Hay que reconocerle a Laporta la valentía que siempre ha mostrado contra la facción a veces criminal, a veces delictiva y siempre peligrosa de la afición del Barça. En 2003 fue pionero en La Liga contra los violentos y acabó con los Boixos Nois y casi le cuesta la vida. Ayer tuvo el valor, personal y cívico, de cerrar la llamada «Grada d’Animació» , que no es más que un grupúsculo de aficionados con privilegios que no todos individualmente, pero sí de manera colectiva, avergüenzan al club con cánticos y actitudes completamente fuera de lugar. Hasta 592 butacas quedaron vacías en Montjuic en lo que una vez más fue una demostración de convicción y personalidad de un presidente impecable en este aspecto, tanto en su primera etapa al frente del club como en la segunda. El reverso de esta determinación es que el socio barcelonista ha abandonado a su equipo y sólo 27.000 de los 80.000 abonados han renovado su pase para el exilio de Montjuic , en otra demostración igual de contundente, pero de signo contrario, del cinismo de una afición siempre dispuesta a dar lecciones de sentimiento pero que nunca está cuando en los momentos difíciles toca demostrarlo. También es cierto que la junta directiva ha hecho todo lo posible para que los socios no acudan al estadio, al objeto de poder vender las entradas a mucho más precio como packs turísticos, y ayer los cánticos de los aficionados del Brest, que se desplazaron en número de 3.000, se escuchaban más que los de los aficionados locales. El «bote, bote, bote, madridista el que no bote» se escuchó más que los pitidos de protesta local para taparlo.Los franceses empezaron intentando hacer algo de interés pero su portero Bizot cometió un muy estrambótico e injustificado penalti sobre Lewandowski. Fue una salida grotesca, sin ningún sentido, que recibió en merecido castigo que el polaco transformó. Koundé empezó mediocre, como en Balaídos, y el Barça muy incómodo pero el gol de ventaja daba un respiro y atenuaba, aunque sin alejarlos del todo, los fantasmas de Vigo.Raphinha y Lewandowski reñían con saña a Gerard Martín cada vez que se equivocaba, y todo mejoró en los de Flick cuando Pedri empezó a impartir su lección de finura en el toque, la conducción y sus elecciones. El Barça atacaba con paciencia, posesiones largas, un cambio significativo respecto de los últimos partidos. Raphinha, además de inspirado, estaba mucho más disciplinado y hacía bien de Lamine Yamal , ciñéndose a su misión de extremo derecho. Fluía el equipo, como si hubiera hallado el modo de desencallarse. El Brest hacía lo que podía y tenía lo suyo pero sin demasiada importancia. Poco acierto de Fermín en dos remates. La primera parte transcurrió con mucha intensidad, poca puntería, un Brest menos duro de lo esperado, tan débil de hecho que ni servía de examen para saber si realmente el Barça de Flick había vuelto. El equipo latía al ritmo de la calidad de Pedri y en cambio Olmo se atascaba en sus muros interiores.Noticia Relacionada estandar Si Messi se reencuentra con Mascherano: el Jefecito, nuevo entrenador de Inter Miami ABC El exjugador entrenará a su antiguo compañero en el Barça tras haber liderado las selecciones Sub-20 y Sub-23 argentinasLa segunda parte empezó con un surtido de imprecisiones como los postres de los restaurantes menores; y los cánticos muy superiores de los aficionados bretones a la frialdad local. La valentía de Laporta, que para nada ha de rectificar, dejaba en evidencia la pobreza moral de los socios del club. El Brest muy sólido en defensa, sin concesiones, salvando lo imposible en el área pequeña, y esperando una contra para correr y empatar. Al Barça le costaba encontrar la luz de la primera parte y había fantasmitas que empezaban a asomar. El Brest sabía que había resistido a lo más complicado del Barça y que sólo necesitaba salvar una transición para por lo menos salvar el resultado. Pero quien tras un partido gris, torpe, desafortunado tuvo su redención fue Dani Olmo, que marcó el segundo culminando un par de excelentes regates dentro del área. Inmediatamente Flick lo cambió por Gavi. Lewandowski marcó el tercero, marca de la casa.No será un partido recordado por el fútbol sino por la valentía de Joan Laporta contra la facción impresentable de su afición. Mucho más importante que las lecciones, que todo el mundo se atreve a dar, es barrer tu propia casa, lo que muy pocos tienen el coraje de hacer. Hay