Hace ya quince años, en mayo de 2010, el biólogo sueco Svante Pääbo, junto a sus colegas del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Leipzig, hizo público el primer genoma de un neandertal , la ‘otra’ especie inteligente que durante varios miles de años compartió con nosotros, Homo sapiens, el continente europeo. Desde entonces, sabemos que ambas especies no solo se encontraron, sino que se cruzaron y tuvieron descendencia. Incluso hoy, decenas de miles de años después, el ADN de todos los humanos no africanos aún conserva alrededor de un 2% de genes de neandertal.Y ahora, una nueva investigación, la primera que se publica de la cueva de Tinshemet, en Israel, acaba de revelar algo que la genética no puede: neandertales y sapiens no sólo coexistieron y se cruzaron en el cercano oriente durante el Paleolítico Medio, sino que interactuaron activamente, compartiendo tecnología, estilos de vida y costumbres funerarias. Interacciones que fomentaron el intercambio cultural, la complejidad de aquellas sociedades primitivas y la adopción de nuevas costumbres, como las prácticas formales de entierro o el uso simbólico del ocre para la decoración. Toda una revolución con respecto a lo que sabíamos hasta ahora sobre la interacción de las dos especies.Relaciones humanasLos hallazgos, recién publicados en ‘Nature Human Behaviour’ y llevados a cabo por un equipo internacional de investigadores bajo la dirección de las universidades Hebrea de Jerusalén y Tel Aviv, sugieren que las conexiones humanas, y no el aislamiento, fueron las impulsoras de los avances tecnológicos y culturales en esta región del mundo, algo de vital importancia para la historia humana temprana.Noticia Relacionada reportaje Si Del arte al pegamento: el ingenio de los neandertales íberos Judith de Jorge Varios descubrimientos de norte a sur de la península sugieren que, lejos de ser unos seres brutos y simiescos como se creía, estos homínidos extintos tenían habilidades cognitivas comparables a las nuestrasLos investigadores, de hecho, hallaron en la cueva de Tinshemet, conocida por su riqueza de restos arqueológicos y antropológicos, varios enterramientos humanos, los primeros del Paleolítico Medio que salen a la luz en más de cincuenta años. Enterramientos que aportan pruebas convincentes de que los neandertales y los sapiens de la región no sólo coexistieron, sino que compartieron distintos aspectos de su vida cotidiana, tecnologia y costumbres. Una relación, en definitiva, mucho más estrecha de lo que se había supuesto hasta ahora.Las excavaciones en la cueva comenzaron en 2017, precisamente con el objetivo de determinar si allí ambas especies eran rivales que competían por los recursos o vecinos pacíficos que colaboraban entre sí. Para lo cual el equipo de investigación integró los datos de cuatro aspectos clave: la producción de herramientas de piedra, las estrategias de caza, el comportamiento simbólico y la complejidad social.Transmisión de conocimientosLos resultados apuntan a que diferentes grupos humanos, incluidos neandertales, pre neandertales y homo sapiens, participaron activamente en toda una serie de interacciones. Intercambios que facilitaron la transmisión de conocimientos y llevaron a la gradual homogeneización cultural de las poblaciones. La investigación, además, sugiere que estas interacciones estimularon la complejidad social y la adopción de nuevas conductas y costumbres. Por ejemplo, los primeros entierros formales de todo el mundo empezaron a aparecer hace unos 110.000 años en Israel, probablemente como resultado de fuertes interacciones sociales. Otro sorprendente hallazgo en la cueva es el uso extenso de pigmentos minerales, particularmente ocre, que pudo haberse utilizado para la decoración del cuerpo. La práctica, según los investigadores, podría haber servido para definir identidades y marcar distinciones sociales entre los grupos.Foto: Artefacto de piedra de la cueva de Tinshemet hecho con tecnología compartida por Homo Sapiens y neandertales Marion Prévost¿Un auténtico cementerio?La acumulación de enterramientos en el interior de la cueva plantea, además, la intrigante cuestión del papel que tuvo Tinshemet en aquella antigua sociedad. ¿Pudo aquél lugar funcionar como un lugar específicamente dedicado a enterramientos, o incluso como un cementerio? Si fuera así, eso sugeriría la presencia de rituales compartidos y fuertes lazos comunales. Según los investigadores, la colocación de artefactos significativos, como herramientas de piedra, huesos de animales y objetos ocre dentro de los pozos funerarios podría indicar una temprana creencia en ‘otra vida’ después de la muerte.Para Yossi Zaidner, co director de las excavaciones, Israel fue, en