Un relámpago granadino iluminó el inicio de los Mundiales de Tokio. Un torbellino al que cuesta encontrar calificativos lo suficientemente elogiosos. María Pérez ya es leyenda del deporte español: la atleta, hombre o mujer, con más títulos mundiales a sus espaldas. Ya son tres, por delante de Abel Antón y de su inseparable Álvaro Martín.La de Orce logró una victoria incontestable en los 35 kilómetros marcha para revalidar el oro conquistado hace dos años en Budapest. Ha completado la mitad del camino para el que viajó a la capital nipona. El próximo sábado intentará repetir en los 20 kilómetros y alcanzar el cuarto oro. Visto su nivel, y si el cuerpo le responde, será difícil que alguien pueda hacerle sombra.Lo suyo fue una exhibición absoluta, un triunfo por aplastamiento en el que aventajó en más de tres minutos a la segunda clasificada, y en el que incluso se la vio rebasar, a velocidad de vértigo, a algunos de los mejores marchadores masculinos. Ganó al ataque, convencida de su superioridad. Su victoria fue también un desquite del amargo cuarto puesto con el que se marchó de esta misma ciudad en los Juegos de 2021. Y todo en condiciones durísimas, con una humedad del 92% que dejó imágenes dantescas en varios competidores pero que a ella la convirtió en la Robinson de la isla desierta o en el Odiseo de regreso a Itaca. Una superviviente audaz, solitaria e indestructible.Noticias relacionadas estandar No El estadounidense Erriyon Knighton, sancionado cuatro años por dopaje estandar No Atletismo / Mundial de Tokio Varapalo para España antes de empezar: Fátima Diame, baja de última hora Javier AsprónNada pareció hacer sufrir a la campeona. Ni siquiera el ojo severo de los jueces, que la hicieron marchar más de media carrera con una tarjeta roja. Pero lo salvó. Hacía diez años que las pruebas de marcha de un Mundial no concluían dentro del estadio. Dunfee, campeón masculino, fue el primero en entrar, apenas unos minutos antes que la granadina. Pero la irrupción de María fue apoteósica: con la bandera española en la mano, ya sin la gorra ni las enormes gafas oscuras que la acompañaron durante toda la prueba, exultante. Con las lágrimas escapando del rostro y resoplando tras una carrera agotadora que ella hizo parecer fácil. Todo ello coronado por los puestos de finalistas de Raquel González, sexta, y Cristina Montesinos, séptima. La siempre fiable marcha española.Sola desde el kilómetro 23El grupo de favoritas se formó pronto. Pasado el kilómetro 6 ya solo quedaban cinco mujeres en cabeza, con María asomando delante junto a la italiana Antonella Palmisano, la peruana Kimberley García León y otras dos invitadas inesperadas, la ecuatoriana Paula Torres y la china Li Peng. Así continuaron durante buena parte de la prueba. De vez en cuando, la granadina pegaba un acelerón, estiraba el grupo y tomaba el pulso al estado de sus rivales. Se la veía entera, dominante, con ese andar pulido técnicamente hasta el extremo desde el enorme disgusto de 2022, cuando fue eliminada por los jueces tanto en el Europeo de Múnich como en el Mundial de Eugene.Su único contratiempo llegó precisamente por esa vía. Una tarjeta roja, pasado el kilómetro 12, que no la intimidó. Al instante se puso en cabeza y probó, una vez más, a sus cuatro contrincantes. Y luego, otra vez. Así hasta que, al paso por el 21, detectó la debilidad de García León y apretó de nuevo. La peruana acusó el golpe de manera definitiva. También la china Peng. La ecuatoriana Torres, con dos tarjetas rojas, hacía esfuerzos titánicos para no perder el tren. Palmisano, mientras, forzaba más de lo recomendable para no quedarse atrás frente a la española. Una temeridad.María vio claro su momento y redobló el esfuerzo. Tanto apretó -completó el kilómetro 22 al 23 en 4:14- que llegó a adelantar al brasileño Caio Bonfim, sexto en la prueba masculina en ese instante y subcampeón después. En un visto y no visto ya sacaba a Palmisano 16 segundos. La brecha no dejaría