Los dispares efectos de la derrota del Barça

Los grandes ciclos empiezan con pequeños y agónicos detalles. El cabezazo de Ramos en Lisboa. El milimétrico disparo de Andrés Iniesta en Stamford Bridge. Luego si la leyenda cuaja hablamos de grandes equipos y glosamos sus gestas. Pero en el principio fue una moneda echada al aire que salió cara y nadie está en disposición de poder afirmar qué habría pasado si aquel milagro no se hubiera producido.El Barça tenía contra el Inter todo a favor para no sólo iniciar un nuevo ciclo sino para hundir al eterno rival en el desespero. Son vasos comunicantes. Siempre los son entre estos dos equipos. Y los detalles, sobre todo los detalles defensivos, convirtieron estas expectativas en una llamada perdida. No contestó Dios, no contestó el azar, no contestó el destino. Y en cuestión de minutos, los que fueron del 2 a 3 al final de la prórroga, el Barça dejó de ser el vigor adolescente que iba a tomar el triplete por asalto para volver a ser el club gastado y gris que se queja de los árbitros. Ahora imaginen que Marciniak hubiera dado una rueda de prensa –en este caso posterior al partido– rompiendo a llorar por los exabruptos de Flick o de Laporta.La regresión que supone quejarse es signo de impotencia y sólo la frecuentan los clubes que tienen problemas. En lo deportivo, el Barça tendrá que reflexionar sobre si le basta con sus virtudes superlativas o tiene que empezar a pensar en corregir algunos defectos. Lo mismo que sirve para ganar –la juventud, el desparpajo, el talento espontáneo y despreocupado– provoca también las fisuras que el martes acabaron en desgracia. El genio apoteósico de Lamine Yamal limita con su desbocada actividad nocturna y con la comprensible chulería de un chaval que a fin de cuentas no tiene ni la formación ni los asideros que han tenido otros jóvenes de entornos mucho más favorables, y que también perdieron el norte, como Gerard Piqué. Son asuntos que más temprano que tarde el club tendrá que afrontar, tomando medidas que no siempre son fáciles ni fáciles de aceptar por los afectados y sus familiares.Noticias relacionadas opinion Si Todo irá bien Los vecinos, hartos de las ruidosas juergas en el ático de Ansu Fati Salvador Sostres opinion Si Todo irá bien La brutal sinceridad de Masip Salvador SostresEn el terreno espiritual, el barcelonismo se ha instalado en el resbaladizo terreno de la victoria moral, y del ataque a una visión resultadista de los hechos. Los dos argumentos principales para el orgullo son la corta edad y presupuesto de la plantilla; y el bonito juego que despliega, como si el fútbol no consistiera, primero y esencialmente en ganar, y luego en todo lo demás pero como añadidura. La poca o ninguna autocrítica, los desmanes económicos de Laporta y el descontrol de algunas de las estrellas del equipo –no sólo de Lamine Yamal– dejan la evolución del equipo a merced de los imprevistos. La salida de Araujo es casi tan inevitable como la renovación de Hansi Flick, que salvó su rueda –tras muchos golpes de pecho y no menos quejas por las decisiones arbitrales– reconociendo que su misión no es otra que la de ganar títulos.La eliminación culé fue el mejor resultado que esta temporada ha conseguido el Madrid , que no añade a la tristeza de no haber ganado la decimosexta la angustia de que un Barcelona prometedor, talentoso y eufórico se hiciera con el trofeo más preciado, el único que de verdad cuenta, siendo los demás secundarios –por decir lo menos–. Si Flick ha de marcar una época, empezará a marcarla la próxima temporada por estas fechas. Si el mal curso blanco es un accidente imperceptible o algo más profundo y de consecuencias más severas, también queda aplazado un año saberlo.Por muchos analistas, estadísticas, ojeadores y disposiciones tácticas que el fútbol emplee, y que tienen por supuesto su sentido y su utilidad, este deporte y este espectáculo continúan dependiendo de los detalles, a veces milimétricos –las manos de Sommer, la falta a Lamine Yamal sobre la misma línea del área– que condicionan no sólo el resultado de un partido sino el estado de ánimo colectivo, que aborta o dinamiza esperanzas que cambian