Putin y Xi, dos «amigos de acero» para poner en su sitio a EEUU

A ojos de muchos analistas, ambos autócratas sienten que ha llegado el momento de reemplazar a Estados Unidos como el principal actor global Leer A ojos de muchos analistas, ambos autócratas sienten que ha llegado el momento de reemplazar a Estados Unidos como el principal actor global Leer  

Poco antes de lanzar su invasión a gran escala de Ucrania, el presidente ruso forjó en 2022 con China una «alianza sin límites». Tras su cita de este jueves en el Kremlin, Vladimir Putin y Xi Jinping han potenciado esa fórmula ante lo que esté por venir: ahora son «amigos de acero». Ambos se comprometieron a elevar la cooperación hasta un nuevo nivel y contrarrestar «decisivamente» la influencia de Estados Unidos. Después de saludarse tras recorrer con pompa imperial una interminable alfombra roja en el Kremlin, los dos líderes se presentaron como defensores de un nuevo orden mundial que ya no esté dominado por Estados Unidos. La hoja de ruta es clara: «Fortalecer la coordinación para contrarrestar decisivamente la ‘doble contención’ de Washington hacia Rusia y China», dice la declaración conjunta.

Putin y Xi contemplan encastillados en sus regímenes brutales un orden internacional que consideran anacrónico, todavía liderado por una potencia en declive como Estados Unidos, que no permite a ninguno de los dos países ocupar el lugar que le corresponde a pesar de su poder. En estos tiempos convulsos —con Rusia afrontando los costes de la guerra y China sufriendo una ofensiva tarifaria— Putin ha adoptado a los chinos como sus principales proveedores de esos bienes que antes llegaban de Europa, mientras que Xi se ha asegurado un flujo de hidrocarburos rusos a buen precio y fiable. Ambos están convencidos de que eliminar las «causas fundamentales» del conflicto en Ucrania es necesario para resolverlo, una manera educada de reiterar que las exigencias del agresor ruso han de ser atendidas.

El líder ruso aspira a formar un frente unido de la mano de Pekín contra Washington, cuyo dominio y «excepcionalismo» ambos países han criticado, abogando por un mundo más multipolar. En realidad lo que han hecho es plantar cara a la negativa estadounidense a aceptar la legitimidad de sus sistemas políticos. Xi apuntó que China y Rusia deberían solidificar las bases de su cooperación y «eliminar la interferencia externa». Un asunto prioritario es la cooperación energética, como el propuesto pero aún no construido gasoducto Poder de Siberia 2 hacia China.

Los dos países han de «ser verdaderos amigos de acero que han pasado por cien pruebas de fuego», dijo Xi a Putin. A ojos de muchos analistas, ambos autócratas sienten que ha llegado el momento de reemplazar a Estados Unidos como el principal actor global; erosionando el poder y la influencia de Washington en Europa, el Pacífico, Oriente Medio y el llamado Sur global. Pero Pekín valora cierto grado de estabilidad en el sistema internacional, mientras que Moscú se ha vuelto muy aficionado al riesgo, buscando la inestabilidad. En otro ‘recado’ a Estados Unidos, Xi dijo que Rusia y China trabajarán juntos para contrarrestar el «unilateralismo y la intimidación».

Según destacaron Robert D. Blackwill y Richard Fontaine en un informe para el Council on Foreign Relations publicado hace cuatro meses, Putin y Xi quieren al menos debilitar el sistema de alianzas de Washington, mermando la disuasión nuclear extendida de EEUU y cambiando los equilibrios militares a su favor en cada zona. Pero Rusia y China también son dos polos militares en sí mismos, algunas veces el uno contra el otro como en el caso del emergente conflicto entre Pakistán e India. Pekín ha apoyado siempre a Islamabad como contrapeso al régimen indio, con quien tiene incluso algunas cuitas fronterizas. Moscú está más ligado que nunca a India, que se ha convertido en uno de sus principales clientes tras el portazo europeo. Las persistentes disputas territoriales a lo largo de su frontera común representan un posible punto de disputa.

«Ambas naciones compiten por influencia en Asia Central, que durante dos siglos estuvo bajo el mando de Rusia; y el acuerdo de defensa de Rusia con Corea del Norte generó preocupación en China», explica el informe. Pero sobre todo el ‘botón rojo’ los separa. La gesticulación nuclear de Rusia durante la guerra en Ucrania ha generado preocupación en China, y Xi ha enfatizado en el pasado la oposición de Pekín al «uso o la amenaza de emplear armas nucleares». Esta disparidad de criterio no ha evitado que ambos sigan comerciando con uranio enriquecido.

Moscú y Pekín pueden socavar la confianza internacional en la fiabilidad y permanencia de Estados Unidos; pero se han encontrado con que el convulso Trump ya lo está haciendo. El plan original era garantizar que los valores democráticos esgrimidos por los estadounidenses no disminuyeran el control de China o Rusia sobre sus sociedades y sus zonas de influencia. Pero de pronto Washington ha pasado de rival a aprendiz.

Hace casi treinta años, el ex asesor de Seguridad Nacional de EEUU, Zbigniew Brzezinski, lanzó una advertencia profética. «Potencialmente, el escenario más peligroso», dijo, «sería una gran coalición de China, Rusia y quizás Irán, una coalición ‘antihegemónica’ unida no por ideología, sino por agravios complementarios». Ahora Trump se ha acercado a Rusia, entre otras razones, para intentar separar a Moscú de Pekín. Replica así el movimiento de Richard Nixon, que se acercó a China para dejar a un lado a la Unión Soviética, cuando Moscú era el hermano mayor de la ‘amenaza roja’.

EEUU teme el desafío que en su día planteaba el bloque chino-soviético, aunque esta vez China sería el líder y Rusia el subordinado. Putin confía en que narrativas como la que ha improvisado en torno al recuerdo de la gloriosa victoria en la Segunda Guerra Mundial ayuda a obrar el milagro de mantener a Occidente, por una vez, en su sitio. En su declaración conjunta, chinos y rusos afirmaron que algunos países buscaban «revisar los resultados» de la Segunda Guerra Mundial. Se describieron como los «principales Estados victoriosos» en ese conflicto, omitiendo mencionar el papel de Estados Unidos, el Reino Unido y muchos otros países. Xi pidió conversaciones para poner fin al conflicto en Ucrania y acusó a Estados Unidos de alimentarlo con el suministro de armas a Kiev. El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, ha instado a Xi en el pasado a que persuada a Putin para que detenga la guerra. Sin éxito.

Desde la perspectiva china (según un informe de Filter Labs, que analiza datos hiperlocales) existen dudas sobre la verdadera resiliencia de la economía de Rusia, de si el ejército ruso es tan fuerte como dice ser y cuáles son las verdaderas intenciones de Rusia a largo plazo. Estados Unidos quiere explotar las grietas entre ambos. Ha amenazado con utilizar sanciones secundarias contra empresas chinas que considere que tienen relaciones con Rusia, lo que ha llevado a algunos chinos a sopesar el valor de la relación de China con Rusia frente a su capacidad para comerciar con Estados Unidos. No está claro hasta qué punto las sanciones pueden ser una fuente de fricción entre Pekín y Moscú.

Aunque Xi es más prudente de Putin en el ámbito bélico, evitará una derrota rusa o cualquier desenlace que facilite un cambio de régimen en Moscú: al fin y al cabo, una Rusia de distinto signo podría unirse a Occidente en un plan conjunto para socavar el gobierno chino.

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