Nadal, el mito al que quisieron todos: anecdotario alrededor de una figura trasversal

Se conocen sus logros, sus triunfos, sus derrotas, sus emociones, sus lesiones, sus golpes y sus trofeos, pero Rafael Nadal es mucho más que eso. Es todo lo que no se cuenta: una sensación, un sentimiento, un inexplicable, una emoción que ha atravesado todos los ámbitos de la sociedad española. Médicos, escritoras, cineastas, bailarines y científicas describen este Nadal clavado en la piel.Noticias Relacionadas estandar Si tenis | irrepetible rafa nadal «Nadal adora a su país, tiene la bandera de España unida a su vida» Ángel Luis Menéndez estandar Si Tenis Nadal a través de sus 50 frases más célebres Miguel ZarzaJoaquín de Luz Bailarín y coreógrafo «La noche que lo conocí se quedó hablando con nosotros 40 minutos»«Lo sigo desde siempre y desde 2007 no me perdía un partido cuando venía a jugar el US Open. La noche en la que lo conocí había jugado un partido bastante largo, pero aun así se quedó hablando con mi pareja y conmigo. Y nos preguntaba cosas de los pies porque en ese momento tenía un dedo mal. Lo encontré tan cercano y fue una sorpresa, porque la gente tan grande tiene que saludar a mucha gente y puede cumplir y ya está. Pero él se quedó casi 40 minutos hablando con nosotros y después incluso nos acercaron a la ciudad en los coches oficiales. Tremendo la normalidad y su generosidad desde el minuto uno». «Y tengo otra anécdota. Mi jefe, el director del New York City Ballet, que era Peter Martins en aquel momento, era un gran seguidor de Federer. Cuando Rafa y Roger jugaban, ni él ni yo íbamos al ensayo. Todo el mundo lo sabía: si no hay señal ni de Peter ni de Joaquín, es que están viendo el partido juntos».Robert Soler Director médico del Instituto de Terapia Regenerativa Tisular «Solo él logra tenerme dos horas delante de la televisión»«Estaba fuera de España en un congreso médico internacional donde presentaba nuestros avances (tendón) y acabé mi ponencia antes para poder ver la final de Rafa Nadal en Roland Garros contra Casper Ruud. Era 2022 y era la vuelta de Rafa después de perder el año anterior en semifinales con Novak Djokovic, en lo que sería una final avanzada. Llevaba dos años un poco irregulares marcados por las lesiones, con lo que aún cobraba más importancia el volver a su pista favorita para jugar una final que se acabó convirtiendo en su último título en París. Rafa conseguía en mí dos cosas. Una, que viese tenis, que es un deporte por el que tampoco sentía una gran afinidad, y la segunda, que pasase más de diez minutos seguidos viendo la televisión. Solo Rafa conseguía tenerme dos horas delante de la televisión».Eva Villaver Subdirectora del Instituto de Astrofísica de Canarias «’Enhorabuena’, me dijeron; me asociaron con ese chaval que lo ganaba todo»«Rafa Nadal comenzó a ganarlo todo cuando yo vivía en Estados Unidos. En esa época yo trabajaba en el Instituto científico del Hubble y todas las mañanas nos reuníamos un ratito siempre a las 10.30 para el Café Científico. Se hablaba de ciencia casi exclusivamente, pero la primera vez que supe de Nadal fue allí. Me dijeron: ‘por cierto, enhorabuena’. Y en ese momento me quedé a cuadros porque no sabía por qué. Solo por ser española me asociaron con ese chaval que lo estaba ganando todo. Mi percepción es que alguien como él ha contribuido a que fuera nos miren mejor a todos y reconozco que incluso he visto algún partido desde entonces».Inés la Maga «Lo mágico ocurría allí al lado: la final entre Nadal y Murray»«¿Hay algo más imposible que hacer magia a través de las ondas? En 2015 tuve la oportunidad de participar en un programa de radio que se emitía directamente desde la Caja Mágica de Madrid con motivo del torneo Mutua Madrid Open. La magia que hice sucedía en las casas de todos los radioyentes que participaban. Aunque lo más mágico para mí ocurría allí al lado… casi enfrente de donde yo estaba, se jugaba la final entre Andy Murray y Rafa Nadal. Mientras yo hacía magia en la radio, ellos hacían magia en la pista».Luis Fernández-Vega Oftalmólogo «Vivimos su triunfo como nuestro, y al final, nos abrazamos»«La despedida de Rafael Nadal me ha llevado a recordar, con mucha emoción, la final de Wimbledon del 6 de julio de 2008, un partido inolvidable donde venció a Roger Federer. Ese año se celebraba en Sevilla el 84 Congreso Nacional de la Sociedad Española de Oftalmología. Como mis obligaciones como médico y cirujano absorben todo mi tiempo, ese domingo estaba en el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega preparando la