el Paleolítico Medio, un ‘crisol’ donde diferentes grupos humanos se reunieron, interactuaron y evolucionaron juntos. «Nuestros datos -explica- muestran que las conexiones humanas y las interacciones de la población han sido fundamentales para impulsar las innovaciones culturales y tecnológicas a lo largo de la historia».Israel Hershkovitz, también codirector del yacimiento, añade que la interconexión de los estilos de vida entre varios grupos humanos en el Levante sugiere relaciones profundas y estrategias de adaptación compartidas. «Estos hallazgos -afirma- pintan una imagen de interacciones dinámicas formadas por la cooperación y la competencia».Un lugar privilegiadoSegún el estudio, por último, la privilegiada posición geográfica de la región, en la encrucijada de distintas rutas migratorias humanas, junto a una mejoría del clima en esa época, favoreció las relaciones entre las distintas especies de Homo. «Durante el Pleistoceno Medio -explica Marion Prévost, tercera codirectora de la investigación- las mejoras climáticas aumentaron la capacidad de la región para soportar poblaciones mayores, lo que llevó a la expansión demográfica y al contacto intensificado entre los diferentes taxones de homo».MÁS INFORMACIÓN noticia Si ¿Son los volcanes los responsables del oxígeno que respiramos? noticia No Descubren que la orina de ballena es un elixir para los océanosEn resumen, los hallazgos de la cueva de Tinshemet ofrecen una visión inédita y fascinante de las estructuras sociales, los comportamientos simbólicos y la vida cotidiana de los primeros grupos humanos, al tiempo que arrojan una luz completamente nueva sobre la compleja red de interacciones que dio forma al mundo de nuestros antepasados. Hace ya quince años, en mayo de 2010, el biólogo sueco Svante Pääbo, junto a sus colegas del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Leipzig, hizo público el primer genoma de un neandertal , la ‘otra’ especie inteligente que durante varios miles de años compartió con nosotros, Homo sapiens, el continente europeo. Desde entonces, sabemos que ambas especies no solo se encontraron, sino que se cruzaron y tuvieron descendencia. Incluso hoy, decenas de miles de años después, el ADN de todos los humanos no africanos aún conserva alrededor de un 2% de genes de neandertal.Y ahora, una nueva investigación, la primera que se publica de la cueva de Tinshemet, en Israel, acaba de revelar algo que la genética no puede: neandertales y sapiens no sólo coexistieron y se cruzaron en el cercano oriente durante el Paleolítico Medio, sino que interactuaron activamente, compartiendo tecnología, estilos de vida y costumbres funerarias. Interacciones que fomentaron el intercambio cultural, la complejidad de aquellas sociedades primitivas y la adopción de nuevas costumbres, como las prácticas formales de entierro o el uso simbólico del ocre para la decoración. Toda una revolución con respecto a lo que sabíamos hasta ahora sobre la interacción de las dos especies.Relaciones humanasLos hallazgos, recién publicados en ‘Nature Human Behaviour’ y llevados a cabo por un equipo internacional de investigadores bajo la dirección de las universidades Hebrea de Jerusalén y Tel Aviv, sugieren que las conexiones humanas, y no el aislamiento, fueron las impulsoras de los avances tecnológicos y culturales en esta región del mundo, algo de vital importancia para la historia humana temprana.Noticia Relacionada reportaje Si Del arte al pegamento: el ingenio de los neandertales íberos Judith de Jorge Varios descubrimientos de norte a sur de la península sugieren que, lejos de ser unos seres brutos y simiescos como se creía, estos homínidos extintos tenían habilidades cognitivas comparables a las nuestrasLos investigadores, de hecho, hallaron en la cueva de Tinshemet, conocida por su riqueza de restos arqueológicos y antropológicos, varios enterramientos humanos, los primeros del Paleolítico Medio que salen a la luz en más de cincuenta años. Enterramientos que aportan pruebas convincentes de que los neandertales y los sapiens de la región no sólo coexistieron, sino que compartieron distintos aspectos de su vida cotidiana, tecnologia y costumbres. Una relación, en definitiva, mucho más estrecha de lo que se había supuesto hasta ahora.Las excavaciones en la cueva comenzaron en 2017, precisamente con el objetivo de determinar si allí ambas especies eran rivales que competían por los recursos o vecinos pacíficos que colaboraban entre sí. Para lo cual el equipo de investigación integró los datos de cuatro aspectos clave: la producción de herramientas de piedra, las estrategias de caza, el comportamiento simbólico y la complejidad social.Transmisión de conocimientosLos resultados