de bando en segundos. Los grandes ciclos empiezan con pequeños y agónicos detalles. El cabezazo de Ramos en Lisboa. El milimétrico disparo de Andrés Iniesta en Stamford Bridge. Luego si la leyenda cuaja hablamos de grandes equipos y glosamos sus gestas. Pero en el principio fue una moneda echada al aire que salió cara y nadie está en disposición de poder afirmar qué habría pasado si aquel milagro no se hubiera producido.El Barça tenía contra el Inter todo a favor para no sólo iniciar un nuevo ciclo sino para hundir al eterno rival en el desespero. Son vasos comunicantes. Siempre los son entre estos dos equipos. Y los detalles, sobre todo los detalles defensivos, convirtieron estas expectativas en una llamada perdida. No contestó Dios, no contestó el azar, no contestó el destino. Y en cuestión de minutos, los que fueron del 2 a 3 al final de la prórroga, el Barça dejó de ser el vigor adolescente que iba a tomar el triplete por asalto para volver a ser el club gastado y gris que se queja de los árbitros. Ahora imaginen que Marciniak hubiera dado una rueda de prensa –en este caso posterior al partido– rompiendo a llorar por los exabruptos de Flick o de Laporta.La regresión que supone quejarse es signo de impotencia y sólo la frecuentan los clubes que tienen problemas. En lo deportivo, el Barça tendrá que reflexionar sobre si le basta con sus virtudes superlativas o tiene que empezar a pensar en corregir algunos defectos. Lo mismo que sirve para ganar –la juventud, el desparpajo, el talento espontáneo y despreocupado– provoca también las fisuras que el martes acabaron en desgracia. El genio apoteósico de Lamine Yamal limita con su desbocada actividad nocturna y con la comprensible chulería de un chaval que a fin de cuentas no tiene ni la formación ni los asideros que han tenido otros jóvenes de entornos mucho más favorables, y que también perdieron el norte, como Gerard Piqué. Son asuntos que más temprano que tarde el club tendrá que afrontar, tomando medidas que no siempre son fáciles ni fáciles de aceptar por los afectados y sus familiares.Noticias relacionadas opinion Si Todo irá bien Los vecinos, hartos de las ruidosas juergas en el ático de Ansu Fati Salvador Sostres opinion Si Todo irá bien La brutal sinceridad de Masip Salvador SostresEn el terreno espiritual, el barcelonismo se ha instalado en el resbaladizo terreno de la victoria moral, y del ataque a una visión resultadista de los hechos. Los dos argumentos principales para el orgullo son la corta edad y presupuesto de la plantilla; y el bonito juego que despliega, como si el fútbol no consistiera, primero y esencialmente en ganar, y luego en todo lo demás pero como añadidura. La poca o ninguna autocrítica, los desmanes económicos de Laporta y el descontrol de algunas de las estrellas del equipo –no sólo de Lamine Yamal– dejan la evolución del equipo a merced de los imprevistos. La salida de Araujo es casi tan inevitable como la renovación de Hansi Flick, que salvó su rueda –tras muchos golpes de pecho y no menos quejas por las decisiones arbitrales– reconociendo que su misión no es otra que la de ganar títulos.La eliminación culé fue el mejor resultado que esta temporada ha conseguido el Madrid , que no añade a la tristeza de no haber ganado la decimosexta la angustia de que un Barcelona prometedor, talentoso y eufórico se hiciera con el trofeo más preciado, el único que de verdad cuenta, siendo los demás secundarios –por decir lo menos–. Si Flick ha de marcar una época, empezará a marcarla la próxima temporada por estas fechas. Si el mal curso blanco es un accidente imperceptible o algo más profundo y de consecuencias más severas, también queda aplazado un año saberlo.Por muchos analistas, estadísticas, ojeadores y disposiciones tácticas que el fútbol emplee, y que tienen por supuesto su sentido y su utilidad, este deporte y este espectáculo continúan dependiendo de los detalles, a veces milimétricos –las manos de Sommer, la falta a Lamine Yamal sobre la misma línea del área– que condicionan no sólo el resultado de un partido sino el estado de ánimo colectivo, que aborta o dinamiza esperanzas que cambian de bando en segundos.  