que reconocerle a Laporta la valentía que siempre ha mostrado contra la facción a veces criminal, a veces delictiva y siempre peligrosa de la afición del Barça. En 2003 fue pionero en La Liga contra los violentos y acabó con los Boixos Nois y casi le cuesta la vida. Ayer tuvo el valor, personal y cívico, de cerrar la llamada «Grada d’Animació» , que no es más que un grupúsculo de aficionados con privilegios que no todos individualmente, pero sí de manera colectiva, avergüenzan al club con cánticos y actitudes completamente fuera de lugar. Hasta 592 butacas quedaron vacías en Montjuic en lo que una vez más fue una demostración de convicción y personalidad de un presidente impecable en este aspecto, tanto en su primera etapa al frente del club como en la segunda. El reverso de esta determinación es que el socio barcelonista ha abandonado a su equipo y sólo 27.000 de los 80.000 abonados han renovado su pase para el exilio de Montjuic , en otra demostración igual de contundente, pero de signo contrario, del cinismo de una afición siempre dispuesta a dar lecciones de sentimiento pero que nunca está cuando en los momentos difíciles toca demostrarlo. También es cierto que la junta directiva ha hecho todo lo posible para que los socios no acudan al estadio, al objeto de poder vender las entradas a mucho más precio como packs turísticos, y ayer los cánticos de los aficionados del Brest, que se desplazaron en número de 3.000, se escuchaban más que los de los aficionados locales. El «bote, bote, bote, madridista el que no bote» se escuchó más que los pitidos de protesta local para taparlo.Los franceses empezaron intentando hacer algo de interés pero su portero Bizot cometió un muy estrambótico e injustificado penalti sobre Lewandowski. Fue una salida grotesca, sin ningún sentido, que recibió en merecido castigo que el polaco transformó. Koundé empezó mediocre, como en Balaídos, y el Barça muy incómodo pero el gol de ventaja daba un respiro y atenuaba, aunque sin alejarlos del todo, los fantasmas de Vigo.Raphinha y Lewandowski reñían con saña a Gerard Martín cada vez que se equivocaba, y todo mejoró en los de Flick cuando Pedri empezó a impartir su lección de finura en el toque, la conducción y sus elecciones. El Barça atacaba con paciencia, posesiones largas, un cambio significativo respecto de los últimos partidos. Raphinha, además de inspirado, estaba mucho más disciplinado y hacía bien de Lamine Yamal , ciñéndose a su misión de extremo derecho. Fluía el equipo, como si hubiera hallado el modo de desencallarse. El Brest hacía lo que podía y tenía lo suyo pero sin demasiada importancia. Poco acierto de Fermín en dos remates. La primera parte transcurrió con mucha intensidad, poca puntería, un Brest menos duro de lo esperado, tan débil de hecho que ni servía de examen para saber si realmente el Barça de Flick había vuelto. El equipo latía al ritmo de la calidad de Pedri y en cambio Olmo se atascaba en sus muros interiores.Noticia Relacionada estandar Si Messi se reencuentra con Mascherano: el Jefecito, nuevo entrenador de Inter Miami ABC El exjugador entrenará a su antiguo compañero en el Barça tras haber liderado las selecciones Sub-20 y Sub-23 argentinasLa segunda parte empezó con un surtido de imprecisiones como los postres de los restaurantes menores; y los cánticos muy superiores de los aficionados bretones a la frialdad local. La valentía de Laporta, que para nada ha de rectificar, dejaba en evidencia la pobreza moral de los socios del club. El Brest muy sólido en defensa, sin concesiones, salvando lo imposible en el área pequeña, y esperando una contra para correr y empatar. Al Barça le costaba encontrar la luz de la primera parte y había fantasmitas que empezaban a asomar. El Brest sabía que había resistido a lo más complicado del Barça y que sólo necesitaba salvar una transición para por lo menos salvar el resultado. Pero quien tras un partido gris, torpe, desafortunado tuvo su redención fue Dani Olmo, que marcó el segundo culminando un par de excelentes regates dentro del área. Inmediatamente Flick lo cambió por Gavi. Lewandowski marcó el tercero, marca de la casa.No será un partido recordado por el fútbol sino por la valentía de Joan Laporta contra la facción impresentable de su afición. Mucho más importante que las lecciones, que todo el mundo se atreve a dar, es barrer tu propia casa, lo que muy pocos tienen el coraje de hacer.
