Plantón republicano al rey Carlos a su llegada a Australia

El monarca suspende el tratamiento del cáncer para viajar al Pacífico y a la cumbre de la Mancomunidad de Naciones Leer El monarca suspende el tratamiento del cáncer para viajar al Pacífico y a la cumbre de la Mancomunidad de Naciones Leer  

El rey Carlos ha decidido suspender temporalmente su tratamiento del cáncer para emprender junto a la reina Camila su gira de nueve días que arranca el viernes en Australia, donde le espera un simbólico «plantón» republicano, con la ausencia sonada de seis primeros ministros regionales, de Jacinta Allan (Victoria) a Jeremy Rockliff (Tasmania).

El primer ministro laborista y republicano, Anthony Albanese, sí recibirá sin embargo a los reyes, que verán la Ópera de Sidney iluminada en su honor y llegan precedidos de la última encuesta local de The Sunday Mail, con una caída del apoyo a la república entre los australianos hasta un 33% (frente al 39,4% en el referéndum celebrado en 1999).Australia es uno de los quince «reinos de la Mancomunidad» establecidos como monarquías constitucionales, que aún reconocen al rey británico como su propio jefe de Estado. El último país en romper los vínculos con la monarquía fue Barbados, en el 2021, y Jamaica aspira a hacer lo propio en el 2025. En países como Australia, Nueva Zelanda o Canadá sigue abierto entre tanto el debate.

«Si Australia se convierte o no en una república es una cuestión que deben decidir sus habitantes», fue el escueto comentario con el que el Palacio de Buckingham respondió a la polémica suscitada por la anticipada ausencia en la recepción al rey de los seis altos mandatarios regionales, criticados por los tabloides británicos como representantes de la nación más «woke» del mundo.

El Movimiento Republicano Australiano ha planeado actos de protesta en Sidney y Canberra, donde se medirán con la huestes de la Liga Monárquica Australiana, encabezadas por Bev McArthur: «El plantón de los líderes regionales no se puede defender de ningún modo. Los republicanos harían muy bien quitándose el sombrero y diciendo simplemente a sus majestades: «Gracias por su visita».

Según el sondeo de The Sunday Mail, la imagen de Carlos ha mejorado un 26% desde su llegada al trono, y la reina Camila ha subido un 21%. El monarca tiene unos vínculos personales muy fuertes con Australia, donde residió varios meses como estudiante. En su época de Príncipe de Gales completó hasta 16 visitas oficiales, la más sonada de ellas en 1983, junto a la Princesa Diana.

«El rey recibirá al final un apoyo genuino del pueblo australiano», vaticina el biógrafo Tom Bower. «Carlos sabe que hay una ruidosa minoría republicana en Australia que al final acaba siempre derrotada en las urnas. Los republicanos van a quedar al final como mezquinos e inhumanos por intentar sabotear la visita de un hombre enfermo de 75 años que ha hecho un gran sacrificio personal para cumplir con su deber».

Para poder viajar a Australia, Carlos III ha renunciado temporalmente al tratamiento del cáncer no especificado que le fue diagnosticado a principios de año y le mantuvo retirado de los actos públicos durante cuatro meses. Por consejo médico, el monarca decidió cancelar la visita que tenía prevista también a Nueva Zelanda, aunque su agenda australiana no le dará casi tregua.

El 21 de octubre, Carlos viajará hasta Samoa, para asistir a la primera cumbre de la Mancomunidad de Naciones desde su ascenso al trono. Más de 3.000 delegados de los 56 países de la Mancomunidad de Naciones asistirán al encuentro en el enclave del Pacífico, donde el monarca planea dar un discurso de marcado tinte ambiental en unos de los países-isla amenazados por el cambio climático.

El monarca tendrá que abordar también la cuestión la esclavitud. Un grupo de 15 gobiernos del Caribe, bajo del paraguas de la Caricom, han reclamado la creación de una mesa de trabajo sobre las «reparaciones». Mia Motley, primera ministra de Barbados (que sigue en la Mancomunidad de Naciones con su nueva condición de república), planea aprovechar el encuentro para reclamar una cifra que podía exceder los 240.000 millones de euros como compensaciones por la esclavitud durante la era colonial.

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