Proponen la existencia de un ‘Planeta Y’, del tamaño de la Tierra y mucho más cerca que el ‘Planeta Nueve’

El Sistema Solar podría estar a punto de añadir un nuevo miembro a su ya de por sí fascinante familia planetaria. Y es que la poco explorada frontera de nuestro vecindario cósmico ha vuelto a emitir un inquietante ‘susurro gravitatorio’, una pista sutil que podría llevarnos a localizar un mundo totalmente nuevo e inesperado. Un equipo de astrónomos de la Universidad de Princeton, en efecto, liderado por el astrofísico Amir Siraj, sostiene haber encontrado la huella de un planeta escondido, un candidato que, por sus características, han bautizado provisionalmente como ‘Planeta Y’.Una aclaración importante: este nuevo aspirante al noveno puesto planetario no es una alternativa al ya famoso y huidizo Planeta Nueve (también llamado Planeta X), sino un acompañante adicional. Es decir, que si ambos se confirman, nuestro censo planetario se elevaría de los ocho mundos conocidos a diez.La evidencia, recién publicada en ‘ Monthly Notices of the Royal Astronomical Society ‘, no es una imagen, ni tampoco una detección directa, sino el descubrimiento de una anomalía para la que un planeta adicional parece ser la solución más plausible. Lo que Siraj y sus colegas han detectado es un desconcertante ‘alabeo’ o inclinación en las órbitas de los cuerpos celestes que pueblan el Cinturón de Kuiper. Y el único ‘actor’ posible con suficiente masa y la posición adecuada para ejercer este sutil, pero inconfundible efecto gravitatorio sería un mundo de tamaño similar a la Tierra, pero mucho más cercano de lo que se había imaginado para el famoso Planeta Nueve.Una ‘deformación’ orbitalImaginemos el Sistema Solar como un gigantesco disco de vinilo. Todos los planetas conocidos (Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno) orbitan al Sol, más o menos, en el mismo plano. A esta superficie se la conoce como ‘plano de la eclíptica’.Sin embargo, en el Cinturón de Kuiper, una enorme y gélida ‘rosquilla’ cósmica más allá de Neptuno donde moran asteroides, cometas y planetas enanos como Plutón, las cosas funcionan de un modo diferente. Y fue así, al analizar las trayectorias de unos cincuenta Objetos del Cinturón de Kuiper (KBOs), cuando los investigadores descubrieron que sus órbitas están inexplicablemente inclinadas en unos 15 grados con respecto al plano del resto del Sistema Solar. Es como si ese imaginario disco de vinilo estuviera ligeramente combado en su borde exterior. ¿Qué es lo que podría causar esta deformación?Según las simulaciones informáticas, la única explicación posible es un planeta oculto. Porque si se tratara de otra cosa, como un pasado encuentro fortuito con una estrella cercana, o de un efecto residual de la formación planetaria, la ‘deformación’ habría desaparecido hace ya mucho tiempo. «Lo que descubrimos -dice Siraj- es que realmente se necesita un planeta allí».Radiografía del candidato ‘Y’El ‘Planeta Y’ propuesto por los astrónomos de Princeton tiene unas características muy concretas y diferentes de las de su ‘primo’ el Planeta Nueve. Su masa, por ejemplo, estaría entre las de Mercurio y la Tierra, y sería además un mundo rocoso, mientras que se cree que el Planeta Nueve es un ‘gigante de hielo’, un mini Neptuno con una masa mucho mayor, de entre cinco y diez veces la de la Tierra.El nuevo mundo, además, estaría mucho más cerca de nosotros, a una distancia de entre 100 y 200 Unidades Astronómicas del Sol (UA), mucho menos que las entre 400 y 800 UA a las que se supone que está el Planeta Nueve. Para hacernos una idea, pensemos que Plutón, en su lejanía, apenas está a 40 UA del Sol. Una Unidad Astronómica equivale a la distancia entre la Tierra y el Sol, unos 150 millones de km.Por último, la órbita del Planeta Y debería tener una inclinación máxima de 10 grados con respecto al plano de la eclíptica, mientras que, según los cálculos, la del Planeta Nueve debería inclinarse alrededor de 30 grados. En definitiva, y dada su relativa cercanía, el Planeta Y, si es que realmente existe, debería ser mucho más fácil de detectar que su gigantesco compañero teórico.Planeta Nueve, la búsqueda interminableLa búsqueda de un gran mundo transneptuniano, es decir, más allá de Neptuno, no es una novedad, sino una historia inconclusa que nos acompaña desde los albores de la Astronomía moderna. A finales del siglo XIX y principios del XX, en efecto, astrónomos como Percival Lowell iniciaron la caza del ‘Planeta X’ para explicar las aparentes irregularidades en las órbitas de Urano y Neptuno. Una búsqueda, por cierto, que culminó con el hallazgo de Plutón el 18 de febrero de 1930 por parte del astrónomo