Miedo a la responsabilidad

Poco menos de un tercio de temporada se ha disputado ya en Primera división. Tras diez partidos, el Sevilla sigue construyendo su propio camino con la esperanza de llegar a su particular línea de meta (la salvación) con calma y no empapado en angustia y sudor como lo hiciera en el pasado curso. Matías Almeyda insiste cada vez que tiene la palabra: «no se construye una casa de un día para el otro». Así se expresó en sala de prensa el pasado jueves y así lo demostró su equipo una vez más ayer en San Sebastián. La plantilla sevillista, confeccionada por Antonio Cordón y condicionada por las conocidísimas limitaciones económicas, parece comprar el mensaje y el discurso de Almeyda, y la idea del entrenador se ha podido ver de forma clara sobre el césped en las primeras diez jornadas. El equipo es intenso en la presión y también en posesión del balón buscando ser vertical. No obstante, son alarmantes tanto la incapacidad que muestra cuando tiene la responsabilidad de hacer que pasen cosas como la frecuencia con la que comete errores defensivos graves.Una carga que asustaEl pasado fin de semana tuvo la oportunidad de ajusticiar al colista Mallorca en Nervión. Con la posibilidad de enlazar tres victorias consecutivas y saboreando aún el subidón anímico que supuso la victoria ante el Barcelona, el Sevilla falló. Se dejó remontar el partido y fue incapaz de reaccionar cuando el rival, con ventaja en el marcador, defendió el resultado. Algo muy similar ocurrió ayer en San Sebastián. El Sevilla como visitante había conseguido buenos resultados (todo victorias desde la visita a San Mamés en la jornada inicial). Además, el rival llegaba, de nuevo, en horas bajas y con su entrenador discutido. Mucho peso en su lado de la balanza para conseguir un buen resultado, pero de nuevo el deber de conducir el partido se hizo una carga incapaz de soportar. Son muchos los futbolistas que permanecen en la plantilla con respecto al pasado curso. Son conscientes de que lo que ocurrió no se puede repetir y que no es buena idea tentar a la suerte por dos veces. Parecía que, pese a que el pasado atormenta, los jugadores habían sido capaces de hacer borrón y cuenta nueva con Almeyda y encarar la temporada con un reset mental que al menos pusiera la primera piedra en el camino hacia la permanencia. El entrenador, con la ventaja que él mismo recuerda que tiene por haber estado en los dos lados de la barrera, sabe que hay muchas teclas que tocar tanto de manera individual como de manera colectiva y por ello intenta unir al grupo apoyándose igualmente en la evolución futbolística que el equipo ha podido mostrar en distintas fases de estas diez primeras jornadas. No obstante, la ansiedad sigue estando ahí y manifestándose. Se expone en la inquietud que muestra el equipo porque cuando puede dar un paso al frente no termina de poder dar esa zancada deseada. También en la intranquilidad que da que, mientras las hojas del calendario van cayendo, no demuestra poder desempeñarse en varios registros. Si se ve obligado a buscar un camino distinto al inicialmente planteado para obtener la victoria, desespera porque no tiene calidad técnica suficiente –ni de forma individual ni como bloque– como para resolver. No es que no quiera, es que no sabe o no puede. No es una sensación nueva. Son ya varias las temporadas en las que el Sevilla echa en falta que haya un futbolista que sea capaz de romper líneas, de descomponer al rival y de encontrar a los delanteros. Consciente es de ello el entrenador, que diseña su plan de partido buscando que los suyos no sean los que tengan que llevar la batuta del encuentro y tratando de evitar que se cometan errores (como los de ayer) que pongan más peso en la mochila. Consciente de ello también son los rivales, que también saben que, cuando el resultado lo permite, creen que vivirán más cómodos si esperan al Sevilla. Cuando se crea el cóctel, la ansiedad golpea a un equipo con miedo a la responsabilidad. Toca buscar soluciones donde parece no haberlas. Poco menos de