Localizado el enterramiento de Bebel García, el extremo derecho del Dépor “zurdo para jugar y para pensar”

Ya no quedan testigos que corroboren el relato, pero en A Coruña se da por buena la versión que en 2008 recogió Eduardo Galeano en su cuento Última voluntad.

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 Una investigación sitúa en A Coruña la fosa en la que yace el futbolista que, según relató Galeano, echó “una larga meada”, como última voluntad, ante el pelotón de fusilamiento franquista. En el mismo cementerio hay otras 250 víctimas  

Ya no quedan testigos que corroboren el relato, pero en A Coruña se da por buena la versión que en 2008 recogió Eduardo Galeano en su cuento Última voluntad.

“Bebel García muere fusilado. Bebel es zurdo para jugar y para pensar. En el estadio, se pone la camiseta del Dépor. A la salida del estadio, se pone la camiseta de la Juventud Socialista. Once días después del cuartelazo de Franco, cuando acaba de cumplir veintidós años, enfrenta el pelotón de fusilamiento: Un momento, manda. Y los soldados, gallegos como él, futboleros como él, obedecen. Entonces Bebel se desabrocha la bragueta, lentamente, botón tras botón, y de cara al pelotón echa una larga meada. Después, se abrocha la bragueta: Ahora sí”.

No le hacen falta más palabras al lector para sentir que conoce bien a Bebel García García, el jugador suplente que militó cuatro temporadas en el Deportivo de A Coruña hasta que en el verano del 36 estalló la guerra y fue fusilado en el Campo da Rata. En ese paraje ventoso, abierto al mar, cerca de la Torre de Hércules, los represaliados morían, oficialmente (según las actas de defunción), por “hemorragia interna”. Algunos otros, golpeados en la cabeza hasta el último aliento, “por conmoción nerviosa”. Así explica aquella suerte de epidemia que se extendía por todo el país, y que en la comarca de A Coruña se cobró 560 vidas, el investigador Rubem Centeno, que ha identificado el lugar donde yace el futbolista zurdo y de izquierdas al que los entrenadores se empecinaban en colocar de extremo derecho.

Bebel fue de los primeros, murió fusilado el 29 de julio de 1936 después de un juicio sumarísimo, acusado de rebelión por haber defendido el Gobierno Civil frente a la artillería sublevada y tratar luego de escapar junto a otros hacia Asturias, bastión republicano. La Guardia Civil lo interceptó en Guitiriz (Lugo) y lo trasladó a la cárcel de A Coruña, muy próxima al lugar en el que murió; al barrio de Monte Alto, en el que vivía con sus padres y hermanos; y al cementerio de San Amaro, en el que yace, sin que hasta ahora se supiese exactamente dónde. Junto a él fueron asesinados su hermano France, de 24 años, y Enrique Miguel Moscoso, O Cristo de Vioño, un peón de la construcción de 26. Centeno empezó hace seis años buscando la fosa del hermano de su abuela, Bernardo Hernández Ares, y decidió seguir tirando del hilo a través de la documentación que se conserva, los juicios y los llamados libros de tierra, que recogen la fecha, la numeración de los cadáveres que entraban a San Amaro, los nombres y la ubicación de las inhumaciones.

Placa de la calle Hermanos de la Lejía en A Coruña.Manuel Monge

“Fosa 12ª del depto 3º ampliación” es la descripción, ahora localizada, del lugar de la necrópolis con vistas al océano en el que se encuentran estos tres represaliados, registrados con los números de entrada 721 (Bebel), 722 (France) y 723 (Moscoso). Centeno, que el martes de esta semana recibió la llamada del equipo de la Universidade de Santiago designado por la Xunta para cumplir en Galicia con el plan de fosas del Gobierno central, visitará el lugar mañana lunes con un antiguo director del cementerio. En otro hoyo distinto de San Amaro figura que está enterrado Jaurés, el hermano pequeño. Acusado de los mismos hechos, le habían conmutado la pena por cadena perpetua porque tenía 17 años. Pero al cumplir los 18, en un supuesto traslado a la cárcel de Pamplona, fue “asesinado por la espalda”, cuenta el investigador, y enterrado en A Coruña. No habían pasado ni seis meses desde la ejecución de dos de sus hermanos.