planificación y ponencias con mis colegas y mi familia, quienes trabajan codo a codo conmigo. Inicialmente, el partido era solo música de fondo, pero pronto se convirtió en el centro de nuestra reunión. Nos conectó la determinación de Rafa, su fe en alcanzar el objetivo, su afán por dar siempre lo mejor de sí mismo y su confianza en el equipo y la familia. Vivimos su triunfo como nuestro y, tras la final del partido, a las diez y media de la noche, nos abrazamos compartiendo su victoria. Continuamos nuestro trabajo, impulsados por su espíritu, hasta entrada la madrugada. La excelencia, el afán de superación, la familia, el equipo y el bienestar del paciente son valores que siempre hemos compartido con Nadal, a quien deseo lo mejor en su nueva etapa».Marta San Miguel Escritora «Nadal es real, sus músculos tienen marcas, hay arrugas, algún lunar»«La pista parece siempre un poco inclinada. Es cosa de la perspectiva, así ha de ser si pretendes ver toda la superficie de la tierra batida en televisión. En la pantalla, esa visión del suelo me recordaba al momento en que sales del mar y asciendes por la playa, solo que en vez de toalla, al fondo estaba Nadal con su raqueta, sus brincos, los músculos deseando escapársele de la piel como los niños que aguardaban a hacer digestión para lanzarse al agua. Ese calor festivo reverbera en cada partido que veía en la tele. No hay melancolía, hay una reivindicación en cada saque, en cada patinaje por la línea de fondo hasta levantar un montículo de arena; podría ser el principio de un castillo, pero es Nadal, ahí al fondo, entre las huellas de la arena, real y ficticio como la memoria. Hasta el día que lo tuve delante. En la pista Philippe Chatrier, Nadal y Alcaraz se juegan pasar a cuartos. Son los Juegos Olímpicos de París, pero París sabe que es el último verano de su infancia. Desde lo alto de la grada de la tribuna de prensa, la pista vuelve a tener esa estética inclinada de la orilla de playa, y cuando entra la pareja española, la espuma de mar son las manos agitadas de tantos miles. Ese día era miércoles. En verano, cuando eres niño, da igual el nombre del día, porque los días son otra cosa. Empieza el juego, pero la amenaza de septiembre pesa en la mochila de Nadal, en la de Alcaraz los deberes están inacabados. Para el segundo set, las crónicas tienen ya el titular puesto. «Qué suerte haber visto el último partido de Nadal en París», me dice alguien, y reacciono como cuando te hacían una aguadilla. Una hora más tarde, cuando lo tengo delante en la zona mixta, Nadal es real, sus músculos tienen marcas, hay arrugas, algún lunar, intuyo olor y una temperatura, habla con el gesto de siempre, ceja arriba, palpita, suspira, masca las palabras. No están en la televisión. Es él ante nosotros. Y sin embargo, me parece oír el graznido de una gaviota».Juan Carlos Cortés Director de la Agencia Espacial Española «¡Es más fiable que la tecnología espacial!»«Recuerdo aquel domingo de julio de 2008, estaba en misión y dio la afortunada casualidad que tenía que hacer un transbordo en mi vuelo que coincidía con el partido de Rafa Nadal por la final de Wimbledon. A pesar de los años, recuerdo perfectamente la vibrante emoción de toda la sala, españoles y extranjeros seguían el partido sin perderse un solo detalle. Cada vez que Nadal ganaba un punto, el salón estallaba en aplausos y es que Rafa no solo era y es un fenómeno deportivo, es también un campeón en su vertiente humana, que cautiva y se gana al público nada más salir a la pista. El partido se alargaba más de lo esperado y la tensión era palpable. Finalmente, después de casi cinco horas de juego épico, Rafa Nadal levantó el trofeo. Corrí para no perder mi vuelo y al llegar a destino mi teléfono estaba lleno de mensajes de felicitaciones de mis colegas de la Agencia Espacial Europea. Recuerdo uno de ellos en particular «what a great match!, Rafa is more reliable than space technology! (¡Qué partidazo! ¡Rafa es más fiable que la tecnología espacial!)».Valentín Fuster Cardiólogo y director del CNIC «Guardo sus raquetas y sus conversaciones con muchísimo cariño»«Siempre he tenido una muy buena relación con Rafael Nadal, a quien admiro profundamente. Tengo dos recuerdos suyos que valoro mucho: dos raquetas que me ha regalado. Una de ellas es especialmente entrañable; es de cuando él tenía 10 años y me la obsequió durante un homenaje que me hicieron en Cardona, en el que tuvo el detalle de participar. La otra me la dio en Nueva York, después de su participación en Roland Garros 2019. Las guardo con mucho cariño, como mis conversaciones