa nada. Y luego algunos deportistas critican a la Vuelta, pero ellos juegan contra los israelíes (en referencia a las palabras de Borja Iglesias, el futbolista del Celta). Yo respeto profundamente el derecho a protestar y las manifestaciones, pero nos han puesto en peligro a los ciclistas. Y por eso no los respeto».Todo comenzó en la contrarreloj por equipos de Figueras, cuando un par de manifestantes intentó cortar la carrera con una pancarta al paso de un ciclista del equipo Israel. Desde el ingreso de la Vuelta en España procedente de la región de Turín, el equipo Israel se movió por las carreteras y hoteles de nuestro país con escolta policial y el autobús sin los distintivos publicitarios que hacían referencia a Israel. El nombre se borró del bus, los camiones, los coches, las furgonetas. Nada que pudiera relacionar con el estado judío. Un equipo invisible a los ojos de los aficionados.La escolta policial de un coche de la Guardia Civil pronto se transformó en tres vehículos que protegían a la escuadra israelí después de la algarada más violenta, la que se produjo en la meta de Bilbao, con la Ertaintza llegando tarde a los altercados y los empleados de la Vuelta conteniendo a los manifestantes que querían derribar las vallas y ocupar la carretera.Desde ese momento el efecto llamada se multiplicó y las protestas se sucedieron. Las banderas de Palestina tomaron salidas de la carrera, pueblos de paso y metas. En el Castro Herville, en Galicia, la etapa se cortó a ocho kilómetros del final, en una pancarta publicitaria por el volumen de gente presente en la meta que había tomado la carretera. Fue la segunda alteración de la competición.Para entonces los ciclistas del Israel ya no sabían cómo comportarse en la carrera. Si hacer su trabajo e intentar meterse en las escapadas, guarecerse en medio del pelotón o pensárselo antes de quedarse descolgados en los puertos por miedo a ser empujados o agredidos. «Yo he normalizado que me llamen asesino», dijo Óscar Guerrero, director español del Israel que tuvo que abandonar la carrera antes de la contrarreloj de Valladolid por las consecuencias derivadas en su familia de las manifestaciones. La crono de Valladolid se redujo a 12 kilómetros (tenía 27), todos vallados y con la policía al quite.La Vuelta fue salvando obstáculos, hasta Navacerrada, la penúltima etapa con la sentada en la carretera en el cruce de Becerril de la Sierra que los ciclistas sortearon como si fueran balas de paja. En las algaradas en Cercedilla estaban las líderes de Podemos Irene Montero e Ione Belarra.En este clima a veces irrespirable los ciclistas han elogiado la labor de la Policía y de la Vuelta a España. «A veces no sabíamos si la Vuelta continuaría o no después del segundo día descanso. La Policía y la Vuelta han hecho un gran trabajo para mantenernos a salvo», dijo Vingegaard. «Me he sentido a salvo en la Vuelta porque la organización y la Policía nos han dado seguridad», analizó el tercer clasificado, el británico Tom Pidcock. La Vuelta a España terminó con violencia total y sin llegar a la última meta. Una imagen horrible, de incontenible furia por parte de muchos manifestantes que protestan contra el equipo Israel y por la paz en Palestina. Los activistas emplearon la fuerza para derribar vallas, cargar contra periodistas, emplear palos y arremeter contra la Policía y la organización de la carrera. Un final muy triste que acabó con la carrera en el Campo del Moro sin llegar al circuito de la Castellana y que deja una imagen lamentable de país.La situación se descontroló por completo en la entrada del pelotón a Madrid, donde las protestas acabaron en un desorden público y con derrota del deporte frente a la fuerza bruta de los activistas que consiguieron su propósito, anular la última etapa, clausurar la Vuelta de una manera indigna y lamentable.Las movilizaciones pudieron más que la pretensión de los deportistas de concluir su trabajo en la plaza de Cibeles, donde estaba instalada la meta. A partir de las seis de la tarde, las algaradas se sucedieron desde la plaza de Atocha al Paseo del Prado y hasta Callao. Noticias relacionadas estandar Si Vuelta a españa / perfil Vingegaard, el campeón más normal José Carlos Carabias estandar Si Vuelta a españa El director del equipo Israel abandona la Vuelta tras los líos por las protestas José Carlos CarabiasLa organización de la carrera decidió clausurar la Fan Zon, el área de juegos de la Vuelta, donde familias y niños disfrutaban de un lugar de recreo, ante el temor de que los incidentes fuesen a más.Y en efecto así sucedió. La violencia fue a más. Los manifestantes derribaron las vallas de la zona de invitados, justo después de que la Policía decretase el cierre de las puertas ante la situación violenta que se avecinaba.Los manifestantes también asaltaron l a calle Callao, por donde debía pasar la carrera. El lanzamiento de objetos se recrudeció en la zona de Atocha, donde los agentes del orden se vieron obligados a cargar contra los que protestaban ante la