Bebel, France y Jaurés, junto al hermano mayor, Pepín, secretario de las Juventudes Socialistas Unificadas de A Coruña cuando estalló la guerra, eran solo la mitad de los vástagos que tuvieron el gallego José García y la asturiana Conchita García, un matrimonio de recios ideales izquierdistas fraguado entre las dos orillas del Eo. La mayoría de sus hijos tenían nombres nada comunes (Voltaire, Bélgica, Berthelot), inspirados en sus convicciones políticas, las mismas por las que el padre fue condenado a dejar Ribadeo con su prole y a instalarse a 150 kilómetros, en A Coruña. Así, lo de Jaurés venía por el ideólogo socialista francés Jean Jaurès.Y lo de Bebel, por el líder socialdemócrata alemán August Bebel. En A Coruña, a todos ellos, se los conocía y conoce como los Hermanos de la Lejía, por el negocio familiar de fabricación, venta y reparto de este producto en el que todos ayudaban. En 2002, el Ayuntamiento los reconoció nombrando así una calle de la ciudad. Pepín, que también participaba en las barricadas urbanas contra los franquistas, siguió luchando en la contienda fuera de Galicia, escapó a Francia y embarcó en el Winnipeg para exiliarse en Latinoamérica. Su hija Selva García conoció a Galeano y le contó la historia familiar. Tras la muerte del dictador, Pepín volvió a A Coruña y murió en 1996. También está enterrado en San Amaro.

Bebel García.

El caso de Bebel, por ser futbolista, por la leyenda acerca de su última voluntad y por el cuento, es estos días el más visible, y vistoso, de todos los que atesora, con infinito respeto, la investigación de Rubem Centeno. “Hay gente muy importante para la ciudad, vinculada a la política, a la resistencia, a la cultura”, y “mujeres como Alicia Dorado o María Otero, asesinadas en el 37 por dar cobijo a refugiados” o como “María Bello, empacadora de pescado afiliada a la CNT”. “Fue asesinada por disparos de los golpistas el 22 de julio del 36 cuando encabezaba una manifestación por la Rúa Real” dando vivas a la República.

Como su padre, los Hermanos de la Lejía eran socialistas hasta el tuétano y amantes del deporte, desde el ciclismo y el atletismo hasta el boxeo y el fútbol. Bebel, bajito y ágil, jugó con el Dépor entre 1932 y 1936, aunque las crónicas le atribuyen como máximo 11 goles en cuatro temporadas y 28 partidos. “Era muy buen chico, muy gracioso, aunque algo infantil. Y muy valiente, hacía frente a la policía y a todo lo que hiciese falta”, recordaba en 2008, en una entrevista para La Voz con el periodista Rubén Ventureira, el exportero deportivista Rodrigo García Vizoso, entonces ya con 100 años cumplidos: “Tenía unas condiciones fabulosas para el fútbol, pero en la cabeza tenía otras cosas”.

Enrique Miguel Moscoso, albañil y miembro de las Juventudes Socialistas Unificadas, asesinado con 26 años junto a Bebel y France García en A Coruña.

En noviembre, durante unas jornadas organizadas por la Comisión pola Recuperación da Memoria Histórica da Coruña (CRMH), Centeno presentará los resultados de su trabajo (A sociedade silenciada: As fosas ocultas do franquismo na cidade da Coruña) y espera que más adelante se conviertan en libro. De los 560 paseados en la comarca, “unos 250 fueron enterrados en 40 fosas diferentes a lo largo y ancho del cementerio de San Amaro” cuando todas las sepulturas se hacían en tierra, dice, “hay fosas pequeñas, de dos o tres, y otras más grandes, de hasta 18″. De estos cuerpos, apenas 35 fueron exhumados posteriormente por petición expresa de sus familias. Hoy, unas cuantas fosas se hallan bajo filas de nichos que hubo que levantar más tarde, por esa presión urbanística que experimentaron también los cementerios, faltos de espacio, y será imposible rescatarlas. Pero en el último departamento en el que se divide el cementerio, el cuarto, hay todavía una gran superficie cubierta de hierba en la que Centeno sitúa 12 fosas con 111 represaliados.

“Hay en todo esto un mensaje que debe transmitirse a los más jóvenes… hubo toda una generación que no superó los 26 años y que está enterrada en fosas por toda España mientras los de alrededor vivían aterrorizados”, recalca el investigador que destapó las de A Coruña, aún sorprendido de que nadie lo hubiera hecho antes en una ciudad de arraigada tradición republicanista. “Entre los de San Amaro hay un chico de 14 años”, lamenta, “muchos de los muertos eran tan jóvenes que no llegaron a tener hijos y hoy no tienen familias que los reclamen”.

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