estadounidense Clyde William Tombaugh. Sin embargo, pronto se determinó que la masa de Plutón era demasiado pequeña para ser el Planeta X que buscaban y, además, la anomalía de Neptuno terminó por ser corregida tras una serie de mediciones más precisas.El Planeta Nueve ‘contemporáneo’, que también conocemos como Planeta X, nació en 2016 de la mano de los astrónomos del Caltech, Konstantin Batygin y Mike Brown. Su hipótesis se basó en una evidencia diferente: la agrupación anómala de los Objetos Transneptunianos Extremos (eTNOs), cuerpos más allá de Neptuno con órbitas muy alargadas. La cuestión era que seis de esos objetos, en lugar de estar distribuidos aleatoriamente, parecían estar viajando en grupo, como si estuvieran siendo ‘pastoreados’ por la fuerza gravitatoria de un objeto masivo invisible. La mejor forma de explicar este efecto era la existencia de un gigante de hielo de unas 5 a 10 veces la masa terrestre y con una órbita extremadamente elíptica y muy inclinada.Otros posibles candidatosCon todo, la existencia del Planeta Nueve, y también la del ‘Planeta Y’ recién propuesta por Siraj y su equipo, es algo que no convence a todo el mundo . No en vano, el propio Siraj reconoce que, con una muestra de solo 50 KBOs, y a pesar de que la significación estadística es fuerte (en el rango del 96-98%), no es del todo definitiva. Y otros astrónomos han señalado que se necesitan más y mejores observaciones de las que han sido posibles hasta ahora. El debate se complica aún más, si cabe, si se consideran las alternativas propuestas para explicar las anomalías gravitacionales. Entre ellas, la de los ‘múltiples mundos menores’, que sugiere que el efecto de ‘pastoreo’ o el ‘alabeo’ detectados no son causados por un solo planeta muy grande, sino por la fuerza gravitatoria combinada de una población de miles de pequeños objetos helados y desconocidos en el Cinturón de Kuiper. Se ha llegado incluso a sugerir que la anomalía gravitacional podría deberse a la existencia de un un diminuto agujero negro , del tamaño de una naranja pero con la masa de varias Tierras, capturado por nuestro Sol en los albores del Sistema Solar. Una idea que, aunque es teóricamente posible, no cuenta con ninguna prueba que la respalde. Una explicación todavía más audaz sugiere que, a distancias tan grandes, la propia ley de la gravedad podría comportarse de manera ligeramente diferente a la predicha por la Relatividad General de Einstein. Un extremo que la mayor parte de la comunidad científica rechaza de plano. Y es que siempre será mejor seguir buscando objetos masivos antes que reescribir las leyes fundamentales de la Física.La hora de la verdad se acercaAfortunadamente, el misterio del Planeta Y, el Planeta Nueve, o la masa oculta en el Cinturón de Kuiper, tiene los días contados gracias a los avances de la tecnología. Y el desenlace de esta larga búsqueda astronómica está en las ‘manos’ de un coloso chileno que acaba de entrar en funcionamiento: el Observatorio Vera C. Rubin.No se trata de un telescopio al uso sino, en esencia, de la cámara digital más grande del mundo, con 3.200 megapíxeles y un espejo de 8,4 metros. El observatorio es capaz de fotografiar todo el cielo del hemisferio sur cada tres o cuatro noches, creando una película time-lapse de nuestro universo.Así, y mientras que los telescopios anteriores sólo podían capturar ‘postales’ del cielo, el Rubin generará un auténtico ‘tsunami de datos’ que pueden incluso convertirse en vídeo. Para hacernos una idea, una sola imagen suya tiene la resolución equivalente a la de más de 300 televisores de alta definición. Y tomará miles de estas imágenes. Es por eso que muchos piensan que será capaz de resolver de una vez y para siempre este largo debate planetario.Siraj, desde luego, se muestra optimista: «Creo que, en los primeros dos o tres años de misión, habrá una solución definitiva. Si el Planeta Y está en el campo de visión del telescopio, podrá encontrarlo directamente».MÁS INFORMACIÓN noticia Si Descubren un ‘código climático’ oculto en las estalagmitas noticia No El mundo alcanza el primer punto de inflexión climático: la mortalidad de los corales no tiene vuelta atrásAunque también podría suceder todo lo contrario. Y si finalmente el Planeta Y o el Planeta Nueve no aparecen en el horizonte después de la gigantesca criba de datos que realizará el Rubin, ambas teorías podrían ser relegadas al cementerio de las grandes hipótesis astronómicas olvidadas. Hasta entonces, la única certeza que tenemos es que, a miles de millones de kilómetros de casa, en los confines de nuestro Sistema Solar, aún hay misterios que esperan ser resueltos. Y que la búsqueda de los mundos perdidos, ya