Hay que reconocerle a Laporta la valentía que siempre ha mostrado contra la facción a veces criminal, a veces delictiva y siempre peligrosa de la afición del Barça. En 2003 fue pionero en La Liga contra los violentos y acabó con los Boixos Nois y casi le cuesta la vida. Ayer tuvo el valor, personal y cívico, de cerrar la llamada «Grada d’Animació», que no es más que un grupúsculo de aficionados con privilegios que no todos individualmente, pero sí de manera colectiva, avergüenzan al club con cánticos y actitudes completamente fuera de lugar. Hasta 592 butacas quedaron vacías en Montjuic en lo que una vez más fue una demostración de convicción y personalidad de un presidente impecable en este aspecto, tanto en su primera etapa al frente del club como en la segunda.
El reverso de esta determinación es que el socio barcelonista ha abandonado a su equipo y sólo 27.000 de los 80.000 abonados han renovado su pase para el exilio de Montjuic, en otra demostración igual de contundente, pero de signo contrario, del cinismo de una afición siempre dispuesta a dar lecciones de sentimiento pero que nunca está cuando en los momentos difíciles toca demostrarlo. También es cierto que la junta directiva ha hecho todo lo posible para que los socios no acudan al estadio, al objeto de poder vender las entradas a mucho más precio como packs turísticos, y ayer los cánticos de los aficionados del Brest, que se desplazaron en número de 3.000, se escuchaban más que los de los aficionados locales. El «bote, bote, bote, madridista el que no bote» se escuchó más que los pitidos de protesta local para taparlo.
Los franceses empezaron intentando hacer algo de interés pero su portero Bizot cometió un muy estrambótico e injustificado penalti sobre Lewandowski. Fue una salida grotesca, sin ningún sentido, que recibió en merecido castigo que el polaco transformó. Koundé empezó mediocre, como en Balaídos, y el Barça muy incómodo pero el gol de ventaja daba un respiro y atenuaba, aunque sin alejarlos del todo, los fantasmas de Vigo.
Raphinha y Lewandowski reñían con saña a Gerard Martín cada vez que se equivocaba, y todo mejoró en los de Flick cuando Pedri empezó a impartir su lección de finura en el toque, la conducción y sus elecciones. El Barça atacaba con paciencia, posesiones largas, un cambio significativo respecto de los últimos partidos. Raphinha, además de inspirado, estaba mucho más disciplinado y hacía bien de Lamine Yamal, ciñéndose a su misión de extremo derecho. Fluía el equipo, como si hubiera hallado el modo de desencallarse. El Brest hacía lo que podía y tenía lo suyo pero sin demasiada importancia. Poco acierto de Fermín en dos remates.
La primera parte transcurrió con mucha intensidad, poca puntería, un Brest menos duro de lo esperado, tan débil de hecho que ni servía de examen para saber si realmente el Barça de Flick había vuelto. El equipo latía al ritmo de la calidad de Pedri y en cambio Olmo se atascaba en sus muros interiores.
La segunda parte empezó con un surtido de imprecisiones como los postres de los restaurantes menores; y los cánticos muy superiores de los aficionados bretones a la frialdad local. La valentía de Laporta, que para nada ha de rectificar, dejaba en evidencia la pobreza moral de los socios del club. El Brest muy sólido en defensa, sin concesiones, salvando lo imposible en el área pequeña, y esperando una contra para correr y empatar. Al Barça le costaba encontrar la luz de la primera parte y había fantasmitas que empezaban a asomar. El Brest sabía que había resistido a lo más complicado del Barça y que sólo necesitaba salvar una transición para por lo menos salvar el resultado. Pero quien tras un partido gris, torpe, desafortunado tuvo su redención fue Dani Olmo, que marcó el segundo culminando un par de excelentes regates dentro del área. Inmediatamente Flick lo cambió por Gavi. Lewandowski marcó el tercero, marca de la casa.
No será un partido recordado por el fútbol sino por la valentía de Joan Laporta contra la facción impresentable de su afición. Mucho más importante que las lecciones, que todo el mundo se atreve a dar, es barrer tu propia casa, lo que muy pocos tienen el coraje de hacer.
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