En mi casa están tirando abajo la escalera del portal. Van a construir otra en su lugar, más moderna, con mejores condiciones. Ahora solo hay un hueco enorme y un montón de escombros donde antes estaba la de siempre, la de toda la vida.Mientras terminan de tirarla abajo y levantar la nueva, han colocado una provisional al lado. Es ruidosa, fea y ciertamente incómoda. Pero cumple su función de momento. Subimos, bajamos. Vamos, venimos. Sin pensar demasiado.Nunca se le da demasiada importancia a una escalera. Nos eleva en silencio, sin pedir nada. Está ahí, constante, fiable, sólida. La nuestra era sobria, funcional, sin adornos. Pero elegante. Ningún vecino —y no somos pocos, ni parecidos— se quejó jamás de los servicios prestados. Y si acaso alguien lo hizo, seguro que tampoco andaba muy bien de la azotea.Noticias relacionadas opinion Si Esbozos y rasguños Días aún más extraños Javier Aznar opinion Si Esbozos y rasguños Fin de trayecto Javier AznarUno pensaba que duraría para siempre. Que aguantaría sin inmutarse. Como si fuera parte de la estructura misma del edificio.Cada peldaño a su altura justa. Cada ángulo pensado para ayudar, para facilitar la carga de los días pesados. Sin llamar la atención. Sin ruidos, sin aspavientos, sin pedir elogios. Nunca necesitó una gran renovación. Nunca falló, incluso cuando todo lo demás fallaba. Pasé un rato el día del apagón sentado en uno de sus escalones.Tengo buenos recuerdos asociados con esa escalera. De llegar cargado, de subir con prisas, de bajarla en silencio. De salir con impulso hacia una nueva mañana. La escalera era el primer saludo al llegar a casa. Era, en cierto modo, la imagen de un hogar al volver de viaje.Dicen que la nueva será estupenda. Hay técnicos, arquitectos, ideas. Muchos miran al futuro con ilusión. Pero llevará tiempo.Mientras tanto, la de ahora cruje, tiembla con cada paso. No está a la altura. «Cuidado con el último escalón, que es traicionero», me dijo esta mañana el portero antes de salir. Pero bueno, ahí está. Cumpliendo.Algún día nos mudaremos, nos iremos, nos marcharemos. Y nuestros recuerdos serán polvo. Como polvo hay ahora en mi portal.Ayer mismo estaba ahí, sólida. Hoy ya no.Nunca pensé que algo tan externo pudiera convertirse en estructural. Como ese otro que, jugando con el exterior del pie, se quedó para siempre en nuestro interior. Y ahora, el hueco. En mi casa están tirando abajo la escalera del portal. Van a construir otra en su lugar, más moderna, con mejores condiciones. Ahora solo hay un hueco enorme y un montón de escombros donde antes estaba la de siempre, la de toda la vida.Mientras terminan de tirarla abajo y levantar la nueva, han colocado una provisional al lado. Es ruidosa, fea y ciertamente incómoda. Pero cumple su función de momento. Subimos, bajamos. Vamos, venimos. Sin pensar demasiado.Nunca se le da demasiada importancia a una escalera. Nos eleva en silencio, sin pedir nada. Está ahí, constante, fiable, sólida. La nuestra era sobria, funcional, sin adornos. Pero elegante. Ningún vecino —y no somos pocos, ni parecidos— se quejó jamás de los servicios prestados. Y si acaso alguien lo hizo, seguro que tampoco andaba muy bien de la azotea.Noticias relacionadas opinion Si Esbozos y rasguños Días aún más extraños Javier Aznar opinion Si Esbozos y rasguños Fin de trayecto Javier AznarUno pensaba que duraría para siempre. Que aguantaría sin inmutarse. Como si fuera parte de la estructura misma del edificio.Cada peldaño a su altura justa. Cada ángulo pensado para ayudar, para facilitar la carga de los días pesados. Sin llamar la atención. Sin ruidos, sin aspavientos, sin pedir elogios. Nunca necesitó una gran renovación. Nunca