sean diez, nueve, o ninguno, está a punto de terminar. El Sistema Solar podría estar a punto de añadir un nuevo miembro a su ya de por sí fascinante familia planetaria. Y es que la poco explorada frontera de nuestro vecindario cósmico ha vuelto a emitir un inquietante ‘susurro gravitatorio’, una pista sutil que podría llevarnos a localizar un mundo totalmente nuevo e inesperado. Un equipo de astrónomos de la Universidad de Princeton, en efecto, liderado por el astrofísico Amir Siraj, sostiene haber encontrado la huella de un planeta escondido, un candidato que, por sus características, han bautizado provisionalmente como ‘Planeta Y’.Una aclaración importante: este nuevo aspirante al noveno puesto planetario no es una alternativa al ya famoso y huidizo Planeta Nueve (también llamado Planeta X), sino un acompañante adicional. Es decir, que si ambos se confirman, nuestro censo planetario se elevaría de los ocho mundos conocidos a diez.La evidencia, recién publicada en ‘ Monthly Notices of the Royal Astronomical Society ‘, no es una imagen, ni tampoco una detección directa, sino el descubrimiento de una anomalía para la que un planeta adicional parece ser la solución más plausible. Lo que Siraj y sus colegas han detectado es un desconcertante ‘alabeo’ o inclinación en las órbitas de los cuerpos celestes que pueblan el Cinturón de Kuiper. Y el único ‘actor’ posible con suficiente masa y la posición adecuada para ejercer este sutil, pero inconfundible efecto gravitatorio sería un mundo de tamaño similar a la Tierra, pero mucho más cercano de lo que se había imaginado para el famoso Planeta Nueve.Una ‘deformación’ orbitalImaginemos el Sistema Solar como un gigantesco disco de vinilo. Todos los planetas conocidos (Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno) orbitan al Sol, más o menos, en el mismo plano. A esta superficie se la conoce como ‘plano de la eclíptica’.Sin embargo, en el Cinturón de Kuiper, una enorme y gélida ‘rosquilla’ cósmica más allá de Neptuno donde moran asteroides, cometas y planetas enanos como Plutón, las cosas funcionan de un modo diferente. Y fue así, al analizar las trayectorias de unos cincuenta Objetos del Cinturón de Kuiper (KBOs), cuando los investigadores descubrieron que sus órbitas están inexplicablemente inclinadas en unos 15 grados con respecto al plano del resto del Sistema Solar. Es como si ese imaginario disco de vinilo estuviera ligeramente combado en su borde exterior. ¿Qué es lo que podría causar esta deformación?Según las simulaciones informáticas, la única explicación posible es un planeta oculto. Porque si se tratara de otra cosa, como un pasado encuentro fortuito con una estrella cercana, o de un efecto residual de la formación planetaria, la ‘deformación’ habría desaparecido hace ya mucho tiempo. «Lo que descubrimos -dice Siraj- es que realmente se necesita un planeta allí».Radiografía del candidato ‘Y’El ‘Planeta Y’ propuesto por los astrónomos de Princeton tiene unas características muy concretas y diferentes de las de su ‘primo’ el Planeta Nueve. Su masa, por ejemplo, estaría entre las de Mercurio y la Tierra, y sería además un mundo rocoso, mientras que se cree que el Planeta Nueve es un ‘gigante de hielo’, un mini Neptuno con una masa mucho mayor, de entre cinco y diez veces la de la Tierra.El nuevo mundo, además, estaría mucho más cerca de nosotros, a una distancia de entre 100 y 200 Unidades Astronómicas del Sol (UA), mucho menos que las entre 400 y 800 UA a las que se supone que está el Planeta Nueve. Para hacernos una idea, pensemos que Plutón, en su lejanía, apenas está a 40 UA del Sol. Una Unidad Astronómica equivale a la distancia entre la Tierra y el Sol, unos 150 millones de km.Por último, la órbita del Planeta Y debería tener una inclinación máxima de 10 grados con respecto al plano de la eclíptica, mientras que, según los cálculos, la del Planeta Nueve debería inclinarse alrededor de 30 grados. En definitiva, y dada su relativa cercanía, el Planeta Y, si es que realmente existe, debería ser mucho más fácil de detectar que su gigantesco compañero teórico.Planeta Nueve, la búsqueda interminableLa búsqueda de un gran mundo transneptuniano, es decir, más allá de Neptuno, no es una novedad, sino una historia inconclusa que nos acompaña desde los albores de la Astronomía moderna. A finales del siglo XIX y principios del XX, en efecto, astrónomos como Percival Lowell iniciaron la caza del ‘Planeta X’ para explicar las aparentes irregularidades en las órbitas de Urano y Neptuno. Una búsqueda, por cierto, que culminó con el hallazgo de Plutón el 18 de febrero de 1930 por parte del astrónomo estadounidense Clyde William Tombaugh. Sin embargo, pronto