apuntan a que diferentes grupos humanos, incluidos neandertales, pre neandertales y homo sapiens, participaron activamente en toda una serie de interacciones. Intercambios que facilitaron la transmisión de conocimientos y llevaron a la gradual homogeneización cultural de las poblaciones. La investigación, además, sugiere que estas interacciones estimularon la complejidad social y la adopción de nuevas conductas y costumbres. Por ejemplo, los primeros entierros formales de todo el mundo empezaron a aparecer hace unos 110.000 años en Israel, probablemente como resultado de fuertes interacciones sociales. Otro sorprendente hallazgo en la cueva es el uso extenso de pigmentos minerales, particularmente ocre, que pudo haberse utilizado para la decoración del cuerpo. La práctica, según los investigadores, podría haber servido para definir identidades y marcar distinciones sociales entre los grupos.Foto: Artefacto de piedra de la cueva de Tinshemet hecho con tecnología compartida por Homo Sapiens y neandertales Marion Prévost¿Un auténtico cementerio?La acumulación de enterramientos en el interior de la cueva plantea, además, la intrigante cuestión del papel que tuvo Tinshemet en aquella antigua sociedad. ¿Pudo aquél lugar funcionar como un lugar específicamente dedicado a enterramientos, o incluso como un cementerio? Si fuera así, eso sugeriría la presencia de rituales compartidos y fuertes lazos comunales. Según los investigadores, la colocación de artefactos significativos, como herramientas de piedra, huesos de animales y objetos ocre dentro de los pozos funerarios podría indicar una temprana creencia en ‘otra vida’ después de la muerte.Para Yossi Zaidner, co director de las excavaciones, Israel fue, en el Paleolítico Medio, un ‘crisol’ donde diferentes grupos humanos se reunieron, interactuaron y evolucionaron juntos. «Nuestros datos -explica- muestran que las conexiones humanas y las interacciones de la población han sido fundamentales para impulsar las innovaciones culturales y tecnológicas a lo largo de la historia».Israel Hershkovitz, también codirector del yacimiento, añade que la interconexión de los estilos de vida entre varios grupos humanos en el Levante sugiere relaciones profundas y estrategias de adaptación compartidas. «Estos hallazgos -afirma- pintan una imagen de interacciones dinámicas formadas por la cooperación y la competencia».Un lugar privilegiadoSegún el estudio, por último, la privilegiada posición geográfica de la región, en la encrucijada de distintas rutas migratorias humanas, junto a una mejoría del clima en esa época, favoreció las relaciones entre las distintas especies de Homo. «Durante el Pleistoceno Medio -explica Marion Prévost, tercera codirectora de la investigación- las mejoras climáticas aumentaron la capacidad de la región para soportar poblaciones mayores, lo que llevó a la expansión demográfica y al contacto intensificado entre los diferentes taxones de homo».MÁS INFORMACIÓN noticia Si ¿Son los volcanes los responsables del oxígeno que respiramos? noticia No Descubren que la orina de ballena es un elixir para los océanosEn resumen, los hallazgos de la cueva de Tinshemet ofrecen una visión inédita y fascinante de las estructuras sociales, los comportamientos simbólicos y la vida cotidiana de los primeros grupos humanos, al tiempo que arrojan una luz completamente nueva sobre la compleja red de interacciones que dio forma al mundo de nuestros antepasados.
Hace ya quince años, en mayo de 2010, el biólogo sueco Svante Pääbo, junto a sus colegas del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Leipzig, hizo público el primer genoma de un neandertal, la ‘otra’ especie inteligente que durante varios miles de años … compartió con nosotros, Homo sapiens, el continente europeo. Desde entonces, sabemos que ambas especies no solo se encontraron, sino que se cruzaron y tuvieron descendencia. Incluso hoy, decenas de miles de años después, el ADN de todos los humanos no africanos aún conserva alrededor de un 2% de genes de neandertal.
Y ahora, una nueva investigación, la primera que se publica de la cueva de Tinshemet, en Israel, acaba de revelar algo que la genética no puede: neandertales y sapiens no sólo coexistieron y se cruzaron en el cercano oriente durante el Paleolítico Medio, sino que interactuaron activamente, compartiendo tecnología, estilos de vida y costumbres funerarias. Interacciones que fomentaron el intercambio cultural, la complejidad de aquellas sociedades primitivas y la adopción de nuevas costumbres, como las prácticas formales de entierro o el uso simbólico del ocre para la decoración. Toda una revolución con respecto a lo que sabíamos hasta ahora sobre la interacción de las dos especies.