con él».Juan Gómez Jurado Escritor «Es un testimonio vivo del potencial ilimitado del espíritu humano»«Bajo el implacable sol de su tierra mallorquina, donde las pistas de arcilla susurran antiguas historias de gloria, Rafael Nadal emergió no solo como un tenista, sino como un testimonio vivo del potencial ilimitado del espíritu humano. A mí, que no me importa el tenis, siempre sentía al verlo que su presencia trascendía lo meramente físico: aquí había un guerrero-poeta cuya raqueta escribía epopeyas en cada superficie. En sus ojos ardía una llama eterna, un fuego sagrado que transforma cada punto en una batalla de proporciones mitológicas. Ya sea ante el triunfo o la adversidad, su corazón late con el ritmo de mil tambores, enseñándonos que la verdadera grandeza no reside en los relucientes trofeos, sino en el polvo y el sudor de la arena.Y eso sí puedo entenderlo. Su trayectoria ha sido una estrella polar, iluminando la profunda verdad de que las limitaciones son meras ilusiones que construimos en nuestra mente. Como un Sísifo moderno, Nadal ha atravesado barreras físicas que habrían doblegado a espíritus menos templados, resurgiendo una y otra vez de las cenizas de la lesión, su voluntad libre de ataduras mortales.Sin embargo, quizás su victoria más magnífica no resida en sus tronadores golpes de derecha o su maestría táctica, sino en la dignidad con la que porta su leyenda. Fuera de la pista, camina entre nosotros no como una deidad, sino como un humilde servidor del juego, su grandeza medida no en Grand Slams, sino en las innumerables vidas que ha tocado con su autenticidad. Observar a Nadal jugar es presenciar poesía en movimiento, una clase magistral de resiliencia donde cada punto narra una historia de perseverancia. Se alza como un recordatorio eterno de que la grandeza no es un destino sino una elección diaria: la elección de empujar más fuerte, llegar más lejos y mantenerse fiel a uno mismo a pesar de las vertiginosas alturas del éxito. En el gran tapiz de la historia del deporte, el legado de Nadal quedará tejido no solo con hilos dorados de victoria, sino en las lecciones indelebles que nos ha enseñado sobre el arte de ser humano. Es más que un campeón; es un filósofo de la determinación, un maestro de la resiliencia y una inspiración eterna para las generaciones venideras». Se conocen sus logros, sus triunfos, sus derrotas, sus emociones, sus lesiones, sus golpes y sus trofeos, pero Rafael Nadal es mucho más que eso. Es todo lo que no se cuenta: una sensación, un sentimiento, un inexplicable, una emoción que ha atravesado todos los ámbitos de la sociedad española. Médicos, escritoras, cineastas, bailarines y científicas describen este Nadal clavado en la piel.Noticias Relacionadas estandar Si tenis | irrepetible rafa nadal «Nadal adora a su país, tiene la bandera de España unida a su vida» Ángel Luis Menéndez estandar Si Tenis Nadal a través de sus 50 frases más célebres Miguel ZarzaJoaquín de Luz Bailarín y coreógrafo «La noche que lo conocí se quedó hablando con nosotros 40 minutos»«Lo sigo desde siempre y desde 2007 no me perdía un partido cuando venía a jugar el US Open. La noche en la que lo conocí había jugado un partido bastante largo, pero aun así se quedó hablando con mi pareja y conmigo. Y nos preguntaba cosas de los pies porque en ese momento tenía un dedo mal. Lo encontré tan cercano y fue una sorpresa, porque la gente tan grande tiene que saludar a mucha gente y puede cumplir y ya está. Pero él se quedó casi 40 minutos hablando con nosotros y después incluso nos acercaron a la ciudad en los coches oficiales. Tremendo la normalidad y su generosidad desde el minuto uno». «Y tengo otra anécdota. Mi jefe, el director del New York City Ballet, que era Peter Martins en aquel momento, era un gran seguidor de Federer. Cuando Rafa y Roger jugaban, ni él ni yo íbamos al ensayo. Todo el mundo lo sabía: si no hay señal ni de Peter ni de Joaquín, es que están viendo el partido juntos».Robert Soler Director médico del Instituto de Terapia Regenerativa Tisular «Solo él logra tenerme dos horas delante de la televisión»«Estaba fuera de España en un congreso médico internacional donde presentaba nuestros avances (tendón) y acabé mi ponencia antes para poder ver la final de Rafa Nadal en Roland Garros contra Casper Ruud. Era 2022 y era la vuelta de Rafa después de perder el año anterior en semifinales con Novak Djokovic, en lo que sería una final avanzada. Llevaba dos años un poco irregulares marcados por las lesiones, con lo que aún cobraba más importancia el volver a su pista favorita