se determinó que la masa de Plutón era demasiado pequeña para ser el Planeta X que buscaban y, además, la anomalía de Neptuno terminó por ser corregida tras una serie de mediciones más precisas.El Planeta Nueve ‘contemporáneo’, que también conocemos como Planeta X, nació en 2016 de la mano de los astrónomos del Caltech, Konstantin Batygin y Mike Brown. Su hipótesis se basó en una evidencia diferente: la agrupación anómala de los Objetos Transneptunianos Extremos (eTNOs), cuerpos más allá de Neptuno con órbitas muy alargadas. La cuestión era que seis de esos objetos, en lugar de estar distribuidos aleatoriamente, parecían estar viajando en grupo, como si estuvieran siendo ‘pastoreados’ por la fuerza gravitatoria de un objeto masivo invisible. La mejor forma de explicar este efecto era la existencia de un gigante de hielo de unas 5 a 10 veces la masa terrestre y con una órbita extremadamente elíptica y muy inclinada.Otros posibles candidatosCon todo, la existencia del Planeta Nueve, y también la del ‘Planeta Y’ recién propuesta por Siraj y su equipo, es algo que no convence a todo el mundo . No en vano, el propio Siraj reconoce que, con una muestra de solo 50 KBOs, y a pesar de que la significación estadística es fuerte (en el rango del 96-98%), no es del todo definitiva. Y otros astrónomos han señalado que se necesitan más y mejores observaciones de las que han sido posibles hasta ahora. El debate se complica aún más, si cabe, si se consideran las alternativas propuestas para explicar las anomalías gravitacionales. Entre ellas, la de los ‘múltiples mundos menores’, que sugiere que el efecto de ‘pastoreo’ o el ‘alabeo’ detectados no son causados por un solo planeta muy grande, sino por la fuerza gravitatoria combinada de una población de miles de pequeños objetos helados y desconocidos en el Cinturón de Kuiper. Se ha llegado incluso a sugerir que la anomalía gravitacional podría deberse a la existencia de un un diminuto agujero negro , del tamaño de una naranja pero con la masa de varias Tierras, capturado por nuestro Sol en los albores del Sistema Solar. Una idea que, aunque es teóricamente posible, no cuenta con ninguna prueba que la respalde. Una explicación todavía más audaz sugiere que, a distancias tan grandes, la propia ley de la gravedad podría comportarse de manera ligeramente diferente a la predicha por la Relatividad General de Einstein. Un extremo que la mayor parte de la comunidad científica rechaza de plano. Y es que siempre será mejor seguir buscando objetos masivos antes que reescribir las leyes fundamentales de la Física.La hora de la verdad se acercaAfortunadamente, el misterio del Planeta Y, el Planeta Nueve, o la masa oculta en el Cinturón de Kuiper, tiene los días contados gracias a los avances de la tecnología. Y el desenlace de esta larga búsqueda astronómica está en las ‘manos’ de un coloso chileno que acaba de entrar en funcionamiento: el Observatorio Vera C. Rubin.No se trata de un telescopio al uso sino, en esencia, de la cámara digital más grande del mundo, con 3.200 megapíxeles y un espejo de 8,4 metros. El observatorio es capaz de fotografiar todo el cielo del hemisferio sur cada tres o cuatro noches, creando una película time-lapse de nuestro universo.Así, y mientras que los telescopios anteriores sólo podían capturar ‘postales’ del cielo, el Rubin generará un auténtico ‘tsunami de datos’ que pueden incluso convertirse en vídeo. Para hacernos una idea, una sola imagen suya tiene la resolución equivalente a la de más de 300 televisores de alta definición. Y tomará miles de estas imágenes. Es por eso que muchos piensan que será capaz de resolver de una vez y para siempre este largo debate planetario.Siraj, desde luego, se muestra optimista: «Creo que, en los primeros dos o tres años de misión, habrá una solución definitiva. Si el Planeta Y está en el campo de visión del telescopio, podrá encontrarlo directamente».MÁS INFORMACIÓN noticia Si Descubren un ‘código climático’ oculto en las estalagmitas noticia No El mundo alcanza el primer punto de inflexión climático: la mortalidad de los corales no tiene vuelta atrásAunque también podría suceder todo lo contrario. Y si finalmente el Planeta Y o el Planeta Nueve no aparecen en el horizonte después de la gigantesca criba de datos que realizará el Rubin, ambas teorías podrían ser relegadas al cementerio de las grandes hipótesis astronómicas olvidadas. Hasta entonces, la única certeza que tenemos es que, a miles de millones de kilómetros de casa, en los confines de nuestro Sistema Solar, aún hay misterios que esperan ser resueltos. Y que la búsqueda de los mundos perdidos, ya sean diez, nueve, o ninguno, está a punto de terminar.  