de crecer.Así, lanzada, afrontó la recta final. Diez kilómetros en los que nada parecía poder detenerla. Sin aflojar, bajando cada vez más su paso por kilómetro hasta cruzar la meta con un salto de rabia. Aventajó a Palmisano, segunda, en 3:23. Una barbaridad. La ecuatoriana Torres resistió en la tercera plaza y entró a 3:43.Si la prueba femenina fue el monólogo que quiso contar María Pérez, la masculina resultó un auténtico carrusel de candidatos y emociones. Los marchadores japoneses ansiaban ese título, y durante muchos minutos fueron Hayato Katsuki y Masatoro Kawano quienes lideraron la carrera. Luego se les unió el ecuatoriano David Hurtado, que llegó a escaparse antes de sufrir una penalización de tres minutos.El drama comenzó a partir de las dos horas. Kawano llegó a detenerse con evidentes problemas para mantenerse en pie. Logró continuar, pero el podio se le esfumó de golpe. Fue el canadiense Evan Dunfee quien recogió los restos de esa batalla para lograr su primer gran triunfo después de haber sido bronce olímpico en esta misma ciudad cuatro años atrás. Bonfim, pese a ir demacrado, aprovechó la sangría para terminar segundo. Katsuki salvó el honor nipón con el bronce. Y Daniel Chamosa, sexto y también finalista, se erigió en el mejor de los españoles. Un relámpago granadino iluminó el inicio de los Mundiales de Tokio. Un torbellino al que cuesta encontrar calificativos lo suficientemente elogiosos. María Pérez ya es leyenda del deporte español: la atleta, hombre o mujer, con más títulos mundiales a sus espaldas. Ya son tres, por delante de Abel Antón y de su inseparable Álvaro Martín.La de Orce logró una victoria incontestable en los 35 kilómetros marcha para revalidar el oro conquistado hace dos años en Budapest. Ha completado la mitad del camino para el que viajó a la capital nipona. El próximo sábado intentará repetir en los 20 kilómetros y alcanzar el cuarto oro. Visto su nivel, y si el cuerpo le responde, será difícil que alguien pueda hacerle sombra.Lo suyo fue una exhibición absoluta, un triunfo por aplastamiento en el que aventajó en más de tres minutos a la segunda clasificada, y en el que incluso se la vio rebasar, a velocidad de vértigo, a algunos de los mejores marchadores masculinos. Ganó al ataque, convencida de su superioridad. Su victoria fue también un desquite del amargo cuarto puesto con el que se marchó de esta misma ciudad en los Juegos de 2021. Y todo en condiciones durísimas, con una humedad del 92% que dejó imágenes dantescas en varios competidores pero que a ella la convirtió en la Robinson de la isla desierta o en el Odiseo de regreso a Itaca. Una superviviente audaz, solitaria e indestructible.Noticias relacionadas estandar No El estadounidense Erriyon Knighton, sancionado cuatro años por dopaje estandar No Atletismo / Mundial de Tokio Varapalo para España antes de empezar: Fátima Diame, baja de última hora Javier AsprónNada pareció hacer sufrir a la campeona. Ni siquiera el ojo severo de los jueces, que la hicieron marchar más de media carrera con una tarjeta roja. Pero lo salvó. Hacía diez años que las pruebas de marcha de un Mundial no concluían dentro del estadio. Dunfee, campeón masculino, fue el primero en entrar, apenas unos minutos antes que la granadina. Pero la irrupción de María fue apoteósica: con la bandera española en la mano, ya sin la gorra ni las enormes gafas oscuras que la acompañaron durante toda la prueba, exultante. Con las lágrimas escapando del rostro y resoplando tras una carrera agotadora que ella hizo parecer fácil. Todo ello coronado por los puestos de finalistas de Raquel González, sexta, y Cristina Montesinos, séptima. La siempre fiable marcha española.Sola desde el kilómetro 23El grupo de favoritas se formó pronto. Pasado el kilómetro 6 ya solo quedaban cinco mujeres en cabeza, con María asomando delante junto a la italiana Antonella Palmisano, la peruana Kimberley García León y otras dos invitadas inesperadas, la ecuatoriana