para jugar una final que se acabó convirtiendo en su último título en París. Rafa conseguía en mí dos cosas. Una, que viese tenis, que es un deporte por el que tampoco sentía una gran afinidad, y la segunda, que pasase más de diez minutos seguidos viendo la televisión. Solo Rafa conseguía tenerme dos horas delante de la televisión».Eva Villaver Subdirectora del Instituto de Astrofísica de Canarias «’Enhorabuena’, me dijeron; me asociaron con ese chaval que lo ganaba todo»«Rafa Nadal comenzó a ganarlo todo cuando yo vivía en Estados Unidos. En esa época yo trabajaba en el Instituto científico del Hubble y todas las mañanas nos reuníamos un ratito siempre a las 10.30 para el Café Científico. Se hablaba de ciencia casi exclusivamente, pero la primera vez que supe de Nadal fue allí. Me dijeron: ‘por cierto, enhorabuena’. Y en ese momento me quedé a cuadros porque no sabía por qué. Solo por ser española me asociaron con ese chaval que lo estaba ganando todo. Mi percepción es que alguien como él ha contribuido a que fuera nos miren mejor a todos y reconozco que incluso he visto algún partido desde entonces».Inés la Maga «Lo mágico ocurría allí al lado: la final entre Nadal y Murray»«¿Hay algo más imposible que hacer magia a través de las ondas? En 2015 tuve la oportunidad de participar en un programa de radio que se emitía directamente desde la Caja Mágica de Madrid con motivo del torneo Mutua Madrid Open. La magia que hice sucedía en las casas de todos los radioyentes que participaban. Aunque lo más mágico para mí ocurría allí al lado… casi enfrente de donde yo estaba, se jugaba la final entre Andy Murray y Rafa Nadal. Mientras yo hacía magia en la radio, ellos hacían magia en la pista».Luis Fernández-Vega Oftalmólogo «Vivimos su triunfo como nuestro, y al final, nos abrazamos»«La despedida de Rafael Nadal me ha llevado a recordar, con mucha emoción, la final de Wimbledon del 6 de julio de 2008, un partido inolvidable donde venció a Roger Federer. Ese año se celebraba en Sevilla el 84 Congreso Nacional de la Sociedad Española de Oftalmología. Como mis obligaciones como médico y cirujano absorben todo mi tiempo, ese domingo estaba en el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega preparando la planificación y ponencias con mis colegas y mi familia, quienes trabajan codo a codo conmigo. Inicialmente, el partido era solo música de fondo, pero pronto se convirtió en el centro de nuestra reunión. Nos conectó la determinación de Rafa, su fe en alcanzar el objetivo, su afán por dar siempre lo mejor de sí mismo y su confianza en el equipo y la familia. Vivimos su triunfo como nuestro y, tras la final del partido, a las diez y media de la noche, nos abrazamos compartiendo su victoria. Continuamos nuestro trabajo, impulsados por su espíritu, hasta entrada la madrugada. La excelencia, el afán de superación, la familia, el equipo y el bienestar del paciente son valores que siempre hemos compartido con Nadal, a quien deseo lo mejor en su nueva etapa».Marta San Miguel Escritora «Nadal es real, sus músculos tienen marcas, hay arrugas, algún lunar»«La pista parece siempre un poco inclinada. Es cosa de la perspectiva, así ha de ser si pretendes ver toda la superficie de la tierra batida en televisión. En la pantalla, esa visión del suelo me recordaba al momento en que sales del mar y asciendes por la playa, solo que en vez de toalla, al fondo estaba Nadal con su raqueta, sus brincos, los músculos deseando escapársele de la piel como los niños que aguardaban a hacer digestión para lanzarse al agua. Ese calor festivo reverbera en cada partido que veía en la tele. No hay melancolía, hay una reivindicación en cada saque, en cada patinaje por la línea de fondo hasta levantar un montículo de arena; podría ser el principio de un castillo, pero es Nadal, ahí al fondo, entre las huellas de la arena, real y ficticio como la memoria. Hasta el día que lo tuve delante. En la pista Philippe Chatrier, Nadal y Alcaraz se juegan pasar a cuartos. Son los Juegos Olímpicos de París, pero París sabe que es el último verano de su infancia. Desde lo alto de la grada de la tribuna de prensa, la pista vuelve a tener esa estética inclinada de la orilla de playa, y cuando entra la pareja española, la espuma de mar son las manos agitadas de tantos miles. Ese día era miércoles. En verano, cuando eres niño, da igual el nombre del día, porque los días son otra cosa. Empieza el juego, pero la amenaza de septiembre pesa en la mochila de Nadal, en la de Alcaraz los deberes están inacabados. Para el segundo set, las crónicas tienen ya el titular puesto. «Qué suerte haber visto el último partido de Nadal en París», me dice alguien, y reacciono como cuando te hacían una aguadilla. Una hora más tarde, cuando lo tengo delante en la zona mixta, Nadal es real, sus músculos tienen marcas, hay arrugas, algún lunar, intuyo olor y una temperatura, habla con el gesto de siempre, ceja arriba, palpita, suspira, masca las palabras. No están en la televisión. Es él ante nosotros. Y sin embargo, me parece oír el graznido de una gaviota».Juan Carlos Cortés Director de la Agencia Espacial Española «¡Es más fiable que la tecnología espacial!»