El Sistema Solar podría estar a punto de añadir un nuevo miembro a su ya de por sí fascinante familia planetaria. Y es que la poco explorada frontera de nuestro vecindario cósmico ha vuelto a emitir un inquietante ‘susurro gravitatorio’, una pista sutil que podría … llevarnos a localizar un mundo totalmente nuevo e inesperado. Un equipo de astrónomos de la Universidad de Princeton, en efecto, liderado por el astrofísico Amir Siraj, sostiene haber encontrado la huella de un planeta escondido, un candidato que, por sus características, han bautizado provisionalmente como ‘Planeta Y’.

Una aclaración importante: este nuevo aspirante al noveno puesto planetario no es una alternativa al ya famoso y huidizo Planeta Nueve (también llamado Planeta X), sino un acompañante adicional. Es decir, que si ambos se confirman, nuestro censo planetario se elevaría de los ocho mundos conocidos a diez.

La evidencia, recién publicada en ‘Monthly Notices of the Royal Astronomical Society‘, no es una imagen, ni tampoco una detección directa, sino el descubrimiento de una anomalía para la que un planeta adicional parece ser la solución más plausible. Lo que Siraj y sus colegas han detectado es un desconcertante ‘alabeo’ o inclinación en las órbitas de los cuerpos celestes que pueblan el Cinturón de Kuiper. Y el único ‘actor’ posible con suficiente masa y la posición adecuada para ejercer este sutil, pero inconfundible efecto gravitatorio sería un mundo de tamaño similar a la Tierra, pero mucho más cercano de lo que se había imaginado para el famoso Planeta Nueve.

