«Cuando aprieta el despecho y te silban las balas, cuando cruje el bolsillo y la luna se empaña; no me des más por muerto, solo llevo un disparo en el ala». Como al protagonista de la canción de Leiva, al Betis le daban por muerto hace poco más de una semana, cuando aún no se había enfrentado al Gante en Bélgica ni a la Real Sociedad en Liga. Los más escépticos vaticinaban que el equipo seguiría haciendo el ridículo en Europa. En cuanto al campeonato doméstico, una parte de la afición llegó a hablar, incluso, de que el objetivo sería no descender. El ciclo de Pellegrini se daba por finiquitado.No conozco ningún contexto mejor que el fútbol para aprender algo que los psicólogos conocen como «los dientes de sierra». El que consigue estabilidad y sale adelante es aquel que asume que la vida está hecha de altibajos, como los dientes de una sierra. Cuando crees que has conseguido algo, la vida te abofetea de nuevo y caes al suelo. Si los fracasos son reiterativos, hay quien se hunde. Cunde el desánimo y muchos tiran la toalla. El equipo que triunfa es aquel que no olvida un simple eslogan, que debería estar escrito en la pared de todos los vestuarios del mundo: «Inténtalo una vez más».Si el equipo que lo intenta tiene a Antony, Isco y otros jugadores de gran calidad, la conjunción de talento más voluntad casi siempre da sus frutos. El Villamarín disfrutó con la clasificación de su equipo para octavos de la Conference . El tiempo primaveral contribuyó al ambiente festivo: parecía dejarse atrás el clima frío y la frialdad del equipo en ciertos partidos. Cierto es que perder el encuentro contra una escuadra modesta constituye una decepción, pero el equipo belga apenas creó peligro. De hecho, los béticos no concedieron un córner al adversario hasta 20 minutos antes del final.En pocos contextos como el fútbol, pueden cambiar las tornas tan drásticamente, en unos pocos días. Isco ha manifestado que quiere ganar un título con el Betis. La desilusión y la crítica dan paso a la euforia. Donde antes la afición se preguntaba cómo era posible que se lesionaran tantos jugadores, ahora saluda que ello haya dado pie a que den el salto al primer equipo jugadores de la cantera. Que Mateo Flores ceda su puesto en la segunda parte a Dani Pérez entusiasma a la afición, tanto como las esperanzas que despiertan Ángel Ortiz y, sobre todo, Jesús Rodríguez. Incluso a quien no le salen las cosas, como a Vitor Roque , la afición le brinda su reconocimiento. Es lógico: resulta encomiable el tesón del brasileño, que no decae en su pundonor y perseverancia, pese a que la pelota no entra. En el fútbol, como en la vida, la valentía no consiste en evitar los golpes, sino en levantarte una y otra vez, cuando caes. Es una lección que han comprendido todas las sociedades, de todas las épocas. «Nana Korobi ya oki», dicen los japoneses: «Siete veces te caes, ocho te levantas». Poco importa que los palos vengan del trabajo, la enfermedad, el desamor o el deporte. También la plantilla mostró a Vitor Roque su cariño cuando tuvo que abandonar el campo con roja directa, por un pisotón, fruto de la ansiedad y cierta aceleración con la que juega. Los compañeros le dicen que sigua intentándolo, que no cese en su empeño, que ha de vivir días gloriosos en el Betis. Todos saben que, en el fútbol, la oscuridad torna luz cuando menos de lo esperas, normalmente en el instante en que el esférico toca la red. Que mire a su propio equipo, que parecía un cadáver en Liga y en la competición europea, hace solo unos días. Y que escuche a Leiva: «El camino más recto, aguantar la mirada. Te confieso un complejo, si me cubres la espalda. No me des más por muerto, solo llevo un disparo en el ala». «Cuando aprieta el despecho y te silban las balas, cuando cruje el bolsillo y la luna se empaña; no me des más por muerto, solo llevo un disparo en el ala». Como al protagonista de la canción de Leiva, al Betis le daban por muerto hace poco más de una semana, cuando aún no se había enfrentado al Gante en Bélgica ni a la Real Sociedad en Liga. Los más escépticos vaticinaban que el equipo seguiría haciendo el ridículo en Europa. En cuanto al campeonato doméstico, una parte de la afición llegó a hablar, incluso, de que el objetivo sería no descender. El ciclo de Pellegrini se daba por finiquitado.No conozco ningún contexto mejor que el fútbol para aprender algo que los psicólogos conocen como «los dientes de sierra». El que consigue estabilidad y sale adelante es aquel que asume que la vida está hecha de altibajos, como los dientes de una sierra. Cuando crees que has conseguido algo, la vida te abofetea de nuevo y caes al suelo. Si los fracasos son reiterativos, hay quien se hunde. Cunde el desánimo y muchos tiran la toalla. El equipo que triunfa es aquel que no olvida un simple eslogan, que debería estar escrito en la pared de todos los vestuarios del mundo: «Inténtalo una vez más».Si el equipo que lo intenta tiene a Antony, Isco y otros jugadores de gran calidad, la conjunción de talento más voluntad casi siempre da sus frutos. El Villamarín disfrutó con la clasificación de su equipo para octavos de la Conference . El tiempo primaveral contribuyó al ambiente festivo: parecía dejarse atrás el clima frío y la frialdad del equipo en ciertos partidos. Cierto es que perder el encuentro contra una escuadra modesta constituye una decepción, pero el equipo belga apenas creó peligro. De hecho, los béticos no concedieron un córner al adversario hasta 20 minutos antes del final.En pocos contextos como el fútbol, pueden cambiar las tornas tan drásticamente, en unos