Paula Torres y la china Li Peng. Así continuaron durante buena parte de la prueba. De vez en cuando, la granadina pegaba un acelerón, estiraba el grupo y tomaba el pulso al estado de sus rivales. Se la veía entera, dominante, con ese andar pulido técnicamente hasta el extremo desde el enorme disgusto de 2022, cuando fue eliminada por los jueces tanto en el Europeo de Múnich como en el Mundial de Eugene.Su único contratiempo llegó precisamente por esa vía. Una tarjeta roja, pasado el kilómetro 12, que no la intimidó. Al instante se puso en cabeza y probó, una vez más, a sus cuatro contrincantes. Y luego, otra vez. Así hasta que, al paso por el 21, detectó la debilidad de García León y apretó de nuevo. La peruana acusó el golpe de manera definitiva. También la china Peng. La ecuatoriana Torres, con dos tarjetas rojas, hacía esfuerzos titánicos para no perder el tren. Palmisano, mientras, forzaba más de lo recomendable para no quedarse atrás frente a la española. Una temeridad.María vio claro su momento y redobló el esfuerzo. Tanto apretó -completó el kilómetro 22 al 23 en 4:14- que llegó a adelantar al brasileño Caio Bonfim, sexto en la prueba masculina en ese instante y subcampeón después. En un visto y no visto ya sacaba a Palmisano 16 segundos. La brecha no dejaría de crecer.Así, lanzada, afrontó la recta final. Diez kilómetros en los que nada parecía poder detenerla. Sin aflojar, bajando cada vez más su paso por kilómetro hasta cruzar la meta con un salto de rabia. Aventajó a Palmisano, segunda, en 3:23. Una barbaridad. La ecuatoriana Torres resistió en la tercera plaza y entró a 3:43.Si la prueba femenina fue el monólogo que quiso contar María Pérez, la masculina resultó un auténtico carrusel de candidatos y emociones. Los marchadores japoneses ansiaban ese título, y durante muchos minutos fueron Hayato Katsuki y Masatoro Kawano quienes lideraron la carrera. Luego se les unió el ecuatoriano David Hurtado, que llegó a escaparse antes de sufrir una penalización de tres minutos.El drama comenzó a partir de las dos horas. Kawano llegó a detenerse con evidentes problemas para mantenerse en pie. Logró continuar, pero el podio se le esfumó de golpe. Fue el canadiense Evan Dunfee quien recogió los restos de esa batalla para lograr su primer gran triunfo después de haber sido bronce olímpico en esta misma ciudad cuatro años atrás. Bonfim, pese a ir demacrado, aprovechó la sangría para terminar segundo. Katsuki salvó el honor nipón con el bronce. Y Daniel Chamosa, sexto y también finalista, se erigió en el mejor de los españoles.
Un relámpago granadino iluminó el inicio de los Mundiales de Tokio. Un torbellino al que cuesta encontrar calificativos lo suficientemente elogiosos. María Pérez ya es leyenda del deporte español: la atleta, hombre o mujer, con más títulos mundiales a sus espaldas. Ya son tres, por … delante de Abel Antón y de su inseparable Álvaro Martín.
La de Orce logró una victoria incontestable en los 35 kilómetros marcha para revalidar el oro conquistado hace dos años en Budapest. Ha completado la mitad del camino para el que viajó a la capital nipona. El próximo sábado intentará repetir en los 20 kilómetros y alcanzar el cuarto oro. Visto su nivel, y si el cuerpo le responde, será difícil que alguien pueda hacerle sombra.
Lo suyo fue una exhibición absoluta, un triunfo por aplastamiento en el que aventajó en más de tres minutos a la segunda clasificada, y en el que incluso se la vio rebasar, a velocidad de vértigo, a algunos de los mejores marchadores masculinos. Ganó al ataque, convencida de su superioridad. Su victoria fue también un desquite del amargo cuarto puesto con el que se marchó de esta misma ciudad en los Juegos de 2021. Y todo en condiciones durísimas, con una humedad del 92% que dejó imágenes dantescas en varios competidores pero que a ella la convirtió en la Robinson de la isla desierta o en el Odiseo de regreso a Itaca. Una superviviente audaz, solitaria e indestructible.