invasión de la calzada donde debía transitar la carrera en el circuito previsto por la organización.Al entrar en Madrid, el pelotón de los ciclistas redujo la marcha ante el cariz que tomaban los acontecimientos. Un grupo de exaltados también interceptó el paso de los corredores por la avenida de Valladolid.Y al ingresar en los Jardines del Campo del Moro, la Vuelta echó el cierre en una de las imágenes más tristes y lamentables que se recuerdan en el deporte de España. Negociaron el presidente del jurado, el director técnico Fernando Escartín y el ciclista Carlos Verona y se decidió que la carrera concluía en ese punto, a 56 kilómetros de la meta, Campo del Moro, un lugar que quedará registrado en las hemerotecas de la vergüenza.Tampoco hubo ceremonia de podio por la invasión de la calle por parte de los manifestantes. Jonas Vingegaard se quedó sin su momento de gloria como vencedor de la Vuelta y el maillot rojo que le corresponde. Tampoco recibió el maillot verde de los puntos, como ciclista más regular, Mads Pedersen. Y los mismo para el rey de la montaña, Jay Vine. No subió al podio un ciclista del conjunto Israel, el foco de todo el cisma, el estadounidense Matthew Riccitello. Y se quedó sin premio el conjunto UAE como vencedor de la clasificación por equipos.Antes de todo esto, algunos ciclistas como Jonas Vingegaard se han solidarizado con las protestas en favor del pueblo palestino: «La gente lo hace por una razón. Es terrible lo que está pasando. Creo que quizá los que protestan quieren tener una voz, y buscan un eco para darles esa voz. Quizá por eso lo están haciendo». Pero al mismo tiempo que entendían el sufrimiento del pueblo palestino, los ciclistas expresaban la injusticia relativa a la Vuelta como receptora del ensañamiento por incluir a un equipo de Israel en su comitiva. «Ya, pero hay muchos equipos de Israel que compiten en otros deportes y no pasa nada», razona Juan Ayuso. «Equipos que juegan la Europa League, en los torneos internacionales de baloncesto. Y no pasa nada. Y luego algunos deportistas critican a la Vuelta, pero ellos juegan contra los israelíes (en referencia a las palabras de Borja Iglesias, el futbolista del Celta). Yo respeto profundamente el derecho a protestar y las manifestaciones, pero nos han puesto en peligro a los ciclistas. Y por eso no los respeto».Todo comenzó en la contrarreloj por equipos de Figueras, cuando un par de manifestantes intentó cortar la carrera con una pancarta al paso de un ciclista del equipo Israel. Desde el ingreso de la Vuelta en España procedente de la región de Turín, el equipo Israel se movió por las carreteras y hoteles de nuestro país con escolta policial y el autobús sin los distintivos publicitarios que hacían referencia a Israel. El nombre se borró del bus, los camiones, los coches, las furgonetas. Nada que pudiera relacionar con el estado judío. Un equipo invisible a los ojos de los aficionados.La escolta policial de un coche de la Guardia Civil pronto se transformó en tres vehículos que protegían a la escuadra israelí después de la algarada más violenta, la que se produjo en la meta de Bilbao, con la Ertaintza llegando tarde a los altercados y los empleados de la Vuelta conteniendo a los manifestantes que querían derribar las vallas y ocupar la carretera.Desde ese momento el efecto llamada se multiplicó y las protestas se sucedieron. Las banderas de Palestina tomaron salidas de la carrera, pueblos de paso y metas. En el Castro Herville, en Galicia, la etapa se cortó a ocho kilómetros del final, en una pancarta publicitaria por el volumen de gente presente en la meta que había tomado la carretera. Fue la segunda alteración de la competición.Para entonces los ciclistas del Israel ya no sabían cómo comportarse en la carrera. Si hacer su trabajo e intentar meterse en las escapadas, guarecerse en medio del pelotón o pensárselo antes de quedarse descolgados en los puertos por miedo a ser empujados o agredidos. «Yo he normalizado que me llamen asesino», dijo Óscar Guerrero, director español del Israel que tuvo que abandonar la carrera antes de la contrarreloj de Valladolid por las consecuencias derivadas en su familia de las manifestaciones. La crono de Valladolid se redujo a 12 kilómetros (tenía 27), todos vallados y con la policía al quite.La Vuelta fue salvando obstáculos, hasta Navacerrada, la penúltima etapa con la sentada en la carretera en el cruce de Becerril de la Sierra que los ciclistas sortearon como si fueran balas de paja. En las algaradas en Cercedilla estaban las líderes de Podemos Irene Montero e Ione Belarra.En este clima a veces irrespirable los ciclistas han elogiado la labor de la Policía y de la Vuelta a España. «A veces no sabíamos si la Vuelta continuaría o no después del segundo día descanso. La Policía y la Vuelta han hecho un gran trabajo para mantenernos a salvo», dijo Vingegaard. «Me he sentido a salvo en la Vuelta porque la organización y la Policía nos han dado seguridad», analizó el tercer clasificado, el británico Tom Pidcock.  