«Recuerdo aquel domingo de julio de 2008, estaba en misión y dio la afortunada casualidad que tenía que hacer un transbordo en mi vuelo que coincidía con el partido de Rafa Nadal por la final de Wimbledon. A pesar de los años, recuerdo perfectamente la vibrante emoción de toda la sala, españoles y extranjeros seguían el partido sin perderse un solo detalle. Cada vez que Nadal ganaba un punto, el salón estallaba en aplausos y es que Rafa no solo era y es un fenómeno deportivo, es también un campeón en su vertiente humana, que cautiva y se gana al público nada más salir a la pista. El partido se alargaba más de lo esperado y la tensión era palpable. Finalmente, después de casi cinco horas de juego épico, Rafa Nadal levantó el trofeo. Corrí para no perder mi vuelo y al llegar a destino mi teléfono estaba lleno de mensajes de felicitaciones de mis colegas de la Agencia Espacial Europea. Recuerdo uno de ellos en particular «what a great match!, Rafa is more reliable than space technology! (¡Qué partidazo! ¡Rafa es más fiable que la tecnología espacial!)».Valentín Fuster Cardiólogo y director del CNIC «Guardo sus raquetas y sus conversaciones con muchísimo cariño»«Siempre he tenido una muy buena relación con Rafael Nadal, a quien admiro profundamente. Tengo dos recuerdos suyos que valoro mucho: dos raquetas que me ha regalado. Una de ellas es especialmente entrañable; es de cuando él tenía 10 años y me la obsequió durante un homenaje que me hicieron en Cardona, en el que tuvo el detalle de participar. La otra me la dio en Nueva York, después de su participación en Roland Garros 2019. Las guardo con mucho cariño, como mis conversaciones con él».Juan Gómez Jurado Escritor «Es un testimonio vivo del potencial ilimitado del espíritu humano»«Bajo el implacable sol de su tierra mallorquina, donde las pistas de arcilla susurran antiguas historias de gloria, Rafael Nadal emergió no solo como un tenista, sino como un testimonio vivo del potencial ilimitado del espíritu humano. A mí, que no me importa el tenis, siempre sentía al verlo que su presencia trascendía lo meramente físico: aquí había un guerrero-poeta cuya raqueta escribía epopeyas en cada superficie. En sus ojos ardía una llama eterna, un fuego sagrado que transforma cada punto en una batalla de proporciones mitológicas. Ya sea ante el triunfo o la adversidad, su corazón late con el ritmo de mil tambores, enseñándonos que la verdadera grandeza no reside en los relucientes trofeos, sino en el polvo y el sudor de la arena.Y eso sí puedo entenderlo. Su trayectoria ha sido una estrella polar, iluminando la profunda verdad de que las limitaciones son meras ilusiones que construimos en nuestra mente. Como un Sísifo moderno, Nadal ha atravesado barreras físicas que habrían doblegado a espíritus menos templados, resurgiendo una y otra vez de las cenizas de la lesión, su voluntad libre de ataduras mortales.Sin embargo, quizás su victoria más magnífica no resida en sus tronadores golpes de derecha o su maestría táctica, sino en la dignidad con la que porta su leyenda. Fuera de la pista, camina entre nosotros no como una deidad, sino como un humilde servidor del juego, su grandeza medida no en Grand Slams, sino en las innumerables vidas que ha tocado con su autenticidad. Observar a Nadal jugar es presenciar poesía en movimiento, una clase magistral de resiliencia donde cada punto narra una historia de perseverancia. Se alza como un recordatorio eterno de que la grandeza no es un destino sino una elección diaria: la elección de empujar más fuerte, llegar más lejos y mantenerse fiel a uno mismo a pesar de las vertiginosas alturas del éxito. En el gran tapiz de la historia del deporte, el legado de Nadal quedará tejido no solo con hilos dorados de victoria, sino en las lecciones indelebles que nos ha enseñado sobre el arte de ser humano. Es más que un campeón; es un filósofo de la determinación, un maestro de la resiliencia y una inspiración eterna para las generaciones venideras».  