Relaciones humanas
Los hallazgos, recién publicados en ‘Nature Human Behaviour’ y llevados a cabo por un equipo internacional de investigadores bajo la dirección de las universidades Hebrea de Jerusalén y Tel Aviv, sugieren que las conexiones humanas, y no el aislamiento, fueron las impulsoras de los avances tecnológicos y culturales en esta región del mundo, algo de vital importancia para la historia humana temprana.
Los investigadores, de hecho, hallaron en la cueva de Tinshemet, conocida por su riqueza de restos arqueológicos y antropológicos, varios enterramientos humanos, los primeros del Paleolítico Medio que salen a la luz en más de cincuenta años. Enterramientos que aportan pruebas convincentes de que los neandertales y los sapiens de la región no sólo coexistieron, sino que compartieron distintos aspectos de su vida cotidiana, tecnologia y costumbres. Una relación, en definitiva, mucho más estrecha de lo que se había supuesto hasta ahora.
Las excavaciones en la cueva comenzaron en 2017, precisamente con el objetivo de determinar si allí ambas especies eran rivales que competían por los recursos o vecinos pacíficos que colaboraban entre sí. Para lo cual el equipo de investigación integró los datos de cuatro aspectos clave: la producción de herramientas de piedra, las estrategias de caza, el comportamiento simbólico y la complejidad social.
Transmisión de conocimientos
Los resultados apuntan a que diferentes grupos humanos, incluidos neandertales, pre neandertales y homo sapiens, participaron activamente en toda una serie de interacciones. Intercambios que facilitaron la transmisión de conocimientos y llevaron a la gradual homogeneización cultural de las poblaciones. La investigación, además, sugiere que estas interacciones estimularon la complejidad social y la adopción de nuevas conductas y costumbres. Por ejemplo, los primeros entierros formales de todo el mundo empezaron a aparecer hace unos 110.000 años en Israel, probablemente como resultado de fuertes interacciones sociales. Otro sorprendente hallazgo en la cueva es el uso extenso de pigmentos minerales, particularmente ocre, que pudo haberse utilizado para la decoración del cuerpo. La práctica, según los investigadores, podría haber servido para definir identidades y marcar distinciones sociales entre los grupos.
Marion Prévost
¿Un auténtico cementerio?
La acumulación de enterramientos en el interior de la cueva plantea, además, la intrigante cuestión del papel que tuvo Tinshemet en aquella antigua sociedad. ¿Pudo aquél lugar funcionar como un lugar específicamente dedicado a enterramientos, o incluso como un cementerio? Si fuera así, eso sugeriría la presencia de rituales compartidos y fuertes lazos comunales. Según los investigadores, la colocación de artefactos significativos, como herramientas de piedra, huesos de animales y objetos ocre dentro de los pozos funerarios podría indicar una temprana creencia en ‘otra vida’ después de la muerte.
Para Yossi Zaidner, co director de las excavaciones, Israel fue, en el Paleolítico Medio, un ‘crisol’ donde diferentes grupos humanos se reunieron, interactuaron y evolucionaron juntos. «Nuestros datos -explica- muestran que las conexiones humanas y las interacciones de la población han sido fundamentales para impulsar las innovaciones culturales y tecnológicas a lo largo de la historia».
Israel Hershkovitz, también codirector del yacimiento, añade que la interconexión de los estilos de vida entre varios grupos humanos en el Levante sugiere relaciones profundas y estrategias de adaptación compartidas. «Estos hallazgos -afirma- pintan una imagen de interacciones dinámicas formadas por la cooperación y la competencia».
Un lugar privilegiado
Según el estudio, por último, la privilegiada posición geográfica de la región, en la encrucijada de distintas rutas migratorias humanas, junto a una mejoría del clima en esa época, favoreció las relaciones entre las distintas especies de Homo. «Durante el Pleistoceno Medio -explica Marion Prévost, tercera codirectora de la investigación- las mejoras climáticas aumentaron la capacidad de la región para soportar poblaciones mayores, lo que llevó a la expansión demográfica y al contacto intensificado entre los diferentes taxones de homo».
En resumen, los hallazgos de la cueva de Tinshemet ofrecen una visión inédita y fascinante de las estructuras sociales, los comportamientos simbólicos y la vida cotidiana de los primeros grupos humanos, al tiempo que arrojan una luz completamente nueva sobre la compleja red de interacciones que dio forma al mundo de nuestros antepasados.
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