La Vuelta a España terminó con violencia total y sin llegar a la última meta. Una imagen horrible, de incontenible furia por parte de muchos manifestantes que protestan contra el equipo Israel y por la paz en Palestina. Los activistas emplearon la fuerza para … derribar vallas, cargar contra periodistas, emplear palos y arremeter contra la Policía y la organización de la carrera. Un final muy triste que acabó con la carrera en el Campo del Moro sin llegar al circuito de la Castellana y que deja una imagen lamentable de país.

La situación se descontroló por completo en la entrada del pelotón a Madrid, donde las protestas acabaron en un desorden público y con derrota del deporte frente a la fuerza bruta de los activistas que consiguieron su propósito, anular la última etapa, clausurar la Vuelta de una manera indigna y lamentable.

Las movilizaciones pudieron más que la pretensión de los deportistas de concluir su trabajo en la plaza de Cibeles, donde estaba instalada la meta. A partir de las seis de la tarde, las algaradas se sucedieron desde la plaza de Atocha al Paseo del Prado y hasta Callao.

La organización de la carrera decidió clausurar la Fan Zon, el área de juegos de la Vuelta, donde familias y niños disfrutaban de un lugar de recreo, ante el temor de que los incidentes fuesen a más.

Y en efecto así sucedió. La violencia fue a más. Los manifestantes derribaron las vallas de la zona de invitados, justo después de que la Policía decretase el cierre de las puertas ante la situación violenta que se avecinaba.

Los manifestantes también asaltaron la calle Callao, por donde debía pasar la carrera. El lanzamiento de objetos se recrudeció en la zona de Atocha, donde los agentes del orden se vieron obligados a cargar contra los que protestaban ante la invasión de la calzada donde debía transitar la carrera en el circuito previsto por la organización.

Al entrar en Madrid, el pelotón de los ciclistas redujo la marcha ante el cariz que tomaban los acontecimientos. Un grupo de exaltados también interceptó el paso de los corredores por la avenida de Valladolid.

Y al ingresar en los Jardines del Campo del Moro, la Vuelta echó el cierre en una de las imágenes más tristes y lamentables que se recuerdan en el deporte de España. Negociaron el presidente del jurado, el director técnico Fernando Escartín y el ciclista Carlos Verona y se decidió que la carrera concluía en ese punto, a 56 kilómetros de la meta, Campo del Moro, un lugar que quedará registrado en las hemerotecas de la vergüenza.

Tampoco hubo ceremonia de podio por la invasión de la calle por parte de los manifestantes. Jonas Vingegaard se quedó sin su momento de gloria como vencedor de la Vuelta y el maillot rojo que le corresponde.