Se conocen sus logros, sus triunfos, sus derrotas, sus emociones, sus lesiones, sus golpes y sus trofeos, pero Rafael Nadal es mucho más que eso. Es todo lo que no se cuenta: una sensación, un sentimiento, un inexplicable, una emoción que ha atravesado todos los ámbitos de la sociedad española. Médicos, escritoras, cineastas, bailarines y científicas describen este Nadal clavado en la piel.

Joaquín de Luz
Bailarín y coreógrafo

«La noche que lo conocí se quedó hablando con nosotros 40 minutos»

«Lo sigo desde siempre y desde 2007 no me perdía un partido cuando venía a jugar el US Open. La noche en la que lo conocí había jugado un partido bastante largo, pero aun así se quedó hablando con mi pareja y conmigo. Y nos preguntaba cosas de los pies porque en ese momento tenía un dedo mal. Lo encontré tan cercano y fue una sorpresa, porque la gente tan grande tiene que saludar a mucha gente y puede cumplir y ya está. Pero él se quedó casi 40 minutos hablando con nosotros y después incluso nos acercaron a la ciudad en los coches oficiales. Tremendo la normalidad y su generosidad desde el minuto uno». «Y tengo otra anécdota. Mi jefe, el director del New York City Ballet, que era Peter Martins en aquel momento, era un gran seguidor de Federer. Cuando Rafa y Roger jugaban, ni él ni yo íbamos al ensayo. Todo el mundo lo sabía: si no hay señal ni de Peter ni de Joaquín, es que están viendo el partido juntos».

Robert Soler
Director médico del Instituto de Terapia Regenerativa Tisular

«Solo él logra tenerme dos horas delante de la televisión»

«Estaba fuera de España en un congreso médico internacional donde presentaba nuestros avances (tendón) y acabé mi ponencia antes para poder ver la final de Rafa Nadal en Roland Garros contra Casper Ruud. Era 2022 y era la vuelta de Rafa después de perder el año anterior en semifinales con Novak Djokovic, en lo que sería una final avanzada. Llevaba dos años un poco irregulares marcados por las lesiones, con lo que aún cobraba más importancia el volver a su pista favorita para jugar una final que se acabó convirtiendo en su último título en París. Rafa conseguía en mí dos cosas. Una, que viese tenis, que es un deporte por el que tampoco sentía una gran afinidad, y la segunda, que pasase más de diez minutos seguidos viendo la televisión. Solo Rafa conseguía tenerme dos horas delante de la televisión».

