El sexo que forma parte de la prostitución es una expresión más del poder de los hombres que acuden a ella, bien de manera individual, o bien en compañía de otros hombres cuando lo que buscan es expresarlo y exhibirlo para que den testimonio de su poder. Y este tipo de comportamientos no son casuales, sino que forman parte de un entramado social coherente y consecuente con sus valores.
La crítica es intensa cuando se conocen casos de corrupción en los que aparece la prostitución protagonizadas en la izquierda, pero no tanto en la derecha, donde ni siquiera la prostitución es destacada como un elemento esencial de la trama de corrupción
El sexo que forma parte de la prostitución es una expresión más del poder de los hombres que acuden a ella, bien de manera individual, o bien en compañía de otros hombres cuando lo que buscan es expresarlo y exhibirlo para que den testimonio de su poder. Y este tipo de comportamientos no son casuales, sino que forman parte de un entramado social coherente y consecuente con sus valores.
La prostitución existe como parte de una construcción androcéntrica que crea las referencias y proporciona los medios para que se pueda acudir a ella, tal y como ha sucedido a lo largo de la historia. Y lo que en un principio era algo reservado a los más poderosos, con el tiempo se fue socializando para que cualquier hombre tenga acceso a ese poder expresado a través del sexo.
Desconocer todo este entramado sociocultural es caer en las trampas del propio sistema.
Quizás por eso genera sorpresa que en muchos casos de corrupción protagonizados por hombres de izquierdas haya aparecido la prostitución. Lo vimos, por ejemplo, en el caso Roldán (1993), en el de la FAFFE en Andalucía (2004), en el de Tito Berni (2023), y ahora en el de Ábalos y Koldo (2025). En todos ellos se acude a la prostitución de forma explícita y abierta, a sabiendas de las consecuencias que se podían producir en caso de que se conocieran los hechos.
La situación ha sido utilizada por los partidos de derechas para cuestionar las conductas, pero sobre todo los valores de los partidos de izquierdas, sin detenerse en el significado y en lo que representa el hecho de que se pueda “pagar por sexo”, ni tampoco en los casos que han protagonizado hombres de sus partidos.
La prostitución, como el resto de las conductas machistas, está enraizada en la manera de entender lo que es ser hombre y mujer, y en el modo de establecer las relaciones en la sociedad. Forma parte de la cultura, y la cultura nos define y organiza sobre los valores, ideas, principios y costumbres que se consideran propios. Por eso las referencias de la cultura están antes que la ideología política y se manifiestan en hombres de derechas y de izquierdas.
Esa vinculación de la prostitución con los elementos culturales y la identidad hace que aquellas posiciones políticas que se definen de forma más cercana sobre los elementos de la cultura, adopten una actitud coherente con esas ideas y valores androcéntricos, incluida la justificación de la prostitución, tal y como ponen de manifiesto los estudios sociológicos.
Uno de los trabajos más amplios en este sentido se llevó a cabo en Estados Unidos en 2017 con la participación de tres universidades. Fue realizado por Peter K. Hatemi, Charles Crabtree y Rose McDermott, y mostró que la prostitución era más aceptada y utilizada por hombres conservadores, y que esta aceptación era mayor conforme el posicionamiento conservador era más marcado.
La situación es similar en España. En el informe del CIS sobre violencia sexual de enero de 2023, a partir de la ubicación ideológica que hacen las propias personas entrevistadas, se ven diferencias significativas con relación a la prostitución. A la pregunta si consideraban la prostitución “aceptable en algunas circunstancias”, las personas de izquierdas respondieron que sí en un 19,5%, mientras que las personas que se consideraban de derechas lo hicieron en un 42,6%, y cuanto más a la derecha se sitúan más la aceptan.
Es decir, la aceptación es 23,1 puntos más alta entre las personas de derechas, lo cual es consecuencia de los valores culturales que forman parte de la “normalidad” sobre la cual la ideología política se posiciona. Y todo ello también tiene reflejo en la conducta.
La realidad muestra que tenemos una construcción cultural androcéntrica que crea la prostitución como un escenario en el que los hombres pueden expresar su poder a través del sexo. Una situación que permite una relación en un doble sentido: si la prostitución es poder, la expresión de poder también lleva a la prostitución ―no de manera obligatoria, la cultura no impone, crea las circunstancias y las oportunidades para que los hombres decidan―, pero sí como parte de los escenarios donde el poder se puede expresar.
El ejemplo más llamativo lo vimos con Berlusconi y sus fiestas bunga-bunga con prostitutas en las que participaban hombres poderosos de todos los ámbitos, de la política, empresas, instituciones, cultura… Pero si su comportamiento ya era conocido y manifiesto sin que nadie levantara la voz, lo más gráfico fueron sus palabras cuando tras ser descubierto afirmó, “todos los italianos quieren ser como yo”.
Y eso es lo que se aprecia en hombres de la izquierda que traicionan sus ideas y su compromiso político para mostrar el machismo común con nombres que con otra ideología política comparten una masculinidad androcéntrica en la que la prostitución es una opción.
Ya hemos mencionado los casos con hombres de izquierdas, pero también hemos visto los del PP en las islas Baleares (2004 y 2008), en la Gürtel (2007), el del senador que, según el informe del Consejo de Europa, era recompensado en Azerbaiyán con prostitutas (2017), o la celebración con “volquetes de putas” que iban a realizar en Madrid para agasajar a quienes declararon a favor de Francisco Granados (2015), entre otros muchos.
Las diferencias derivadas de ese componente social y cultural también se manifiestan en la manera de percibir esas conductas. Y mientras que la crítica es intensa cuando son protagonizadas por hombres de izquierdas, no se hace tanto con los hombres de derechas, donde ni siquiera la prostitución es destacada como un elemento esencial de la trama de corrupción.
Pero sin duda, además de Berlusconi, lo más gráfico sobre el significado de estos comportamientos lo hemos visto con Donald Trump, condenado por 34 delitos en el caso de Stormy Daniels, actriz porno a la que pagó con facturas falsas, y que últimamente también ha sido vinculado por Elon Musk con la trama de Jeffrey Epstein relacionada con la prostitución de menores. En ningún momento estos casos le han restado popularidad y apoyos; todo lo contrario, sin embargo, en el caso de partidos de izquierdas, donde no solo se cuestiona a los hombres que protagonizan los hechos, sino que la crítica se eleva a todo el partido y a lo que representa.
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