Tampoco recibió el maillot verde de los puntos, como ciclista más regular, Mads Pedersen. Y los mismo para el rey de la montaña, Jay Vine. No subió al podio un ciclista del conjunto Israel, el foco de todo el cisma, el estadounidense Matthew Riccitello. Y se quedó sin premio el conjunto UAE como vencedor de la clasificación por equipos.

Antes de todo esto, algunos ciclistas como Jonas Vingegaard se han solidarizado con las protestas en favor del pueblo palestino: «La gente lo hace por una razón. Es terrible lo que está pasando. Creo que quizá los que protestan quieren tener una voz, y buscan un eco para darles esa voz. Quizá por eso lo están haciendo».

Pero al mismo tiempo que entendían el sufrimiento del pueblo palestino, los ciclistas expresaban la injusticia relativa a la Vuelta como receptora del ensañamiento por incluir a un equipo de Israel en su comitiva. «Ya, pero hay muchos equipos de Israel que compiten en otros deportes y no pasa nada», razona Juan Ayuso. «Equipos que juegan la Europa League, en los torneos internacionales de baloncesto. Y no pasa nada. Y luego algunos deportistas critican a la Vuelta, pero ellos juegan contra los israelíes (en referencia a las palabras de Borja Iglesias, el futbolista del Celta). Yo respeto profundamente el derecho a protestar y las manifestaciones, pero nos han puesto en peligro a los ciclistas. Y por eso no los respeto».

Todo comenzó en la contrarreloj por equipos de Figueras, cuando un par de manifestantes intentó cortar la carrera con una pancarta al paso de un ciclista del equipo Israel.

Desde el ingreso de la Vuelta en España procedente de la región de Turín, el equipo Israel se movió por las carreteras y hoteles de nuestro país con escolta policial y el autobús sin los distintivos publicitarios que hacían referencia a Israel. El nombre se borró del bus, los camiones, los coches, las furgonetas. Nada que pudiera relacionar con el estado judío. Un equipo invisible a los ojos de los aficionados.

La escolta policial de un coche de la Guardia Civil pronto se transformó en tres vehículos que protegían a la escuadra israelí después de la algarada más violenta, la que se produjo en la meta de Bilbao, con la Ertaintza llegando tarde a los altercados y los empleados de la Vuelta conteniendo a los manifestantes que querían derribar las vallas y ocupar la carretera.

Desde ese momento el efecto llamada se multiplicó y las protestas se sucedieron. Las banderas de Palestina tomaron salidas de la carrera, pueblos de paso y metas. En el Castro Herville, en Galicia, la etapa se cortó a ocho kilómetros del final, en una pancarta publicitaria por el volumen de gente presente en la meta que había tomado la carretera. Fue la segunda alteración de la competición.

Para entonces los ciclistas del Israel ya no sabían cómo comportarse en la carrera. Si hacer su trabajo e intentar meterse en las escapadas, guarecerse en medio del pelotón o pensárselo antes de quedarse descolgados en los puertos por miedo a ser empujados o agredidos.

«Yo he normalizado que me llamen asesino», dijo Óscar Guerrero, director español del Israel que tuvo que abandonar la carrera antes de la contrarreloj de Valladolid por las consecuencias derivadas en su familia de las manifestaciones. La crono de Valladolid se redujo a 12 kilómetros (tenía 27), todos vallados y con la policía al quite.

La Vuelta fue salvando obstáculos, hasta Navacerrada, la penúltima etapa con la sentada en la carretera en el cruce de Becerril de la Sierra que los ciclistas sortearon como si fueran balas de paja. En las algaradas en Cercedilla estaban las líderes de Podemos Irene Montero e Ione Belarra.

En este clima a veces irrespirable los ciclistas han elogiado la labor de la Policía y de la Vuelta a España. «A veces no sabíamos si la Vuelta continuaría o no después del segundo día descanso. La Policía y la Vuelta han hecho un gran trabajo para mantenernos a salvo», dijo Vingegaard. «Me he sentido a salvo en la Vuelta porque la organización y la Policía nos han dado seguridad», analizó el tercer clasificado, el británico Tom Pidcock.

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