Nada pareció hacer sufrir a la campeona. Solo el ojo severo de los jueces, que la empujaron a terminar la prueba al borde de la descalificación. Pero lo salvó. Hacía diez años que las pruebas de marcha de un Mundial no concluían dentro del estadio. Dunfee, campeón masculino, fue el primero en entrar, apenas unos minutos antes que la granadina. Pero la irrupción de María fue apoteósica: con la bandera española en la mano, ya sin la gorra ni las enormes gafas oscuras que la acompañaron durante toda la prueba, exultante. Con las lágrimas escapando del rostro y resoplando tras una carrera agotadora que ella hizo parecer fácil. Todo ello coronado por los puestos de finalistas de Raquel González, sexta, y Cristina Montesinos, séptima. La siempre fiable marcha española.
Sola desde el kilómetro 23
El grupo de favoritas se formó pronto. Pasado el kilómetro 6 ya solo quedaban cinco mujeres en cabeza, con María asomando delante. Así continuaron durante buena parte de la prueba. De vez en cuando, la granadina pegaba un acelerón, estiraba el grupo y tomaba el pulso al estado de sus rivales. Se la veía entera, dominante, con ese andar pulido técnicamente hasta el extremo desde el enorme disgusto de Eugene 2022, cuando fue eliminada por los jueces en ambas pruebas.
Su único contratiempo llegó precisamente por esa vía. Una tarjeta roja, pasado el kilómetro 12, que no la intimidó. Al instante se puso en cabeza y probó, una vez más, a sus cuatro contrincantes. Y luego, otra vez. Así hasta que, al paso por el 21, detectó la debilidad de García León y apretó de nuevo. La peruana acusó el golpe de manera definitiva. También la china Peng. La ecuatoriana Torres, con dos tarjetas rojas, hacía esfuerzos titánicos para no perder el tren. Palmisano, mientras, forzaba más de lo recomendable para no quedarse atrás frente a la española. Una temeridad.
María vio claro su momento y redobló el esfuerzo. Tanto apretó -completó el kilómetro 22 al 23 en 4:14- que llegó a adelantar al brasileño Caio Bonfim, sexto en la prueba masculina en ese instante y subcampeón después. En un visto y no visto ya sacaba a Palmisano 16 segundos. La brecha no dejaría de crecer.
Así, lanzada, afrontó la recta final. Diez kilómetros en los que nada parecía poder detenerla. Sin aflojar, bajando cada vez más su paso por kilómetro, hasta que llegó esa segunda tarjeta roja, alarmante. Pero a esas alturas ya no había nada que demostrar. No hacía falta. Aventajó a Palmisano, segunda, en 3:23. Una barbaridad. La ecuatoriana Torres resistió en la tercera plaza y entró a 3:43.
Si la prueba femenina fue el monólogo que quiso contar María Pérez, la masculina resultó un auténtico carrusel de candidatos y emociones. Los marchadores japoneses ansiaban ese título, y durante muchos minutos fueron Hayato Katsuki y Masatoro Kawano quienes lideraron la carrera. Luego se les unió el ecuatoriano David Hurtado, que llegó a escaparse antes de sufrir una penalización de tres minutos.
El drama comenzó a partir de las dos horas. Kawano llegó a detenerse con evidentes problemas para mantenerse en pie. Logró continuar, pero el podio se le esfumó de golpe. Fue el canadiense Evan Dunfee quien recogió los restos de esa batalla para lograr su primer gran triunfo después de haber sido bronce olímpico en esta misma ciudad cuatro años atrás. Bonfim, pese a ir demacrado, aprovechó la sangría para terminar segundo. Katsuki salvó el honor nipón con el bronce. Y Daniel Chamosa, sexto y también finalista, se erigió en el mejor de los españoles.
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