Una ‘deformación’ orbital

Imaginemos el Sistema Solar como un gigantesco disco de vinilo. Todos los planetas conocidos (Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno) orbitan al Sol, más o menos, en el mismo plano. A esta superficie se la conoce como ‘plano de la eclíptica’.

Sin embargo, en el Cinturón de Kuiper, una enorme y gélida ‘rosquilla’ cósmica más allá de Neptuno donde moran asteroides, cometas y planetas enanos como Plutón, las cosas funcionan de un modo diferente. Y fue así, al analizar las trayectorias de unos cincuenta Objetos del Cinturón de Kuiper (KBOs), cuando los investigadores descubrieron que sus órbitas están inexplicablemente inclinadas en unos 15 grados con respecto al plano del resto del Sistema Solar. Es como si ese imaginario disco de vinilo estuviera ligeramente combado en su borde exterior. ¿Qué es lo que podría causar esta deformación?

Según las simulaciones informáticas, la única explicación posible es un planeta oculto. Porque si se tratara de otra cosa, como un pasado encuentro fortuito con una estrella cercana, o de un efecto residual de la formación planetaria, la ‘deformación’ habría desaparecido hace ya mucho tiempo. «Lo que descubrimos -dice Siraj- es que realmente se necesita un planeta allí».

Radiografía del candidato ‘Y’

El ‘Planeta Y’ propuesto por los astrónomos de Princeton tiene unas características muy concretas y diferentes de las de su ‘primo’ el Planeta Nueve. Su masa, por ejemplo, estaría entre las de Mercurio y la Tierra, y sería además un mundo rocoso, mientras que se cree que el Planeta Nueve es un ‘gigante de hielo’, un mini Neptuno con una masa mucho mayor, de entre cinco y diez veces la de la Tierra.

El nuevo mundo, además, estaría mucho más cerca de nosotros, a una distancia de entre 100 y 200 Unidades Astronómicas del Sol (UA), mucho menos que las entre 400 y 800 UA a las que se supone que está el Planeta Nueve. Para hacernos una idea, pensemos que Plutón, en su lejanía, apenas está a 40 UA del Sol. Una Unidad Astronómica equivale a la distancia entre la Tierra y el Sol, unos 150 millones de km.

Por último, la órbita del Planeta Y debería tener una inclinación máxima de 10 grados con respecto al plano de la eclíptica, mientras que, según los cálculos, la del Planeta Nueve debería inclinarse alrededor de 30 grados. En definitiva, y dada su relativa cercanía, el Planeta Y, si es que realmente existe, debería ser mucho más fácil de detectar que su gigantesco compañero teórico.

Planeta Nueve, la búsqueda interminable

La búsqueda de un gran mundo transneptuniano, es decir, más allá de Neptuno, no es una novedad, sino una historia inconclusa que nos acompaña desde los albores de la Astronomía moderna.

A finales del siglo XIX y principios del XX, en efecto, astrónomos como Percival Lowell iniciaron la caza del ‘Planeta X’ para explicar las aparentes irregularidades en las órbitas de Urano y Neptuno. Una búsqueda, por cierto, que culminó con el hallazgo de Plutón el 18 de febrero de 1930 por parte del astrónomo estadounidense Clyde William Tombaugh. Sin embargo, pronto se determinó que la masa de Plutón era demasiado pequeña para ser el Planeta X que buscaban y, además, la anomalía de Neptuno terminó por ser corregida tras una serie de mediciones más precisas.