Eva Villaver
Subdirectora del Instituto de Astrofísica de Canarias

«’Enhorabuena’, me dijeron; me asociaron con ese chaval que lo ganaba todo»

«Rafa Nadal comenzó a ganarlo todo cuando yo vivía en Estados Unidos. En esa época yo trabajaba en el Instituto científico del Hubble y todas las mañanas nos reuníamos un ratito siempre a las 10.30 para el Café Científico. Se hablaba de ciencia casi exclusivamente, pero la primera vez que supe de Nadal fue allí. Me dijeron: ‘por cierto, enhorabuena’. Y en ese momento me quedé a cuadros porque no sabía por qué. Solo por ser española me asociaron con ese chaval que lo estaba ganando todo. Mi percepción es que alguien como él ha contribuido a que fuera nos miren mejor a todos y reconozco que incluso he visto algún partido desde entonces».

Inés la Maga

«Lo mágico ocurría allí al lado: la final entre Nadal y Murray»

«¿Hay algo más imposible que hacer magia a través de las ondas? En 2015 tuve la oportunidad de participar en un programa de radio que se emitía directamente desde la Caja Mágica de Madrid con motivo del torneo Mutua Madrid Open. La magia que hice sucedía en las casas de todos los radioyentes que participaban. Aunque lo más mágico para mí ocurría allí al lado… casi enfrente de donde yo estaba, se jugaba la final entre Andy Murray y Rafa Nadal. Mientras yo hacía magia en la radio, ellos hacían magia en la pista».

Luis Fernández-Vega
Oftalmólogo

«Vivimos su triunfo como nuestro, y al final, nos abrazamos»

«La despedida de Rafael Nadal me ha llevado a recordar, con mucha emoción, la final de Wimbledon del 6 de julio de 2008, un partido inolvidable donde venció a Roger Federer. Ese año se celebraba en Sevilla el 84 Congreso Nacional de la Sociedad Española de Oftalmología. Como mis obligaciones como médico y cirujano absorben todo mi tiempo, ese domingo estaba en el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega preparando la planificación y ponencias con mis colegas y mi familia, quienes trabajan codo a codo conmigo. Inicialmente, el partido era solo música de fondo, pero pronto se convirtió en el centro de nuestra reunión. Nos conectó la determinación de Rafa, su fe en alcanzar el objetivo, su afán por dar siempre lo mejor de sí mismo y su confianza en el equipo y la familia. Vivimos su triunfo como nuestro y, tras la final del partido, a las diez y media de la noche, nos abrazamos compartiendo su victoria. Continuamos nuestro trabajo, impulsados por su espíritu, hasta entrada la madrugada. La excelencia, el afán de superación, la familia, el equipo y el bienestar del paciente son valores que siempre hemos compartido con Nadal, a quien deseo lo mejor en su nueva etapa».

Marta San Miguel
Escritora

«Nadal es real, sus músculos tienen marcas, hay arrugas, algún lunar»

«La pista parece siempre un poco inclinada. Es cosa de la perspectiva, así ha de ser si pretendes ver toda la superficie de la tierra batida en televisión. En la pantalla, esa visión del suelo me recordaba al momento en que sales del mar y asciendes por la playa, solo que en vez de toalla, al fondo estaba Nadal con su raqueta, sus brincos, los músculos deseando escapársele de la piel como los niños que aguardaban a hacer digestión para lanzarse al agua. Ese calor festivo reverbera en cada partido que veía en la tele. No hay melancolía, hay una reivindicación en cada saque, en cada patinaje por la línea de fondo hasta levantar un montículo de arena; podría ser el principio de un castillo, pero es Nadal, ahí al fondo, entre las huellas de la arena, real y ficticio como la memoria. Hasta el día que lo tuve delante.

En la pista Philippe Chatrier, Nadal y Alcaraz se juegan pasar a cuartos. Son los Juegos Olímpicos de París, pero París sabe que es el último verano de su infancia. Desde lo alto de la grada de la tribuna de prensa, la pista vuelve a tener esa estética inclinada de la orilla de playa, y cuando entra la pareja española, la espuma de mar son las manos agitadas de tantos miles. Ese día era miércoles. En verano, cuando eres niño, da igual el nombre del día, porque los días son otra cosa. Empieza el juego, pero la amenaza de septiembre pesa en la mochila de Nadal, en la de Alcaraz los deberes están inacabados. Para el segundo set, las crónicas tienen ya el titular puesto. «Qué suerte haber visto el último partido de Nadal en París», me dice alguien, y reacciono como cuando te hacían una aguadilla. Una hora más tarde, cuando lo tengo delante en la zona mixta, Nadal es real, sus músculos tienen marcas, hay arrugas, algún lunar, intuyo olor y una temperatura, habla con el gesto de siempre, ceja arriba, palpita, suspira, masca las palabras. No están en la televisión. Es él ante nosotros. Y sin embargo, me parece oír el graznido de una gaviota».