pocos días. Isco ha manifestado que quiere ganar un título con el Betis. La desilusión y la crítica dan paso a la euforia. Donde antes la afición se preguntaba cómo era posible que se lesionaran tantos jugadores, ahora saluda que ello haya dado pie a que den el salto al primer equipo jugadores de la cantera. Que Mateo Flores ceda su puesto en la segunda parte a Dani Pérez entusiasma a la afición, tanto como las esperanzas que despiertan Ángel Ortiz y, sobre todo, Jesús Rodríguez. Incluso a quien no le salen las cosas, como a Vitor Roque , la afición le brinda su reconocimiento. Es lógico: resulta encomiable el tesón del brasileño, que no decae en su pundonor y perseverancia, pese a que la pelota no entra. En el fútbol, como en la vida, la valentía no consiste en evitar los golpes, sino en levantarte una y otra vez, cuando caes. Es una lección que han comprendido todas las sociedades, de todas las épocas. «Nana Korobi ya oki», dicen los japoneses: «Siete veces te caes, ocho te levantas». Poco importa que los palos vengan del trabajo, la enfermedad, el desamor o el deporte. También la plantilla mostró a Vitor Roque su cariño cuando tuvo que abandonar el campo con roja directa, por un pisotón, fruto de la ansiedad y cierta aceleración con la que juega. Los compañeros le dicen que sigua intentándolo, que no cese en su empeño, que ha de vivir días gloriosos en el Betis. Todos saben que, en el fútbol, la oscuridad torna luz cuando menos de lo esperas, normalmente en el instante en que el esférico toca la red. Que mire a su propio equipo, que parecía un cadáver en Liga y en la competición europea, hace solo unos días. Y que escuche a Leiva: «El camino más recto, aguantar la mirada. Te confieso un complejo, si me cubres la espalda. No me des más por muerto, solo llevo un disparo en el ala».
EL TERCER TIEMPO
«Cuando aprieta el despecho y te silban las balas, cuando cruje el bolsillo y la luna se empaña; no me des más por muerto, solo llevo un disparo en el ala». Como al protagonista de la canción de Leiva, al Betis le daban … por muerto hace poco más de una semana, cuando aún no se había enfrentado al Gante en Bélgica ni a la Real Sociedad en Liga. Los más escépticos vaticinaban que el equipo seguiría haciendo el ridículo en Europa. En cuanto al campeonato doméstico, una parte de la afición llegó a hablar, incluso, de que el objetivo sería no descender. El ciclo de Pellegrini se daba por finiquitado.
No conozco ningún contexto mejor que el fútbol para aprender algo que los psicólogos conocen como «los dientes de sierra». El que consigue estabilidad y sale adelante es aquel que asume que la vida está hecha de altibajos, como los dientes de una sierra. Cuando crees que has conseguido algo, la vida te abofetea de nuevo y caes al suelo. Si los fracasos son reiterativos, hay quien se hunde. Cunde el desánimo y muchos tiran la toalla. El equipo que triunfa es aquel que no olvida un simple eslogan, que debería estar escrito en la pared de todos los vestuarios del mundo: «Inténtalo una vez más».
Si el equipo que lo intenta tiene a Antony, Isco y otros jugadores de gran calidad, la conjunción de talento más voluntad casi siempre da sus frutos. El Villamarín disfrutó con la clasificación de su equipo para octavos de la Conference. El tiempo primaveral contribuyó al ambiente festivo: parecía dejarse atrás el clima frío y la frialdad del equipo en ciertos partidos. Cierto es que perder el encuentro contra una escuadra modesta constituye una decepción, pero el equipo belga apenas creó peligro. De hecho, los béticos no concedieron un córner al adversario hasta 20 minutos antes del final.
En pocos contextos como el fútbol, pueden cambiar las tornas tan drásticamente, en unos pocos días. Isco ha manifestado que quiere ganar un título con el Betis. La desilusión y la crítica dan paso a la euforia. Donde antes la afición se preguntaba cómo era posible que se lesionaran tantos jugadores, ahora saluda que ello haya dado pie a que den el salto al primer equipo jugadores de la cantera. Que Mateo Flores ceda su puesto en la segunda parte a Dani Pérez entusiasma a la afición, tanto como las esperanzas que despiertan Ángel Ortiz y, sobre todo, Jesús Rodríguez.
Incluso a quien no le salen las cosas, como a Vitor Roque, la afición le brinda su reconocimiento. Es lógico: resulta encomiable el tesón del brasileño, que no decae en su pundonor y perseverancia, pese a que la pelota no entra. En el fútbol, como en la vida, la valentía no consiste en evitar los golpes, sino en levantarte una y otra vez, cuando caes. Es una lección que han comprendido todas las sociedades, de todas las épocas. «Nana Korobi ya oki», dicen los japoneses: «Siete veces te caes, ocho te levantas». Poco importa que los palos vengan del trabajo, la enfermedad, el desamor o el deporte.
También la plantilla mostró a Vitor Roque su cariño cuando tuvo que abandonar el campo con roja directa, por un pisotón, fruto de la ansiedad y cierta aceleración con la que juega. Los compañeros le dicen que sigua intentándolo, que no cese en su empeño, que ha de vivir días gloriosos en el Betis. Todos saben que, en el fútbol, la oscuridad torna luz cuando menos de lo esperas, normalmente en el instante en que el esférico toca la red. Que mire a su propio equipo, que parecía un cadáver en Liga y en la competición europea, hace solo unos días. Y que escuche a Leiva: «El camino más recto, aguantar la mirada. Te confieso un complejo, si me cubres la espalda. No me des más por muerto, solo llevo un disparo en el ala».
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