El Planeta Nueve ‘contemporáneo’, que también conocemos como Planeta X, nació en 2016 de la mano de los astrónomos del Caltech, Konstantin Batygin y Mike Brown. Su hipótesis se basó en una evidencia diferente: la agrupación anómala de los Objetos Transneptunianos Extremos (eTNOs), cuerpos más allá de Neptuno con órbitas muy alargadas. La cuestión era que seis de esos objetos, en lugar de estar distribuidos aleatoriamente, parecían estar viajando en grupo, como si estuvieran siendo ‘pastoreados’ por la fuerza gravitatoria de un objeto masivo invisible. La mejor forma de explicar este efecto era la existencia de un gigante de hielo de unas 5 a 10 veces la masa terrestre y con una órbita extremadamente elíptica y muy inclinada.

Otros posibles candidatos

Con todo, la existencia del Planeta Nueve, y también la del ‘Planeta Y’ recién propuesta por Siraj y su equipo, es algo que no convence a todo el mundo. No en vano, el propio Siraj reconoce que, con una muestra de solo 50 KBOs, y a pesar de que la significación estadística es fuerte (en el rango del 96-98%), no es del todo definitiva. Y otros astrónomos han señalado que se necesitan más y mejores observaciones de las que han sido posibles hasta ahora.

El debate se complica aún más, si cabe, si se consideran las alternativas propuestas para explicar las anomalías gravitacionales. Entre ellas, la de los ‘múltiples mundos menores’, que sugiere

que el efecto de ‘pastoreo’ o el ‘alabeo’ detectados no son causados por un solo planeta muy grande, sino por la fuerza gravitatoria combinada de una población de miles de pequeños objetos helados y desconocidos en el Cinturón de Kuiper.

Se ha llegado incluso a sugerir que la anomalía gravitacional podría deberse a la existencia de un un diminuto agujero negro, del tamaño de una naranja pero con la masa de varias Tierras, capturado por nuestro Sol en los albores del Sistema Solar. Una idea que, aunque es teóricamente posible, no cuenta con ninguna prueba que la respalde.

Una explicación todavía más audaz sugiere que, a distancias tan grandes, la propia ley de la gravedad podría comportarse de manera ligeramente diferente a la predicha por la Relatividad General de Einstein. Un extremo que la mayor parte de la comunidad científica rechaza de plano. Y es que siempre será mejor seguir buscando objetos masivos antes que reescribir las leyes fundamentales de la Física.

La hora de la verdad se acerca

Afortunadamente, el misterio del Planeta Y, el Planeta Nueve, o la masa oculta en el Cinturón de Kuiper, tiene los días contados gracias a los avances de la tecnología. Y el desenlace de esta larga búsqueda astronómica está en las ‘manos’ de un coloso chileno que acaba de entrar en funcionamiento: el Observatorio Vera C. Rubin.

No se trata de un telescopio al uso sino, en esencia, de la cámara digital más grande del mundo, con 3.200 megapíxeles y un espejo de 8,4 metros. El observatorio es capaz de fotografiar todo el cielo del hemisferio sur cada tres o cuatro noches, creando una película time-lapse de nuestro universo.

Así, y mientras que los telescopios anteriores sólo podían capturar ‘postales’ del cielo, el Rubin generará un auténtico ‘tsunami de datos’ que pueden incluso convertirse en vídeo. Para hacernos una idea, una sola imagen suya tiene la resolución equivalente a la de más de 300 televisores de alta definición. Y tomará miles de estas imágenes. Es por eso que muchos piensan que será capaz de resolver de una vez y para siempre este largo debate planetario.

Siraj, desde luego, se muestra optimista: «Creo que, en los primeros dos o tres años de misión, habrá una solución definitiva. Si el Planeta Y está en el campo de visión del telescopio, podrá encontrarlo directamente».

Aunque también podría suceder todo lo contrario. Y si finalmente el Planeta Y o el Planeta Nueve no aparecen en el horizonte después de la gigantesca criba de datos que realizará el Rubin, ambas teorías podrían ser relegadas al cementerio de las grandes hipótesis astronómicas olvidadas. Hasta entonces, la única certeza que tenemos es que, a miles de millones de kilómetros de casa, en los confines de nuestro Sistema Solar, aún hay misterios que esperan ser resueltos. Y que la búsqueda de los mundos perdidos, ya sean diez, nueve, o ninguno, está a punto de terminar.

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