Juan Carlos Cortés
Director de la Agencia Espacial Española

«¡Es más fiable que la tecnología espacial!»

«Recuerdo aquel domingo de julio de 2008, estaba en misión y dio la afortunada casualidad que tenía que hacer un transbordo en mi vuelo que coincidía con el partido de Rafa Nadal por la final de Wimbledon. A pesar de los años, recuerdo perfectamente la vibrante emoción de toda la sala, españoles y extranjeros seguían el partido sin perderse un solo detalle. Cada vez que Nadal ganaba un punto, el salón estallaba en aplausos y es que Rafa no solo era y es un fenómeno deportivo, es también un campeón en su vertiente humana, que cautiva y se gana al público nada más salir a la pista. El partido se alargaba más de lo esperado y la tensión era palpable. Finalmente, después de casi cinco horas de juego épico, Rafa Nadal levantó el trofeo. Corrí para no perder mi vuelo y al llegar a destino mi teléfono estaba lleno de mensajes de felicitaciones de mis colegas de la Agencia Espacial Europea. Recuerdo uno de ellos en particular «what a great match!, Rafa is more reliable than space technology! (¡Qué partidazo! ¡Rafa es más fiable que la tecnología espacial!)».

Valentín Fuster
Cardiólogo y director del CNIC

«Guardo sus raquetas y sus conversaciones con muchísimo cariño»

«Siempre he tenido una muy buena relación con Rafael Nadal, a quien admiro profundamente. Tengo dos recuerdos suyos que valoro mucho: dos raquetas que me ha regalado. Una de ellas es especialmente entrañable; es de cuando él tenía 10 años y me la obsequió durante un homenaje que me hicieron en Cardona, en el que tuvo el detalle de participar. La otra me la dio en Nueva York, después de su participación en Roland Garros 2019. Las guardo con mucho cariño, como mis conversaciones con él».

Juan Gómez Jurado
Escritor

«Es un testimonio vivo del potencial ilimitado del espíritu humano»

«Bajo el implacable sol de su tierra mallorquina, donde las pistas de arcilla susurran antiguas historias de gloria, Rafael Nadal emergió no solo como un tenista, sino como un testimonio vivo del potencial ilimitado del espíritu humano. A mí, que no me importa el tenis, siempre sentía al verlo que su presencia trascendía lo meramente físico: aquí había un guerrero-poeta cuya raqueta escribía epopeyas en cada superficie. En sus ojos ardía una llama eterna, un fuego sagrado que transforma cada punto en una batalla de proporciones mitológicas. Ya sea ante el triunfo o la adversidad, su corazón late con el ritmo de mil tambores, enseñándonos que la verdadera grandeza no reside en los relucientes trofeos, sino en el polvo y el sudor de la arena.

Y eso sí puedo entenderlo. Su trayectoria ha sido una estrella polar, iluminando la profunda verdad de que las limitaciones son meras ilusiones que construimos en nuestra mente. Como un Sísifo moderno, Nadal ha atravesado barreras físicas que habrían doblegado a espíritus menos templados, resurgiendo una y otra vez de las cenizas de la lesión, su voluntad libre de ataduras mortales.

Sin embargo, quizás su victoria más magnífica no resida en sus tronadores golpes de derecha o su maestría táctica, sino en la dignidad con la que porta su leyenda. Fuera de la pista, camina entre nosotros no como una deidad, sino como un humilde servidor del juego, su grandeza medida no en Grand Slams, sino en las innumerables vidas que ha tocado con su autenticidad. Observar a Nadal jugar es presenciar poesía en movimiento, una clase magistral de resiliencia donde cada punto narra una historia de perseverancia. Se alza como un recordatorio eterno de que la grandeza no es un destino sino una elección diaria: la elección de empujar más fuerte, llegar más lejos y mantenerse fiel a uno mismo a pesar de las vertiginosas alturas del éxito. En el gran tapiz de la historia del deporte, el legado de Nadal quedará tejido no solo con hilos dorados de victoria, sino en las lecciones indelebles que nos ha enseñado sobre el arte de ser humano. Es más que un campeón; es un filósofo de la determinación, un maestro de la resiliencia y una inspiración eterna para las generaciones venideras».

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