TODO IRÁ BIEN

«El ciclo triunfal del Barça de Flick, si llega a producirse, tendrá que esperar al próximo curso. Pero igual ahora, a costa del dolor rival, el Madrid logra reanimarse»

El Barcelona, hundido tras la eliminación en Milán AFP

Los grandes ciclos empiezan con pequeños y agónicos detalles. El cabezazo de Ramos en Lisboa. El milimétrico disparo de Andrés Iniesta en Stamford Bridge. Luego si la leyenda cuaja hablamos de grandes equipos y glosamos sus gestas. Pero en el principio fue una moneda echada … al aire que salió cara y nadie está en disposición de poder afirmar qué habría pasado si aquel milagro no se hubiera producido.

El Barça tenía contra el Inter todo a favor para no sólo iniciar un nuevo ciclo sino para hundir al eterno rival en el desespero. Son vasos comunicantes. Siempre los son entre estos dos equipos. Y los detalles, sobre todo los detalles defensivos, convirtieron estas expectativas en una llamada perdida. No contestó Dios, no contestó el azar, no contestó el destino. Y en cuestión de minutos, los que fueron del 2 a 3 al final de la prórroga, el Barça dejó de ser el vigor adolescente que iba a tomar el triplete por asalto para volver a ser el club gastado y gris que se queja de los árbitros. Ahora imaginen que Marciniak hubiera dado una rueda de prensa –en este caso posterior al partido– rompiendo a llorar por los exabruptos de Flick o de Laporta.

La regresión que supone quejarse es signo de impotencia y sólo la frecuentan los clubes que tienen problemas. En lo deportivo, el Barça tendrá que reflexionar sobre si le basta con sus virtudes superlativas o tiene que empezar a pensar en corregir algunos defectos. Lo mismo que sirve para ganar –la juventud, el desparpajo, el talento espontáneo y despreocupado– provoca también las fisuras que el martes acabaron en desgracia. El genio apoteósico de Lamine Yamal limita con su desbocada actividad nocturna y con la comprensible chulería de un chaval que a fin de cuentas no tiene ni la formación ni los asideros que han tenido otros jóvenes de entornos mucho más favorables, y que también perdieron el norte, como Gerard Piqué. Son asuntos que más temprano que tarde el club tendrá que afrontar, tomando medidas que no siempre son fáciles ni fáciles de aceptar por los afectados y sus familiares.

En el terreno espiritual, el barcelonismo se ha instalado en el resbaladizo terreno de la victoria moral, y del ataque a una visión resultadista de los hechos. Los dos argumentos principales para el orgullo son la corta edad y presupuesto de la plantilla; y el bonito juego que despliega, como si el fútbol no consistiera, primero y esencialmente en ganar, y luego en todo lo demás pero como añadidura. La poca o ninguna autocrítica, los desmanes económicos de Laporta y el descontrol de algunas de las estrellas del equipo –no sólo de Lamine Yamal– dejan la evolución del equipo a merced de los imprevistos. La salida de Araujo es casi tan inevitable como la renovación de Hansi Flick, que salvó su rueda –tras muchos golpes de pecho y no menos quejas por las decisiones arbitrales– reconociendo que su misión no es otra que la de ganar títulos.

La eliminación culé fue el mejor resultado que esta temporada ha conseguido el Madrid, que no añade a la tristeza de no haber ganado la decimosexta la angustia de que un Barcelona prometedor, talentoso y eufórico se hiciera con el trofeo más preciado, el único que de verdad cuenta, siendo los demás secundarios –por decir lo menos–. Si Flick ha de marcar una época, empezará a marcarla la próxima temporada por estas fechas. Si el mal curso blanco es un accidente imperceptible o algo más profundo y de consecuencias más severas, también queda aplazado un año saberlo.

Por muchos analistas, estadísticas, ojeadores y disposiciones tácticas que el fútbol emplee, y que tienen por supuesto su sentido y su utilidad, este deporte y este espectáculo continúan dependiendo de los detalles, a veces milimétricos –las manos de Sommer, la falta a Lamine Yamal sobre la misma línea del área– que condicionan no sólo el resultado de un partido sino el estado de ánimo colectivo, que aborta o dinamiza esperanzas que cambian de bando en segundos.

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