falló, incluso cuando todo lo demás fallaba. Pasé un rato el día del apagón sentado en uno de sus escalones.Tengo buenos recuerdos asociados con esa escalera. De llegar cargado, de subir con prisas, de bajarla en silencio. De salir con impulso hacia una nueva mañana. La escalera era el primer saludo al llegar a casa. Era, en cierto modo, la imagen de un hogar al volver de viaje.Dicen que la nueva será estupenda. Hay técnicos, arquitectos, ideas. Muchos miran al futuro con ilusión. Pero llevará tiempo.Mientras tanto, la de ahora cruje, tiembla con cada paso. No está a la altura. «Cuidado con el último escalón, que es traicionero», me dijo esta mañana el portero antes de salir. Pero bueno, ahí está. Cumpliendo.Algún día nos mudaremos, nos iremos, nos marcharemos. Y nuestros recuerdos serán polvo. Como polvo hay ahora en mi portal.Ayer mismo estaba ahí, sólida. Hoy ya no.Nunca pensé que algo tan externo pudiera convertirse en estructural. Como ese otro que, jugando con el exterior del pie, se quedó para siempre en nuestro interior. Y ahora, el hueco.
ESBOZOS Y RASGUÑOS
«Nunca pensé que algo tan externo pudiera convertirse en estructural. Como ese otro que, jugando con el exterior del pie, se quedó para siempre en nuestro interior»
En mi casa están tirando abajo la escalera del portal. Van a construir otra en su lugar, más moderna, con mejores condiciones. Ahora solo hay un hueco enorme y un montón de escombros donde antes estaba la de siempre, la de toda la vida.
Mientras … terminan de tirarla abajo y levantar la nueva, han colocado una provisional al lado. Es ruidosa, fea y ciertamente incómoda. Pero cumple su función de momento. Subimos, bajamos. Vamos, venimos. Sin pensar demasiado.
Nunca se le da demasiada importancia a una escalera. Nos eleva en silencio, sin pedir nada. Está ahí, constante, fiable, sólida. La nuestra era sobria, funcional, sin adornos. Pero elegante. Ningún vecino —y no somos pocos, ni parecidos— se quejó jamás de los servicios prestados. Y si acaso alguien lo hizo, seguro que tampoco andaba muy bien de la azotea.
Uno pensaba que duraría para siempre. Que aguantaría sin inmutarse. Como si fuera parte de la estructura misma del edificio.
Cada peldaño a su altura justa. Cada ángulo pensado para ayudar, para facilitar la carga de los días pesados. Sin llamar la atención. Sin ruidos, sin aspavientos, sin pedir elogios.
Nunca necesitó una gran renovación. Nunca falló, incluso cuando todo lo demás fallaba. Pasé un rato el día del apagón sentado en uno de sus escalones.
Tengo buenos recuerdos asociados con esa escalera. De llegar cargado, de subir con prisas, de bajarla en silencio. De salir con impulso hacia una nueva mañana. La escalera era el primer saludo al llegar a casa. Era, en cierto modo, la imagen de un hogar al volver de viaje.
Dicen que la nueva será estupenda. Hay técnicos, arquitectos, ideas. Muchos miran al futuro con ilusión. Pero llevará tiempo.
Mientras tanto, la de ahora cruje, tiembla con cada paso. No está a la altura. «Cuidado con el último escalón, que es traicionero», me dijo esta mañana el portero antes de salir. Pero bueno, ahí está. Cumpliendo.
Algún día nos mudaremos, nos iremos, nos marcharemos. Y nuestros recuerdos serán polvo. Como polvo hay ahora en mi portal.
Ayer mismo estaba ahí, sólida. Hoy ya no.
Nunca pensé que algo tan externo pudiera convertirse en estructural. Como ese otro que, jugando con el exterior del pie, se quedó para siempre en nuestro interior.
Y ahora, el hueco.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Volver a intentar
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Sigue navegando
Artículo solo para suscriptores
RSS de noticias de deportes