un tercio de temporada se ha disputado ya en Primera división. Tras diez partidos, el Sevilla sigue construyendo su propio camino con la esperanza de llegar a su particular línea de meta (la salvación) con calma y no empapado en angustia y sudor como lo hiciera en el pasado curso. Matías Almeyda insiste cada vez que tiene la palabra: «no se construye una casa de un día para el otro». Así se expresó en sala de prensa el pasado jueves y así lo demostró su equipo una vez más ayer en San Sebastián. La plantilla sevillista, confeccionada por Antonio Cordón y condicionada por las conocidísimas limitaciones económicas, parece comprar el mensaje y el discurso de Almeyda, y la idea del entrenador se ha podido ver de forma clara sobre el césped en las primeras diez jornadas. El equipo es intenso en la presión y también en posesión del balón buscando ser vertical. No obstante, son alarmantes tanto la incapacidad que muestra cuando tiene la responsabilidad de hacer que pasen cosas como la frecuencia con la que comete errores defensivos graves.Una carga que asustaEl pasado fin de semana tuvo la oportunidad de ajusticiar al colista Mallorca en Nervión. Con la posibilidad de enlazar tres victorias consecutivas y saboreando aún el subidón anímico que supuso la victoria ante el Barcelona, el Sevilla falló. Se dejó remontar el partido y fue incapaz de reaccionar cuando el rival, con ventaja en el marcador, defendió el resultado. Algo muy similar ocurrió ayer en San Sebastián. El Sevilla como visitante había conseguido buenos resultados (todo victorias desde la visita a San Mamés en la jornada inicial). Además, el rival llegaba, de nuevo, en horas bajas y con su entrenador discutido. Mucho peso en su lado de la balanza para conseguir un buen resultado, pero de nuevo el deber de conducir el partido se hizo una carga incapaz de soportar. Son muchos los futbolistas que permanecen en la plantilla con respecto al pasado curso. Son conscientes de que lo que ocurrió no se puede repetir y que no es buena idea tentar a la suerte por dos veces. Parecía que, pese a que el pasado atormenta, los jugadores habían sido capaces de hacer borrón y cuenta nueva con Almeyda y encarar la temporada con un reset mental que al menos pusiera la primera piedra en el camino hacia la permanencia. El entrenador, con la ventaja que él mismo recuerda que tiene por haber estado en los dos lados de la barrera, sabe que hay muchas teclas que tocar tanto de manera individual como de manera colectiva y por ello intenta unir al grupo apoyándose igualmente en la evolución futbolística que el equipo ha podido mostrar en distintas fases de estas diez primeras jornadas. No obstante, la ansiedad sigue estando ahí y manifestándose. Se expone en la inquietud que muestra el equipo porque cuando puede dar un paso al frente no termina de poder dar esa zancada deseada. También en la intranquilidad que da que, mientras las hojas del calendario van cayendo, no demuestra poder desempeñarse en varios registros. Si se ve obligado a buscar un camino distinto al inicialmente planteado para obtener la victoria, desespera porque no tiene calidad técnica suficiente –ni de forma individual ni como bloque– como para resolver. No es que no quiera, es que no sabe o no puede. No es una sensación nueva. Son ya varias las temporadas en las que el Sevilla echa en falta que haya un futbolista que sea capaz de romper líneas, de descomponer al rival y de encontrar a los delanteros. Consciente es de ello el entrenador, que diseña su plan de partido buscando que los suyos no sean los que tengan que llevar la batuta del encuentro y tratando de evitar que se cometan errores (como los de ayer) que pongan más peso en la mochila. Consciente de ello también son los rivales, que también saben que, cuando el resultado lo permite, creen que vivirán más cómodos si esperan al Sevilla. Cuando se crea el cóctel, la ansiedad golpea a un equipo con miedo a la responsabilidad. Toca buscar soluciones donde parece no haberlas.  image

 RSS de noticias de deportes

Noticias Similares